OBISPO DE PORTOVIEJO.- Nació en Guayaquil el 25 de Marzo de 1811. Hijo legítimo de Ángel de Tola y Salcedo, Administrador del Ramo de tabaco, a quien el populacho llevó a la sesión de Cabildo en la mañana del 9 de Octubre de 1820 a firmar el Acta de Independencia; por eso, al regresar a la una de la tarde a la casa familiar ubicada en la Merced y la Orilla, hoy V. M. Rendón y Malecón esquina, acaloradamente ordenó mantener cerradas las toldas durante un año y en señal de duelo pues era un acendrado realista, lo cual hizo cumplir a rajatabla y de Catalina de Avilés y Carbo, guayaquileños.
De niño su hermana Juanita le hacía altares y casullas para que cantara misa y diera sermones en los corredores de la casa, después estuvo muy grave con fiebre amarilla pero sanó y en 1823 ingresó con su hermano Agustín a la Escuela Náutica de Guayaquil donde permaneció hasta Julio del 26 en que embarcó con otros Guardiamarinas en el bergantín Chimborazo con destino a Panamá y Cartagena, y al no encontrar naves españolas regresaron a Guayaquil.
Cuando el bloqueo peruano de 1828 intervino en el combate naval de Punta Malpelo bajo las órdenes del General Tomas Carlos Wright, su actuación fue calificada de “distinguida” y al clausurarse la Escuela Náutica ingresó al ejército como artillero con el grado de Capitán, equivalente al de Teniente de Navío que ostentaba en la Marina.
En 1834 se pasó al bando revolucionario de los Chihuahuas y Rocafuerte lo nombró su Edecán, interviniendo en varios combates navales contra las fuerzas sutiles del Presidente Juan José Flores cerca de la isla Puná.
En 1835, a los veinticuatro años de edad, resolvió dejar las milicias y tras consultar con personas de confianza entró al Seminario Mayor de Guayaquil.
EL 2 de Mayo del 39 recibió la tonsura y las cuatro Ordenes menores de manos del Obispo Francisco Xavier de Garaycoa quien lo nombró su “Familiar” y fueron padrinos de vinajera Ignacio Noboa Baquerizo y Mariana Carbo Noboa.
El 6 de Abril del 42 fue Prebendado Menor y prestó ayuda a los apestados de fiebre amarilla sin temor alguno porque había sufrido de chico la enfermedad y esta no se repite. El 17 de Enero del 43 fue elevado a Medio Racionero, luego fue designado Sacristán Mayor y Maestro de Ceremonias de la Catedral. El 28 de Junio del 48 ascendió a Canónigo y Maestrescuela del Coro. El 28 de Marzo del 50 y por ausencia de monseñor Garaycoa que había sido elevado al arzobispado de Quito, quedó hecho cargo de la Diócesis como Vicario Capitular y no ascendió a Obispo solamente por sus escasos treinta y nueve años de edad.
No está demás indicar que el otro candidato al Obispado era el Deán Capitular Cayetano Ramírez de la Fita y que la pugna con Tola se prolongó varios meses, hasta que el Arzobispo Garaycoa cortó por lo sano enviando desde Quito al padre José María Yerovi, quien solo estuvo corto tiempo, pues intempestivamente salió del puerto con destino a Pasto, donde pidió ser admitido en la congregación de los padres Oratorianos.
En 1853 el Presidente José María Urbina, que había sido su compañero en la Escuela Náutica, lo hizo designar Diputado por el Guayas y asistió a los Congresos hasta el 57, formando parte del bloque gobiernista. Meses más tarde fue miembro del Consejo de Estado en la presidencia de su pariente político el Presidente Francisco Robles, quien también había sido Guardiamarina.
El 62 ocupó por segunda vez la Vicaría Capitular de Guayaquil, gobernando el Obispado en ausencia del titular José Tomás de Aguirre Anzoategui, ausente en visita ad limina apostolorum en Roma Ese año envió mil pesos en donativo a Pío IX, como ayuda económica del clero porteño.
