VITERI DURAND JUAN

MAESTRO Y ESCRITOR.- Nació en Ibarra el de Octubre de 1922. Hijo legítimo de Alberto Viteri Guzmán, nacido en la hacienda “La Compañía” cercana a Otavalo, que sabía francés. Contador e introductor de las Ciencias Contables en Imbabura. Rector del “Teodoro Gómez de la Torre” en Ibarra y autor de un texto de astronomía; cuya biografía puede verse en este diccionario y de Ana Cristina Durand Ramírez, guayaquileña. Nació gemelo monotelino de su hermano Alejandro con quien se tuvo profundo cariño, compartiendo iguales estados de ánimo.
Estudió las primeras letras en su casa y la primaria con los notables pedagogos Telmo y Julio Miguel Aguiñaga. El 33 su padre pasó al Vicerrectorado del “Bolívar” de Tulcán donde era Rector su compadre el Dr. Carlos Emilio Grijalva, de suerte que la familia se instaló en esa población y el joven Juan asistió a los tres primeros cursos de la secundaria; mas, el 36, se trasladaron a Quito, fue matriculado en el Instituto Nacional Mejía y descolló como el primer alumno del plantel.
En 1939 intervino en un debate de oratoria entre los Colegios Mejía y Eloy Alfaro y obtuvo dos medallas como el mejor orador y razonador, que le fueron impuestas por el Presidente de la República Andrés F. Córdova y el Ministro de Defensa Galo Plaza.
Graduado de Bachiller, ingresó el 40 a las facultades de Filosofía y Letras y de Jurisprudencia de la Universidad Central. En la primera fue discípulo del ilustre filósofo y matemático Dr. Juan David García Bacca, de quien conservaba todo un anaquel con sus lecciones pasadas en limpio. Al mismo tiempo y dada su natural rebeldía, empezó a actuar y a escribir contra la dictadura civil del Presidente Arroyo del Río en el diario conservador “La Patria” que dirigía Gustavo Mortensen Gangotena y soportó arrestos y hasta una cordial reprimenda de su padre, funcionario importante del gobierno.
A principios del 44 dictó en el Colegio 24 de Mayo raíces griegas y latinas y Castellano con dos cientos cuarenta sucres mensuales de sueldo; pero al triunfar la revolución del 28 de Mayo, su ex-profesor Jaime Chávez Granja, a la sazón, Rector del Mejía, lo llevó a enseñar Filosofía en dicho Instituto y realizó una brillantísima carrera hasta 1.963, parte de esa labor docente ha quedado en los Boletines de Mejía que dirigió por varios años. Así tenemos que en los Nos. 48 – 49 apareció parcialmente su tesis de grado en Filosofía bajo el título de “Historia de la Filosofía griega presocrática”. En los Nos. 50-51 “Pensamientos” en 77 páginas, recopilación de pensamientos propios. En el 52 “Filosofía Experimentalista” en 60 páginas, con un enfoque muy particular. En el 54 “Poesías” en 22 páginas, de su estro romántico. En los 55 – 56 “El Capitán enloquecido” en 4 páginas, narración histórica sobre la guerra del 41. En el 61 una novela corta titulada “Catorce Pisos” en 47 páginas, y en el 63 su notable ensayo sobre “Montalvo” en 20 páginas, que ha sido reproducido en numerosos textos escolares como modelo de bien decir.
En 1946 contrajo matrimonio con Lucía Espinosa y Espinosa, hogar feliz y siete hijos; se graduó por aclamación de Licenciado en Filosofía y luego de Abogado, formó un primer volumen de “Cuentos” que aún permanece inédito al igual que un segundo volumen con “Cuentos humorísticos” que fechó el 47, ya era Profesor de Filosofía del Derecho e Historia del Derecho en la Universidad Central y su opinión se escuchaba con respeto.
