VALVERDE LETAMENDI MIGUEL

REPUBLICO.- Nació en Guayaquil el 6 de Diciembre de 1852. Hijo legítimo de José María Valverde – Cassaus y Alvarado del alto comercio de la plaza y de Hortensia Letamendi Navarro; guayaquileños. Su abuelo materno el prócer Felipe Letamendi tomó a cargo su formación, fue su amigo y maestro y le inculcó desde niño la rebeldía propia de los espíritus libres.
A los cuatro años concurrió con su hermana Adriana a la escuela de su pariente la preceptora Josefa Cassaus y aprendió a leer de corrido, pero lo sacaron a consecuencia de un cuento terrorífico del diablo que les refirió a los niños una hija de esa señora.
Durante el bloque peruano de 1859 a Guayaquil, su familia huyó en una canoa que pasó por el medio de la escuadra enemiga y se refugiaron en la hacienda “Tornero” al otro lado de la ría, propiedad de su pariente el Coronel José Gómez Valverde.
Inquieto y aventurero, a los seis años casi se mató jugando con el revólver de un visitante. A los siete iba ahogándose en el río Yaguachi pero lo rescató un peón apellido Salavarría. Ese año cursó la preparatoria en la escuela de los Preceptores Santolaya y José Herboso y después pasó al Seminario de San Ignacio originalmente como de San Javier fundado por el obispo Cortazar y Lavayen en Guayaquil desde 1816, estudió latinidad y fue el primero de la clase, recibiendo de premio el título de “Emperador Romano”.
“Pálido y flacucho”, tenía una hermosa voz de tenor y gustaba exhibirla pronunciando discursos en los corredores del plantel con frases que le había enseñado su abuelito tales como “Doy mi vida por la libertad” y otras de iguales tintes jacobinos. Una tarde lo escuchó el Rector Luís de Tola y Avilés que pasaba por sacerdote tonto aunque no lo ha de haber sido tanto pues sentenció “Ese muchacho será algún día un gran enemigo de la iglesia”.
De doce años viajó a Chanduy con los suyos. Una tarde su padre dejó en el cementerio una bolsita de seda con algunas monedas y haciéndose el perdido le rogó que la fuera a buscar. Era casi de noche pero el joven no titubeó un instante y aceptó el reto a pesar del miedo que le producía el lugar.
Después pasó al “San Vicente del Guayas” donde continuó estudios de literatura y filosofía bajo la dirección de los jesuitas con extraordinario aprovechamiento. Allí compuso su primera obra titulada “Atahualpa”, romance endecasílabo en tres actos, hoy perdido, representado ante un público infantil. I solo tenía quince años.
En 1868 fundó un “Club Liberal” en el colegio para apoyar la candidatura presidencial de Aguirre Abad y fue tal el escándalo que tuvo que salir y así se cortó, a causa de sus ideas, su carrera. A los pocos días entró en casa del pintor y preceptor quiteño Valentín Echáez como alumno interno. Empezó a usar lentes por su miopía, tenía el carácter violento, iracundo y agresivo y su amigo Vicente Becerra lo salvó de varias situaciones peligrosas en las que se metía por su mocedad e inexperiencia.
El 19 de Marzo de 1869 participó en el movimiento armado del General José de Veintemilla y después tuvo que andar escondido por varios días para no ser capturado. Leía mucho, sobre todo las novelas de Renán, Dumas, Sul y otros autores franceses que le solicitaba en préstamo a su amigo José Callejas y en una fiesta familiar se enamoró de su prima Carmen Grimaldo Alvarez.
En 1871 ingresó a la Sociedad “La Comuna” pero enfermó y lo declararon tuberculoso. Para mejorar viajó al Callao en buque de vela. Regresó al año siguiente y contribuyó a fundar la “Sociedad Literaria de Instrucción Mutua”, donde se reunían numerosos jóvenes y discutían asuntos políticos, literarios y sociales, dictaban conferencias culturales sobre todo tipo de asuntos y hasta publicaron una revista manuscrita. Una de esas charlas vespertinas corrió a cargo de mi tía tatarabuela Carmen Pérez Antepara de Rodríguez – Coello y terminó a capazos por las pullas que lanzaban a la oradora los indóciles concurrentes. En otra ocasión se las tomaron con el padre Bovo, joven jesuita italiano recién llegado al país. En 1873 se asoció con Tomás Gagliardo y Juan Bautista Rolando Chico y fundó “La Nueva Era” semanario para combatir la reelección de García Moreno. El 9 de Octubre salió el primer número. En Diciembre una pulmonía fulminante lo puso al borde de la muerte y para completar su convalecencia sus padres lo mandaron a Lima en enero de 1874. Allí ingresó a la masonería y pasó a Valparaíso en Chile. En su reemplazo quedó Federico Proaño Márquez. Regresó en Julio, se reintegró a la redacción y Proaño anunció su retiro para preparar su grado de abogado.
