EDUCADOR.- Nació en Chuquipata el 21 de Junio de 1821, hijo legítimo de Joaquín Vázquez, propietario y de Francisca Herdoíza Valdivieso, natural de esa localidad (hija legítima a su vez de Juan Herdoíza Mayorga natural de Ambato y de Juana Valdivieso, cuencana).
Muy joven perdió a su padre y junto a su madre y hermanos viajó a Cuenca a vivir en casa de un tío materno que era sacerdote, quien le enseñó las primeras letras, luego ingresó al Colegio de San Sebastián para niños pobres y en 1836 al Colegio Seminario de San Ignacio de Loyola donde estudió leyes a expensas de las privaciones de su madre y hermanas que cosían para subsistir, brilló como el mejor alumno y fue nombrado en 1843 profesor sustituto de la cátedra de Derecho Público que dictaba su maestro y protector el Dr. José Antonio Rodríguez – Parra.
Mientras tanto practicaba en el estudio del Dr. Antonio Benegas y el 21 de Marzo de 1844 se graduó de doctor en Jurisprudencia, pero su temperamento indócil e incorruptible ante el abuso y las injusticias así como su natural generosidad, le impedía prosperar económicamente a pesar de la numerosísima clientela que logró formar; pues, como diría después, “jamás he cobrado consulta alguna en derecho como abogado, porque tengo para mí y muy en cuenta, que dar un consejo al que lo ha menester es obra de misericordia y uno de los medios con los que se puede evitar litigios y tantas injusticias que atraen consigo los pleitos”.
En marzo de 1847 fue nombrado Protector de Indígenas del Cantón Azogues y “defendió a las comunidades en cuantos pleitos le suscitaban los poderosos”. En enero de 1848 fue Secretario de la Subdirección de Estudios por designación de Rodríguez – Parra. En abril ascendió a catedrático de Jurisprudencia del Colegio Mixto, incorporándose de abogado ante la Corte Suprema el 14 de Octubre; entonces, Jerónimo Carrión, queriendo premiar su esfuerzo, le nombró abogado del Colegio Seminario con ciento cincuenta pesos mensuales de sueldo y en mayo de 1850, al ocurrir las elecciones para el Congreso, era hombre importante y protestó por la falta de imparcialidad, renunciando a la Secretaría de Estudios por no estar de acuerdo con el interinazgo presidencial de Manuel de Ascázubi.
En Junio cambió la política y el nuevo gobernador Ramón Borrero Cortázar le designó su secretario durante los cortos meses que duró en Cuenca la Jefatura Suprema del general Antonio Elizalde Lamar.
Poco después se consolidó en el poder Diego Noboa con el apoyo militar del general José María Urbina. Vázquez seguía en todo a Rodríguez – Parra y renunció la secretaría de la Gobernación pero, como al poco tiempo se volvieron a amistar Urbina y Rodríguez – Parra, abandonó la oposición.
En 1852 Urbina dio su golpe de estado y Juan Cueva Vallejo presidió en Cuenca la Asamblea Electoral que eligió a Vázquez diputado principal por el Azuay, viajó a la capital y junto al Dr. Manuel Angulo defendió a los jesuitas y al derecho que les asistía a permanecer en el país, aun como simples religiosos particulares y al año siguiente quiso fundar un Colegio de jesuitas en Cuenca.
En Enero de 1855 Urbina le designó Ministro Juez de la Corte Superior de Guayaquil pero se excusó y entonces lo nombró Juez letrado de Hacienda del Azuay y nuevamente representante principal al Congreso. En 1856 pasó a Ministro Fiscal de la Corte de Cuenca y sucedió que administrando el Canónigo Ignacio Torres la sede vacante de ese Obispado, el Gobernador José Miguel Valdivieso lo suspendió en sus funciones y habiendo apelado a la Corte Superior de Justicia de Cuenca formada por los Dres. José Manuel Rodríguez – Parra y Manuel Dávila y el Fiscal Vázquez, se trenzaron en una agria polémica con dicha autoridad y dictaron tres auto motivados; sin embargo el Gobernador se adelantó y los apresó, manteniéndoles quince días en la cárcel. Este vergonzoso incidente causó la hilaridad de la república y Vázquez se alejó del partido ministerial o del gobierno; sin embargo, al año siguiente, volvió a concurrir al Congreso y obtuvo el establecimiento en Cuenca de un Colegio Nacional con el nombre de “San Gregorio,” pero los graves incidentes que se suscitaron con el Perú obstaculizaron el cumplimiento del decreto.
