VEINTEMILLA MARCONI MARIETA

LA GENERALITA.- Nació en Lima el día 8 de Septiembre de 1856. Hija del General José de Veintemilla Villacís, Senador de la República, casado por poder otorgado el 16 de Abril de 1857 en Lima, a favor de Urbano de Olarte, natural de Nueva Granada y residente en Guayaquil, para que se desposara con María Marconi Missearelli nacida en Roma, de dieciocho años de edad, hija legítima de José Marconi y de Lucrecia Missearelli, la dispensa se obtuvo el 2 de Mayo. Su padre vivía en Lima como socio de la Compañía de Gas de esa ciudad y allí conoció a su madre, primera figura de la Compañía de Opera Ferretti de paso por Lima. En 1857 viajaron a Guayaquil, nuevamente estuvieron en Lima y en 1859 partieron a Quito, allí murieron dos niñas y sólo sobrevivieron Marietta y su hermano menor José Ignacio.
En 1862 quedó huérfana de madre. El General se fue a Guayaquil y en Milagro tuvo dos hijos más sin volver a casar. Marieta, aunque mimada de sus tres tías solteras, pasó interna al Colegio de los Sagrados Corazones, “pálida, triste, pobre, quizá menesterosa, tímida y de una imponderable piedad” y triunfó en religión, obteniendo medallas y menciones; los libros del Colegio anotan que sus pensiones eran pagadas tardíamente debido al descuido de su padre que no enviaba dinero a tiempo, quizá por eso terminó siendo becada en 1863 por el presidente García Moreno, cuya primera esposa Rosita Ascázubi Matheu era prima hermana de los Veintemilla Villacís por Ascázubi. Después tomaría clases de música.
En enero de 1869 falleció asesinado en Guayaquil el General José de Veintemilla, durante la revolución que acaudilló contra la dictadura garciana. Su hermano José Ignacio fue perseguido, tuvo que salir del país y la situación económica se tornó desesperada. Fueron años de miseria para las tías de Marietta, que sin embargo no la abandonaron y por eso pudo terminar sus estudios siete años después convertida en una hermosa mujer, preámbulo de la dama insurrecta que después fue.
“Blonda cabellera, bellísimos ojos azules, cuerpo esbelto, formas perfectas y equilibradas, donaire y gracia, todo inspiraba admiración y respeto” pasaba en Quito por ser la mujer más bella de la ciudad y tuvo numerosos pretendientes pero sus graves y victorianas tías le impidieron todo acercamiento romántico.
En septiembre de 1876 su tío Ignacio fue proclamado dictador en Guayaquil y luego del triunfo de Galte entró victorioso en Quito. Marietta y sus tías fueron a vivir al palacio Presidencial, convirtiéndose de hecho en la Primera Dama de la Nación, pues sus tías eran una viejucas buenísimas pero simplonas – casi ignorantes – porque solo hablaban de temas religiosos (monjas, sacerdotes, vírgenes, santos, milagros, conventos ) para el resto eran nulas.
En Palacio inauguró la costumbre de mantener tertulias artísticas y literarias donde la música y la poesía reinaban por igual, por eso vivía rodeada de jóvenes intelectuales que la querían y admiraban. Eran sus mejores amigos Alfredo Baquerizo Moreno, Manuel Gallegos Naranjo, José Maria Velasco Castillo, Julio Arboleda Armero, Nicolás Augusto González Tola, los peruanos Domingo de Vivero y Germán Leguía.
Marietta recibía clases de piano del Prof. Aparicio Córdova Negrete, cantaba con voz modulada y argentina y en el carnaval de 1879, durante una alegre batalla de globos, no vio donde ponía el pie, “cayó unos tres metros y se fracturó una pierna”.
Llamado de urgencia el joven doctor Fidel del Castillo Reinoso, de no más de treinta años de edad, la curó con tantas delicadezas que terminaron enamorados; Juan Montalvo escribió después que el Dr. Castillo había roto la barrera profesional y como todo termina por saberse, el celoso tío llegó a enterarse y ordenó la prisión del médico, al que aplicaron veintinueve días de arresto en uno de los cuarteles y hasta quisieron caparlo por orden de Veintemilla, pero la esposa de Castillo intercedió ante su compadre el Dictador y evitó la pena; sin embargo, ella se separó para siempre de su esposo, a quien nunca perdonó el adulterio.