Poco después apareció un artículo sobre la libertad de prensa y fue detenido por la policía y llevado a los calabozos, pero averiguado el asunto se conoció que era una reproducción de otro de Emilio Castelar tomado de un diario de Madrid y la persecución terminó en burlas.
En Noviembre salió una “Correspondencia Importante” y el dictador nuevamente dispuso la prisión de los redactores Miguel Valverde y Federico Proaño, quien no tenía culpa alguna en el asunto pero se solidarizó con su compañero Proaño y ambos se abrazaron. La medida fue ejecutada por el Gobernador del Guayas, Francisco Xavier de Santisteban, a través del Intendente General de Policía José Ramón de Sucre y Lavayen, bajo la presunción de contener “expresiones sediciosas e irreligiosas y ataques al Jefe de Estado”. El 10 fueron detenidos y puestos a las órdenes de un Juez, pero los absolvieron en sentencia, siendo confirmada por la Corte Superior de Guayaquil. El 28 de Diciembre aún seguían detenidos y hasta incomunicados en la cárcel. El 28 de Enero de 1875 salieron a Quito bajo escolta. El 12 de Febrero llegaron al Cuartel de Policía y como se negaron a delatar al autor del artículo – que no era otro que Antonio Borrero Cortázar – y a solicitar la libertad como lo deseaba el tirano pues Valverde respondió que la libertad no se pide, se exige, fueron confinados al Napo, lo que prácticamente equivalía a una sentencia de muerte en la inmensidad de la selva amazónica y en efecto, fueron abandonados a su suerte en la ribera de un río, en un punto desconocido del camino y cuando trataron de internarse dizque para regresar, vieron una boa grandísima y tanto que podía tragarse a un ser humano, de suerte que se asustaron y prefirieron volver a la orilla y esperar que alguien los rescate, lo que aconteció milagrosamente una semana después, por un colono que casualmente pasó en su canoa. En el primer pueblo al que arribaron, contrataron un guía para que los saque de la selva pues estaban picados de mosquitos, atacados de niguas, con fiebres altísimas por el paludismo contraído, etc. y tras ciento cincuenta y un días de viaje penosísimo finalmente arribaron a Lima el 10 de Junio.
En Agosto conoció la noticia del feroz asesinato a machetazos del Dictador, Proaño se alegró como no podía ser de otra manera, y de inmediato regresó a Guayaquil, siguió a Cuenca enviado por los liberales a conferenciar con el Presidente electo, pero Borrero se negó a derogar o reformar la llamada Carta Negra o Constitución garciana de 1869.
Desilusionado valverde por esta actitud, el 10 de Enero de 1876 fundó “El Convencional”, periódico que solicitó la inmediata convocatoria de una Asamblea Nacional, caso contrario ocurriría una revolución. Por entonces compró con José María Noboa las Instalaciones de “El Comercio”.
En Mayo combinó con Eloy Alfaro y Nicolás Infante un movimiento revolucionario que fue descubierto, cayeron presos los conspiradores y salieron desterrados al Perú. En Junio regresaron subrepticiamente pero los descubrieron y fueron nuevamente a prisión; mas, el General Ignacio de Veintemilla, recién designado Jefe Militar de la plaza, se puso de acuerdo con ellos y el día 13 los dejó libres para que preparen la revuelta.
El 10 de Agosto fundó con su amigo Proaño y con el Dr. Marco Alfaro Delgado el periódico “El Popular”, de “lenguaje candente, exaltado hasta la intransigencia y aparecía agitador, subversivo, revolucionario”, al mismo tiempo dio los últimos toques al movimiento que estalló el 8 de Septiembre y proclamó la dictadura de Veintemilla.
