ESCRITOR.- Nació en Quito el 25 de Enero de 1894 en la casa familiar de la calle Venezuela No. 1137 y fueron sus padres legítimos José Julio Tobar Yepes, natural de Caguasquí, Provincia de Imbabura, dueño de la hacienda “El Rosario” y su primera esposa Mercedes Donoso Freile, quiteña.
Comenzó sus estudios en el Pensionado Elemental del Dr. Pedro Pablo Borja Yerovi donde terminó la primaria, mientras tanto su padre casaba nuevamente con su prima Rosa Elvira Tobar, matrimonio sin hijos, pero quien le terminó de cuidar fue su abuela Yépes que le disciplinaba a la antigua con voluntad de acero. En 1909 pasó al Colegio San Gabriel de los jesuitas y ante la violencia política imperante, como reacción natural al predominio liberal, con otros compatriotas hijos de familias conservadoras, adoptaron por lema “Ser los primeros en todo”. Entonces ingresó al Centro Católico de Obreros que luego le tocó presidir y comenzó a escribir.
Su primer artículo tituló “Amad a los maestros” y desde 1914 empezó a colaborar en las revistas “La educación escolar” y “La Corona de María” que dirigían los dominicanos Ceslao María Moreno y Alfonso Antonino Jerves Machuca, después lo haría en “El Republicano” y en “El Porvenir” pues desde los primeros cursos había amistado con el célebre jesuita Manuel José Proaño, quien le dirigía política y espiritualmente, inculcándole sus graves responsabilidades como “intelectual católico” es decir, como conservador.
Desde 1915 se afilió a ese Partido y llegó a ser activista y dirigente. El l6 conoció a su vecina Angela García Gómez – sobrina nieta de García Moreno – quien residía con sus padres en Quito, alquilaban un departamento en la casa de los Tobar y comenzó a enamorarla. Era un brillante estudiante de Jurisprudencia que había escrito una Monografía sobre la “Quiebra de los deudores Solidarios” publicada en la Revista de la Sociedad Jurídico Literaria.
El 7 de Marzo de 1917 se graduó de Abogado y recibió su título de la Corte Suprema el día 14. La tesis versó sobre la Letra de Cambio en 91 págs. En 1918 editó un estudio biográfico de Pedro José Arteta y Calisto que agradó tanto a los miembros de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos que se apresuraron a incorporarlo en su seno. También entró a la Congregación de Caballeros de la Inmaculada y publicó “Génesis y antecedentes de las ideas sociales cristianas” en 27 págs. así como una semblanza del padre José Primo Betancourt.
El 3 de Mayo de 1919 contrajo matrimonio con su novia a quien amaría con sin igual ternura a pesar que ella era de carácter fuerte. El matrimonio fue muy unido y tuvieron cinco hijos (Julio jesuita y Rosario del Opus Dei) Paco, en cambio, resultó el enfant terrible de la casa por inconformista, irreverente y varias veces divorciado, pero más que por eso por su genialidad permanente, pues fue un gran poeta, dramaturgo, periodista, escritor, y dos más.
Ese año también colaboró para “El Comercio” e inició una serie histórico – biográfica sobre los primeros gobiernos de la República (Presidencias de Roca, Ascázubi, Noboa, Urbina y García Moreno). Su archivo y biblioteca eran excelentes y como hablaba inglés, francés, italiano, portugués y latín, aprendidos durante su bachillerato en Humanidades Clásicas, poseía numerosas obras en esos idiomas.
En 1921 sirvió de Albacea para la publicación de los postreros libros del Dr. Carlos R. Tobar. El 23 dio a la Luz “García Moreno y la instrucción Pública” en 271 págs. cuya segunda edición es de 1940. Ese año estudió el Archivo de la Curia, falleció su padre del corazón y heredó la hacienda “El Rosario” donde acostumbraba pasar sus vacaciones de verano y para mantenerse, porque dada la pobreza general del medio, las profesiones casi no eran rentables, también empezó a arrendar varias haciendas de propiedad de la Curia de Ibarra. “Gustaba labrar la tierra y vivir en contacto con la naturaleza” y ocupó por dos ocasiones la presidencia de la Conferencia San Vicente de Paúl.
