VASQUEZ DE ESPINOSA ANTONIO

CRONISTA.- Nació en la villa de Castilleja de la Cuesta, muy cerca de Sevilla, España, en el último tercio del siglo XVI (hacia 1570).
Se conoce el nombre de dos de sus hermanos que sirvieron cuarenta y seis años en la Armada Real y en la carrera de las Indias y murieron valerosamente el Viernes Santo de 1626, peleando en alta mar contra tres naves holandesas, desde la mañana hasta la media noche y llamaban Juan y Francisco Vázquez, siendo Capitán el primero de ellos, por lo que se infiere que debieron ser de familia hidalga aunque de escasos recursos y por un Memorial presentado entonces también se conoce que fray Antonio tenía hermanas y sobrinas pobres que remediar.
Muy joven debió entrar de religioso a la Orden de Nuestra Señora del Carmen, donde sobresalió como orador sagrado, enseño seis años teología y adquirió el título de Censor teólogo del Tribunal de la Inquisición, en cuyo desempeño pasó desde Jerez a las Indias el año de1603, figuró en México, Yucatán y Honduras y tomó apuntes con el laudable propósito de describir las Indias Occidentales.
En 1613 visitó León y Granada en Nicaragua y recorrió el resto de esos territorios, sobre todo anduvo por Amapala, pasó a San José de la Montaña en Costa Rica y de allí a Panamá, Portovelo, Veragua y Santa María la Antigua. En 1614 estuvo en las minas de Esmeraldas de Muzo, conoció Antioquia, las villas de Cáceres, Zaragoza, La Plata y Bogotá. Enseguida pasó a Popayán, al valle del Cauca, visitó Cartago y Toro y finalmente bajó a Pasto y Quito.
En nuestro territorio describió la villa de Latacunga y la provincia de los Quijos hasta Sevilla de Oro en Macas. Sobre el distrito de Guayaquil se extiende para tratar de sus poblaciones y vecinos. De Daule dice que es tierra caliente y en su río abundan los caimanes, refiriendo el raro caso de la Cacica María Cayche, persona de mucha razón y cortesía, que mató a un caimán ayudada únicamente por un palo, para asombro, ejemplo y memoria, calificando el hecho de digno de figurar en la historia aunque muy temerario. Crónica a medias, entre historia y periodismo.
Por el camino a Cuenca entró a las minas de Zaruma, a Loja y finalmente en 1615 estuvo en el Perú, visitó los caminos reales desde Túmbes a Trujillo, pasando por Saña y Piura, se bañó en las termas de Cajamarca describió las villas de Chachapoyas, Jaén y Motilones hasta el río Marañón, contando la sangrienta historia del célebre Capitán Lope de Aguirre, que fue a morir con los suyos en la isla Margarita en el Caribe. Al arribar a Chachapoyas le designaron Capellán Mayor de la Expedición para la conversión final de los indios Motilones, reacios a todo contacto con la civilización europea; gastó cuatro mil pesos en esos preparativos, pero la aventura no trajo resultado alguno. Después describirá las ruinas de Pucará, que le causaron admiración y asombro.
Finalmente habla largo de las grandezas de Lima y las fortificaciones del Callao, pero como era un caminante incansable, siguió al sur, a los valles de Jauja, Pisco, Villacurí e lca, alabando las frutas, sobre todo las uvas, que son como las de España.
Después visitó Huanuco, Huaylas y su célebre callejón, Camaná, Arequipa y sus volcanes, Guamanga y las minas de azogue de Huancavelica. Entonces tomó para el Callao y entró a Andahuaylas, al Cusco, donde realizó una morosa descripción de sus pasadas grandezas y aunque declara que no es historiador, se detiene para dar muy interesantes noticias sobre los Incas, tomadas de Gómara, Herrera, Acosta, Garcilaso y Solórzano, autores que debió consultar ampliamente para tener un claro concepto de esos acontecimientos.
Por el Callao siguió al Alto Perú, la actual Bolivia, encontrándose en Chucuyo, Paucarcolla y La Paz. Sin cansarse llegó a la provincia de Paria, el valle de Cochabamba y las minas de Potosí, donde se detuvo para dar noticias eruditas sobre sus beneficios. Bajó a los valles de Santa Cruz, regresó por La Plata hacia Chile, atravesando el desierto blanco de Atacama y las “cosas raras que hay allí”.
En 1618 estuvo en Tucumán, Santiago del Estero y La Rioja. Tampoco falta la descripción de la provincia de Paraguay, especialmente de su capital Asunción. Nuevamente en movimiento, describió Santa Fe, Buenos Aires, Córdova y Santiago de Chile, subiendo hasta Concepción, Villa Rica, Valdivia y Osorno, en un periplo verdaderamente admirable.