Al iniciarse las operaciones militares acompañó a la División de Ejército que partió a Guaranda como Secretario de un Cuerpo de Ambulancia de la Cruz Roja y asistió al combate de “Los Molinos” bajo las órdenes del General José María Urbina. Al arribar a Ambato sufrió un segundo ataque de pulmonía. Apenas repuesto siguió a Quito y presenció los tumultos del padre Gago (un franciscano extranjero que intentó sublevar a la población contra el gobierno de los liberales) y por los trastornos que siguieron al asesinato del Arzobispo Checa tuvo que esconderse y regresar para no ser perseguido y apresado pues se pensaba que dicho crímen era obra de liberales.
A mediados de 1877 traspasó la propiedad de la imprenta de “El Comercio” y en sociedad con Emilio Márquez y el Gen. Próspero Fernández puso una pesquería de perlas en el Archipiélago de las Islas del Papagayo, en Costa Rica pero el negocio fracasó.
En 1878 se decepcionó del presidente Veintemilla, empezó a atentar contra la estabilidad del régimen, con Eloy Alfaro fraguó una conspiración para exaltar a la presidencia de la República al doctor Vicente de Piedrahita. Un amigo los delató y fueron apresados.
Valverde salió al destierro en Lima y Alfaro guardó varios meses prisión. Al estallar la guerra con Chile obtuvo por aclamación el empleo de tercer Jefe de la Columna “Colombia”, unidad de ochocientas plazas de las Guardias Urbanas formadas en Lima por las colonias extranjeras. Poco después regresó a Guayaquil y acaudilló el célebre motín anti jesuita de los caramancheleros. El 14 de Noviembre fue allanado el domicilio de su padre y tuvo que volver a Lima, donde trabajó en varios empleos, fue amanuense de una comisaría y hasta cantó por paga.
En Enero de 1880 vivía exiliado en Tumbes. Sus amigos le consiguieron un salvoconducto, regresó y el 10 de Enero de 1881, contrajo matrimonio eclesiástico con su novia. Pasaron la luna de miel en Las Peñas y enseguida viajaron a Panamá donde casaron civil pues en dicha ciudad si existía esa clase de contrato, no así en el Ecuador ¡Se decía ateo!
En 1881 viajó por negocios a La Habana y los Estados Unidos. A su regreso fundó el diario “El Fonógrafo” con imprenta propia, pero el régimen clausuró temporalmente los talleres y dispuso la suspensión definitiva del diario. Entonces Valverde escribía en casi todos los periódicos del país y hacia poemas para las revistas; sin embargo, fue desterrado con Pedro Carbo, acusados de agitadores. En Panamá discutió varios planes revolucionarios con Eloy Alfaro para la invasión de Esmeraldas.
Después reapareció por Guayaquil y el 1 de Abril de 1882 fundó “El Telégrafo”, oponiéndose a cualquier intento de reelección por parte del dictador Ignacio de Veintemilla. En Mayo viajó a Pianguapí formando parte de la montonera del Coronel Manuel Antonio Franco. El 7 de Junio se unieron a Alfaro y fue su secretario particular. El 14 el Ministro del Interior los declaró “piratas fuera de la ley”. El 20 lanzó Valverde un “Manifestó a la Nación” justificando el movimiento armado. El 6 de Agosto atacaron Esmeraldas y Valverde dirigió la “Sexta columna de macheteros” pero fracasaron y empezó la retirada hacia el norte. A fines de Agosto cayó enfermo de fiebres y se quedó en uno de los ranchos a orillas de Río Esmeraldas El 29 de Septiembre, al tratar de embarcarse a Panamá, fue reconocido y entregado a las autoridades, que a fines de Octubre lo remitieron a Guayaquil donde se hallaba Veintemilla.
El 8 de Noviembre, en horas de la madrugada, bajó el Dictador al calabozo de Valverde y “le exigió que se retracte de un articulo aparecido en Las Novedades de New York y firme una protesta contra las Exposiciones de la Campaña de Esmeraldas publicada por Alfaro en La Estrella de Panamá y reproducida en El Fonógrafo, periódico que de cuando en cuando venia publicando Valverde desde 1881” y como no accedió a estos requerimientos, fue cacheteado e insultado por Veintemilla, que ordenó darle ochocientos palos en su presencia, a consecuencia de lo cual quedó casi muerto. Asustado el Dictador, le mandó un médico para que lo mejore, pero de todas maneras el escándalo fue nacional y hasta hubo protestas que convirtieron a Valverde en un mártir de la causa liberal.
