VITERI EUGENIA

RELATISTA.- Guayaquileña, nació el 14 de Abril de 1928 y fue inscrita el 2 de Julio con los nombres de Blanca Eugenia como hija de Ignacio Viten Urquiza, autodidacta que aprendió inglés y francés y luego fue Contador de varias firmas comerciales, y de María Tomasa Segura León, viuda que era de Manuel Isidro Villamar Pacheco, naturales de las lomas de Santa Lucía.
Su madre trabajaba en una fábrica de botones para sostener a sus cuatro hijos (tres mujeres y un hombre) y cosía de noche y años más tarde casó con Jacinto Becerra López y mejoró su situación económica. Vivían por entonces en Alcedo y Pedro Pablo Gómez, y tuvo un hermano más.
Estudió las primeras letras y la primaria en la escuela Pedro Vicente Maldonado y por sus excelentes calificaciones obtuvo un Primer Premio y cien sucres, pero enfermó de paludismo crónico y dejó de estudiar dos años, aunque ello no fue obstáculo para sus inquietudes intelectuales, pues desde el sexto grado había empezado a recortar poemas de los periódicos y formó un Album “gordo” especialmente con la producción de Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Rosario Sansores. También le agradaban los autores españoles que recitaba por distracción, una prima suya le robó el Album de debajo del colchón y se apropió de algunos de ellos.
En 1942 terminó la primaria y comenzó a estudiar comercio en el “Marco A. Reinoso”. Leía mucho, sobre todo los cuentos de Anderson y Dickens, que alquilaba a un vendedor ambulante, a medio el ejemplar.
En 1940 su padre quiso aprovecharla haciéndola estudiar secundaria, porque habiendo conversado con ella se admiró de sus conocimientos y la matriculó en el “Instituto Comienzos” que al poco tiempo fue clausurado y tuvo que cambiarse al Colegio Nacional Guayaquil, donde pronto comenzó a hacer acrósticos a sus compañeritas a cambio de sanduches, colas y prensados de menta y rosa. En 1941 enviudó su madre y compró con la pequeña herencia una casa en San Martín y Guaranda el 43.
Eugenia era la intelectual de la familia y acostumbraba ser muy puntual en sus horarios. En el tercer curso su profesora de Castellano, Rosa Andrade Fajardo, la nombró redactora del periódico “Horas Estudiantiles” y le explicaba cómo debía escribir sus poesías; el Dr. Reinaldo Lara Márquez la introdujo en el conocimiento de las técnicas de redacción y por ser “la recitadora del barrio” intervino en varias funciones cívicas y se retrató con políticos famosos como el Dr. Manuel Arenas Coello candidatizado a la alcaldía de Guayaquil y Galo Plaza Lasso que ocupó la presidencia de la República en 1948. También era una asidua oyente del programa radial “Vida Porteña” de Sixto Vélez y Vélez, le agradaba la quiromancia y la cartomancia, era alegre, entusiasta y motivada hacia toda novedad.
En 1950 se matriculó en la recién fundada Escuela de Teatro del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana donde fue alumna de Paco Villar y de Pedro Campbell, ensayó Bodas de Sangre de García Lorca, actuó en el reparto de Otra Vez el Diablo de Alejandro Casona, que llegó a representarse una sola vez.
En el local del Núcleo se vivía una gran actividad cultural, conoció y trató a numerosos artistas y escritores como Enrique Gil Gilbert y Pedro Jorge Vera, éste empezó a guiar sus lecturas, prestándole libros para educar su gusto literario, pidiéndole que escribiera cuentos para dar rienda suelta a su sensibilidad.
En 1953 se graduó de Bachiller en Humanidades Modernas e ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil. Al año siguiente envió su cuentó “El Heredero” al Concurso convocado por el Club Femenino de Cultura y obtuvo el Segundo Premio consistente en libros. El cuento trata sobre los sueños y fantasías de un hombre que se siente padre del hijo de una pareja amiga, termina por dejarle sus bienes y una carta explicativa.
