VALDES CONCHA ENRIQUE

MILITAR.- Nació en Esmeraldas el 28 de Noviembre de 1871, hijo legítimo de Rafael Valdés Cervantes, ibarreño, próspero comerciante en Esmeraldas, socio de Uladislao Concha Piedrahita, quien le concedió en matrimonio a su hija Victoria, luego pasó a Guayaquil y fundó el ingenio Valdés en la población de Milagro, a la que dotó de luz eléctrica antes que la tuviera otra ciudad del país, y de Victoria Concha Bejarano, esmeraldeña mucho más joven que su esposo.
Su niñez transcurrió feliz en Esmeraldas y luego en Guayaquil; estudió en el Colegio del pedagogo Tomás Martínez y después en el San Vicente del Guayas. En 1886 viajó a Venezuela y de allí siguió a Londres figurando como estudiante en el aristocrático “Eton College” con su tío Pedro Concha Torres y su primo Tomás Alfonso Gastelú Concha. En 1889 falleció su padre en Lima. Entonces regresó a Guayaquil pero volvió a ausentarse por consejo materno a los Estados Unidos y estudió comercio y contabilidad entre 1891 y 93.
En 1894 vivió en Guayaquil. Con otros jóvenes trompeadores miembros de las familias de sociedad formó parte de la liga de alborotadores conocidos como “La palomilla” que se enfrentaba a los cacahueros llamados “Los Sello Rojo o cortanalgas” porque acostumbraban con sus navas herir a sus contrarios en cierta parte y trabajó en la aduana, pues se había gastado la herencia paterna. El 6 de Febrero de 1895 reunió en Milagro a Pedro Concha Torres y a Pedro J. Montero en el portal de la casa de Antonio J. Valenzuela y el día 12 insurreccionaron la población, siendo Milagro la primera ciudad del país que protestó contra el negociado de la venta de la bandera. El día 16 inició operaciones contra Naranjal con Pedro J. Montero, Pedro Concha, Luis Felipe Maridueña, Luis Felipe Yecker, Antonio Balanzátegui y Felipe Canales.
El 17 fueron derrotados en la hacienda “Conducta”, se retiraron en orden y sin romper filas y hasta aumentaron sus efectivos con numerosos jóvenes de Guayaquil. El 18 se apoderaron de las estaciones de telégrafos y del ferrocarril, incomunicando la zona. El 10 de Marzo se unieron a las fuerzas del General Plutarco Bowen que amagaban desde Daule después de una triunfal campaña en Manabí. Valdés figuró de Ayudante de Bowen, aunque el 18 de Mayo combatió bajo las órdenes del Coronel Alejandro Sierra en Babahoyo y terrenos de la hacienda El Palmar qe formaba parte del Ingenio San Pablo.
Después del 5 de Junio Guayaquil plegó a la revolución y llamó al General Eloy Alfaro que se encontraba en Centroamérica quien arribó el 22 en el vapor Pentaur. Enseguida nombró Edecán a Valdés y se prepararon dos ejércitos para combatir en la sierra, el uno con el General Cornelio E. Vernaza iría por la provincia de Bolívar y el otro con Alfaro subiría al Chimborazo, estos fueron los que el 14 de Agosto pelearon en la llanura de Gatazo situada al lado de la población de Cajabamba; Valdés lo hizo en el cuerpo de caballería de Pedro J. Montero y al caer la noche, ambos ejércitos, el liberal y el conservador, regresaron a sus posiciones. Entonces ocurrió la famosa anécdota que refiere Alfaro “Esa noche se me avisó que Valdés se había vuelto loco, porque se estaba paseando por una bocacalle de Cajabamba, de un lado a otro, mientras los conservadores que se habían posesionado de unas trincheras situadas a dos o tres cuadras, le estaban disparando; le hice retirar y preguntado por su imprudencia, me replicó: Mi General, hace pocas horas tuve cierto temor en el campo de batalla. Ahora me he estado probando para ver si mañana resistiré en el ataque que tenemos que llevar a cabo. Alfaro sólo atinó a abrazarlo pues hallar tanto valor y sinceridad en un joven de solo veinte y tres años, realmente le había emocionado”.
De regreso a Guayaquil bautizó su espada en casa de Antonio Elizalde Nájera ubicada frente a la Iglesia de San Francisco y al lado de la bomba Salamandra, con un baile amenizado por la banda del Batallón de artillería que gentilmente cedió el presidente Alfaro para la ocasión.