Hacia 1858 murió su madre y quedó el hogar a cargo de sus hermanas solteras; vivían en una casa propia ubicada en la actual calle Borrero No. 151, frente a la Iglesia de San Alfonso, donde los sábados no faltaban los pobres que puntualmente recibían una ayuda económica.
En 1861 fue designado Jefe Político del Azuay por su amigo el Gobernador Carlos Ordóñez Lazo, con quien mantenía estrechos vínculos afectivos y económicos por ser Vázquez el abogado de la “Casa Ordóñez”. En 1863 concurrió nuevamente al Congreso, formó parte de la mayoría gobiernistas y presidió la Cámara de Diputados. Estaba en la plenitud de sus facultades, se distinguía como “jurisconsulto de altura, de austera probidad, de honradez profesional y de criterio jurídico tan certero, que se proclamaba en muchas ocasiones y solemnemente su preeminencia como abogado de estupenda visión, clarísimo talento y diestro manejo de la estrategia profesional; pero, “la cumbre de su ingenio se hallaba en el foro, pues era un verdadero orador, claro, vibrante, de amplísima y sonora voz, la dicción correcta, lógico en el razonamiento, enérgico de convicción, nadie le disputaba el merecido puesto de artífice de la palabra”, cierto que ya había fallecido el Dr. José Manuel Rodríguez – Parra, considerado en su tiempo, el mejor de todos los oradores en Cuenca.
En aquel memorable Congreso votó en contra de la aprobación del Concordato con la Santa Sede pero como era respetuosísimo de la Ley, no titubeó en solicitar al Delegado Apostólico Francisco Tavani, la correspondiente dispensa para leer los libros comprendidos en el índice Romano “porque así los requería para su ejercicio profesional y su carrera política”, permiso que le fue graciosamente concedido por dicha autoridad extranjera pues a tal estado de abyección había caído la República con tan infame instrumento.
A fines de año fue nombrado Defensor de las Obras Pías en Cuenca y consiguió del Congreso la fundación de un Colegio, que inaugurado con el nombre de Colegio Nacional, dirigió por cinco años sin cobrar sueldos. Al efecto, tomó a cargo la refacción casi total del antiguo edificio de los jesuitas que se hallaba en ruina y adecentó provisionalmente para abrir sus puertas en enero de 1864, con profesores que también servían gratuitamente, sin elementos pedagógico ni gabinetes; mas, al año siguiente, por chismes y malquerencias que llegaron a oídos de García Moreno, fue depuesto de la Jefatura Política con varios tenientes de sus parroquias y hasta cayó en prisión un inocente tipógrafo del periódico “El Centinela”, donde, según se decía, había un grupo de opositores al régimen.
En 1866 fue nombrado tercer Consejero Municipal de Cuenca por el nuevo presidente de la República Jerónimo Carrión y dos años después ascendió a segundo Consejero Provincial del Azuay.
El 16 de enero de 1869 García Moreno dio un golpe de estado en la República, destituyó al presidente Javier Espinosa y se hizo cargo del poder, designando enseguida a Carlos Ordóñez Lazo para la gobernación de Cuenca. Vázquez volvió a ocupar la Jefatura Política el 25 de enero y en febrero suscribió el Acta de adhesión a la revolución, firma que fue tomada como una inconsistencia doctrinaria en quien siempre había respetado las leyes y más aún la Constitución; sin embargo, era tanta su amistad con Ordóñez, que éste le arrastró a cometer el error. Para colmos la dichosa Acta de Adhesión resultó una especie de jarana monacal pues fue suscrita en su gran mayoría por prebendados, curas y presbíteros entre los cuales estaban los Prebendados Miguel León Garrido, Manuel A. Alvarez, Mariano Borja, Justo León, el Vicario General Manuel H. Hurtado, el Capellán del Coro Manuel M. Cuesta, el Cura de Llaceo José Tomás Cordero, el de Quinjeo Bernardino Iglesias, el de Paccha Ignacio Alvear, el de Molleturo Ignacio Siguenza, los Presbíteros José R, Astudillo, Javier Polo, José A. Ruíz, Carlos Crespo y entre los civiles José Manuel Rodríguez, José Antonio Rodríguez –Parra, José Miguel Ortega, José Cordero Machuca, etc.
