VEGA MUÑOZ ANTONIO

MILITAR.- Nació en Cuenca el 9 de Abril de 1856. Hijo legítimo de Antonio Vega Dávila propietario de los entables de caña de azúcar de Indanza cerca de Gualaquiza en la región oriental y de ricos lavaderos de oro en los ríos de los contornos, y de Manuela Muñoz Cárdenas, cuencanos. El quinto de una familia de ocho hermanos que se criaron con sus primos hermanos los Febres-Cordero Muñoz y Muñoz Vernaza en la amplia casona de tres patios propiedad de sus abuelos maternos Bernardo Muñoz Ruiloba y Mercedes Cárdenas Arciniegas, hoy sede del Palacio Arzobispal,
En Diciembre de 1869 participó junto a Joaquín Vega Garrido, Carlos Joaquín Córdova, Luis Vega Garrido, José Marta Borrero Galup, Juan Bautista Dávila, José Ramón Cárdenas, Manuel Ignacio Aguilar, Cayetano Moreno y Vicente Heredia en la revolución de la juventud cuencana contra la despótica administración del Gobernador Carlos Ordóñez Lazo y tras una parodia de fusilamiento de Ordóñez, tuvo que esconderse y a principios de 1870 huyó a Chile, donde concluyó sus estudios. Entonces profesaba ideas democráticas y liberales y era “enemigo de despotismos y tiranías.”
A fines de 1875, sabedor del asesinato de García Moreno, decidió regresar al país. Al año siguiente y residiendo en Guayaquil se enteró de la revolución del General Ignacio de Veintemilla contra el presidente Antonio Borrero, tomó el camino de Naranjal y con José María Borrero Galup formó el Escuadrón Cañar, marchó a Guamote como Subteniente a las órdenes del Comandante Rodríguez, para unirse con el ejercito Constitucional del General Julio Sáenz pero sufrieron una aplastante derrota en las llanuras de Galte, donde Sáenz quiso lucirse porque tenía mayores fuerzas, sin imaginar que los guayaquileños comandados por el General José María Urbina iban armados con rifles de repetición marca Remington, lo que les dió gran ventaja. Desde esa memorable batalla se retiró a laborar los campos de Gualaquiza en espera de que sonara la hora de la restauración.
El 82 Veintemilla se proclamó dictador y el país se levantó en su contra. En Lima los exilados se pusieron a las órdenes del General Francisco J. Salazar; en Noviembre entraron por Macará, siguieron a Loja y bordeando Cuenca llegaron a Alausí, donde se les unió Vega con el grado de Teniente Coronel, en compañía de Roberto Dávila, Benjamín Lozano y de varios colombianos sacados de los bosques de Gualaquiza donde recogían la cascarilla que se exportaba en grandes cantidades a Europa.
De Alausí siguieron a Guamote el 31 de Diciembre y al pasar el río Chimbo defendieron el puente de Pungalá, para que las tropas del General Yépez no pudiera cortar la retirada. El 1 de Enero de 1883 tomaron Riobamba, el 2 Mocha, donde hallaron al General Sarasti, el 3 se mezclaron con las Divisiones Restauradoras del Centro, el 5 entraron en Latacunga, el 10 sitiaron la plaza de Quito y a las dos de la tarde, en junta de Francisco, Joaquín y Luis Vega Garrido y otros cuencanos de la División del Sur, horadaron por la parte de atrás la casa de los Jijón, frente a la iglesia de San Francisco, en cuyas torres estaban parapetados los veintemillistas, para dispararles mejor.
En eso cayó un fuerte aguacero que paralizó la acción y a las cuatro de la tarde comenzaron a escuchar los primeros disparos de la División del Norte que ingresaba por San Juan y el Cebollar, reanundándose el combate que duró toda la noche y hasta bien entrada la madrugada del día siguiente, 11 de Enero, que fue tomado el Palacio, el convento de los Jesuitas, el cuartel de Artillería y cayó presa Marietta de Veintemilla, sobrina del dictador, que había defendido heroicamente el Palacio Presidencial.
En Febrero fue nombrado Primer Comandante del Batallón Zapadores de Peiger como parte del ejército Restaurador que en marzo salió a Babahoyo siguió a la llanura de Mapasingue al norte de Guayaquil y en la madrugada del 9 de Julio tomaron la fortificación de la loma del telégrafo en el sector de la Atarazana y entraron con los Regeneradores de Alfaro en Guayaquil. Por su valentía fue mencionado en el Parte de Batalla.
El 28 de Noviembre los Pentaviros le designaron Comandante General del Azuay y se posesionó en Cuenca.
