ZALDUMBIDE GANGOTENA JULIO

POETA.- Nació en Quito el 5 de junio de 1833. Hijo legítimo de Ignacio Zaldumbide Izquierdo, miembro de la Sociedad del Quiteño Libre en 1833, combatió a lado del general José María Sáenz y fue asesinado a lanzadas después el combate de Pesillo cuando estaba rendido. “Su nombre constituye baluarte de civilismo y signo de la saña del elemento militar extranjero adueñado del país,” y de Felipa Gangotena y Tinajero, quiteños.
Después de la primera enseñanza y de haber seguido los cursos de secundaria hasta graduarse de maestro o bachiller en Filosofía y Letras, ingresó a la Universidad Central con el intento de dedicarse a los estudios de Jurisprudencia, pero muy pronto los abandonó para seguir con ardor y entusiasmo a la literatura.
“Era un joven de buenas maneras, de exquisito gusto, pero dado a la soledad y a la melancolía”.
En 1852 escribió la poesía titulada “La estrella de la tarde”, primera de sus composiciones intimistas y de tono menor “en una atmósfera de amable melancolía y vaga tristeza, tan propias de la hora vespertina vista por ojos románticos, donde campea su simpatía por la naturaleza y el canto al amor doloroso e imposible idealizado en Laura”.
Poco después y con motivo de conmemorarse el séptimo aniversario de la revolución marzista –6 de Marzo de 1845– se presentó aún adolescente, a la velada artístico- literaria de la “Sociedad de Ilustración” y subiendo al escenario declamó su “Canto a la Música”, causando magnífica impresión. Fragmento: // El alma llena de delicias, cuando / en el cristal suspira de la fuente; / La estremece de horror, en el torrente / que se lanza estruendoso en el peñón. // En el umbroso bosque, en la Colina / finges la dulce voz de los amores / y del vergel en las fragantes flores / estático te escucha el corazón. //
Miguel Riofrío, “el poeta lojano que ejercitaba su justa autoridad ante los jóvenes estudiosos y que presidía la fiesta,” lo coronó. Zaldumbide tenía escasamente dieciocho años y de allí en adelante figuro activamente en el mundo de las letras.
En esa época escribía mucho, aún gozaba de buena salud y era llamado a frecuentar las casas de las principales familias capitalinas. En la del Dr. Pedro Fermín Cevallos conoció a Juan León Mera y se hicieron cordiales amigos, después intercambiarían sus poemas en fraterna lid y discutirían sobre diversos temas, incluso sobre las posibilidades de crear una poesía nacional.
El 29 de noviembre escribió una elegía “A la memoria de la señora Juana Lama de Moncayo”, esposa del Dr. Pedro Moncayo y muerta al dar a luz a su hijo. En 1855 publicó en el periódico “La Democracia” de Quito, otra elegía, a la muerte de Carmen Pérez Pareja. Ya era respetado en los medios cultos del país y se había granjeado numerosas amistades.
En 1856 publicó su silva titulada “A la soledad del campo” que según Hernán Rodríguez Castelo cambia sustancialmente su estilo. “Su poesía se tornó más amplia y libre y adquirió mayor aliento, usando combinaciones libres de versos de once y siete sílabas y tomando a la naturaleza como objeto de contemplación. Y así surgió el ciclo de sus famosas poesías tales como “La Mañana”, “La Tarde” y “La Noche”.
“Por desgracia, desde hacía algún tiempo, enfermedades y ahogos de espíritu le privaban de humor artístico, sin que le fuera posible distinguir lo bueno de lo malo.
En 1857 atravesó una aguda neurosis que le ocasionaba desabrimiento y desencanto a todo.
A fines de ese año adquirió el fundo “Paramba” situado en la región de Malbucho, que riega el río Mira en el camino al Pailón que acababa de abrirse y para marchar hacia la selva virgen hizo apuntes y resúmenes que debieron haberle costado muchas fatigas. El mismo hecho de aislarse en plena selva tropical, bella y poderosa soledad apacible, revela el cambio en su conducta; sin embargo no perdió enteramente su tiempo pues leyó a Tácito y a Tomás Moore y aunque no halló la ansiada felicidad que en ninguna parte está como él mismo confesaría después, gozó de una cierta quietud física y espiritual.
