VENECIA : Una historia vulgar

SUCEDIÓ EN VENECIA
UNA HISTORIA VULGAR

Al despuntar el alba los gallos del campo entonan sus cantos madrugadores y comienza la sinfonía de un nuevo día de trabajo. En 1.918 ya tenía muchos años el ferrocarril pasando por la antigua hacienda “Venecia” donde vivía José Carrascal con su mujer Eudoxia y sus cuatro hijas. 

José era el mayordomo de la hacienda, tendría treintisiete años de edad y la mayor de sus hijas cosa de quince, pero parecía de más por su talante hermoso y alta estatura. En aquellos tiempos no se acostumbraba que las niñas del campo se instruyeran, pero María Sol, que así se llamaba, sabía leer y escribir y hasta dominaba las cuatro reglas, desempeñándose en la tienda de la hacienda como hábil vendedora. 

Una tarde, que iba a cerrar, alcanzó a divisar a los lejos al joven Fabián, mocetón de veinte años que a veces la había mirado codiciosamente. Él era hijo del dueño de la hacienda “La Gloria”, ubicada por los contornos y su holgada posición económica le hacía candidato fijo para un buen matrimonio en la ciudad, pero Fabián amaba a María Sol y ésta a él, sólo que en silencio, porque entonces los enamorados eran más recatados que hoy y el caramelo se repartía después del recreo, como decían nuestras abuelas al tratar del sexo. 

Lo cierto es que esa tarde fue la propia María Gloria quien tomó la iniciativa: 
– Buenas, Fabián – ¿Qué haces por aquí? 

Vine a ver unos caballos que mi papá necesita pero… I tomándola desprevenida la besó con tanta fuerza que María Sol quedó encantada, claro que nunca antes la había besado nadie, por eso fue que se dejó guiar de la mano y casi sin sentirlo se vio a caballo con Fabián y no pararon hasta el ferrocarril. 

Dos años después María Sol tenía dos bebés muy lindos pero estaba abandonada y en la mayor miseria. No había vuelto a ver a sus padres y según le habían contado, ellos nada querían saber de ella. 

Por eso, también sin quererlo ni sentirlo, una tarde se dejó convencer de una mala vecina y fue a parar a un burdel, donde vivió cuatro años de licor, sexo y vulgaridad. Sus tiernos hijitos pasaron a poder de una familia rica parienta de Fabián que se compadeció de ellos y María Sol – hecha un espectro – deambulando por el malecón fue a dar a lo profundo del río, en el único acto posible para su decadencia. 

Su cadáver apareció a los tres días pero ni los periódicos dieron cuenta de ello, era una mujer de vida sórdida y anodina, su historia no podía ser más vulgar, la tragedia de tantas mujeres abandonadas por sus maridos. Historias que no llaman la atención pues son parte de la vida cotidiana y normal de toda ciudad. 

Así las cosas, una tarde que su hermana Gloria lavaba ropa en el río, vio venir desde lejos a su hermana a quien no veía en muchos años, pero como si se hubiera transformado, porque flotaba en un alo de luminiscencia. 

La visión duró escasamente unos segundos pero fue tan real y tan agradable que su recuerdo jamás se borraría de la memoria de Gloria. Años después, cuando los hijos de María Sol crecieron y se hicieron hombres, una tarde que viajaban a la hacienda de sus abuelos paternos, oyeron la historia de su madre y se entristecieron, pero al oír lo de la visión, comprendieron que al fin su madre había alcanzado la felicidad inmarcesible y perfecta en Dios. En el sitio de la aparición, que está a un recodo del río, crece un platanal verde y frondoso, una escuelita ha sido construida muy cerca y casi un centenar de niños juegan y revolotean diariamente, sin saber que allí ocurrió el suceso que me contaron y que lo doy a conocer en estas páginas.