El 48 apareció su “Vocabulario Filosófico” en 40 páginas, notabilísima recopilación compuesta de 315 acepciones, publicado junto al texto de Lógica de su hermano Alberto para uso de los alumnos del Mejía y de todo el país. Poco después se graduó de Doctor en Jurisprudencia y la tesis apareció en los “Anales de la Universidad Central”. A los nueve meses, el 50, alguno de sus émulos corrió con el chisme al Estado Mayor, de que Viteri era enemigo de las Fuerzas Armadas por ciertas opiniones allí vertidas y los cándidos oficiales cometieron el error de sortear a ver a quien correspondía desafiarle en duelo a muerte. El asunto trascendió y hasta se produjo el lance. Los alumnos del Mejía amenazaron huelga y como los oficiales insistieron, el alto mando le “invitó a salir del país”. Entonces se dio el caso de que un ilustre maestro ecuatoriano abandonara su patria para darle gusto a cuatro prepotentes, así es que cerró su estudio profesional de la Venezuela y Olmedo, solicitó licencia de sus cátedras y viajó a Santiago de Chile con su familia.
En esa capital corrigió pruebas en la editorial “Nascimento”, trabó amistad con Manuel Agustín Aguirre que también estaba desterrado, dictó cursos de temporada y escribió su tercer volumen de “Cuentos”. De esa época es “Zarkistán”, cuento largo o novela corta de 92 páginas, dividido en dos mitades, que según Rodríguez Castelo “son dos cuentos que dan las dos fases de un mismo caso de investigación y reflexión metafísicas, a través del contacto con un extraterrestre, que constituye un relato de aventuras y ciencia ficción” donde se aprecia la influencia de las ideas astronómicas de su padre. Zarkistan, solo apareció en segunda edición, años más tarde, en Quito.
I tras dos años de ausencia regresó el 52 a Quito a continuar en sus cátedras y en su estudio. El 53 compuso la cuarta colección de “Cuentos”. El 56 la pequeña novela “Mi tío Víctor”, de ambiente provinciano, sobre la vida en los villorios, y mientras tanto había retomado con pasión y fuerza su noble misión de la enseñanza, dictando clases por contrato en los Colegios Montúfar y Benalcázar, pero ese ritmo de agitación y trabajo solo mantuvo hasta el 58.
Entre 1955 y 56 había cursado estudios de Sociología en la Universidad de Columbia, en New York, como ganador en Sudamérica de la beca “Helen Lee Wessel” para investigaciones sociales, que consistía en quinientos dólares mensuales de manutención y cincuenta más para libros; en 1960 asistió al XII Congreso Internacional de Filosofía de Venecia y Padua, presentó la ponencia “Axiología de las Profesiones”, teoría de los valores aplicada a la práctica de las profesiones, que se publicó en el tomo VIII de las Actas del Congreso.
Al estallar la Dictadura del 63 perdió su cátedra en el Mejía y salió al exilio en Bogotá donde trabajó con su amigo Salomón Patiño en asuntos contables. Cuando el 64 cambiaron al Ministro de Gobierno General Mora Bowen, que era un sargentón grandote y autoritario, que solía usar lentes oscuros hasta en las noches, pudo regresar al país y fue llevado por su hermano Alberto a Portoviejo. Juntos pusieron estudio profesional y también dictó clases. Ese año escribió un volumen de “Cuentos Suramericanos” que como los anteriores, aún sigue inédito.
El 65 pasó a Quito, fue electo secretario de “Alianza Democrática Ecuatoriana” ADE. y soportó una prisión de diecisiete días con Camilo Ponce, Aurelio Dávila Cajas, Fausto Cordovéz Chiriboga, Julio Moreno Espinosa y Oswaldo González entre otros. Después viajó a Bogotá a entrevistarse con Velasco Ibarra varios días, pero el caudillo no aceptó los planes revolucionarios que le fueron consultados. Seis meses después Viteri regresó a Quito desilusionado por la apatía general del pueblo ecuatoriano y sin embargo al poco tiempo, durante los disturbios del 66, ridiculizando otro aniversario de la Ley de Reforma Agraria, volvió a caer preso y lo deportaron al Paraguay donde permaneció dos semanas. El Ministro de Gobierno de entonces Rodrigo Vela Barona renunció y fue reemplazado por Rafael García Velasco quien atenuó la situación. Mientras tanto Viteri y los demás políticos habían viajado a Buenos Aires a conferenciar con Velasco y después de quince días se les permitió regresar al Ecuador.
