VASCONEZ HURTADO GUSTAVO

ESCRITOR.- Nació en Quito el 3 de Abril de 1911 en una casa de propiedad de su padre en la calle de Santa Catalina. Hijo legítimo de Rafael Vásconez Gómez, rico comerciante latacungueño en alcoholes, adquirió un gran lote de mercaderías en Europa y como estalló la primera Guerra Mundial subieron enormemente de precio convirtiéndole en uno de los comerciantes más ricos de Quito, el 16 fue delegado del Ecuador al Congreso Financiero Panamericano de Buenos Aires y miembro de la Junta de Beneficencia, en 1924 presidió la Municipalidad de Quito, presidente de la Cámara de Comercio de Quito, Diputado, Senador, falleció en Quito en 1960, y de Sara Hurtado Flores, quiteña, nieta del General Juan José Flores.
Estudió la primaria en el Pensionado Elemental del Dr. Pedro Pablo Borja Yerovi. Allí le hacían recitar y llegó a Sacristán. Pasaba las vacaciones en la quinta Cumandá. Realizó los tres primeros años de la secundaria en el San Gabriel y habiendo aprobado el examen de ingreso en el Mejía, su mamá lo envío en 1926 a Francia y España con el padre Benigno Chiriboga Vela, después pasó a Chesterfield, en la región de Shaffied, a estudiar en el “Mount Saint Mary’s College” de los jesuitas, donde permaneció dos años, formó parte de los equipos de tennis, criqet y rugby y hasta fue montañero. Allí tuvo la oportunidad de defender un día a un pequeño latinoamericano, que resultó ser hijo del conocido escritor argentino Gustavo Martínez Subiría, a) Hugo Wast, a quien leyó sus primeros cuentos y de quien recibió consejos y voces de aliento para iniciar una carrera literaria y por eso desde 1928 comenzó a enviar colaboraciones a El Comercio y así salieron Crónicas de Viaje, el Diario de un estudiante y varios artículos sobre escritores franceses.
En 1928 su familia se instaló en el boulevard Hausmann de París, luego se cambiaron a la Avenida Friedland. El joven Vásconez fue transferido al Liceo Fenelón, pero como su hermana Fanny enfermó, fueron a pasar una temporada en Lausana y allí se graduó de Bachiller en Administración de Negocios en la Ecole Lemaine. En Suiza tuvo oportunidad de conocer al General Leonidas Plaza que vivía desterrado y para matar el tiempo empezó a trabajar con el Cónsul de la Argentina en labores de escritorio, pues sabía inglés y francés pero tras la muerte de su hermana Fanny en Leysin, de tuberculosis, la crisis mundial los hizo regresar el 31.
Desde París empezó a escribir una novela romántica que concluyó en Suiza y dio a la luz el 34, en la Editorial de los hermanos Rumazo González, en Quito, bajo el título de “Vivían Christie” en 296 páginas. La novela apareció con el seudónimo de “Gustavo Doré”, su trama se desarrolla en la ciudad y le reveló escritor de imaginación fecunda y brillante; sin embargo, como no contiene inquietudes revolucionarias ni es un documento social, fue calificada de obra marginal, en relación con las corrientes literarias del país que había entrado de lleno en el indigenismo.
Cabe aclarar que Vásconez había mostrado sus originales, mucho antes de la publicación, a numerosos amigos y críticos y como ellos opinaran de Vivían Christie que era una novela sentimental y fuera de época y su escenario era del todo ajeno a la vida y costumbres indoamericanas, quiso demostrarles que también podía escribir de otro modo, se encerró durante quince días en la Quinta familiar y escribió una novela vernácula y romántica “Camino de las Landas” que solamente editó en 1940, diez años después. Ángel Felicísimo Rojas ha opinado: “Camino de las Landas es novela bien hecha, está escrita a todas luces por un patrón blanco. Cuando presenta al nativo lo hace con actitudes de amo comprensivo. Vásconez es sincero consigo mismo, escribe como ve y como siente. Se advierte la discreta influencia de Rómulo Gallegos. El Camino de las Landas permanece al margen del problema social del indio, a quien presenta fugaz y decorativamente. Le interesa contar una historia de pasión amorosa”. La novela ha visto dos ediciones.
En 1935 entró de ayudante del Jefe de Giros del Dpto. de Incautación de Giros del Banco Central con tres cientos sucres mensuales, pero al año siguiente ingresó al Curso de Oficiales de Reserva, obtuvo la primera antigüedad y recibió despachos de Teniente. El 28 de Noviembre del 36 ocurrió la llamada guerra de las cuatro horas en Quito, defendió al gobierno comandando un pelotón por la plaza del Teatro y fue levemente herido. El dictador Federico Páez lo envió a Roma en 1937 acompañando al General Rivadeneira. Allí aprendió el italiano y pidió ser adscrito al VIl Regimiento de Infantería con base en Milán, cuyo Jefe era el Príncipe Adalberto de Saboya – Génova, Duque de Bérgamo y primo del rey de Italia, con quien hizo buena amistad. A su regreso a Quito tuvo un ligero incidente con el Coronel Agustín Albán Borja por un cambio de despachos, pues no le ascendieron conforme le habían prometido y salió del ejército. Su certificado dice: “Joven de inteligencia fina y despierta, de fina educación, trato distinguido, muy disciplinado, haciendo su presencia aceptable y grata a su superiores. De mucho tacto, seriedad y firme carácter”.