En la campaña militar del 83 se formó una Compañía denominada “Vengadores de Valverde”, mientras éste permanecía prisionero, siendo liberado en la mañana del 9 de Julio por las avanzadas del ejército Regenerador, en el momento en que un pelotón de soldados se disponía a asesinarlo, después de haber fusilado en el calabozo de al lado al Sargento Mayor Pedro José Luzcando.
“En Septiembre Alfaro lo premió con el Ministerio del Interior, Guerra y Relaciones Exteriores del Gobierno de Manabí y Esmeraldas, en reemplazo del periodista Manuel Semblantes que acababa de morir de fiebre amarilla. Igualmente fue ascendido al grado de Coronel efectivo y concurrió como Diputado a la Convención Nacional en Quito, donde los contrarios, para mortificar a los liberales, exigieron la presentación de las “Memorias de Guerra”. Valverde presentó la suya como Ministro de Estado, en 24 págs. y entonces se negaron a darle lectura y comprendiendo la inutilidad de la lucha, se retiró de la Asamblea en enero de 1884.
Ese año viajó a San Salvador donde el Presidente Rafael Zaldivar le brindó su protección y la Dirección de Estadísticas. Después se estableció cerca de San Miguel, trabajó de contador y cajero en la empresa del manabita José Miguel Macay y en 1886, por muerte de su padre, regresó a Guayaquil, pero no le fue bien, pasó a Quito y rindió su grado de Médico, graduándose con honores.
En 1889 fue candidatizado para Diputado por la Sociedad Liberal Republicana y el diario “La Reforma”; salió electo por Esmeraldas, concurrió al Congreso y al término de las sesiones de 1890, desempeñó la Dirección de la Biblioteca Municipal de Guayaquil.
En 1891 redactó con el Dr. Modesto A. Peñaherrera el periódico “El Partido Liberal”, luego fue Ministro de la quinta Sala del Tribunal de Cuentas y con motivo de la muerte de su cuñado Antonio Grimaldo Alvarez publicó una elegía dialogada y en verso que tituló “Ante la Muerte” en 112 págs. 4to.
El argumento es sencillo. Dolora, la amante desesperada, quien se acaba de quedar viuda y sostiene el cadáver de Benigno en sus brazos, interroga a Fidel, el único amigo que la acompaña. Fidel le responde haciendo la disección de la vida con una lección de evolucionismo sin tomarse el trabajo de consolar a Dolora.
Mas, fue el caso, que Valverde envió un ejemplar a su amigo el poeta Vicente Pallares Peñafiel, uno de los dos redactores de la “Revista Ecuatoriana,” quien cometió el error de alabar la forma (los versos) calificados de robustos, y criticar el fondo, equivocado por materialista, frio y razonador, rematando lo dicho “porque en las composiciones elegíacas deben predominar el sentimiento, el corazón que se oprime frente a la pérdida repentina e irreparable de un afecto, se desborda en amarguísimo llanto y solo exhala ayes de dolor.” Indica que Valverde mejor hubiera dictado una conferencia científica sobre la transformación de la materia y la negación del espíritu.
Lo que no imaginó el crítico es que se estaba metiendo en un tema peliagudo y la réplica no se hizo esperar y le vino de Abelardo Moncayo, que firmó como “Athos,” en un artículo aparecido en el periódico “Los Andes” de Guayaquil, quien calificó la Elegía de drama en miniatura, ridiculizando al pobre Pallares como sacristán, siendo el Cura Juan León Mera y la Revista Ecuatoriana la Parroquia. I aunque Pallares contra replicó, ya la discusión estaba concluida con el mayor ridículo para él.