A fines de 1858 regresó a Quito y amistó con Montalvo congeniando inmediatamente por ser ambos de “temperamento reflexivo y amigos de la soledad. Después que se reunían con otros varios jóvenes en casa de Zaldumbide, acabada la charla, los dos amigos salían para alejarse de la ciudad a embriagarse de paisajes y de silencio, sin mayor ansia comunicativa.”
En 1860 publicó en el periódico “El Industrial” de Quito el verso “A mis lágrimas” bajo el seudónimo de “Carolina”
En 1861 fue mostrado su nombre para una diputación por Imbabura que no aceptó y colaboró en “El Iris” de Quito con las poesías “A mi corazón”, “A un ramo de ciprés”, “El amor en la adolescencia” y en 1862 “A las mujeres”.
En 1863 fue insinuado por Mera para que editara una colección de sus poesías pero se negó a ello por no ser buenas las imprentas de Quito. Entre el 63 y el 65 no escribió.
En 1864 había manifestado que no se sentía romántico y en efecto, ya no lo era enteramente, pues había entrado a un período pesimista y contemplativo y las gentes dieron en pesar que era un filósofo, le tenían por hombre raro y peregrino y hasta por ateo, bien es verdad que nunca había sido practicante en materia religiosa, por ser agnóstico, que es diferente.
En 1865 asistió como Diputado al Congreso “con el propósito de acusar los desafueros de García Moreno porque estaba en la convicción de que es irrecusable deber del poder legislativo conservar inviolable el imperio de las leyes que da a la República y traer a juicio a todo presidente que las infrinja, pero viendo la exuberante mayoría que aplaudía los atropellos, tuvo por mejor. salir de esa atmósfera de servidumbre que le oprimía al corazón y exacerbaba y se retiró del Congreso. No sin dar a la luz el 10 de octubre su folleto “El Dr. Gabriel García Moreno y la República” en 10 pags. que levantó gran alboroto por ser las primeras líneas publicadas contra el tirano, que dio estampidas y prorrumpió en improperios contra el valeroso escritor. De inmediato, los terroristas, nombre con el que se denominaban los partidos de García Moreno, organizaron una asonada y acudieron a la casa de Zaldumbide pero intervino la policía y los dispersó.
García Moreno lo acusó ante los jueces; aunque pronto desistió de su querella pues comprendió que iba a ponerse en ridículo. Montalvo, temeroso de que algo malo le sucediera a su amigo, se trasladó a Quito y poco después lo defendió en “El Cosmopolita” porque lo seguían ofendiendo.
En 1866 apareció su fotografía y parte de su producción en “La Lira Ecuatoriana” editaba por Vicente Emilio Molestina y el país pudo leer sus poesías escritas entre 1852 y 56. En 1867 contrajo matrimonio en Ibarra con su sobrina segunda Rosario Gómez de la Torre Nájera y concurrió nuevamente al Congreso pues su amigo el Obispo de Ibarra, Ignacio Checa y Barba, lo había hecho salir de Diputado por Imbabura.
Un 1868 Juan León Mera editó su “Ojeada Histórico Crítica sobre la poesía ecuatoriana” y le dedicó el Capítulo XI. Ese año García Moreno, que aún le guardaba venganza, lo calificó de “Impío conocido y fatuo coplero” manifestando que por el escándalo de su elección Dios había castigado a los habitantes de la provincia de Imbabura con el gran terremoto, y en enero de 1869, al proclamar su dictadura, inició una serie de pequeñas acciones persecutorias contra Zaldumbide que lo obligaron a trasladar definitivamente su domicilio a Ibarra.
El 4 de mayo de 1872 concurrió como socio de número a la sesión inaugural de la Academia Ecuatoriana correspondiente a la española. Ese año escribió la elegía “A mi amigo el Sr. Dr. Pedro Fermín Cevallos, en la muerte de su hija Sofía Cevallos Fernández – Salvador”.