El 63 Aguirre le trajo la Bula de Obispo In partibus de Berissa y auxiliar de Guayaquil siendo preconizado en la Catedral y ante numerosa concurrencia el 15 de Noviembre. Después lo reemplazó en el rectorado del Seminario y Colegio Conciliar de San Ignacio de Loyola. El 10 de Octubre del 64 ocupó por tercera vez la Vicaría Capitular de Guayaquil porque monseñor Aguirre había retornado a Roma.
El 65, al producirse la invasión de Urbina y su flotilla naval, el presidente García Moreno salió a enfrentarlo en el golfo Y enarbolando una bandera inglesa logró sorprender una de las dos naves expedicionarias y tomó veinte y nueve prisioneros, fusilando en el trayecto a veintisiete sin fórmula de juicio, igual hizo con el abogado argentino Dr. Santiago Navarro Viola y comenzó una feroz cacería contra los posibles complicados. Entre ellos señaló a Jorge Tola Dávalos y a su cuñado Nicolás Augusto González Navarrete – sobrinos ambos de Monseñor Tola – a quienes acusó de haber suministrado información militar a Urbina, pero éstos lograron ocultarse en la fragata de guerra “La Blanca” fondeada en la ría con otras naves españolas del Almirante Manuel Topete.
García Moreno intentó la extradición de ambos pero no lo consiguió por la oposición de Topete. Entonces intentó desquitarse con monseñor Tola, al que también creía culpable de rebelión por su antigua amistad con Urbina y por ser sobrino Segundo de Pedro Carbo Noboa, su gran opositor civil, por la rama de Carbo. Así pues, escribió una nota al Obispo Aguirre pidiéndole que declare a Tola cesante en sus funciones de Auxiliar. Negose el diocesano y entonces García Moreno amenazó con hacer fusilar a Tola, quien tuvo que asilarse en un consulado y pedir pasaporte para el destierro, que solo le fue concedido de muy mala gana cuando varias damas y caballeros se lo imploraron al dictador, quien tuvo la cachaza de decir “En Guayaquil se me han escapado de fusilar una sotana y una pollera”, refiriéndose a Tola y a doña Mercedes Calderón de Ayluardo, quien en el desván de su casa imprimía hojas volantes contra la tiranía garciana y a quien no pudo vejar como hubiera querido porque ella también logró escapar a tiempo al Perú. I no contento con ello, tres años más tarde, en Diciembre del 68, en carta al Obispo de Cuenca Remigio Estévez de Toral, le escribió: Poco ha faltado para que salga electo Obispo de Guayaquil el Sr. Tola, elección que habría sido una calamidad espantosa para la Iglesia y para el Estado, y que el gobierno inerte del señor Espinosa ni quiso siquiera pedir las ternas al señor Arzobispo…. De manera que era García Moreno quien decidía a su antojo sobre las cosas importantes así como también sobre los incidentes nimios, relacionados con la Iglesia católica ecuatoriana.
Tola se trasladó a Lima por varios meses como era su costumbre todos los inviernos y en 1866 regresó mediante salvoconducto que le extendió el Presidente Jerónimo Carrión, reasumiendo la dirección del Colegio Seminario.
El 1 de Diciembre de 1867 fue electo rector de la primera Junta Universitaria del Guayas que funcionó en el edificio del Colegio Seminario. En Enero del 68 formó parte de la nómina enviada a Roma para suceder a monseñor José María Riofrío en el Arzobispado de Quito, pero allá prefirieron a Checa y Barba, quien por haberse educado en la academia de monseñores de Roma estaba mejor entroncado.
En el invierno del 69, durante unas vacaciones en Chanduy, casi muere ahogado pero fue salvado por su ahijado José Luis Tamayo, quien lo rescató de las embravecidas aguas. El 18 de Mayo fue electo Vicario Capitular de Guayaquil por cuarta vez al fallecimiento de monseñor Aguirre hasta tanto se designare al sucesor. García Moreno había proclamado su dictadura, impidiendo la elección presidencial del candidato liberal Aguirre Abad y declaró “Mientras yo mande y ordene, Tola no será Obispo de Guayaquil, que sólo se contente de ser Obispo de su casa” se dirigió a Riobamba y eligió en el convento de los jesuitas al Dr. José Antonio de Lizarzaburo y Borja, joven de sólo treinta y siete años de edad aunque con fama de predestinado para Obispo por haberse educado en la Academia de monseñores de Roma, pidiendo para él la disputada mitra de Guayaquil.