El 16 de Marzo de 1896 fue ascendido a Coronel de Infantería de Ejército e intervino en la campaña contra los guerrilleros conservadores en el centro y sur de la República. El 3 de julio asistió al combate de Chambo donde triunfaron sobre las fuerzas del General Pedro I. Lizarzaburo; siguió al sur y el 22 de Agosto comandó la vanguardia que entró en Cuenca y dispersó a las tropas del General Antonio Vega Muñoz. El 30 de Noviembre obtuvo la baja, aunque continuó sirviendo en Guayas y Los Ríos como simple “miliciano patriota.”
Mientras tanto entre el 5 y el 6 de Octubre había ocurrido en Guayaquil el Incendio Grande y Valdés perdió un pequeño negocio que tenía en el malecón. Al día siguiente iba a contraer matrimonio con María Murillo Pincay y se vio forzado a posponer el enlace hasta el día 18 teniendo que pedir prestado cinco sucres a su amigo el Dr. Francisco de Ycaza Bustamante para pagar los gastos de la boda.
Sus hermanas mayores – viéndolo casado – le pidieron que asumiera la dirección de la Compañía Azucarera Valdés, propietaria del ingenio Valdés, que giraba con un capital de veinte y cinco mil sucres y al poco tiempo duplicó la producción, demostrando que era un ejecutivo modelo, responsable y trabajador tanto en las labores de campo como en las de oficina. En 1900 contrató de administrador del ingenio a su amigo ambateño Luís A. Martínez, quien actuó dos años debido a que fue aquejado de un severo ataque de polineurismo malárico. En tierras del ingenio se empezó a escribir su famosa novela “A la Costa”.
Valdés siguió al frente de la administración por catorce años hasta el 7 de Abril de 1910 que reingresó al ejército como primer Jefe del Batallón No. 55 denominado “Milagro” formado de la primera reserva, que estuvo listo a entrar en combate durante la movilización nacional decretada contra el Perú. El 11 de Agosto de 1911 y a consecuencia de la revolución de Quito fue depuesto el General Alfaro, que se ausentó del país. Valdés obtuvo su licencia en Octubre.
Poco después asumió Emilio Estrada el poder pero solo gobernó ciento doce días pues murió intempestivamente del corazón, encargándose del mando el Dr. Carlos Freile Zaldumbide, Presidente de la Cámara del Senado, mientras en Guayaquil se proclamaba la Jefatura Suprema del General Pedro J. Montero, quién llamó a Alfaro que vivía entonces en Panamá.
El gobierno central formó al “Ejército del Sur” bajo las órdenes de los Generales Leonidas Plaza y Julio Andrade, que en Huigra derrotaron a Flavio Alfaro, quien retrocedió por la vía férrea hasta Yaguachi y allí se hizo fuerte, mientras su tío Eloy llegaba a Guayaquil. El 15 de Enero de 1912 Valdés se unió al “Ejército del Sur”, también llamado Fuerzas Constitucionales, el día 16 facilitó la entrada de los Constitucionales a la población de Milagro. Valdés les ofreció todo género de comodidades, ganado, víveres y medicinas, todo en su casa. No descansa un minuto en servicio del gobierno, según comunicación del General Plaza al Encargado del Poder Carlos Freile Zaldumbide.
El día 17 fue elevado a Subjefe de Estado Mayor del Ejército y a las 8 de la mañana del día siguiente atacaron Yaguachi, Valdés lo hizo a través de las montañas y canteros del Ingenio y por los bajiales del sitio Las Torres. Flavio Alfaro fue herido en una pierna y transportado a Guayaquil en canoa, a través del río Yaguachi; mientras Plaza y Andrade ocupaban Durán, el 19 planteaban la rendición y el 22 se firmó el Tratado de Duran que les dio la plaza de Guayaquil bajo ciertas condiciones que luego no cumplieron. Esa tarde a las 4 Valdés desembarcó en el malecón de Guayaquil junto al Coronel Manuel Velasco Polanco.
En los días siguientes se apresó a los vencidos. El 25 Plaza organizó un Consejo de Guerra para juzgar a Pedro J. Montero por el delito de “alta traición”. Valdés fue vocal del Consejo. A las 6 y 45 de la tarde se inició la audiencia en el salón de la Gobernación con notable concurrencia de militares. A las 8 y 30 el Consejo sentenció a Montero a diez y seis años de prisión y degradación militar. Valdés votó en contra porque no encontró razones para condenar a su antiguo amigo y compañero de aventuras.
