VINTIMILLA DOMINGUEZ MARIANO

ARCEDIANO DE LA CATEDRAL DE CUENCA.- Hijo legítimo de Manuel Vintimilla Valderrama y de Inés Domínguez, nació noble y rico, pero débil, recibió las aguas del socorro, mejoró y recién el 19 de junio de 1799 fue bautizado en la Catedral de Cuenca.
En 1813 y de sólo catorce años viajó a Quito a estudiar en el Real Convictorio de San Fernando, donde parece que aprovechó bastante. Diez años después, en 1823, vivía en Cuenca, graduado de doctor en leyes y desempeñando con notable éxito. Tuvo dos hijos naturales en Josefa Andrade Orellana llamados Modesto y Antonia. El primero fue un distinguido abogado, la segunda casó con el comerciante Juan Antonio Iñiguez Arteaga, de donde procede esa ilustre familia de abogados y literatos cuencanos.
En 1826 el gobernador Ignacio Torres opinó de él diciendo que poseía “bastante talento”, pero ese año decidió ingresar al estado religioso lo cual era un absurdo teniendo dos hijos pequeñitos pero así eran de aberrantes esos tiempos y en 1827 fue ordenado a los veintiocho años de edad por el obispo de Popayán.
En 1830 fue electo Diputado por Cuenca a la primera Asamblea Nacional Constituyente y en seguida pasó a Vice Rector del Colegio Seminario de esa ciudad, siendo uno de sus más notables catedráticos. Todo le acompañaba, tenía presencia física, facilidad de expresión, claridad de ideas y una fortuna heredada de sus mayores.
En 1835 ascendió a Vicario Capitular de la Diócesis, fundó el “Semanario Eclesiástico” y se enemistó con el régimen del Presidente Vicente Rocafuerte a causa de la prohibición para que los sacerdotes puedan ser electos miembros del Congreso. Vintimilla había fulminado excomunión mayor contra los lectores de “El Ecuatoriano del Guayas”, donde se comentaba favorablemente tal prohibición y de paso se lanzaban burlas a los que escribían en el “Semanario Eclesiástico”. Entonces sufrió persecuciones del gobierno, se escondió, pero fue hallado y desterrado a Lambayeque en el Norte del Perú.
En 1837 estaba de nuevo en Cuenca, restituido en sus funciones Vicariales y en santa paces con todos, incluso con el gobierno, que le había levantado la sanción; pero fue insultado con otros sacerdotes más en un artículo titulado “Escopetazo a los pájaros de Zafón”, siendo Zafón o Safón el Vicario Vintimilla, “porque acostumbraba recurrir a amaños para conquistar admiradores, pues con aquel nombre se aludía al personaje mítico que enseñaba a ciertas aves urracas o papagayos a repetir con insistencia que él era un Dios”.
En esa época obtuvo el privilegio de vender en Cuenca la “Bula de la Cruzada”, que lo recibió de manos del Delegado Apostólico residente en Bogotá, para invertir su producto en las misiones indígenas.
En 1843 juró en representación del cabildo cuencano la nueva constitución que permitía la reelección indefinida del presidente y por eso fue conocida con el nombre de “Carta de la Esclavitud”. Entonces era uno de los más importantes partidarios del general Juan José Flores en el Azuay. En 1844 se disgustó con fray Vicente Solano por asuntos baladíes y hasta llegó a suspenderlo, pero luego reflexionó y le restituyó las facultades cercenadas.
Al producirse la revolución del 6 de Marzo de 1845 nuevamente recurrió a la aplicación de la pena de excomunión mayor, de la que era partidario, fulminándola contra los que se sumaran al golpe revolucionario. Esta injusta e impopular medida, más política que religiosa, le acarreó numerosas resistencias y en el combate del Tablón del Machángara fue tomado prisionero por floreano y con el arma al brazo. Así era de bravo el señor Vicario!