Mientras esto sucedía Tola recibió en Octubre la invitación del Santo Padre para participar en el Concilio Vaticano I reunido en Roma pero se resistió a viajar por temor a que García Moreno se apropiara de la Diócesis en su ausencia y adujo pretextos económicos; el tirano llegó a enterarse de esta argucia y se tomó la molestia de bajar a Guayaquil a destruirle de una vez por todas.
En el puerto comenzó por quitarle la dirección del Colegio Seminario que entregó a los jesuitas, luego irrumpió en la Catedral, ordenó a los aterrados Canónigos que entreguen inmediatamente a Tola el dinero necesario para su viaje y lo obligó a embarcarse el 25 de Octubre.
Tola arribó a Roma y se enteró que la Bula de su nombramiento estaba lista pero aún no firmada, asistió a las sesiones del Concilio y cuando estalló la guerra franco – prusiana que terminó a capazos las sesiones, regresó a Guayaquil, arribando en Mayo del 70. Poco después, el 15 de Julio, llegó la noticia que Lizarzaburo era el nuevo Obispo y se produjo una airada protesta en el puerto y cuando éste entró en Guayaquil recibió una fría recepción como si fuera un intruso y hasta el desplante de los Canónigos cansados de tantos abusos y de ser tratados como niños malcriados. Tola tenía a su favor a numerosos parientes y amigos, a sus discípulos y a los estudiantes de la Junta Universitaria que aún presidía. Todo obraba en su favor, incluso pasaba por víctima.
Lizarzaburo, que no era tonto, comprendió que se le avecinarían serias dificultades y escribió a García Moreno pidiéndole que intervenga limando asperezas. El tirano, contra su voluntad y con desabrimiento, comprendió que era hora de aflojar las riendas pues ya había cumplido con su omnímoda voluntad al poner de Obispo de Guayaquil a un desconocido riobambeño y se vino a tratar directamente el asunto con Tola.
La reunión se llevó a cabo en la Gobernación. Tola concurrió en compañía de su sobrino Angel de Tola Dávalos pues temía lo peor, pero García Moreno se mostró deferente y hasta melifluo disculpándose por los abusos del 65 y pidiéndole que se sirviera aceptar el obispado recién creado en Portoviejo que había pedido para él pues manejaba los asuntos de la iglesia en el Ecuador como si fueran propios, dada la mansedumbre del Nuncio que en todo le obedecía. Tola comprendió el juego pues no es que se le quería premiar sino únicamente alejarlo del puerto y pidió plazo para contestar. Lo pensaré, fue la respuesta. Una vez en su casa, ubicada en P. Ycaza entre Baquerizo Moreno y Córdova, tuvo una reunión de familia y puesto el caso en discusión, a alguno de ellos se le ocurrió que no debía aceptar pero Tola respondió: “No me importa si es un ardid para alejarme de Guayaquil, soy un soldado de Cristo y debo ir a donde me llamen” y mandó a decirle que aceptaba la propuesta.
De esa forma García Moreno se apropió de clero guayaquileño que siempre le había sido arisco en extremo y lo miraba con desconfianza por déspota y abusivo y así pudo el inteligente Lizarzaburo gobernar la Diócesis en paz aunque por corto tiempo pues murió súbitamente de un infarto mientras se sofocaba a causa de los calores del invierno y fumaba un cigarro tras almorzar opíparamente, pero como por la asfixia que le sobrevino en los últimos momentos se le pusieron las uñas moradas, por falta de oxigeno se dijo entonces con insistencia que había muerto envenenado, lo cual no pasó de ser una exageración sin sostén alguno En Junio del 71 llegaron las bulas para Portoviejo, viajó en Agosto a Manta, recorrió Montecristi y fue apoteósicamente recibido en Portoviejo, donde levantó la iglesia Catedral, creó el Colegio Conciliar de San Luis Gonzaga y escogió a los mejores estudiantes manabitas para que prosigan su instrucción y residan gratis en los bajos de su casa en Guayaquil.