Los días 8 de septiembre de cada año Marietta celebraba su natalicio y el triunfo de la revolución con misa de Acción de Gracias, paseo militar y una fastuosa fiesta en palacio a la que asistía el cuerpo diplomático, las autoridades, la sociedad de Quito y cenaban y bailaban hasta altas horas de la noche con gran boato.
Sus salones eran centro galante y literario lleno de musas y poetas donde imperaba el buen gusto por la música y la lectura. Numerosos intelectuales de todo el país allí leían y recitaban sus producciones y una conversación siempre chispeante y de tono elevado amenizaba el ambiente. Cuando pasó por Quito la Baronesa de Wilson le dedicó un hermoso poema. La Condesa Emilia Pardo Bazán la elogió desde España en un artículo.
También Inauguró la costumbre de los paseos con vestidos de colores por el parque de la Alameda cuando se daban las retretas los domingos y “rompió con la monotonía del viejo ambiente gazmoño y clerical que impedía a las mujeres salir solas a las calles y vestir otras prendas que no fueran las negras y pesadas mantas” propias de los siglos coloniales que aún se usaban en la capital.
Estudiaba francés y llegó a dominarlo, era amiga de sabios de la talla del ascensionista Edward Whymper, del geógrafo Teodoro Wolf y del botánico Luis Sodiro. El Nuncio Apostólico Monseñor Monceni la trataba de hija y paisana y el gran poeta Nicolás Augusto González Tola componía obras dramáticas para que se representaran en el Teatro Sucre que Marietta acababa de inaugurar trayendo compañías de canto y arte dramático de Lima. Tal el ambiente mundano que impuso en Quito.
En mayo de 1881 contrajo matrimonio a los 24 años y en la Iglesia de Pomasqui con el llamado vizconde Antonio de Lapierre Cucalón, guayaquileño y viudo de María Urbina Jado, hija del general Urbina. El novio tenía 28 años, desempeñaba la Cancillería de la legación francesa en Quito y “era de muy buen ver”. Hijo de Juan Antonio de Lapierre y Mira (Ministro de Francia en el Ecuador, a su vez hijo de los condes de Lagliouille de langloise en Francia) y de la guayaquileña Antonia Cucalón y Ariza.
La boda fue celebrada en la intimidad en la casa de hacienda de Tajanar en Pomasqui propiedad de los Veintemilla y antes del año Lapierre viajó al puerto principal para hacerse cargo de la dirección de las Aduanas. Marietta quedó embarazada, en palacio tuvo a su hijo Antonio y el niño y su padre murieron. El primero de gastroenteritis, el segundo de fiebre amarilla y todo esto en pocos meses. Marieta permaneció desconsolada y se encerró dos meses en Palacio sin recibir a nadie. Mientras tanto el General Veintemilla se había trasladado a Guayaquil y vivía bebiendo y bailando de fiesta en fiesta.
Marietta gobernaba en Quito apoyada en el Primer Designado Leopoldo Salvador y en el Ministro de Guerra y Marina, Cornelio Escipión Vernaza Carbo, quien “pactó con los conservadores para proclamar su dictadura personal” en la madrugada del 26 de marzo de 1882; pero, Marietta se lo impidió con un golpe de audacia, pues al ver a los batallones formados, bajó sola a la plaza mayor y arengando a la tropa hizo que ésta gritaba a favor del General Veintemilla y por supuesto también a favor de “su Generalita” como ya le decían de pura simpatía. Este apodo le quedó para siempre junto al de “Mayasquerita”, con que la honraban los bravos “pupos de la raya” o soldados de la provincia del Carchi, que es por donde corre el río Mayasquer.
Esa misma noche “ordenó el arresto de Vernaza, lo destituyó y afrentó horriblemente, y asumió la presidencia del Consejo de Gobierno, es decir, que detentó el Poder Ejecutivo y la Jefatura Máxima del Ejército”.
Con la proclamación de la dictadura el país se levantó en armas y las guerrillas comenzaron a asolar los campos. Alfaro en Esmeraldas, Landázuri por el norte y Salazar y Sarasti al centro. Fueron varios meses de intensos combates, la noche del 10 de Enero de 1883 cayó Quito en poder de los Restauradores, Marietta se inmortalizó en las páginas de la historia ecuatoriana dirigiendo la defensa de la capital con inusitados bríos y una valentía digna de mejor causa. Las balas pasaban sobre su cabeza y ella ni se amilanaba. Vestía de negro y llevaba un revólver en la mano derecha, deslizándose por entre los muertos y heridos en lo más terrible del combate en el atrio del palacio, sorteando las balas asesinas, desafiando la muerte y dando ejemplo de valor.