Reunido el Cabildo Eclesiástico el 25 de junio, procedió a destituirlo de sus altas funciones y el gobierno provisional de Guayaquil ordenó su destierro pero la Convención Nacional le conmutó esa pena
En 1846 nuevamente se enfrentó con Solano por un artículo aparecido en “La Atalaya” y fue apodado “el clérigo de Tandacatu” y “doctor Mantequita” quizá porque había engordado más de lo debido, apelativos que le quedaron para siempre, todo esto ha permanecido en las hemerotecas azuayas, que aunque no extensas se encuentran bien conservadas. Por su vida agitada y sus polémicas periodísticas Vintimilla ha pasado a la historia comarcana como uno de los más insigne cuencanos, zurró a muchos y recibió palo de todos.
En 1848 anduvo metido en ajetreos revolucionarios con los floreanos y Jerónimo Carrión, Gobernador del Azuay, le intimó prisión, que pudo eludir escondiéndose y usando de influencias y de amigos, pero siendo un clérigo batallador, promovió contra el Gobernador un ruidoso incidente en el Congreso Nacional.
En 1849 tomó el partido de Diego Noboa e intrigó en su favor con dinero y persona. En 1851 fue restituido en la Vicaría Capitular de Cuenca y designado Rector del Colegio Seminario, más a los pocos meses cayó el régimen y el presidente Urbina lo desterró del país por floreano. Entonces Vintimilla se ausentó varios meses a Centroamérica. En 1852 regresó a Piura y siguió a Lima donde se estableció. En 1853 volvió a Cuenca y fue designado Prebendado de la Iglesia Catedral. Vivía en paz, atendiendo a los necesitados con dinero y persona, era popular y hasta querido de la población que había olvidado sus escarceos políticos.
En 1857 fue nombrado “Gobernador Eclesiástico del Obispado”, el segundo puesto más importante de la Iglesia del Azuay, “en atención a su integridad y luces” y gozaba del respaldo de todos los sectores. Había heredado la fortuna de su hermano mayor el Dr. Miguel Custodio Vintimilla, “Patrón y capellán de todos los censos de su familia y de entre estos bienes sacó lo necesario para donar a la curia cuencana “la hermosa y costosa casa de ejercicios, la capilla inherente a ella, con su custodia y vasos sagrados valiosos, de tabernáculo, ornamentos, etc.; el convento de San Felipe Neri; la iglesia de la Merced; la hacienda de Jordán, comprada y adjudicada por mí al lazareto, para salvar a la provincia del contagio de una enfermedad espantosa; la reforma de los dos monasterios; la misión de Gualaquiza que sostuve durante mi Vicaría…” además, tenía por costumbre casar gratis, sin cobrar las dispensas matrimoniales como se acostumbraba en aquella época.
En 1861 nuevamente fue nombrado Vicario Capitular pero el gobierno de García Moreno, siempre entrometido en cuestiones eclesiásticas, se opuso a esta elección y lo obligó a salir del país, medida que por injusta fue acremente criticada por la ciudadanía del Ecuador.
En 1865 volvió a Cuenca y fue desagraviado con el cargo de Arcediano de la Iglesia Catedral. Para el 1 de abril de 1872, fecha de su fallecimiento, desempeñaba las funciones honoríficas de “Protonotario Apostólico de su Santidad” por nombramiento del Pío IX, con derecho a “vestir de morado”. Entonces se dijo que había sido un “celoso” defensor de los fueros y derechos de la iglesia y se le dio sepultura de honor, con grandes demostraciones de pesar.
Legó los pocos bienes que le quedaban a sus hijos Modesto y Antonia. El primero armó pleito por el reparto y se quedó con casi todo, entregando a la segunda únicamente la casa esquinera de las calles Boyacá y Zea, pequeña porque estaba construida sobre el pedazo de la esquina, pero tenía un amplio solar de dos mil cuatrocientos metros.