En 1892, al producirse la descalificación del Senador Felicísimo López publicó “Voto Salvado” comentando la actitud de González Suárez quien había optado por retirarse al momento de la votación para evitar el compromiso. En Septiembre fue atropellada su calidad de Ministro del Tribunal de Cuentas y hasta vejado en su condición de ciudadano distinguido e ilustre escritor, con el absurdo incidente que le promovió nada menos que el Ministro del Interior Dr. Honorato Vásquez, a través de una ridícula multa, a causa de no haber concurrido a la fiesta de la Virgen de las Mercedes el día 24 de Septiembre que se celebró con todo fasto en la iglesia de ese nombre.
Medida administrativa tan atentatoria a su condición e indigna de un país civilizado, aún se practicaba en el Ecuador a fines del siglo XIX, demostrándose a la faz del mundo occidental que aún seguíamos siendo un país oscurantista, atrasado y fanático.
Cabe destacar que a pesar de sus viajes a Lima y Madrid el Ministro Honorato Vásquez jamás superó su condición de sujeto talentoso pero simple y sencillo como el de un pobrecillo aldeano, por su total falta de roce, su pensamiento completamente bucólico, provinciano y hasta beaturrón.
En 1893 “editó un libro de versos pareados, aconsonantados entre si los alejandrinos, cosa que no se estilaba entre nosotros” y que causaron sensación en aquella época. Era una anticipación de la poesía social, introduciendo formas modernistas. Uno de esos versos, recordaba a Remy de Goncurt, autor de Oraisons Mauvaises, según opinión del también poeta José Antonio Falconí Villagómez. Fragmento // Bien os pongáis turbantes de nevadas batistas / o mitras en que luzcan la perla y la amatista , / ¡Oh, santos sacerdotes, oh graves manequíes / con negros corbatones o batas marroquíes¡ // En esto, como en muchas otras cosas, Valverde fue un innovador, un verdadero revolucionario.
A principios de 1895 renunció a sus funciones de Ministro para erigirse en Jefe del movimiento revolucionario de Quito en protesta por el negociado de la venta de la bandera y organizó expediciones de jóvenes al norte y centro de la República; en Julio, fue apresado en El Quinche, entró al Panóptico y fue desterrado a Colombia, pero regresó casi enseguida a Quito con el aura de todo perseguido político.
Al triunfo de la revolución liberal fue designado Cónsul General en New York y en 1898 pasó con iguales funciones a Ottawa. En 1901 reasumió su cargo en el Tribunal de Cuentas. En Diciembre fue llamado por el nuevo Presidente Leonidas Plaza para el desempeño de las funciones de Ministro del Interior y Policía. Desde el 18 de Diciembre de 1902 ocupó el Ministerio de Relaciones Exteriores y presentó un “Informe al Congreso” en 161 págs con gran número de anexos. Ese año tradujo del francés el opúsculo “Religión y religiones” de Víctor Hugo, que editó en 155 págs. ocasionando un escándalo entre las beatas y demás gente de iglesia.
En 1904 falleció su esposa y dictó una sonada conferencia sobre “La Clausura de la mujer”, denunciando a las monjas por llevar una vida absurda, propia de seres disminuidos, inútiles e ignorantes, en 26 págs.
Entonces, fiel a su política de siempre, decidió desde la Cancillería atacar al mismo tiempo los tres problemas limítrofes que confrontaba el Ecuador con sus vecinos Perú, Brasil y Colombia. Valverde era osado, activo y audaz, no debía a nadie extrañar su conducta. Esta política personalísima, resuelta y hasta atrevida se fundamentaba en el hecho de tener en su poder dos documentos terribles contra el Perú. 1) La Memoria secreta que el Canciller peruano Elmore presentó a las Cámaras Legislativas en 1891 con opiniones jurídicas favorables a los derechos ecuatorianos y 2) El Tratado Pedemonte – Mosquera celebrado en 1829, de manera que el 9 de Febrero suscribió con el Enviado Extraordinario del Perú, doctor Mariano H. Cornejo, el protocolo “Valverde – Cornejo”, solicitando la intervención de Alfonso XIII, Rey de España, en calidad de Juez del Laudo arbitral entre el Ecuador y el Perú, pero se levantaron en su contra numerosas voces de protesta acusándole de negligente. Fray Enrique Vacas Galindo, que había arribado de España en 1898, hasta polemizó por la prensa, forzando a Valverde a confesar que el secreto del Laudo consistía en que ambos países se beneficiarían con una de dos regiones en discusión -Jaén y Mainas-, lo que al ser conocido el Lima casi ocasionó la caída de Cornejo; quien, para salvarse, pidió a Valverde que se amplíe el acuerdo a la totalidad del problema territorial.