Hasta la tarde del 9 de Enero había derrotado a las tropas de los Generales Salazar y Sarasti, pero al llegar la lluvia y paralizarse momentáneamente la acción, arribó Landázuri con gente fresca y decidió la suerte del combate. En la madrugada se perdió el palacio que fue saqueado por las tropas de Landázuri. Marietta pasó al convento de los jesuitas dónde ya estaban asiladas sus tías y su amiga Dolores Jaramillo Varea y de allí fue trasladada a un cuartito del edificio de la Municipalidad que le sirvió de prisión, poniéndole por guardia a varios jóvenes militares que se le hicieron amigos y hasta le llevaron sereno con banda. Saberlo esto los cinco miembros del Pentavirato y montar en alarma y cólera fue todo uno y la guardia fue relevada.
Después se sucedieron varías anécdotas cuando la cambiaron a la Cárcel pública a seis cuadras de distancia y tuvo que realizar el recorrido a pie y en medio de una escolta, entre gentes del pueblo que la admiraba en silencio.
En eso enfermó de angina y sólo se le permitió la atención médica del Dr. Teodoro Donoso. Leía intensamente y fue visitada por los ministros Hamilton de Inglaterra y Pierret de Francia, que concurrió con su esposa y hablaron todos en francés, idioma que Marietta dominaba.
El 2 de septiembre de 1884, tras casi dos años de encierro, salió libre con sus tías y aceptó el asilo del Conde de Boutaud, miembro de la Legación francesa, cuya casa se convirtió en sitio de visita de numerosas familias de lo principal de Quito. El gobierno se incomodó, ordenó la confiscación de los bienes de la familia Veintemilla y su salida del país. Marietta quiso demostrar por última vez su popularidad y fuerza en el pueblo y ese domingo a las cinco de la tarde fue con su amiga Dolores a pasear por el parque de la Alameda.
“Una gran multitud la siguió en silencio y ella se sentó en un banco del parque para que todos la vieran. Luego emprendió el retorno triunfal a la Legación, acompañada de una manifestación espontánea de gente que la aclamaban y “de algunos balcones le agitaron pañuelos despidiéndola pues ya se sabía que estaba expatriada”.
La víspera del viaje un grupo de quiteños le ofrendaron una serenata galante y al día siguiente partió a Guayaquil con sus tías y la Srta. Jaramillo. El día dieciocho embarcaron en el vapor “Islay” de la Compañía inglesa y tras un tonto y absurdo incidente promovido por el Gobernador del Guayas, General José Antonio Gómez Valverde, que subió a reclamar el pago de unas glosas levantadas en 1881 contra su marido en la aduana y al que Marieta puso en su sitio, levaron anclas y abandonaron el país.
En Lima habitaron los Veintemilla una casa cercana a la iglesia de la Merced en el girón de la Unión. Marieta colaboró en el terrible periodiquito “El Proscrito” lanzando dardos contra el gobierno del Presidente Plácido Caamaño, que en represalia intentó la extradición del General Veintemilla para hacerlo juzgar en Quito. El gobierno interino del Perú notificó al General “de abandonar el país para no verse obligado a entregarle a las autoridades ecuatorianas” y tuvo que dirigirse a Santiago de Chile, dejando a sus hermanas y sobrinos nuevamente abandonados.
José Ignacio, el hermano de Marietta, se ganaba la vida como músico, mas, el dinero no alcanzaba para todos. Vinieron malas épocas pero menudeaban las invitaciones a los grandes salones de la sociedad limeña donde Marietta tocaba al piano y cantaba con voz magnífica. En una reunión conoció al poeta Carlos Germán de Amézaga, director de la revista “Prisma”, cuatro años menor que ella y vivieron un cálido romance. Amézaga era gallardo y hermoso y le decían de apodo “el Moro” por su barba poblada y tez trigueña.
Hacia 1890 Marietta viajó intempestivamente a Guayaquil y sin pasaporte, a hacerse pagar una fuerte cantidad de dinero que le adeudaba Carlos Stagg Flores, a quien se le presentó pistola en mano y Stagg tuvo que devolver. Al día siguiente regresó a Lima a corregir las pruebas de un libro que estaba en la “Imprenta Liberal de F. Mesías y Co.”. Poco después aparecía con grave escándalo sus “Páginas del Ecuador” en 411 págs.
