Rodolfo Pérez Pimentel
Ecuador Profundo
ANÉCDOTA
El martes 31 de octubre del 2006 casi al final de la mañana, recibí la sopresiva visita de un octogenario y respetado colega, el Dr. Charles E. Freire Montjoy, que siguiendo una hermosa tradición establecida en los Juegos Florales de la Provenza francesa del siglo XIII, me entregó un verso suyo en calidad de cuelga por mi próximo cumpleaños y como vino de quien me consideraba respetuosamente mi estimado amigo, y su generosa dedicatoria dirigida “al continuador y heredero de los antiguos y gloriosos cronistas de Guayaquil (Destruge, Pino Roca, Chávez Franco) así como al buen padre, al fiel amigo, al escudriñador del tiempo pasado, que cualquiera, que cualquiera de sea, será siempre el mejor”,se le agradecí de todo corazón y prometí que algún día lo recogería con mis Crónicas y Tradiciones de “El Ecuador Profundo”, como una muestra viva de la amable costumbre de dedicarse poemas, que también se dio en las principales familias porteñas hasta bien entrado el siglo XX, cuando la prisa de la vida cotidiana se llevó varias expresiones de sincera afectuosidad, tales como lanzar moneditas o capillos a los muchachos pobres cuando se bautizaba un niño, designar compadres de papelito a las personas que más se apreciaba, enviar un obsequio de bienvenida a los nuevos vecinos cuando se cambiaban al barrio, regalar un Pan de Dulce elaborado con frutas secas el domingo de Resurrección en símbolo de alegría, visitar a la parentela entre la Navidad y el Año Nuevo, compartir algún dulce confeccionado en casa, invitar en la Semana Santa a “probar” la fanesca y humitas, salir al caer de las tardes al malecón de la orilla a recibir el fresco de don Silverio que venía de Chongón, viajar los fines de semana al Corte del estero Salado a fin de tomar “un baño de salud”, y como diría don Ricardo Palma el de las tradiciones, no sigo porque me atosigo. Aquí va – pues – “el mentao” verso y disculparán mis lectores que me lluevan estas aguas de rosas, pues mia no fue la pluma que escribió:
/Rodolfo el de los cuentos y de las tradiciones,
/que plasman el pasado de nuestro Guayaquil;
/a su númen afloran leyendas y canciones,
/amores castos, engaños y no faltan las traiciones,
/que recoge en sus libros con belleza sutil.
/Es el custodio paciente de la heroica simiente,
/que entraña entre sus genes, fastos de la ciudad;
/vela porque el aliento del pábilo silente
/de la historia no mengue, que por siempre lo aliente,
/ y como entre las dudas, despeja su verdad.
/Es el faro que pauta el ritmo de la historia
/con el estro divino de maravillosa unción:
/Por las huellas del tiempo, al cenit de la gloria,
/va urgando en cenizas, donde ya no hay historia
/con la visión del genio, con fúlgida pasión.
/Esos hechos narrados que, con fe de Notario,
/anidas obsecuente en tu mente febril,
/las viejas fundaciones, la audacia del corsario,
/las tristes elegías del viejo campanario,
/te hacen el glorioso Cronista en Guayaquil.