En 1924 editó “El Obispo de Botrén Dr. José Miguel de Carrión y Valdivieso” en 96 págs. y “Relaciones entre la Iglesia y el Estado Ecuatoriano” en 55 págs. fue miembro de Acción Católica y después presidente de la Junta Nacional de esa entidad en estrecha colaboración con su gran amigo el Arzobispo Manuel María Pólit Lasso. El 25 editó “Reseña Histórica del Pensionado Elemental” en 65 págs. y “Desarrollo Constitucional de la República del Ecuador en 95 págs. cuya segunda edición apareció en 1936.
En 1926 escribió para “La Defensa” una serie de biografías de ilustres católicos del siglo XIX que unidas formaron un volumen de 157 págs. y título “Figuras del Catolicismo social”. Era considerado uno de los intelectuales católicos más destacados del país.
Entre el 28 y el 29 comentó por la prensa el proyecto de la Ley de Educación, ingresó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua y dio o la luz “El Imo.y Rvdo. Sr. Dn. Ignacio Checa y Barba” en 36 págs. En 1930 salió “Por la Libertad de Enseñanza” en 199 págs. con sus artículos de prensa aparecidos meses atrás, todos influenciados por una tónica pro fascista.
Entre 1930 y el 37 se convirtió en el principal defensor de los intereses de la Iglesia a través de los diarios “El Comercio” y “La Sociedad” y en las revistas “Acción Popular” y “El Obrero”. E1 32 fue activista de la Compactación Obrera del Pichincha que salió a las calles de la capital a protestar por la descalificación del candidato presidencial triunfante Neptalí Bonifaz. Entonces se sucedieron los luctuosos acontecimientos de la Guerra de los cuatro Días y murió mucho pueblo. Fueron momentos azarosos, su familia corrió peligro y tuvo que esconderse.
En “Acción Popular” expuso la doctrina de León XIII, el papel orientador de la iglesia y la misión de los católicos en la promoción de los trabajadores; sin embargo su visión no fue compartida por el ultra conservador y reaccionario Arzobispo Carlos María de la Torre, quien terminó prohibiendo dicha publicación y se perdió la oportunidad de implantar tan tempranamente los principios de la Democracia Cristiana en el país. De todo ello solo ha quedado su permanencia de avanzada, expuesta en numerosos artículos sobre la cuestión social ecuatoriana.
En 1933 revisó gran parte de los archivos de la Presidencia de Quito, Ministerio de Gobierno, Cancillería y Poder Legislativo. Finalmente volvió al de la Curia y a los de varios Conventos para poder sacar “La Iglesia ecuatoriana en el Siglo XIX” de 1809 al 45 que editó el 34 en 636 pags, pero aunque anunció un segundo tomo, este no aparecería sino parcialmente.
En 1935 adquirió a las hijas del Dr. Nicolás Clemente Ponce Borja la antigua casa de la Calle Cotopaxi No. 100 y allí habitó hasta su muerte. También la hacienda “Chiche Tobar” ubicada entre Puembo y Pifo a Isabel Tobar de Guarderas.
Desde hacía algunos años era Asesor Jurídico y miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores y como tal intervino en la suscripción en 1936 del Acta de Status Quo con la cancillería peruana donde reconocimos expresamente la existencia de una serie de guarniciones militares peruanas en la cuenca baja del Amazonas. Esta segunda renunciación territorial se sumó a la primera que consta en el Tratado Herrera – García de 1887 (Pablo Herrera por Ecuador y Arturo García por Perú) donde cedimos por primera ocasión al Perú amplios territorios en las margenes ecuatorianas del río Marañón o Amazonas.
El 37 conoció el Informe Secreto de la Misión Militar Italiana en Ecuador, que aconsejaba para el supuesto caso de una invasión enemiga, que se estimaba próxima, abandonar la costa ecuatoriana formada por tierras bajas e indefendibles, para concentrar la acción territorial desde Huigra hacia arriba, es decir, solamente en la sierra, región que por su topografía accidentada ofrecía defensas naturales inexpugnables.