Suerte muy diversa tuvimos con Brasil y Colombia, pues, instruidos los Ministros Carlos R. Tobar y Guarderas y Julio Andrade Rodríguez, respectivamente, suscribieron ese año los siguientes instrumentos: 1) En Río de Janeiro un Tratado de Límites condicional y uno secreto de Alianza denominados Tobar – Río Branco y en Bogotá otro de Arbitraje, igual al del Perú, llamado Andrade – Betancourt, solicitando la intervención del kaiser Guillermo II de Alemania.
En 1905 contrajo segundas nupcias con la quiteña Isabel Chiriboga Navarro, presentó dos “Memorias” al Congreso, la “Reservada” en 63 págs. y la “Ordinaria” en 188 págs. También desempeñó el Ministerio de Justicia y Beneficencia, aunque por corto tiempo.
Al asumir el poder el nuevo Presidente Lizardo García fue designado Ministro Plenipotenciario en el Brasil y propuso a ese gobierno la cesión de los terrenos en litigio de Tumbes – Marañón que el Perú retenía indebidamente, a cambio de cien millones de dólares y la garantía militar de defendernos contra el avance peruano. Planteamiento tan revolucionario no fue considerado y se perdió una brillante oportunidad.
El 1 de Enero de 1906 nació su hijo Galo en Petrópolis. Por este Galo fue que su amigo Leonidas Plaza bautizó con ese nombre a su último hijo, nacido en Quito ese día.
Al triunfar la revolución alfarista el día 16 de ese mes renunció sus funciones en Río de Janeiro y regresó a Quito siendo reemplazado por Emilio Arévalo. Ese año concurrió a la Asamblea Nacional y acusó al Presidente Alfaro de haber entregado parte del armamento nacional a Colombia. Las discusiones progresaron y se entró al enjuiciamiento presidencial pero no hubo censura. Entonces fue redactor del diario quiteño “La Prensa Libre” que dirigía Gonzalo S. Córdova en oposición al régimen de Alfaro.
Decepcionado de la política se alejó a México en abril de 1907 y allí permaneció dieciocho meses solo y pobre, editó una “Monografía sobre la tubercu¬losis” en 29 págs. que presentó al Congreso Internacional de esa enfermedad y en 1.908 regresó a Guayaquil, viviendo en necesidad. Entonces fundó “El Correo del Guayas” en oposición a Alfaro.
“Los asuntos de la política interna los trataba con esa fogosidad que no lo abandonó nunca, que no decayó jamás; haciendo ostentación de su carácter independiente”. Fue Rector del Colegio “Pedro Carbo” de Bahía de Caráquez.
En 1912, tras el asesinato de Alfaro y sus tenientes, escribió contra la memoria de Alfaro. En 1913 salió electo Senador por el Carchi, ocupó la vicepresidencia de esa Cámara y como tal presidió interinamente el Congreso. En 1914 leyó ante los miembros de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito su conferencia Sócrates y Jesús, que causó escozor e indignación en el partido conservador y en la gente de iglesia, pues de un solo tajo negó la divinidad del Cristo, desacralizando a Jesús, comparandole con Sócrates el gran maestro de la filosofía griega, condenado a muerte por no creer en los dioses, es decir, por ser ateo.
Un crítico capitalino informó que la concurrencia fue escasa, compuesta de pocos amigos y por los miembros de la citada Sociedad. Vimos alzarse la figura del orador, recorrer con una mirada el recinto y proferir sus primeras palabras. Pausadamente al principio, tomó vigor hasta llegar a un término de seguridad y consistencia.