El 7 de Agosto García Moreno refundió el Colegio Nacional en el Seminario que entregó a los jesuitas y Vázquez vio su obra en manos extrañas y por si esto fuere poco, en Diciembre ocurrió que la juventud cuencana se tomó los cuarteles y apresaron a Ordóñez, al Dr. David Piedra y al propio Vázquez, condenándoles a sufrir la pena de fusilamiento. El origen de esta revolución fue el fermento que existía contra el mencionado Gobernador porque éste tenía por costumbre tomar a los indios sueltos, es decir, a los que no vivían en las haciendas de los vecinos, para hacerles trabajar en mingas gratuitas para la construcción de caminos, especialmente del carretero Cuenca – Naranjal, y ya había tenido enfrentamiento con los hermanos Benigno y Luís Malo Valdivieso, a quienes dejó su industria de hilados y tejidos de algodón desprovista de obreros. I si a esto se suma la irritación surgida en el país a consecuencia de la inmoral revolución garciana de Enero de ese año, el asunto se explicaba solo.
Los tres presos – Ordóñez, Piedra y Vásquez – fueron sacados con grillos a la Plaza Grande en medio de la curiosidad de la gente. Ordóñez fue sentado en mitad de la plaza y se procedió a fusilarlo de dos disparos, una bala le dio en la gruesa hebilla metálica del cinturón y otra le rozó el hombro; de la impresión, Ordoñez -que era bastante obeso- aparentemente cayó para atrás de la silla y quedó como muerto en el suelo, aunque momentos más tarde se comprobó que no estaba herido de consideración sino que del susto se había desmayado. Vázquez fue perdonado a último momento cuando ya se había preparado a morir, igual que Piedra, siendo salvados por la gente de Ordóñez que traída del Vado entró en esos momentos a la plaza y puso en fuga a los amotinados.
Después de esta traumática experiencia se retiró a vivir a Riobamba, ejerciendo como Ministro Juez de la Primera Sala, porque no podía seguir en Cuenca debido a la reacción popular existente contra todo lo que significaba Ordóñez, pues los miembros de esta importantísima familia habían tenido la abusiva y hasta criminal costumbre de usar a la gente del pueblo llano en la construcción de la vía a Naranjal como si fueran siervos sin derecho a sueldo.
En 1871 pasó con iguales funciones a Guayaquil. Era lo que se llamaba un solterón viril, amigo de tener picos pardos con damas que siempre cambiaba. Por ello sus enemigos lo acusaban de ser “libidinoso.”
Después del asesinado de García Moreno el 6 de Agosto de 1875, su sucesor Antonio Borrero designó a Vázquez para el desempeño de la dirección del Colegio Nacional que acababa de ser abandonando por los jesuitas. Este gesto del primer mandatario fue tomado como su rehabilitación tras seis años de vida fuera de Cuenca. El Colegio se llamaba de San Luis y al principio volvió Vasquez gratuitamente a servirlo, prosiguiendo su obra hasta 1894 en que se jubiló con ochenta sucres mensuales de sueldo.
En 1877 fue Inspector de escuelas del Azuay y primer Diputado de esa provincia. El 78 pasó a la Subdirección de Estudios y fundó el Colegio auxiliar de niñas. En 1882 fundó la Biblioteca Pública, la primera que tuvo Cuenca, con donación de todos sus libros particulares y en su reglamento ordenó “que nadie podía ingerirse en el examen de los libros con el ánimo de expurgarlos, pues se debían conservar aún las obras prohibidas por las autoridades eclesiásticas”; demás está decir que la biblioteca fue bautizada con su nombre, que se mantuvo con sus libros originales adquiridos en buena parte en París y otros en el país (1)
Vázquez había envejecido y se encontraba sin familia, únicamente tenía una hija natural en Quito y varios sobrinos en Cuenca, hijos legítimos de su hermano Manuel de Jesús y de Francisca Ochoa Andrade, descollando entre todos el joven Honorato, que ya estaba comenzando a destacarse en su destierro político de Lima.
