YAGUACHI : La imagen llora

SUCEDIÓ EN YAGUACHI
LA IMAGEN LLORA

(¿Milagro o humedad ambiental?)

Mi amiga doña Victoria es muy dada a las antigüedades, los santos y a las peañas y tenía una imagen de San Jacinto que a ojos vista podía pasar por colonial o republicana de los primeros tiempos. Como obra de arte no era gran cosa, pues aunque tenía la cara empastada y los dientes y ojos de marfil, también adolecía de ciertas fallas artísticas difíciles de explicar; sin embargo, el haberla conservado tantos años como herencia de una abuelita querendona que la había criado, hacía que la imagen fuera cuidada con esmero y atención y recibiera las oraciones principales de su dueña, que no había día sin que rezara un rosario, un vía crucis y quizá hasta “la Magnífica”, que es lo mejor que existe  para evitar temblores y  terremotos. 

El San Jacinto de nuestra crónica presidía un antiguo chefonier con plancha de mármol de Carrara, color blanco,  también herencia de alguno de sus mayores y donde en otros tiempos se colocaba la jofaina y lavacara de planta para las abluciones de la mañana. La imagen estaba algo deteriorada por el paso de los años y aunque algunas personas amigas habían aconsejado que la llevara a limpiar y a reparar donde el Maestro Reyes, el mejor de Guayaquil para esta clase de trabajos, doña Victoria no había accedido por temor a perderla. 

Mas, una mañana en que se disponía a salir hacia la iglesia, notó media sorprendida e incrédula, que su San Jacinto lloraba. Un par de gotas de agua, pequeñas pero finas, impregnaban sus mejillas. ¿Milagro o simple fenómeno físico producido por el calor o la humedad? Se preguntó la buena Señora y con un pañuelito pequeñín y de aquellos que antes usaban las damas distinguidas como adorno y que no servían para nada, secó las lágrimas y se alejó a la iglesia sin pensar más en el asunto, pero al regresar a eso de las doce, instintivamente miró a su imagen y ¡Oh sorpresa! Volvió a encontrarla mojada, como si varias  lágrimas hubieran corrido por las mejillas del santo, dejando una estela húmeda pero muy visible y en ese momento y ante sus ojos, que no se explicaban el milagro, vio que volvía a llorar y entonces gritó la buena señora: ¡Milagro, carajo, milagro¡ 

Arrodillada y llorando encontraron a doña Victoria frente al chefonier; quizá por eso su esposo don Crisanto creyó que le había sucedido algún accidente, procediendo a recogerla en amoroso abrazo; pero, no era eso, era el milagro del llanto que la mantenía así. 

El asunto se repitió dos o tres veces más en la tarde y por la noche el Arzobispo recibió la intempestiva visita de los esposos, quienes muy preocupados llevaban dentro de una fina tela al San Jacinto milagroso y llorón, pero nada sucedió entonces y el Arzobispo pidió que le dejaran la estatua en prueba, a ver si se reproducía el milagro. Una semana sin que nada pasara dejó a la autoridad eclesiástica convencida de que los lloros del santo era pura imaginación de su propietaria, que ya por la edad provecta merecía usar lentes; así es que en el mismo lino en que había llegado, fue devuelta con una nota que decía: “Va San Jacinto milagroso, pero feliz, porque no ha llorado”
Y hete aquí que ni bien fue puesto sobre el chefonier, se repitió el milagro y doña Victorita volvió a sentirse preocupada. ¿Qué querría el santo? ¿Por qué solamente le lloraba a ella? ¿O era que se estaba volviendo chocha? 
I comentarios van, comentarios vienen, varias visitas comenzaron a asediarla a todas horas porque se había regado la noticia del fenómeno y todos querían ver si era verdad. Unas decían que si, otras que quizá y las menos lo negaban, pero lo cierto es que todas las mañanas había que secar la cara del santo y por las noches igual, como si la humedad tuviese una fuente de donde manara en forma continua. El asunto duró casi dos meses y desde entonces, quizá porque el verano anunció su sequedad y los vientecillos de Chongon aliviaron el calor estival de la ciudad, no se ha vuelto a repetir el lloriqueo; sin embargo, la buena señora ha tomado mucho respeto a la imagen, ahora la mira siempre que pasa, indagando, permanentemente indagando, por una respuesta que no tiene explicación. 

! Habrá sido un milagro, un engaño diabólico o solamente una condición especialmente dada en su casa y encima del chefonier? ¿Misterio de las fuerzas naturales o misterio del más allá?