Ese mismo año participó en el Festival de las Letras de la Facultad de Jurisprudencia con dos cuentos titulados: 1) “El anillo”, que refiere un episodio en las relaciones de un hombre primitivo y brutal frente a su frágil mujer, quien encuentra en la playa de La Libertad un anillo de oro y en su honor se acicala. El esposo, al verla, la increpa, pero no le pega, el final es de un simbolismo tierno y 2) “El Chiquillo” que narra el problema de la masturbación en la galería del cine Victoria cuando venía a bailar la Tongolele, a última hora mandó ambos cuentos por correo certificado a Wilson Durango, quien extravió los avisos y no concursaron; sin embargo, explicado posteriormente el asunto, fueron incluidos en “Diez cuentos universitarios”, antología aparecida el 55, año en que Eugenia ya se había trasladado a residir en Quito como radio operadora de la Dirección General de Estancos con mil sucres mensuales de sueldo, transcribiendo copias.
Por entonces vivía en el Hotel Colonial de la Calle Maldonado, al año siguiente pasó de profesora a la escuela Rosa Zarate con setecientos veinte y cinco sucres en la tercera categoría. Allí estuvo hasta el 60, mientras tanto, el 57, había nacido su hija Silvia Alexandra Vera.
En 1960 regresó a Guayaquil a trabajar en la Comisión de Tránsito. El 61 viajó a La Habana invitada por quince días a Cuba, aún no era marxista pero como ella misma lo ha explicado, desde que nació tuvo ideas socialistas y siempre fue solidaria con el más débil.
El 62 volvió a Quito, habitó un departamento del pasaje Vela, trabajó en la sección Contabilidad del Seguro Social con mil sucres mensuales y ocurrió que una tarde su hija se perdió, pero como sabía dar el nombre, apellido y teléfono a pesar de sus cortos años, llamaron para que la fueran a recoger. Esa ha sido la experiencia más traumática de su vida.
Ese año obtuvo el Cuarto Premio en el Concurso de Teatro convocado por la Unión Nacional de Periodistas con su obra “El Mar trajo la flor” basada en “El Anillo”, pero dándole mayor brillantez y calidad dramática. Ricardo Descalzi ha opinado: “pieza teatral con emociones poéticas lejanas a la dura realidad de los personajes. Pieza alegórica, dulce y de complacencia espiritual”. También fue designada miembro de la Casa de la Cultura.
En Septiembre del 63, al estallar la dictadura de la Junta Militar de Gobierno, viajó con su hija a Chile, llevando únicamente algún dinero que logró reunir vendiendo sus muebles. En Santiago se unió a Pedro Jorge Vera, fue una época de extrema pobreza y grandes sufrimientos morales, en una pensión de la calle Huérfanos.
En Mayo del 64 contrajeron matrimonio y pasaron a habitar una casita alquilada, con el hijo de él y con Manuel Medina Castro, quien también estaba exilado, subarrendando piezas a otros ecuatorianos para poder subsistir, dada la difícil situación. Finalmente, en Enero del 65, Fidel Castro les invitó a Cuba.
Instalados en el Hotel Riviera al comienzo, después vivieron con la familia del guatemalteco Oscar Vargas, Director de Coros en el Cubanacan. Raúl Roa empleó a Pedro Jorge en la redacción del periódico “El Mundo” y aunque tenían todo lo necesario, Eugenia lloraba por las tardes cuando miraba al mar, extrañando mucho a su Patria.
En Marzo del 66 cayó aparatosamente la oprobiosa Junta Militar de Gobierno y el presidente Clemente Yerovi les mandó los pasajes. En Quito se instalaron en un departamento de la calle Matovelle, porque un amigo había embargado judicialmente la villa de Pedro Jorge en la calle Guipúzcoa, barrio de La Floresta, para evitar que la rematara el Seguro Social, debido a que un militar que la había venido ocupando abusivamente durante los años de la dictadura no pagaba arriendo y la hipoteca estaba en mora, Cuando dicho militar fue desahuciado para que la desocupe, cargó hasta con los inodoros y las instalaciones eléctricas como buen felón, pero a finales de año tuvo que salir.