En 1619, en Lima, tomó datos y estadísticas, de la que es muy rica su obra; siguió a Guatemala por vía marítima, jactándose de haber andado, visto y considerado, no solo lo más de aquel nuevo orbe (Nueva España, Honduras, Nicaragua y todo el reino del Perú) sino “los naturales de los indios en general y en particular”.
Posiblemente por sus estudios conocía el latín y el hebreo no así el Griego, cuya única cita es inexacta. En Lima trató al afamado Antonio de León Pinelo, con quien hizo buena amistad; pues, éste último, lo menciona en sus obras.
También parece que su viaje no fue solamente una aventura con matices turísticos de la que felizmente nos ha quedado memoria a través de su obra principal; sino que, además, fue un fructuoso viaje de predicación, conversiones y se calcula que pronunció cosa de dos mil sermones y bautizó a más de tres mil indios, pues tenía actitud feliz y facilidad portentosa para hablar lenguas y dialectos, muchos de los cuales aprendió perfectamente pues se dice que el idioma aymará lo dominó en poco más de un mes.
En 1622 saió de la habana y en movimiento arribó a Cádiz tras catorces años de aventuras en las Indias y publicó el año siguiente en Madrid un “Sumario de las Indulgencias”, obra religiosa que fuera elogiado por el crítico Nicolás Antonio como obra de erudición y de piedad. Ese año editó en Málaga, en la imprenta de Juan Rene,”Viaje y navegación del año 1622 que hizo la Flota de Nueva España y Honduras”, con el Memorial de su amigo León Pinelo inserto, al año siguiente, igualmente en Málaga, apareció su estudio sobre las “Circunstancias para los tratos y contratos de las Indias del Perú y Nueva España”, cuya naturaleza eminentemente jurídica revela otra de sus facetas. También se le conoce un “Confesionario General, luz y guía del cielo y método para poderse confesar” que no se ha publicado.
En 1627 escribió en Sevilla un Resumen previo del gran libro que se proponía publicar sobre sus viajes, que presentó a conocimiento y estudio del Consejo de Indias y que fue a parar al repositorio de obras de uno de los Consejeros, llamado Luis de Paredes, hombre culto y ordenado, que formó una colección de documentos de Indias llamada luego la “Colección Tapia y Paredes”, encuadernada en pergamino, en gruesos tomos. La Relación se compone de un Mapa, 34 folios, las Estadísticas, todo lo cual ofrece un panorama completo de la estructura colonial. Entre 1627 y el 29 Vázquez de Espinosa debió seguir trabajando en su obra de Viajes, que tituló “Compendio y Descripción de las Indias Occidentales”.
En 1629 escribió un ensayo sobre las defensas del Perú, finalmente logró una Cédula de recomendación para que el Virrey del Perú le empleara en algún curato con beneficio y posiblemente hubiera tenido que volver a Indias con la gloria de haber dado al mundo una obra tan interesante como la suya, para la cual, ya había sacado la debida licencia eclesiástica y hasta tenía entregada y en prensa, cuando le sorprendió la muerte en Sevilla en 1630, quedando a medias sus esfuerzos, porque la obra no llegó a terminarse ni a salir a la luz pública.
Así las cosas, hacia 1918, el Director de la Escuela estadounidense de Estudios Clásicos, Charles Upson Clark, latinita y filólogo eminente, graduado en la Universidad de Yale y Profesor del Instituto Americano de Estudios Clásicos de Roma, halló dentro de la colección barberiniana, el manuscrito de Vázquez de Espinosa, pero sin referencia alguna de quien pudiere ser su autor, de suerte que tuvo que aceptarlo como anónimo. En 1930, al renovar sus trabajos en Roma, insistió en dicho manuscrito, sacó copias, las envió a ciertos eruditos amigos suyos y pronto el Dr. Ernst Schafer, historiador del Consejo de Indias, le manifestó que era la obra extraviada de Vázquez de Espinosa, de la que se tenía noticias por León Pinelo y ciertas eruditas referencias.
Entonces las autoridades de la Biblioteca Vaticana donde reposan los originales, dieron su autorización para sacarle copias y así comenzó una ardua labor de traducción al inglés, publicándose en ese idioma en 1942, por cuenta de la “Smithsonian Institution” de Washington. Posteriormente se cotejaron los originales nuevamente y en 1948 apareció en español bajo los auspicios de la misma institución.
El manuscrito está encuadernado en tafilete rojo, repujado en oro con las abejas barberinianas en las esquinas. La primera parte consiste en 80 hojas impresas a dos columnas. Después de una hoja en blanco viene la segunda parte con 32 páginas impresas y 194 hojas escritas. Su autor fue el iniciador de la corriente de viajeros científicos a america que tanta publicidad alcanzó con Humboldt y el romanticismo en el siglo XIX.