La edición llegó al Ecuador subrepticiamente y fue repartida en Guayaquil por su hermano despertando inmediatamente los más encontrados criterios. El Presidente Dr. Antonio Flores Jijón polemizó duramente con Marietta, quien le contestó en Carta aparecida en abril de 1892 en varios periódicos peruanos. Otros políticos también mojaron sus plumas en vitriolo para refutarla. Juan Benigno Vela la tildó de “Angel malo”. Alfaro y Rafael M. Mata le salieron al paso y hasta el Canónigo Vicente Nieto llegó al odioso extremo de calificarla de “mujer cínica” porque al referirse a él Marietta le había calificado así “Alto muy alto, negro muy negro y nervioso como una señorita”.
Abelardo Moncayo expresó sobre las páginas de Marietta: conjunto más acabado de verdades peregrinamente pergeñadas y de mentirillas ataviadas con la más seductora coquetería, rara vez brotada de pluma femenil. Retratos hay en esta colección que pasman, por su exactitud e imparcialidad, así como tan chispeantes y originales caricaturas que es imposible moderar la carcajada y realzan la obrita tal viveza y colorido en la expresión, tal arte y tal amenidad en estilo, que pálidos habrán quedado muchos académicos al verse incapaces de tanta donosura y gracejo.
Las páginas, leídas después de casi un siglo, llaman a meditar en su rebeldía heroica y sin igual audacia para defender y glorificar el gobierno de su tío o lo que es lo mismo, su propia dinastía; pero entonces conmovieron a la nación y debilitaron a los gobiernos progresistas. Por eso, cuando sonó la hora del liberalismo el 5 de Junio de 1895 y Alfaro fue proclamado en Guayaquil; Marietta, de solo treinta y siete años de edad, viajó al puerto principal y se alojó donde su cuñado José de Lapierre, con el secreto propósito de apoyar al joven guerrillero Plutarco Bowen Alvarez, quien acababa de hacer su entrada triunfal luego de tomar la población de Daule. Marieta quería encumbrar a Bowen y luego desplazarlo con su tío pero al arribar Alfaro su personalidad era tan fuerte que la ciudad entera vibró con su llegada y Marietta no pudo llevar a cabo su plan.
Con todo logró entrevistarse con el Viejo Luchador y le pidió que admitiera a su tío Veintemilla de Comandante del ejército liberal que subiría a la sierra. Alfaro la escuchó con gran cortesía y sólo terminó por concederle una pensión al viejo General para que pudiera vivir con decencia en Lima. Luego – cuando ella abandonó el despacho – comentó maliciosamente a uno de sus capitanes ¡Qué hembra Capitán y yo tan viejo…!” pero Marietta ya había decidido regresar al Perú.
El 26 de Septiembre de 1898 volvió a Guayaquil y fue recibida galantemente. De allí siguió a la sierra aceptado los homenajes que le tributaban sus amigos y partidarios. Por fin llegó a Quito donde la esperaban las autoridades que le devolvieron su casa y la hacienda de “Tajanar” en Pomasqui, que ella bautizó con el nombre “Veintemilla”
Allí hizo abrir un acueducto para hacer producir maíz y aguacate a esa tierra floja y arenisca, edificó una casa con oratorio y hasta se hizo pintar al óleo con el torso desnudo para representar a la Magdalena, sosteniendo en su diestra un crucifijo y la calavera del Mariscal Sucre que acababa de ser descubierta en el monasterio del Carmen alto y de quien era gran admiradora. También construyó una piscina para el baño, el cuarto de música donde instaló un piano de cola, color negro modelo Segundo Imperio con patas metálicas doradas simulando las del león y una salita anexa y obscura para sus reuniones filosófico – espiritistas a las que se entregaba con exceso y asiduamente desde los tiempos de su residencia en Lima.
En 1900 trabajó la pre candidatura presidencial de su tío Veintemilla y colaboró con algunos artículos en el periódico “La Sanción”. En 1903 dedicó una de sus Disgresiones libres a la memoria de su amigo Leonidas Yerovi Orejuela que acababa de fallecer en Quito víctima de un violentísimo infarto, en una vereda y pasando una calle.
El vulgo la creía maga pues dormía de día y velaba de noche. La gente de sociedad la visitaba y quedaba encantada, sobre todo las damas que se hacían lenguas de su trato fino y cortesano, pero como casi nunca salía de su casa y pagaba tarde, mal y nunca las visitas, se la miraba de lejos y con respeto. Otra de sus excentricidades era el horario de sus comidas, pues almorzaba a las dos de la tarde y cenaba a las nueve de la noche, cuando en Quito se acostumbraba hacerlo a las nueve de la mañana y a las cuatro de la tarde.