No fue teatral ni declamador, pero no desmayó ni vaciló. Señaló el paralelismo entre ambos “héroes.” Al finalizar el acto, el presidente de la Sociedad, Belisario Quevedo, no glosó las palabras de Valverde, limitandose a agradecer a quienes con su presencia tributaban un honor a la Sociedad Jurídico – Literaria y mencionó al conferencista, al político radical y también ateo Dr. Alejandro López y a fray Enrique Vacas Galindo, miembro de la Orden dominicana. En todo caso, su disertación – como todo lo suyo – constituyó un grito de avanzada, de modernidad sin precedente, pues dijo la verdad histórica sin caer en las invenciones que se han propalado a través de los siglos sobre el maestro Jesús de Nazareth, caudillo religioso esenio de principios del siglo primero de la Era Común, sacrificado por el Sanedrín compuesto de judíos de la secta de los fariseos, que se creían perfectos porque cumplían estrictamente con los mandatos de los libros sagrados, con la complicidad del Gobernador romano Poncio Pilatos, por constituir un peligro político para el status quo existente entre las diversas sectas judías en tiempos de la dominación militar romana.
Meses más tarde renunció a su senaduría para aceptar el consulado General en Estocolmo con rango de Ministro Consejero, donde no había nada que hacer y para colmos moría de hambre y tiritaba de frío porque los sueldos le llegaban tarde; allí editó “Miss Edith Cavell”, sacrificada por la furia alemana en 1915.(1)
En 1915 sacó su traducción del folleto de Víctor Hugo sobre las religiones y una selección de sus poemas en un sólo volumen titulado “Libro de versos”, en 225 págs. En Madrid editó su otro ensayo iracundo y razonado sobre Sócrates y Jesús en 278 págs. y “Ensayo para la formación de un Programa de Estudios”. También comenzó a escribir sus Memorias que llamó “Las Anécdotas de mi vida” cuyo primer tomo apareció en Grottaferrata en 1919, en 365 págs. con prólogo de Gonzalo Zaldumbide, que fue el amigo que le motivó a escribir, donde prevalece “el recuerdo erótico de sus andanzas” y una enorme cantidad de datos y anécdotas reveladores de su ingenio festivo y zumbón, de su poderosa inteligencia, de su ideario radical y de la permanente modernidad de sus ideas.
En 1918 pasó a Roma de Cónsul General y gozando de un mejor clima que le favorecía dada su avanzada edad, entonces tuvo la oportunidad única de aceptar una invitación de vuelo en biplano de dos puestos, al teniente ítalo ecuatoriano Cosme Renella, siendo el primer ciudadano ecuatoriano en sobrevolar los aires. Primero dieron una vuelta por las renella era italiano colinas de Tívoli y Montecelio, luego por la ciudad que como se sabe, tiene abundantes palacios, jardines y fuentes. Las proezas de vuelo, como los ascensos y bajadas rápidas y en picada pusieron la nota peligrosa pero todo lo sobrellevó con su natural estado de nerviosismo y de inagotable energía para la acción, de manera que la experiencia le resultó ampliamente agradable, diríamos que hasta gratificante pus sirvió para aumentarle la adrenalina.
Enseguida le fue presentado el héroe de la aviación italiana Sargento Elia Liut. El teniente Renella se lo recomendó especialmente para que viaje contratado al Ecuador a fundar la escuela de aviación de nuestro país. Valverde había recibido una comunicación con expresas instrucciones en ese sentido de su amigo y hermano masón José Abel Castillo, director del Diario El Telégrafo de Guayaquil.
Este fue uno de sus postreros actos pues murió el 19 de Abril de 1920, a los sesenta y ocho años de edad, a causa de una dolencia a los riñones que finalmente le paralizó el corazón, escribiendo hasta el último día, pensando, amando y odiando al mismo tiempo. Laico y ateo por convicción y por lecturas, rechazó toda intromisión de la iglesia en política pues poseyó una mentalidad de avanzada y la modernidad de sus ideas siempre distinguió su pensamiento y conducta.
“Vehementemente nervioso, impulsivo y apasionado; grande en el periodismo, escribía hojas volantes y poesía de indignación. Anticlerical por reacción a la sujeción que se vivía en el país. Exitoso en amores, gracioso, fuerte y varonil. Estatura mediana, blanco, inteligente, arrojado, activo y generoso y por ello temido y odiado por los tiranos. Perdió su fortuna en la política pero su ejemplo y su memoria honran a la nación, fue todo un repúblico y al mismo tiempo uno de los más grandes ecuatorianos del siglo XIX.
Hablaba seis idiomas, hombre de grandes energías y de actividad múltiple, poeta y prosador, estadista, diplomático, siempre combatiente. Se le reconocía como uno de los apóstoles del liberalismo radical ecuatoriana.