Ese año saludó la llegada del Nuncio Apostólico de Lima, Fernando Cento, quien se interesaba vivamente por solucionar las diferencias personales surgidas entre el dictador Federico Páez y el Arzobispo Carlos María de la Torre pues este último había mencionado peyorativamente la ilegitimidad del nacimiento del dictador, quien le tomó ojeriza y mal hubiera pasado la iglesia ecuatoriana de no mediar la acción de terceros. Cento le designó Asesor y comenzaron las negociaciones con su querido amigo el Canciller Carlos Manuel Larrea, entrañable compañero en la Academia de Historia, que dieron lugar a la suscripción del denominado “Modus Vivendi” en 1937 que tanto ha servido a los intereses de la iglesia en Ecuador. Cento regresó a Lima y poco después hacía su arribo a Quito el Primer Nuncio designado para nuestro país, Monseñor Efrén Forni, quien fue agasajado por damas y caballeros conservadores como jamás ningún diplomático lo había sido en nuestra capital.
Mientras tanto le había sido encargada la elaboración del Alegato que debía presentarse al Arbitraje del Presidente de los Estados Unidos en la Fórmula Mixta, pero el nuevo dictador Alberto Enríquez Gallo, obedeciendo a las presiones de Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador en Lima y del Canciller ecuatoriano Luís Bossano Paredes, intempestivamente envió un telegrama a Washington agradeciendo a Roosevelt su mediación y al mismo tiempo solicitando que la retire, pues el Ecuador había decidido reiniciar las conversaciones directas con la Cancillería de Lima. Error que nos colocó en manos de la supremacía militar peruana tres años después. Como dato anecdótico cabe indicar que Velasco Ibarra en 1944 calificó de acción imprudentísima la de Zaldumbide y Bossano, diplomáticos que debían suponer las trágicas consecuencias que podría acarrear su insólita actitud dada la debilidad militar de nuestro pequeño país
En 1938 fue Designado Ministro de Relaciones Exteriores por el Presidente Interino Manuel María Borrero en reemplazo de Bossano. En noviembre presidió la Delegación ecuatoriana a la VIII Conferencia Panamericana en Lima. Ese año apareció “Orígenes constitucionales de la República del Ecuador” considerando que la transformación política ocurrida en Quito en 1809 tuvo un trasfondo eminentemente jurídico, del clero nacional contrario al pensamiento secularizado de Napoleón Bonaparte, quien mantenía en el trono a su hermano José. En 1939 cometió el error de apoyar la solicitud de canonización de García Moreno iniciada por el Arzobispo de la Torre, mezclando política con religión. Ciertamente que su esposa era sobrina nieta del tirano, y que el fascismo estaba en auge y en su mejor momento, pero de allí a santificar a un presidente sanguinario, autor de numerosos abusos y crímenes, hay mucho trecho.
Ese año suscribió un “Informe de la Cancillería” en 182 págs. y defendió la vigencia del “Modus Vivendi”. El 40 lo defendió en “’Informe de la Cancillería” en 139 págs. El 41 condecoró al Arzobispo de la Torre y al Nuncio Forni que se ausentaba con iguales funciones a Lima. En ambas ocasiones tomó la palabra y los discursos salieron publicados en el Boletín Eclesiástico. Este Nuncio se mostró canalla pues semanas más tarde bendijo solemnemente a las tropas peruanas que invadían al Ecuador olvidando las muestras de amistad recibidas en nuestra Patria y lo que es más importante, bendijo una guerra fratricida entre dos pueblos hermanos y católicos por excelencia.
En 1940 aceptó continuar al frente de la Cancillería, al nuevo Presidente Dr. Arroyo del Río. Por eso, al producirse la invasión peruana el 5 de Julio de 1941, el enemigo generalizó su ofensiva en toda las líneas de fronteras y logró penetrar en el sector ubicado entre Huaquillas y Chacras. El 25 de Julio intentó el bloqueo del Golfo de Guayaquil pero fue rechazado en aguas de Jambelí por el cañonero Calderón que enfrentó exitosamente al poderoso destructor peruano Almirante Villar, mientras el Aviso Atahualpa derribaba a uno de los aviones enemigos.