En esos momentos el Sargento Primero Emilio Alipio Sotomayor, de origen lojano, disparó contra Montero, matándolo de contado. Sus compañeros arrojaron el cadáver por una ventana del segundo piso, lo arrastraron hasta la plaza de San Francisco, prendiéndole fuego con kerosene al pié del antiguo emplazamiento de la estatua de Rocafuerte. La gasolina se la sacaron al comerciante Castagneto que tenía tienda de abarrotes en la esquina de Vélez y Pedro Carbo.
Los otros prisioneros políticos fueron enviados al panóptico de Quito y allí los asesinaron. Plaza aspiraba a la presidencia y amenazó al Encargado Freile Zaldumbide. El otro Jefe del ejército Constitucional General Julio Andrade se le opuso en el Consejo de Ministros, Plaza decidió proclamar su dictadura y visitó los cuarteles con el propósito de obtener el apoyo de los militares. Sabedor de estos manejos Andrade concurrió a un cuartel pero fue asesinado de un disparo de fusil y su crimen quedó sin castigo.
Para disimular su muerte alguien le arrojó un enorme ropero encima. El encargado Freile Zaldumbide entró en pánico y abandonó el mando que fue asumido en la madrugada por el Presidente de la Cámara de Diputados Francisco Andrade – Marín y Vaca. Convocadas las elecciones triunfó el General Leonidas Plaza que asumió la presidencia de la República para el período de 1912 al 16. Como premio a la ayuda recibida Plaza suscribió el decreto de creación del Cantón Milagro desmembrandole de Yaguachi en 1913, el primer Jefe Político designado fue Valdés.
Ese año la producción azucarera del Ingenio había cobrado importancia y con el inicio de la primer Guerra Mundial al año siguiente, se triplicó el precio del azúcar en los mercados internacionales y el capital del Ingenio tuvo que ser aumentado sucesivamente hasta llegar a los tres millones doscientos mil sucres en 1929 aunque ya el Coronel Enrique Valdés Concha había fallecido. En Septiembre su tío materno el Coronel Carlos Concha Torres asaltó la guarnición militar de la población de Esmeraldas y aunque fue rechazado logró controlar el resto de la provincia con sus guerrilleros, que también amagaron el norte de Manabí. El 3 de Noviembre un grupo de yaguacheños irritados por la cantonización de Milagro, atacaron esa población, en apoyo a la revolución de Concha. Miguel A. Andrade Manrique resistió parapetado en el edificio del cuerpo de Bomberos hasta que recibió ayuda de la peonada del Ingenio. Entonces Valdés tomó la absurda decisión de abandonar la comodidad de su hogar y la dirección de la empresa industrial familiar para ir a combatir contra la revolución de su tío.
Sobre esto existen varias versiones, la cándida indica que Valdés se pasó de copas y delante de varios amigos manifestó que un clavo saca otro clavo, refiriéndose a que solo él – un Concha – podía vencer a su tío, quien acababa de derrotar en toda la línea al primer ejército Constitucional en el sitio de El Guayabo. La otra versión señala que Plaza le rogó ayuda y sintiéndose agradecido por lo de la cantonización de Milagro cometió el error de aceptar. Finalmente Rodrigo Chávez González en su obra biográfica sobre Valdés indica que cierta noche que los partidarios del gobierno realizaron una reunión en el Club de la Unión a la que asistieron algunos militares retirados, éstos ofrecieron volver a las filas del ejército pero ninguno persistió en su promesa, excepto Valdés – que siempre fue un hombre digno y un militar de honor – y que hizo valer a la palabra dada. En fin, nunca se sabrá los motivos que tuvo para entrar en la pelea.
A finales de 1913 emprendió una campaña en el norte de Manabí y el 8 de Noviembre desalojó a las guerrillas de Concha del sitio Los Burros, demorando hasta el 15 en perseguir a los últimos rebeldes. El 7 de Diciembre fue reincorporado a órdenes del Ministerio de Guerra, el 8 fue designado Sub Jefe de Estado Mayor del Ejército del Litoral bajo las órdenes del Coronel Moisés Oliva e inició la campaña de Esmeraldas con el batallón “Milagro” de infantería, para limpiar de guerrilleros las costas de Esmeraldas entre las poblaciones de La Tola y Las Piedras.