De manera que viejo y enfermo, aunque de solamente sesenta y un años de edad, “arrojaba espontáneamente y con frecuencia algunos eslabones de Tenia, llamada vulgarmente solitaria. Por eso tomó tres o cuatro veces la Kalama y en cada ocasión expulsada entre diez o doce varas, sin encontrarse la cabeza del helminto. En 1883 fue tercer Consejero Municipal de Cuenca y cuarto diputado suplente a la Convención de Ambato. También desempeñaba la función ad honorem de Defensor de Menores y habiéndosele principalizado como Diputado, formó parte de la Comisión Codificadora.
Entre 1884 y el 85 volvió a asistir a los Congresos como Senador por el Azuay y mantuvo estrecha amistad con el presidente Placido Caamaño. Sin darse cuenta había involucionado en política de liberal urbinista a conservador garciano y pasando por alto el veintemillísmo, finalmente terminaba progresista. Una verdadera hazaña política que solo se podía dar en quien no tenía más meta que el servicio gratuito a la juventud del Azuay.
En 1886 se excusó de ser Alcalde Primero Municipal de Cuenca. El 87 fue electo Rector de la Corporación Universitaria y el 88 ocupó el rectorado de la Universidad sin sueldo, desempeñándose hasta el 92, que fue remplazando por el Obispo Miguel León Garrido. En 1890 trajo de Europa a Augusto y a Carlos Rimbach para que enseñaran Botánica y Química.
En 1891 ocupó por segunda ocasión la Subdirección de Instrucción Pública y fundó veintinueve escuelas rurales.
Entre 1891 y el 92 fue presidente de la Municipalidad de Cuenca, procuró la generalización de la artesanía del tejido de sombreros de paja toquilla nombrando una profesora para el efecto. También designó una profesora municipal de Obstetricia.
En 1893 fue Inspector General de las Obras Públicas, de Instrucción y Beneficencia del Azuay y “al día siguiente de tomarse un purgante sufrió un pequeñísimo derrame cerebral que le dejó como secuela lagunas mentales y empezó a sufrir de afasia pues no encontraba las palabras apropiadas para expresar su pensamiento luciente, aún vivaz”. Entonces se entregó a ideas tristes y sombrías y caía con frecuencia en un profundo abatimiento. Se le aplicaron sanguijuelas y se puso más nervioso. Se Jubiló, después mejoró algo y empezó a frecuentar diariamente la misa del templo del Carmen de la Asunción. Vivía solo, sus amigos habían muerto y sus sobrinos tenían hogar aparte, los esposos Luis Pauta Rodríguez y Zoila Hinostroza eran sus únicos cuidadores, pero amaba a su perro Diamante que le acompañaba siempre a todas partes y así transcurrieron casi cinco años, de manera que puede decirse que tuvo la desgracia de soportar el abandono al que caen los solterones en su vejez.
“Su vida era verdaderamente cristiana, consagrada a la piedad, teniendo los sentimientos y la ternura de un niño y ante cualquier desgracia se le llenaban los ojos de lágrimas” hasta que a las nueve de la noche del 22 de Mayo de 1899, doña Zoila entró a su pieza y lo encontró muerto. Tenía setenta y ocho años y las campanas de su ciudad comenzaron a doblar tristemente y con insistencia, como tributo de amor filial al ilustre hijo que había servido tanto a la juventud lugareña.
El cadáver fue conducido a la Catedral el día 23 y enterrado a la mañana siguiente 24 de mayo con gran concurso de gente, pero se dio el caso que algún malqueriente hizo circular una hoja anónima acusándole del feo delito de dejar varias viudas sin papeleta de matrimonio.
La oración fúnebre corrió a cargo de un Canónigo y el “Anima Mea” fue entonada por el célebre cantante y Maestro de Capilla Miguel Morocho.
Alto, feo, prieto, nervioso y musculado, rostro curtido y expresivo, voz elegante en inflexiones, de carácter trabajador e inquebrantable en sus decisiones, no dejó páginas escritas, pero fue todo un carácter.
Como dato anecdótico cabe mencionar que le decían de apodo Vázquez el grande para diferenciarlo de su primo el Dr. Manuel Vázquez, a quien por su menguada estatura se le conocía como Vázquez el Chico.