El día 26 se quiso suspender las hostilidades pero el Perú continuó avanzando hasta ocupar tres de los Cantones más productivos de la Provincia de El Oro, apropiándose de la mayor parte del parque de guerra que allí existía. I cuando el día 31 cesaron los fuegos ya los peruanos dominaban la provincia y en el oriente continuó la penetración de sus tropas hasta Septiembre.
El día 2 de Octubre los representantes de Estados Unidos, Brasil y Argentina reunidos en Talara acordaron la determinación de una zona desmilitarizada de quince kilómetros de ancho para evitar nuevos choques, pero esta zona se fijó dentro del territorio ocupado.
Cuando el día 7 de Diciembre del 41 ocurrió el sorpresivo ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor en Haway se convocó a las cancillerías latinoamericanas a la III Reunión de Cancilleres a celebrarse en Río de Janeiro el día 15 de Enero del 42 para definir la unidad continental ante la problemática internacional. La Cancillería del Ecuador fue invitada para consolidar dicha unidad y como la ausencia de nuestro país beneficiaría los intereses de la diplomacia peruana tuvimos que asistir. Tobar Donoso estaba considerado uno de los más eruditos conocedores de nuestras relaciones diplomáticas con ese país, no solo por su experiencia en la cancillería, también por sus estudios y publicaciones y editó “Exposición del Ministro de Relaciones Exteriores a los Cancilleres de América” en 77 págs. tratando de robustecer nuestro frente diplomático en toda la línea.
Con pocas probabilidades de obtener éxito aunque esperanzados en el sistema interamericano para que nos hicieran justicia Tobar Donoso viajó a Río de Janeiro en compañía de una delegación de personalidades del país. Los ecuatorianos querían una solución pacífica al diferendo limítrofe pues nuestro ejército había sido derrotado en todos los frentes, que permitiera al Ecuador continuar su vida como nación independiente.
El enemigo mantenía ocupada la parte agrícola de la provincia de El Oro incluyendo las principales poblaciones (Machala, el Guabo, el Pasaje, Santa Rosa, el Cambio, Puerto Bolívar, etc.) y enormes extensiones en la zona oriental, bien es verdad que estas ya las poseía desde años anteriores, por su penetración silenciosa pero constante.
Como no existían vuelos directos al Brasil, hubo que hacer escala en el aeropuerto de Lima donde las autoridades aduaneras se sustrajeron parte del equipaje de los miembros de la delegación, conteniendo los planos, mapas, informes y demás pruebas que iban a presentar.
Las conversaciones diplomáticas se iniciaron en el Palacio de Itamaraty con una declaración conjunta condenando y rechazando la agresión japonesa pero no hubo una sola palabra en relación a la peruana, ni siquiera constaba en el temario el problema nuestro. Entonces el Ecuador declaró que se abstendría de intervenir en la Reunión de Consulta a menos que se avocara conocimiento del problema ecuatoriano – peruano y recién entonces se procedió a buscar una solución al diferendo.
La primera propuesta del Canciller brasilero Sr. Aranha del Brasil, país oferente, como fórmula de arreglo, contenía los estudios de posibilidades formulados por la delegación ecuatoriana, propuesta que fue de plano rechazada por la delegación peruana que presentó una línea demarcatoria puesta en un mapa reciente en que figuraban ya como peruanos los territorios invadidos.
Tobar Donoso presentó una segunda propuesta para que se suscriba un Protocolo formulado de conformidad con su anteproyecto y que dicho Protocolo solo tenga el carácter de instrumento preliminar de arreglo, para proceder a establecer no una línea fronteriza si no dos, la propuesta por el Perú y la de Ecuador, como base de discusión para futuras negociaciones. Esto lo hizo a fin de ganar tiempo, pues las conversaciones se habrían extendido a la siguiente Conferencia a realizarse en Buenos Aires.