A principios de 1904 dejó su hacienda regresó a vivir en Quito y no tuvo empacho en volver a exhibir la pre candidatura de su tío. Vivía leyendo, tocando piano y meditando. De vez en cuando publicaba folletos con el sugestivo título de “Disgresiones libres”. En Junio y siendo colaboradora de la “Sociedad Jurídico- Literaria”, apareció en el No. 24 de esa revista su trabajo sobre “Madame Roland” en 8 págs. y otro titulado “Mi Piano”. Por entonces gozó de la íntima amistad de los intelectuales Maximiliano Rivadeneira García, estudiante de Derecho que le servía de secretario y del Dr. Alejandro Ojeda Vega, poeta, director de un periódico y Ministro Juez en la Corte. El periódico era El Bisemanario “La Palabra” y Marietta era la redactora. En 1906 lo trasformó en diario, pero terminó con su muerte al año siguiente. Marietta se batía con los dos admiradores al mismo tiempo.
El domingo 10 de febrero de 1907 a las 8 y 1/2 de la noche leyó una conferencia titulada “Psicología Moderna” en los salones de la Sociedad Jurídico- Literaria y ante un público compuesto de más de trescientas personas. Fue su apoteosis cultural y literaria y los periódicos la saludaron por unanimidad como la abanderada del feminismo en el país. La historia le reconoce haber introducido el estudio de la Psicología como ciencia en el Ecuador, un cambio total en la moda de vestir de las mujeres de clase alta en Quito, etc. etc.. codearse de igual a igual con los hombres en materias intelectuales, dictar las primeras conferencias en el país, aparecer en revistas científicas y literarias, salir sola a las calles sin compañía masculina. La lista es más larga de lo que se pudiera pensar.
En los días posteriores se dedicó con ahínco a preparar un alzamiento armado contra el gobierno del Presidente Alfaro. Hizo varios viajes al norte y en el valle del Chota se contagió de unas fiebres perniciosas (Paludismo maligno cerebral) que en escasos tres días le puso de gravedad. Con todo, alcanzó a viajar a su casa de Quito y murió recién llegada, a las cuatro de la tarde del 11 de marzo de 1907, de sólo cuarenta y nueve años, aun vestida en traje de calle, pues no tuvo tiempo ni fuerzas para cambiarse.
Al día siguiente una enorme concurrencia esperaba desde antes del medio día el traslado de su cadáver pues el pueblo la había respetado y querido siempre. A la una de la tarde fue sacada la caja mortuoria de la casa situada en la calle Pichincha y Chile en hombro de los señores Eduardo de Veintemilla, José Fernández Madrid, Carlos Uribe Ministro de Colombia, Maximiliano Rivadeneira y Manuel Enríquez. Depositada la caja en la carroza tomaron las borlas los señores Carlos Uribe, Julio E. Moreno, Aurelio Román, Dr. José Maria Ayora, Manuel Maria Sánchez y Jesús Baquero Dávila sus amigos de la Jurídico Literaria. La banda de la Artillería Bolívar seguía el cortejo entonando marchas fúnebres.
Al llegar al Cementerio de San Diego tomaron la palabra Roberto Andrade, Julio E. Moreno, Luis Eduardo Bueno Subsecretario de Relaciones Exteriores y Aurelio Román. El cadáver fue inhumado en el mausoleo de la familia Palacios Alvarado.
Le fueron rendidos honores de General. Su tío Veintemilla vivía en Lima, de suerte que el General Eloy Alfaro presidió el sepelio. La prensa la elogió sin reservas y se dijo que fue mujer de pensamiento y lucha. Desde niña aprendió a manejar armas con su padre y en “Tajanar” cazó un lobo depredador de sus aves de corral, luego de hacerle la guardia rondando con el fusil al hombro varías noches. Su biografía, escrita por Enrique Garcés se editó en 1949.
Marieta de Veintemilla, Manuela Sáenz, Nella Martínez y Rosalía Arteaga han sido las cuatro únicas mujeres que han ejercido el poder supremo en el Ecuador aunque sea por días pues este ha sido y aún sigue siendo en pleno siglo XXI un país de hombres machista – más aún si son militares – donde es costumbre abusar, maltratar, irrespetar y mantener sojuzgadas a las mujeres por el simple hecho que no producen dinero por estar ocupadas en las labores propias del hogar.