El desembarco de los Constitucionales se realizó cerca de Atacames, siendo recibidos bajo intenso fuego de fusilería pero merced a los cañonazos del “Cotopaxi” lograron hacerse de la playa. El 9 de Abril de 1914 se enfrentó a los rebeldes en El Lagarto y continuó avanzando. El 11 y a eso de las 10 de la mañana, combatió en Río Verde y tomó esa población. La tropa asaltó las tiendas y se apoderó de “algunas damajuanas de vino y aguardiente y se las bebió.” Al día siguiente, domingo 12 de Abril, el Coronel Oliva ordenó a los batallones “Daule”, “Babahoyo” y “Machala” continuar por la playa en dirección a Las Piedras. Valdés marchaba por el bosque, paralelo a la playa, con el “Vencedores” y la columna “Vengadores de Andrade”. Después de un rato empezó a recibir mensajes de Oliva exigiéndole que se incorpore a la columna que marchaba por la playa y aunque se negó a ello repetidas veces, cedió finalmente ante una orden terminante y salió a la playa por Cabuyal en momentos en que el “Cotopaxi” estaba cañoneando el sitio Camarones y el Capitán de Navío Andrade había notificado a Oliva que observaba actividad enemiga en dicho punto y pedía órdenes.
En esa parte la playa es larga y se estrecha y como estaba subiendo la marea el mar estaba embravecido. La playa limita con el mar y un barranco o acantilado casi perpendicular y por ende de difícil acceso, de entre seis y diez metros de altura, luego en la altura comienza la selva boscosa y profunda.
Poco después llegaron al estero de Tacusa situado a unos cinco kilómetros al norte de la ciudad de Esmeraldas y lo atravesaban con los fusiles en alto porque el agua les llegaba arriba de la cintura. Hacia la mitad del estero y siendo las doce del día el Comandante Mena de las fuerzas conchistas, más conocido con el apodo de “El León de la Montaña”, secundado por los Comandantes Lemos y Lastre y doscientos guerrilleros, iniciaron la primera descarga sobre los mil doscientos soldados del ejército constitucional o gobiernista, miembros de los batallones Carchi, Andrade Lalama, Milagro, Chimborazo, Nueve de Octubre, Manabí y La Artillería, Las ráfagas disparadas por los rebeldes, debido a la corta distancia, eran mortíferas.
Los Constitucionales corrían unos hacia el norte tratando de arribar al sitio “Las Piedras” y otros al sur para ver si podían regresar a Esmeraldas, no faltando los que trataban desesperadamente de llegar al mar para tomar los botes del “Cotopaxi”. Los que seguían en la playa fueron casi exterminados pues Mena, sus oficiales y tropa arrojando los fusiles se lanzaron a “peinar” al enemigo con sus machetes, de manera que se confundieron con los constitucionales en la playa y el resto de las fuerzas rebeldes tuvieron que salir de sus escondites y mezclarse en la pelea que duró media hora pues no había donde refugiarse ya que el combate de Camarones fue en realidad una emboscada pues los conchistas estaban apostados al frente y atrás del estero y sobre el barranco (Mena y los tenientes Villacrés y Quiñónes en Tacusa, Lemos y Otoya en el centro, Lastre y Mendoza en Banderas, Ortiz en las alturas de Colope y los demás en la playa.
Las fuerzas gobiernistas tuvieron cuatrocientas bajas, entre ellos Valdés, que iba a la vanguardia de las tropas y habiendo logrado vadear el estero con el batallón “Daule” fue rodeado por el enemigo – en su mayor parte de raza negra y de más de 1,80 mtrs. de altura – semidesnudos y con un pañolón rojo amarrado a la frente y aunque sus hombres – los de Valdés – como buenos interioranos no llegaba al l,70 mtrs. lucharon cuerpo a cuerpo, enfrentando bayoneta a machete y terminaron casi exterminados y los que sobrevivieron fueron capturados. Valdés se portó con gran denuedo, impartiendo órdenes con inteligencia y valor.
La pleamar arrastró los cadáveres que horas más tarde fueron recobrados y enterrados por los conchistas, quienes también auxiliaron a los cincuenta y cuatro heridos y liberaron a los doscientos sesenta y un aterrorizados prisioneros que fueron conducidos al “Cotopaxi para que se regresen a sus casas”. Allí murió Valdés combatiendo, pues rehusó ser ni prisionero ni rendido, contaban las crónicas esmeraldeñas refiriéndose al combate de “Camarones”. Herido en la parte superior de la pierna derecha cayó del caballo y a pesar que su tío había dado órdenes terminantes que no le hicieran el menor daño, en elfragar de la lucha fue macheteado hasta morir.