Colaboraba activamente en la revista “Mañana” con una serie de seudónimos que los ideaba Pedro Jorge Vera, el más famoso fue el de “Diablo Cojuelo”. A la caída de la dictadura publicó “Aurora, tres cuentos por ejemplo y un epílogo” en 223 páginas, que contiene un poema épico con la evolución del hombre hasta llegar a la conciencia y Dios, mas tres cuentos titulados: “La ciudad junto al río” biografía novelada de Medardo Angel Silva; “Zarkistán”, del que ya se habló; y “Estudios para la novela Su Excelencia”, que es propiamente una novela. “El Epílogo” lo constituye un cuento erudito llama “Almagrande” donde desplegó sus conocimientos de la antigüedad griega en contraste con la realidad ecuatoriana.
Al ascender al poder el Dr. Velasco Ibarra el 68, fue designado Director General del Trabajo por el Ministro Galo Martínez Merchán, con él pasó después al Ministerio de Recursos Naturales en calidad de Director de Patentes y casi enseguida como Director de Industrias, encargándose por varias ocasiones de la Subsecretaría y allí permaneció hasta el 70 ese año ocupó por un corto período el rectorado del “24 de Mayo” y renunció por desacuerdos con Velasco Ibarra, quien quería reorganizar el plantel.
El 69 había dado a la publicidad “Balada para el domingo gris” en 18 páginas, con poesía romántica.
También apareció en una antología titulada “Sonetos al antiguo modo”, dedicados a la luna invariablemente, junto a Enrique Noboa Arízaga, Carlos Suárez Veintimilla y Manuel Zavala Ruiz entre otros. Viteri intentó allí el Insoneto, forma poética rara que se compone de dos tercetos y dos cuartetos.
Durante las dictaduras militares de Rodríguez Lara (1972-76) y de la Junta Militar de Gobierno ( 1976-79) no hizo política y no fue molestado.
Ese año editó “Gabriela Mistral en el Ecuador” en 70 páginas, con discursos y otras intervenciones sobre ella y “El Manto de Academus, veintiocho lecciones de sentido común, comentarios a la Egloga Trágica de Gonzalo Zaldumbide en 100 páginas, libro que tiene su historia pues fue escrito por Viteri durante su prisión en el Panóptico del 65, luego el 68 lo leyó como conferencia a un grupo de amigos reunidos en el estudio del pintor Francisco Coello. En tal ocasión también había asistido Zaldumbide, quien – al inicio del acto – pidió al conferenciante que no lo elogiara una vez más pero fue respondido: “No he venido a elogiar al César sino a enterrarlo” y comenzó a vapulearlo destacando muchos pasajes incongruentes, otros de construcción débil y todo ello dentro de una crítica fuerte y demoledora. Zaldumbide prometió que en una nueva edición recogería dichas observaciones, de manera que al aparecer la edición definitiva el 68 en México, suprimió algunos capítuos que retardaban el desentace imnecesariamente.
Cuando salió “El Manto de Academus” los ignaros acusaron a Viteri de inconoclasta y hasta de comunista, otros opinaron que el asunto tenía un trasfondo personal por líos de tierras en Imbabura, pero no faltaron espíritus serenos y cultivados que le dieron enteramente la razón y superando el escándalo inicial, el libro ha quedado como modelo de crítica y sirvió para desmitificar a Zaldumbide, a quien debió caerle como balde de agua fría pues por entonces la falsa crítica clerical le había endiosado presentándole como modelo de escritores clásicos.