El 84 fue confirmado en la Comandancia por el Presidente Plácido Caamaño; sin embargo, esta designación provocó la ‘postergación inmerecida del Coronel Gabriel Arsenio Ullauri, quien se enojó mucho por ello, y habiéndose encontrado ambos en una esquina de la plaza central, se injuriaron gravemente y trabaron a tiros y como resultó herido el joven Víctor Antonio Moscoso Vega, fue allanado el domicilio de los Ullauri, donde Vega se llevó presos a varios miembros de esa familia. Fuera de este desagradable incidente, por su trato y porte gentil, generoso, sociable, galante y demócrata, se ganó el respeto y las simpatías de la población.
El 13 de Julio de 1885 contrajo matrimonio con María Teresa Toral Malo con extensa sucesión. Ella había sido el amor platónico de su primo Remigio Crespo Toral. En Junio de 1886 tuvo que hacer frente a la insurrección de los liberales radicales. El Coronel Federico Irigoyen intentó por dos ocasiones tomar la población de Celica pero fue rechazado. En Noviembre se presentó en la frontera el Coronel Luis Vargas Torres y cayó sobre Catacocha, mientras Vega guarnecía Celica. En Diciembre avanzó hacia Loja, Vega contramarchó y tras reñido combate de cinco horas, hizo prisionero a Vargas Torres, con su oficialidad y soldados.
En Enero de 1887 los prisioneros fueron condenados a ser fusilados, pero como apelaron, el asunto quedó en suspenso. Vega era amigo personal de Vargas Torres, a quien había conocido y tratado durante la campaña de Mapasingue en 1883. Mientras tanto el Ministro del Interior José Modesto Espinosa insistía en el fusilamiento y Vega dejó la Comandancia encargada a su primo Alberto Muñoz Vernaza, quien llevó a cabo la ejecución el 18 de Marzo.
Vega permaneció de Comandante Militar del Azuay gozando de la confianza de los presidentes Antonio Flores Jijón y Luis Cordero Crespo pero con el advenimiento de la revolución liberal del 5 de Junio de 1895 se insurreccionó Gabriel Arsenio Ullauri con otros liberales en Machala y movilizaron a Loja, ciudad que no opuso mayor resistencia. Vega salió de Cuenca a debelar el movimiento con el batallón Azuay y la Compañía Ligera y tras un corto tiroteo recuperó Loja.
De vuelta a Cuenca, el 17 de Agosto dividió sus fuerzas para amagar en dos frentes pero fue descubierto y derrotado en el Chorro, mientras su primo Antonio Muñoz Vernaza caía vencido en Cuchipirca. El 24 entraron los liberales en Cuenca al mando de Ullauri, Manuel Serrano, José Peralta y José Félix Valdivieso mientras Vega se ocultaba por Gualaquiza primero y luego en su fundo El Llano cercano a Gualaceo, donde permaneció algunos meses hasta el 24 de Mayo de 1896, que volvió a alzarse en armas creyendo que los conservadores habían tomado Cuenca, pero al arribar a la hacienda Machángara, dándose cuenta del fracaso, se replegó con numerosos voluntarios que lo proclamaron Comandante en Jefe del Ejército formado por las columnas Vega, Paute, Vengadores de Mosquera y Escuadrón Sagrado, aumentadas con pobladores de las vecinas poblaciones de Sigsig y Azogues que ocupó ayudado por su hermana Zoila que era una especie de segunda Marietta de Veintemilla y por el Presbítero Vicente Aguilar, quien bendijo un estandarte con la inscripción de “Dios no muere”. Entonces se tocó por primera vez el Himno del Curuchupa compuesto por Deifilio Larriva.
Por todo ello se creyó el hombre de la situación, ungido por la voluntad popular para restaurar los regímenes progresistas en el gobierno de la nación y pasó con su gente a Biblián, donde casi se dio un combate con las tropas liberales de Ullauri, que Vega evitó para unirse a los montoneros conservadores de Pedro Lizarzaburo, Pacifico Chiriboga y Melchor Costales, que agitaban el centro de la República.
El 17 de Junio venció solo en Guangopud o Pangor, a los expedicionarios guayaquileños del Coronel Enrique Franco que iban en auxilio de Riobamba. El día 18, con las tropas conservadoras enfrentó a los liberales cuencanos en la hacienda Miraflores en Columbe y el 19 en Tanquis, venciendo en ambas ocasiones a Arsenio Ullauri.
De allí en adelante empezaron las rencillas y contradicciones por razones estrictamente ideológicas entre las fuerzas Progresistas de Vega y las Conservadoras de Lizarzaburo. Vega había servido a los gobiernos progresistas pero la historia – en ese momento – lo tenía amarrado a los conservadores, aunque él era de hecho un liberal en la práctica y un indiferente en materia religiosa. Por eso se replegó al austro y el 5 de Julio atacó Cuenca con doscientos hombres armados mientras los alfaristas no pasaban de cien al mando del Coronel Carlos Otoya a los que se sumaron cuarenta indios traídos de Jadán y alojados en el cuartel de la Policía.