“Los negros lo llevaron a la selva, alguien quiso poner una mata de muyuyo en el sitio que se le sepultó, pero el caballeroso Comandante Mena dispuso una Cruz de madera para que se reconociera el sitio y pudiera ser transportado a Guayaquil,” como efectivamente ocurrió.
Su muerte resultó explotada como arma publicitaria contra la revolución por que el trágico final de tan bravo jefe despertó una ola de consternación en la república. Sus restos fueron traídos a Guayaquil el 30 de Abril y se dice que cuando uno de los Coroneles constitucionales solicitó al Presidente Plaza que presidiera las honras fúnebres, éste exclamó: “Yo soy amigo de los vivos, no de los muertos” y se negó a viajar a Guayaquil, bien es verdad que en el puerto principal nadie le quería después del arrastre de Alfaro y sus tenientes.
El día 1 de Mayo presidieron el cortejo al Cementerio General, tanto el Gobernador de la provincia como el Jefe de la Tercera Zona Militar. La familia concurrió muy apenada, mi abuelo Federico Pérez Aspiazu, tío político, se encontraba presente en las honras militares que fueron inusitadas. Igualmente los cuñados del fallecido Luís Adriano Dillon Reyna, Jhon A. Cleveland, Eduardo Jaramillo Avilés, Carlos Coello Salvador, Sergio Pérez Conto. La Empresa Ambos Mundos con la cámara de Cesar Pólit Guerrini presentó un corto fílmico titulado “Funerales del Coronel Enrique Valdés” que se pasó en los teatros de Guayaquil y luego fue llevado a Quito. La Dirección General de Correos lanzó una estampilla postal que circuló con su efigie.
Dejó muchos amigos por, viril, marcial y bizarro, mas su muerte no condujo a nada y la lucha armada en Esmeraldas se prolongó por más de dos años.
De estatura mediana, blanco, ojos negros, labios delgados y mirada soñadora, gozó de gran popularidad por arrojado y valiente, tuvo un espíritu generoso y fue un gran trabajador, cimentó la grandeza del ingenio de propiedad de su familia, formó la prosperidad del Cantón Milagro, y falleció en una guerra civil entre hermanos. Fue un atleta, de buen ver, apuesto y con personalidad, todo lo cual le volvía sumamente agradable. En su tiempo no había muchacha que se le resista en Milagro y Guayaquil.
A raíz de su muerte circularon en el país las siguientes décimas escritas en su honor que titularon:
A la defensa de Plaza.- // A la defensa de Plaza / llegó Valdés con su gente, / por llegar a General / y después ser Presidente. // Al embarque de Valdés / tocaron las mejores bandas / y él les dijo a todos ellos / – Ya me voy para Esmeraldas / voy a ver qué es lo que pasa / entre Plaza con mi tío / me voy allá con los míos / abandonando mi casa / comprometo hasta mi vida / a la defensa de Plaza. // A su llegada a Esmeraldas / lo recibieron muy bien. / Llegó un valiente / dijeron, con grado de Coronel / Ahora sabremos por fin / cómo vamos a pelear, / habrá solo que atacar / y combatir fieramente / a que diga todo el mundo / – Llegó Valdés con su gente. // Ya penetró en Majagual / y sigue para adelante / antes de entrar a La Tola / tuvo su primer percance. / Duró muy poco el combate, / regresaron enseguida / con muy poca gente herida. / Voy a Lagarto a pelear, dijo / y lucharé en Ostiones / por llegar a General. // Entre Calope y Tacusa / Lo mataron a Valdés, / por ir a la presidencia / y colocarse muy bien. / La bala no busca a quien, / como él mismo lo buscó, / eso fue lo que ganó / que lo matara la gente / por subir a General / y después ser Presidente. //
Nada le faltó para poder vivir la vida de los egoístas, que jamás arriman el hombro al sostenimiento de las buenas causas con el bienestar de la República; y tuvo las suficientes comodidades como para mirar con indiferencia y hasta con desprecio a nuestra ruin política; pero su organización física, su educación y la generosidad de sus nobles sentimientos, no le permitieron permanecer jamás inactivo cuando la conveniencia del país reclamaba el contingente de los ciudadanos honrados.