Los delegados peruanos rechazaron esta nueva fórmula a pesar que los países mediadores la acogieron con satisfacción, manifestando que la reunión de Cancilleres en Río constituía la última oportunidad de solución y que si no retirábamos la Propuesta volveríamos a las armas, de manera que para resolver la dificultad Tobar Donoso lanzó una tercera propuesta, que la línea de fronteras se defina en diversas secciones del oriente y deje la determinación del resto para la siguiente Conferencia. Lo cual tampoco fue aceptado y el Perú amenazó con retirarse de las negociaciones inmediatamente. Así terminó el primer día de conversaciones.
Esa noche los delegados ecuatorianos no durmieron pensando en cómo dar solución a un problema que se presentaba arduo y complejo en extremo, pues nuestro país llevaba más de seis meses con tropas peruanas ocupando varias secciones territoriales ecuatorianas (no solo en El Oro, también en Loja y el oriente) y lo que era peor, la situación militar del golfo y de la ciudad de Guayaquil seguía en grave peligro pues los peruanos daban a entender que sus pretensiones territoriales no tenían límites y amenazaban ocupar militarmente el Golfo y la ciudad de Guayaquil en solo cinco días, pues su aviación sobrevolaba los cielos guayaquileños y lanzaba hojas volates.
Bajo tan difícil situación amaneció el segundo día y Tobar Donoso presentó una cuarta propuesta, renunciando a la navegación por el Marañón a través de los ríos Cosangas (que apenas es navegable en la estación invernal y eso solamente por canoas) y Santiago (que ve interrumpido su curso por varias cataratas peligrosísimas llamadas desde el siglo XVI con el nombre de Pongo de Manseriche) pero esto no lo dijo pues era su secreto, ya que los delegados peruanos ignoraban estas situaciones geográficas, a cambio pidió una compensación territorial en el norte, es decir, en los territorios que habíamos entregado en 1916 a Colombia por el Tratado Ponce – Castro Oyanguren y ésta nación – a su vez – cedido al Perú por el Tratado Salomón – Lozano en 1922, con el secreto propósito de mantener una salida sin problemas a través del río Putumayo que es navegable todo el año y desemboca directo al Amazonas.
El Perú debía devolver al Ecuador las poblaciones ocupadas en la provincia de El Oro, quedándose con una pequeña franja que ya mantenía desde muchos años atrás, cerca de Tumbez, región que ellos consideraban de importancia estratégicas por su vecindad con los pozos petroleros de Talara.
Esta resultó la solución definitiva, siendo acogida por la delegación peruana que el 29 de Enero de 1942 firmó el Protocolo con la ecuatoriana y que de acuerdo al Derecho Internacional ésta solo le concedió el carácter de instrumento previo, lo cual jamás aceptaría el Perú, que alegó para el Protocolo la categoría de Tratado Internacional. La diferencia está en que los protocolos fijan líneas limítrofes provisionales y los Tratados fronteras con carácter definitivo.
De hecho en Río de Janeiro el Ecuador reconoció la pérdida definitiva por ocupación militar de gran parte de sus territorios orientales, que ya estaban ocupados militarmente por los peruanos desde muchos años atrás. Quedaba dividida la región amazónica ecuatoriana en dos, la norte (plana) que seguía siendo nuestra en su mitad superior y llega hasta donde los peruanos ya tenían sus destacamentos y guarniciones militares y la sur (montañosa) que pasó a poder peruano, de manera que en esta parte el Protocolo solo siguió lo ya establecido por nuestra Cancillería en el Acta de Status Quo de 1936.
La trasnacional Anglo Saxon Petroleum Co. subsidiaria de la Royal Deutch Shell mantenía un contrato de concesiones para la exploración petrolera en la zona norte ecuatoriana sobre 8.345.610 hectáreas suscrito por la dictadura del Ingeniero Federico Páez el 17 de Agosto de 1937 lo que indudablemente obró a nuestro favor; mientras que en el puerto de Talara en la costa norte peruana los pozos de la Shell ya se encontraban en funcionamiento. Esta relación influyó para que Perú acepte la línea fronteriza final, que le otorgaba título de propiedad definitiva sobre la región de Tumbes vecina a Talara y aseguraba así el total dominio sobre los dichos pozos petroleros; supongo, pues no hay como probarlo, pero es mucha casualidad que ambos países (Ecuador y Perú) cuadraran sus intereses territoriales de conformidad con los de las trasnacionales petroleras.