Por esos días adquirió una afonía y el Dr. Fernando García Drouet le recetó tocaciones cáusticas que le causaron ampollas en el esófago, que tratadas con diferentes remedios se lo atrofiaron de por vida impidiéndole ingerir alimentos sólidos. En Febrero del 72 fue invitado al III Concilio provincial quítense pero se excusó por enfermedad y porque hubiera tenido que saludarse con el tirano a quien no volvió a ver jamás. El 75 se le agravó su lesión y renunció el obispado pero el 78 Pío IX lo autorizó a dirigirlo desde su casa de Guayaquil, ejerciendo las funciones episcopales en su oratorio privado mientras se hacía representar por su Administrador Apostólico Dr. Manuel Freile en Portoviejo.
Desde entonces habitó con sus hermanas solteras Juana y Chepita y su cuñada Pilar Espantoso de Tola.
En 1881 León XIII le aceptó una nueva renuncia y el viernes 12 de Agosto de 1887 siendo las tres de la madrugada murió en Guayaquil de setenta y seis años, a consecuencia de una pleuresía ocasionada por su extrema debilidad al no poder alimentarse debidamente, realizándose los solemnes funerales al siguiente día sábado 13 de Agosto, a las ocho de la mañana y fue enterrado al pie del Altar Mayor de la Catedral.
Alto, buen mozo, bizarro y marcial. Sus ojos azules, cutis blanco y sonrosado. Era famoso en el Seminario por su estrictez y disciplina. Su adustez natural, unida a su carácter poco comunicativo pues jamás fue un intelectual y a la parquedad de sus palabras, a veces le hacía pasar por tonto, pero no lo era porque conocía el interior de sus discípulos como sucedió cuando escuchó una perorata patriótica que endilgaba de pie sobre una mesa, en uno de los corredores interiores del Colegio Seminario, el joven estudiante Miguel Valverde Letamendi, a quien vaticinó que sería un gran enemigo de la iglesia, aunque solo llegó a hermano masón y a malqueriente de los jesuitas, como buen liberal radical y descreído en materia religiosa.
Fue propietario en Daule de una hacienda grande y ganadera. Rico y generoso con propios y extraños, protegía a numerosos estudiantes y ahijados en los bajos de su casa, dándoles mantención, libros y comida. De Manabí se trajo al que sería monseñor Isidoro Barriga, de Chanduy al futuro presidente José Luís Tamayo y los crió como hijos.
En los altos acomodaba a numerosas señoritas pobres, que se ayudaban económicamente cosiendo ropa para la tropa y las tenía viviendo con sus hermanas. Fue confesor de medio Guayaquil y de la virginal doncella de Nobol, Narcisa de Jesús Martillo, cuya primera biografía hizo que escribiera su sobrino Ángel de Tola como ya se dijo.
El día de San Luis Rey de Francia acostumbraba agasajarse con un gran banquete, solemnemente sentado a la cabecera y vestido de morado, luego de la bendición decía: “Coman por favor, ya me he servido, todo está bueno” y ordenaba que pasaran las bandejas. Esto lo hacía para que no se apiadaran de él y de su dolencia al esófago, que le duró quince largos años impidiéndole probar bocados sólidos.
En sus costumbres sencillo y hasta paternal. En su moral victoriano, pues tenía un Ayudante de Cámara que le hacía la limpieza del dormitorio, al que jamás dejó entrar a nadie, ni a sus hermanas, para que no pudieran dudar siquiera de su virtud. En la casa había un oratorio lleno de imágenes en tallas y al óleo. El altar privilegiado tenía reliquias de Roma y era de madera y terminado en puntas al estilo gótico, dorado al fuego con pan de oro de veinte y cuatro kilates, pero todo se quemó para el Incendio Grande de 1896 y en cuanto a gustos literarios creemos que fue más que fanático, pues cuando se estrenó en el Olmedo la insípida obrita histórica de teatro “Carlos II de España” protestó airadamente y hasta solicitó que se la retire por inmoral.
Por su muerte se declararon cuatro días de honras y asistió a la función litúrgica el clero, la milicia, la marina y el público en general, que copó las amplias naves de la iglesia Catedral pues sin gozar de popularidad dada su altísima posición social y religiosa, era persona conocida por toda la ciudad.