En la madrugada del día 6 cayó Cuenca en poder de Vega quien consiguió hacer numerosos prisioneros cuyas vidas respetó, oponiéndose a las vociferaciones de ciertos Clérigos que exigían el inmediato linchamiento. El Gobernador liberal Luís Malo Valdivieso falleció en mitad de la refriega a causa de una bala perdida que le dio directamente en el pecho cuando se hallaba curiosamente observando los detalles de la tienda en la puerta de una casa.
El día 7 se reunió una Junta Popular del Azuay que proclamó a Vega Comandante en Jefe del Ejército con el grado de General para que tomara a cargo la dirección de las defensas frente al inminente peligro de una invasión liberal por la costa.
Efectivamente Alfaro se presentó al frente de cuatro mil soldados y Vega apertrechó a su gente que no pasaba de los seiscientos hombres, a los que habría que sumar gran cantidad de civiles que disparaban desde sus casas y el 22 de Agosto se produjo el enfrentamiento.
La ciudad de Cuenca cayó a las seis de la tarde tras valerosa resistencia. Los alfaristas perdieron mil hombres. Vega y los suyos subieron entonces a Cullca pero también de allí fueron desalojados y tuvo que retirarse nuevamente a los bosques de Gualaquiza para no caer prisionero.
Dos años después, en Diciembre de 1898, varios jóvenes trataron de tomarse el cuartel de Cuenca y como a eso se sumó la conspiración conservadora en la frontera norte con Colombia, Alfaro designó al Coronel Manuel Antonio Franco para ocupar la gobernación del Azuay. Vega fue perseguido, tuvo que buscar el exilio en Lima y con otros elementos Progresistas acordó formar un triunvirato compuesto por Miguel S. Seminario, Rafael María Arízaga y José María Sáenz, con el fin de derrocar al gobierno de Alfaro. Poco después viajo a Panamá y de allí a Pasto con Aparicio Ortega, Julio del Hierro y José María Sarasti. El 25 de Noviembre de 1900 presidió una Junta de Jefes Militares y Civiles para resolver si se disolvía a las tropas o se continuaba con los preparativos de una invasión, proponiendo una acción conjunta de Liberales, Conservadores y Progresistas y en lugar del Triunvirato anotado, se eligieran cinco miembros, agregando a Sarasti y al Dr. Aparicio Rivadeneira Ponce, pero tal proposición fue rechazada por Rivadeneira, que no quería perder el mando operacional único y viendo la inutilidad de toda gestión unificadora, Vega regresó a Panamá sin haber logrado la unión de los opositores al gobierno del Presidente Eloy Alfaro.
En 1901 se acogió a la Amnistía General decretada por el Presidente Leonidas Plaza y reintegrado a sus faenas agrícolas y comerciales vivió en paz y tranquilidad.
En 1905 fue electo Presidente Lizardo García con el voto de los liberales placistas y se posesionó el día 10 de Agosto pero no duró mucho tiempo pues el 1 de Enero de 1906 se insurreccionó en la plaza de Riobamba el General Emilio María Terán y proclamó la dictadura de Alfaro, cuyas fuerzas revolucionarias derrotaron a las del gobierno el día 16 en Chasqui cerca de Latacunga y entraron a Quito
Los placistas, aliados con los conservadores, formaron secretamente un Comité Central anti alfarista dirigido en Guayaquil por Alfredo y Enrique Baquerizo Moreno, José Luis Tamayo, Carlos Carbo Viteri, Ezequiel Palacios, Martín Avilés Garaycoa, Rafael Guerrero Martínez, José Heleodoro Avilés Minuche y Enrique Cueva. En Cañar actuaban Gonzalo S. Córdova y Manuel María Borrero González, en el Carchi Celín Arellano, en Los Ríos Octavio Roca Marcos, en el Chimborazo Octavio Mancheno y Alberto Donoso Cobo y en El Oro Baltazar Niemes.
El 23 de Noviembre de 1906 Vega pactó con el ala placista del Azuay formada por los Drs. Abelardo J. Andrade, Aurelio Ochoa y César Torres y con los conservadores Luis Lazo Bermeo, Alfonso M. Carrión y Luis Cordero Dávila y fue designado Jefe Superior del Movimiento para iniciar una revuelta general en la República, sin darse cuenta que eso ya no era posible pues los tiempos habían cambiado y el partido Liberal se había consolidado en el poder.