Entre el 38 y el 40 compró y trabajó la hacienda Anchasama que de maicera cambió a ganadera, contrajo matrimonio con Beatriz Barba Larrea y cinco hijos.
Mientras tanto y por conversaciones en la editorial de los hermanos Rumazo González y en el pasaje Royal se motivó por la vida de Juan Montalvo y ayudado en la parte histórica por Carlos Bolívar Sevilla, escribió entre el 42 y el 44 “Pluma de Acero, o la vida novelesca de Juan Montalvo” considerado el mejor intento por comprender a ese escritor, que editó ese año en México.
En 1946 fue Consejero y Vicepresidente del Consejo Provincial del Pichincha. El 48 Subdirector y Director interino del Movimiento Cívico Nacional que auspició la candidatura presidencial de Galo Plaza. Poco después ocupó la Subsecretaría del Ministerio de Gobierno y el 50 concurrió a Roma como miembro de la Delegación para la Canonización de Mariana de Jesús y al Congreso de Cooperación Intelectual celebrado en Madrid.
Entonces comenzaron a aparecer sus cuentos en El Comercio y entre ellos cabe mencionar “Cuatro Peñascos”, “Acuarelas de la Historia” con las batallas en las que intervino su bisabuelo el General Flores, y “Servicio Exterior” entre otros. El 53 fue delegado del Ministerio de Educación al VII Centenario de la Universidad de Salamanca y allí presentó una ponencia sobre la novela indigenista en el Ecuador, publicada por dicha Universidad. Por esos años también presidió el “Grupo América” que reunió a lo principal de la intelectualidad del Quito. Su figura se movía en el Quito intelectual y social con gran desenvoltura pues era generoso anfitrión y caballero a carta cabal.
En 1958 editó en Madrid su tercera novela “Reloj de Agua” y de regreso al Ecuador fue designado en 1961 Embajador ante el Vaticano, siendo condecorado por el Papa Juan XXIII con la Orden Piana. Vivía en un Palacete de la vía San Marcelo, atrás del monumento a Marco Aurelio, y para su comodidad construyó una torrecita al lado con un ascensor para dos personas.
El 64 fue designado Embajador en Colombia por la Junta Militar de Gobierno.
En 1973 volvió a editar en Madrid, en dicha ocasión fue una novela histórica sobre las islas Galápagos, que tituló “La Isla de los gatos negros”, recibiendo por ella la medalla de Alfonso X El Sabio que le concedió el General Franco. Desde ese tiempo se aplicó en conseguir documentos sobre la vida del General Juan José Flores cuyo primer tomo apareció el 81 y el segundo el 85, constituyendo valiosos trabajos históricos sobre un personaje polémico, que casi no tiene biógrafos.
El 83 ingresó a la Sociedad Amigos de la Genealogía y el 84 a la Academia Nacional de Historia del Ecuador. El 85 asistió a las Jornadas Internacionales de Genealogía que se desarrollaron en Pasto, con la ponencia “El General Flores en Pasto. “El 86 ascendió a Vicedirector de la S.A.G. pues gravitaba cerca del Dr. Fernando Jurado Noboa, considerado el primer investigador nacional.
Siempre fue un caballero de trato fino y cordial, de modales diplomáticos, gran conocedor de las gentes y de la sociedad capitalina, de muchos amigos, de reuniones, cafés y de bohemia literaria, por eso su departamento en Quito constituía “un núcleo cálido y abierto y era sin duda uno de los pocos lugares donde aún se disfrutaba de la mejor de las tertulias”.
Gustavo recibía entre diez y doce personas diariamente a almorzar en su casa, atendiéndoles con diversas especialidades que preparaba su ama de llaves Rosa Cárdenas, famosa conocedora de la cocina quiteña del siglo pasado. En muchas ocasiones la sobremesa se prolongaba hasta más allá de la tarde, en amena charla donde se contaba casos y cosas de la historia del país, pero a raíz del fallecimiento de su señora, de quien se hallaba amigablemente separado, entró en depresión y hasta dejó de recibir.
Me conté entre sus contertulios y asistí a su mesa invitado en varias ocasiones. La última vez que le fui a visitar lo encontré agripado pero aún así tuvo la amable gentileza de conversar conmigo, me llevó a su biblioteca y enseñó muchos libros y papeles con esa cortesía natural en él y que fuera tan propia de los viejos quiteños.
Su estatura más bien elevada, ojos y pelo negro, tez blanca, conversación vivaz, anecdótica y llena de sorpresas, fácil para el chiste fino, sabía reír y tenía un gran sentido del humor. Era un gran señor que se daba a todos por su corazón generoso y su carácter muy humano. Su biografía ha sido escrita por el Dr. Fernando Jurado Noboa y consta en el tomo XIX de la erudita colección “Amigos de la Genealogía”, bajo el título de “Los Vásconez”. Falleció en Quito en 1988 de 77 años de edad.