En 1968 publicó la novela “A noventa millas solamente” con las peripecias de una familia cubana que emigró a Miami a causa del Castro comunismo y “que a pesar de eso logra dar una idea sobre la situación de la mujer en Latinoamérica y por supuesto en el Ecuador, aunque ese tema es un aspecto secundario de la obra.” La protagonista Elisa, ya en Miami, es una muchacha que sufre por regresar a su tierra cubana. El crítico Michael Handelsman ha dicho “una parte de la obra es autobiográfica y por lo tanto muchos de los episodios y personajes secundarios reflejan la realidad ecuatoriana más que la cubana o Miami. La autora jamás ha visitado los Estados Unidos” pero la novela fue un éxito de librería y Pedro Jorge fue el más sorprendido, pues no tenía idea de que Eugenia la hubiera escrito.
El 69 viajaron juntos a Europa y a Corea del Norte y a su regreso empezó a trabajar en el Departamento de Fiscalización de la Contraloría, después pasó a prestar servicios en el Almacén siempre con dos mil sucres mensuales de sueldo.
Ese año aprendió la taquigrafía Martí con su cuñado Alfredo Vera y concurrió a solicitar esa cátedra en el Colegio Veinte y Cuatro de Martí. La rectora encargada Blanca Margarita Abad Grijalva, al verla tan activa y participativa, la designó Directora de Concursos y Directora del periódico estudiantil con dos mil doscientos cincuenta sucres mensuales. El 75 el Profesor Edmundo Carbo la colocó en el escalafón ministerial y al jubilarse José Alfredo Llerena, le reemplazó en la cátedra de Literatura por muchos años.
El 76 adquirió con sus ahorros un departamento en la Ulpiano Páez entre Robles y Washington, para lo cual tuvo que divorciarse y volver a casar, pues como su esposo tenía una propiedad en Quito, inicialmente le fue negado el préstamo, debido al atraso de las leyes ecuatorianas, que niega los derechos a la mujer casada. Entonces obtuvo el Premio Gallegos Lara de la Municipalidad de Guayaquil consistente en cinco mil sucres con el cuento “Los zapatos y los sueños” que dio nombre a su libro de catorce cuentos, editado en la CCE en 1977, año en que también viajó con su esposo a Buenos Aires.
En 1983 dio inicio a la Fundación Cultural Manuela Sáenz que presidió por muchos años, a través de la cual se ha convertido en una de las más conocidas feministas del país.
En 1984 publicó “Las alcobas negras”, segunda de sus novelas, en 164 páginas, dentro de la Colección Populibros de la Universidad Central, que dedicó a la mujer ecuatoriana, que aún espera la hora de la reivindicación de su amor y su verdad. Rodrigo Pesantez Rodas ha opinado que es una obra feliz por los hallazgos de interpretación de un mundo donde el prejuicio no había logrado escarbar: la prostitución y sus elementos psicológicos y sociales como ingredientes; además, funda como testimonio una apertura de lenguaje, como reflejo no de circunstancias sino de fondo.
En Julio del 87 “Antología Básica del Cuento Ecuatoriano” que ha visto dos ediciones y está próxima a aparecer una tercera. “Selección realizada para que la usen los alumnos de enseñanza secundaria a fin de que en sus estudios de literatura vayan conociendo cuentos de nuestros autores” y sepan sus contenidos a través de un cuestionario didáctico.
El 2008 recibió el Premio Nacional Rosa Campuzano, creado ese año para estimular el trabajo de las mujeres feministas del pais.
Su obra no pertenece a grupo generacional alguno pero se la considera realista poética ya que, enraizada profundamente en los dramas del pueblo y del hombre, se caracteriza por la espontaneidad y la ternura.
Estaba recogiendo datos para escribir sobre la intimidad del matrimonio y la soledad. Vivía con su esposo y una nietecita que cuidaba y mimaba por su minusvalidez.
Su temperamento equilibrado, activo e impulsivo, su carácter primario, alegre, sensible, extrovertido y rico en matices expresivos. Cultiva la amistad leal y honesta como supremo bien de todo ser en sociedad. Es admirada, querida y respetada por sus alumnas, sus compañeros escritores y amigos.
Alta estatura, rostro trigueño, señorial, pelo negro entrecano, ojos cafés, contextura delgada, poseía una conversación elocuente y agradabilísima. Su obra ha sido traducida al ruso, al búlgaro y al inglés.
El 2013 la editorial Jake Knows Intellectual Property, de San Francisco de California acaba de publicarle una selección de sus cuentos traducidos al inglés por L. S. Thomas bajo el título en inglés de “Un sabor de Ecuador”