El día 12 de Diciembre sus fuerzas entraron sin resistencia en Gualaceo, el 13 en Paute, donde comprobó que el auxilio conservador no llegaba y tuvo un altercado con uno de sus ayudantes, concluyendo el incidente con estas palabras: “Si creen que los he sacado de sus casas para sacrificarles, no queda más remedio que subir a las alturas del Pillizhun, disolverles y pegarme un tiro”. Estaba muy contrariado y colérico, anotó Manuel María Borrero, testigo presencial del incidente, en su libro “El Coronel Antonio Vega Muñoz”, editado en Cuenca, en 1957.
Vega no encontraba el entusiasmo de otras épocas. La gente ya no creía en revoluciones para defender la religión, pues nada había ocurrido en contra de ella durante los casi doce años de dominación liberal. De allí que su nombre, otrora glorioso y prestigiado, ahora no decía nada, y eso le irritaba sobremanera.
Dos días después, en la hacienda La Filomena de los hermanos Luis y Dositeo González Fernández de Córdova, al ser requerido por el primero sobre las razones que había tenido para meterse en esa aventura, contestó; “De ésta triunfo o me pego un tiro”.
Mientras tanto el General Ulpiano Páez habrá arribado a Cuenca con numerosas fuerzas del gobierno y esperaba tranquilamente el ataque. Vega ocupó Azogues, después acampó en Ayancay, cometió por segunda vez el error de dividir sus fuerzas y avanzó a Guangarcucho, donde Páez, pensándolo mejor, había situado a los suyos. Vega se empecinó en no retirarse y fue rodeado. Su amigo Agustín Toral Larrea le trajo para que montara su caballo de color tordillo en que había hecho la campaña y Vega gritó: “He jurado vencer o morir y aquí me quedo” y viendo que nada podía hacer, mandó a colocar una bandera blanca. Intimada la rendición por los gobiernistas, el Cap. Villareal se le cuadró militarmente y le dijo: “Permiso, mi Coronel, lo desarmo”. Vega le entregó su carabina y al Teniente Antonio Zea su revólver. Después se presentó Páez, se saludaron y dieron la mano.
Esa noche Páez se retiró con su Estado Mayor a dormir a la hacienda Ayancay, mientras Vega quedaba en calidad de detenido en la casa donde había hecho su cuartel general, pidió un vaso de agua al sargento de guardia, se quedó un rato hablando con él y le extendió un billete grueso. El Sargento regresó al rato con algo que le entregó y Vega metió en el tubo de su bota.
Al día siguiente 10 de Diciembre de 1906 inició el viaje a Cuenca en un mulito mal ensillado y los demás prisioneros iban a pie. En el camino tuvo un entredicho con Páez a causa de su mala cabalgadura. Después se encontraron con las autoridades que habían salido a recibirlos, numerosos curiosos presenciaban la escena más por compasión que por entusiasmo y sentían su triste situación de prisionero. A las tres de la tarde por la calle Huayna Cápac bajaron hacia la calle Santander, hoy Gran Colombia.
Vega iba en medio de Augusto Arteaga y del Dr. Clodoveo Castillo. Al llegar a la esquina de Garrido, despejaron a una gran cantidad de curiosos, luego bordearon un lodazal y fue entonces que Vega, sacando las manos del poncho, se disparó en la cabeza, cayendo al suelo bocabajo, sobre su costado y mano izquierda. Eran las cuatro de la tarde.
Los prisioneros quisieron detenerse para recoger a su jefe pero fueron impedidos y tuvieron que seguir adelante. La gente pudo ver entonces que el General Vega estaba aun con vida, pues respiraba, pero no se movía ni podía hablar porque tenía un balazo en el cráneo. En ese momento llegaron los presbíteros Serrano y Martínez y como no quisieron prestarle auxilio religioso alguien gritó: “Si no se suicidó, sino que un soldado le mató” de donde se desprendió la conseja del crimen. Tenía entonces solamente cincuenta años cumplidos, era un hombre fuerte, alto, corpulento y con don de mando, pero en los últimos tiempos y quizá por tantos trabajos y fastidios se le veía deprimido, con el genio agrio casi de continuo y rabiando de su suerte. Posiblemente estaba atravesando una fuerte depresión.
Al día siguiente se inició el Sumario de Ley que no arrojó culpa alguna y terminó con el Auto de Sobreseimiento pronunciado por el Juez de Letras Dr. Salvador González Iglesias, confirmado por la Corte Superior de Cuenca el 28 de dicho mes.
“Fue un hombre orgulloso, altivo, rebelde, digno y de carácter indomable. Nunca había caído prisionero ni se había visto en poder de sus enemigos políticos y personales”, por eso prefirió suicidarse antes que servir de ludibrio a la muchedumbre; sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, aún se sostiene por parte de elementos más bien conservadores y de algunos descendientes, que no pudo suicidarse en razón de sus ideas católicas y que debió tratarse de un crimen político (1) lo cual por absurdo, debe ser definitivamente rechazado.