Tampoco se ha dicho de manera oficial que en Río de Janeiro Tobar Donoso fue prisionero de circunstancias adversas. Primero.- Un falso sentido de panamericanismo nos empujó a firmar la paz a como diera lugar ya que la situación internacional así lo exigía por la amenaza militar japonesa en el Pacífico. Segundo.- No existía ejército ecuatoriano, lo poco que había quedado tras la invasión estaba concentrado en Quito, fiel a la política de defender únicamente la región interandina desde Huigra hacia arriba como lo había recomendado en 1937 la Misión Militar Italiana que consideró a la costa y el oriente como zonas indefendibles por ser tierras llanas y fáciles de invadir. Tercero.- Existía otro antecedente perjudicial a nuestros derechos porque en 1.936 se había suscrito un Acta de Status Quo con la Cancillería peruana, reconociendo expresamente la existencia de una serie de guarniciones militares peruanas en la cuenca baja del río Amazonas. Cuarta.-Hay que agregar la mala voluntad que nos tenía el Canciller norteamericano Sr. Welles quien llegó al extremo de rehuir la conducción directa de la cuestión surgida entre el Ecuador y el Perú; pues, para su cancillería, el Ecuador era considerada una nación neutral en el conflicto mundial, por No haber facilitado las bases estratégicas de las Galápagos y Salinas, necesarias para la defensa del canal de Panamá; ocupación que solo ocurrió al siguiente día del ataque de la aviación japonesa a Pearl Harbor. Estados Unidos nos informó del hecho, cuando ya estaba consumados ambas ocupaciones.
Con el Protocolo se ganó la paz, pudimos seguir siendo nación y sobre todo se logró la devolución de Machala y otras poblaciones menores en la riquísima provincia agrícola de El Oro. Se mantuvo la soberanía plena en las aguas del golfo, asegurando la posesión de Puná y demás islas así como el puerto de Guayaquil, pues no teníamos marina ni aviación para una defensa exitosa. En cambio, perdía el país 185.745 kilómetros cuadrados de territorio, el noventa por ciento situado en la región oriental, aunque estos territorios ya venían siendo ocupados por el Perú desde mucho antes, como ya se dijo.
Craso error de los peruanos fue contentarse con una porción de desierto amarillo al norte e Tumbes, población pacíficamente ocupada por ellos desde principios del siglo XIX, al punto que Ecuador mantenía allí un consulado desde 1884.
La navegación por el Amazonas era mantenida por el Perú desde la fundación de la población de Iquitos en 1859, prueba de ello es que gozaron de la prosperidad del caucho, de manera que Tobar Donoso hizo cuanto pudo dentro de las limitadísimas circunstancias que le rodearon en la capital brasilera.
Gonzalo Escudero Moscoso, quien formó parte de la Delegación, en su obra “Justicia para el Ecuador”, publicada con ocasión del inicio del tercer velasquismo, ha opinado en frio – es decir, muchos años más tarde – que Tobar debió presentar una altiva y enardecida protesta que hiciera vibrar la indignación de América, lo que no hizo quizá por su carácter tímido o para salvar a como diera lugar la supervivencia del país, sabiendo que sacrificaba su futuro político a perpetuidad. Escudero siempre fue un burócrata a tiempo completo de nuestra Cancillería y la obra le sirvió para alagar al presidente electo Velasco Ibarra, quien quedó tan satisfecho que le permitió continuar en el goce de sus cargos y prebendas.