En 1972 fue designado rector del “Gabriela Mistral” por el dictador Rodríguez Lara. El 74 editó otro poemario “Vueltas de un río sólo” con poesía que pretende ser en una primera parte la venida de un provinciano a Quito y en la segunda una síntesis poética de la historia ecuatoriana en general, en 43 páginas. Ese año apareció su gran novela “Memorias de un empleado público” en 413 páginas, que había ganado el Premio Internacional Alfaguara de Madrid y es en gran parte autobiográfica y depresiva. Por muchas razones constituyó un bestseller pues en solo treinta días se vendieron los dos mil ejemplares y hasta circuló en Colombia donde motivó una gran huelga de médicos.
El 76 publicó “Aula Abierta” ensayo de aproximación a una perspectiva práctica de la educación en 195 páginas, y por desacuerdos con el Ministro de Educación Gen. Fernando Dobronsky, que intentó meter a dos agentes de seguridad como profesores, tuvo que renunciar el rectorado del “Gabriela Mistral”. Entonces circuló en el No. 5 de la revista “Sarance”, órgano del Instituto Otavaleño de Antropología, su ensayo “Política Cultural en el Ecuador” en 11 páginas.
En 1979 pasó a Ibarra como rector del “Teodoro Gómez de la Torre” por designación del Gen. Guillermo Duran Arcentales y en el No. 13 de la revista de ese Colegio sacó una recopilación de “Cartas Ecuatorianas del Libertador Simón Bolívar” con fechas y números de Archivo e índice de las ideas fundamentales en cada una de ellas.
En Diciembre el Presidente Roldós le consultó si deseaba trabajar nuevamente en Quito y el 80 lo designó Rector del “Benito Juárez”, donde permaneció dos años, separándose por diferencias con el personal docente.
En 1985 y bajo el seudónimo de “John Saint Nitch” editó en 190 páginas la novela “Herodes otra vez” que trata sobre las implicaciones raciales, freudianas y políticas en el Ecuador, a través de diversos personajes. Igualmente con ese seudónimo dio a la imprenta un poemario “El Curso de las sombras” sobre la ardua lucha del hombre frente a una realidad que lo quiere aplastar.
Poco después editó “Tres veces Guzmán” novela semi biográfica sobre su bisabuelo Carlos Alberto Viteri Guzmán, con connotaciones históricas y sociales sobre el status imperante en las haciendas del siglo XIX en 177 páginas, que ha conocido dos ediciones. Realmente es una especie de parodia de una sociedad semi feudal a fines del siglo XIX.
Otra faceta importante de su vida la ha desempeñado en la función Judicial. Durante los años 70 y 72 fue Conjuez Permanente del Ministerio Fiscal General. Entre el 80 y el 84 fue Juez IV de lo Civil del Carchi y el último año Juez II de lo Civil de Latacunga. Desde el 84 ejerció una de las asesorías de la Vicepresidencia de la República.
Vivía en una villa de su propiedad en Meneses 142 y La Gasca de su pensión jubilar como Juez, en medio de sus libros y diversas colecciones de objetos y documentos, a las que siempre le ha dado gran atención. Escribía mucho y bien, poseía unas tierras en el Carchi, que vigilaba con amor pues era muy dado a la jardinería y la agricultura.
Su mentalidad superior y disciplinada en la Filosofía, le hacía un hombre de bien. Sus obras avalaban su esfuerzo y largos años de magisterio le consagraban como maestro. Colaboraba en la prensa del país con artículos de estilo claro, iluminado por la luz de la razón abierta a toda renovación bienhechora, pero de improviso falleció a causa de un fulminante derrame que interrumpió tanto esfuerzo cultural y tanta voluntad creadora.
Su poesía cerebral, sacudida de hondo tremor de lirismo, evita la obscuridad y la incoherencia. Activo y valiente como periodista y político, siempre encontró a través del equilibrio de la emoción, la sabiduría liberadora.
Estatura mediana, rostro agradable, pelo negro y crespo, ojos de igual color. Conversación erudita, profunda. Trato agradabilísimo. Estaba considerado uno de los más importantes pensadores de la hora ecuatoriana.