En 1876, el presidente Dr. Antonio Borrero lo envió de Encargado de negocios a los Estados Unidos de Colombia para arreglar ciertas diferentes pendientes; pero, como poco después cayó el Gobierno, regresó a Quito sin completar su misión. De esa época es su distanciamiento con Montalvo por asuntos personales; Zaldumbide lo arrojó de su casa en la calle Cuenca y hasta se desafiaron a duelo, lance que felizmente no prosperó.
En 1878 tradujo a Silvio Pellico y a Petrarca y publicó en 8 págs. su poesía “A María”. El 80 cerró su carrera poética con dos traducciones: “Lara” de Byron y “Los Sepulcros” de Pindemonte y al ocurrir la muerte de su tía y suegra Rosa Gangotena de Gómez de la Torre escribió una elegía a su memoria.
En 1881 el partido liberal exhibió su candidatura a la Presidencia de la República; “pero, en marzo del 82 el Presidente Ignacio de Veintemilla se proclamó Dictador y en seguida vino la campaña para combatirlo, desapareciendo la candidatura de Zaldumbide entre el torbellino de la revolución y la lucha armada”. Entonces volvió al campo habitando en su querida hacienda “Pimán”, donde sufrió estoicamente la penuria económica que produjo la atroz sequía de ese año.
En 1883 los “Anales de la Universidad de Quito” publicaron su “Canción del Petrarca”. En 1884 el Congreso creó el Ministerio de Instrucción Pública y el Presidente Plácido Caamaño lo designó para que ocupara dicha cartera, que desempeñó sin contar con los fondos suficientes hasta 1885 y en medio de constantes revueltas producidas en la costa, con buena voluntad, entrega total y patriotismo; mas, poco o nada pudo conseguir y al renunciar, la vacante no fue llenada sino tres años después, con la subida a la Presidencia de la República del ilustrado literato Dr. Antonio Flores Jijón.
“Sus últimos años fueron sombríos y agobiados. Vivía tuberculoso y colmado de dolores, metafísicos silencioso, amando a los suyos y ya no creía tanto en el destino incierto de los hombres porque la religión iba ganando terreno en su voluntad disminuida por el abandono, la pobreza y la enfermedad.
Su amigo de siempre Juan León Mera le vió un viernes, estaba contento y disponiéndose para salir al campo para convalecer. El sábado se fue a pasear en coche, éste medio se volcó y el sacudimiento y la impresión del susto le hicieron mal al enfermo pues por la tarde, cuando se sentó al vaso, al hacer la defecación, sintió un terrible dolor al vientre: se había perforado el intestino. El domingo 31 de Julio de 1887 a las siete de la noche recibió el viático y la extremaunción y a las once dejó de existir en la más grata calma, este patricio liberal, cuando sólo contaba cincuenta y cuatro años.
De estatura más que regular, tez blanca, delgadísimo, ojos profundos y abundantes cabellos rizados y negros. Dejó ocho hijos y la estela inolvidable de su fama y su talento.
Fue un poeta elegante y exquisito formado en el más severo estudio, pero lleno de una genial apatía, pues no podía meditar y componer sin el ánimo bien apercibido; por eso sus trabajos iban saliendo de tarde en tarde y sólo a reiteradas solicitudes de sus amigos y admiradores. Cuando leía meditaba. El arte que no es inspiración es artificio. La poesía es meditación y recogimientos, las estrofas deben venir a una llamada de la emoción y la inteligencia; por eso, conforme iban pasando los años, sus versos van revistiéndose de gravedad, muy cercana a la Filosofía. Poeta – Filósofo se le llamó para indicar esta inclinación meditativa. Hizo poesía profunda, sobria y llena de buen gusto.- En la soledad del campo//. Fragmento: A ti me acojo, soledad querida,
en busca de la paz que mi alma anhela
en su ya inquieta y procelosa vida.
Mi nave combatida
por la borrasca de la mar del mundo,
esquiva ya su viento furibundo,
y en busca de otro viento sosegado,
dirige a ti su desgarrada vela,
¡Oh puerto deseado
en que la brisa de bonanza vuela!