La delegación de asesores que acompañaba a Tobar estuvo compuesta por Humberto Albornoz, Alejandro Ponce Borja, Eduardo Salazar Gómez, Enrique Arroyo Delgado, Luís Bossano Paredes, el citado Gonzalo Escudero Moscoso, Juan X. Marcos Aguirre que fue el único miembro en aprobar las bases del Protocolo, y Carlos Tobar Zaldumbide y todos ellos se escondieron tras la figura del Canciller, único responsable ante la historia de la firma de dicho instrumento, que al ser conocido en nuestro país causó escándalo y horror. ¿I qué esperaban los ecuatorianos de Tobar Donoso ¿Que ganara él solo la guerra que nuestro ejército había perdido? Por otro lado hay que considerar que de los ocho Asesores ecuatorianos en Río, uno solo fue guayaquileño y los siete restantes quiteños, siendo el costeño el único con pantalones porque tuvo la entereza y hombría de aprobar y respaldarle mientras los otros cobardemente escabulleron el cuerpo y se lavaron las manos.
Al regresar a Quito Francisco Chiriboga Bustamante le dijo “Que pena que Ud. haya firmado. Nosotros lo queríamos llevar a la presidencia” Tobar le replicó “Me he sacrificado para que la Patria exista” y tenía razón pues la realidad era muy dura, no habían armas para la defensa de las fronteras, dos provincias estaban militarmente ocupadas por el enemigo que amenazaba nuevas movilizaciones y hasta tomar Guayaquil.
En el plano internacional la II Guerra Mundial mantenía la atención de los países de América alejada del problema fronterizo ecuatoriano – peruano. En lo diplomático, por el Tratado Herrera – García de 1890, el Ecuador había reconocido al Perú el dominio de lo que ya poseía en la margen izquierda del Amazonas, de manera que el Canciller Tobar Donoso consiguió una nueva línea de frontera impuesta por las posiciones militares peruanas desde muchos años antes, para lograr la supervivencia nacional.
I tal fue el rechazo que encontró en el país que poco después renunció la cancillería y fue reemplazado por Francisco Guarderas Pérez. Ese año salió “Dictámenes Jurídicos acerca del problema ecuatoriano – peruano, dados por ilustres internacionalistas americanos” en dos tomos de 165 y 135 págs. y “Cooperativas y Mutualidades” en 79 págs. donde explicó la conveniencia de estos sistemas para el desarrollo de las clases menos favorecidas.
Otro asunto digno de tratar fue el caso de los migrantes judíos, que escapados de la Alemania Nazi de Hitler donde estaban condenados a morir, acudían a las oficinas consulares de los países Latinoamericanos con la finalidad de obtener pasaportes o visas. La Cancillería ecuatoriana era reacia a dichas concesiones por prejuicios religiosos y económicos que no vienen al caso mencionar e influía en los gobiernos desde 1936 para que no se conceda pasaportes y visas a los peticionarios.
I a pesar que no existían leyes ni decretos que limitaran la migración judía, se trasmitían instrucciones de trabajo a los cónsules en Europa para investigar a los solicitantes y denegarlas en caso de descubrir que fueran judíos pero no faltaron cónsules que eludieron estas instrucciones y de todas maneras las emitieron, tal el caso de un Cónsul ad-honorem ecuatoriano – el de Estocolmo – que concedió pasaportes y visas a numerosos peticionarios cobrandoles bastante por supuesto hasta que estalló el escándalo cuando aparecieron en Estambul cien pasaportes en blanco para ser llenados con datos y fotos, pero nuestra Cancillería fue alertada por diplomáticos chilenos sobre esta irregularidad, le cancelaron a dicho funcionario en la primera mitad del año 41 y jamás pudo volver al Ecuador pues el asunto se volvió asaz escandaloso y le esperaba un juicio penal, moriría en 1976 en México. Mas, es el caso, que mirado el asunto desde otra óptica, el susodicho permitió la supervivencia de personas inocentes, de manera que a pesar que su conducta estuvo mal, a la distancia y los años se trocó en bien y hoy figura en la Comisión de “Justos de las Naciones de Yad Vashem” y tiene un busto por su condición de “héroe humanista”ATIZA!!.
En 1943 Tobar Donoso fue electo miembro fundador del “Instituto Cultural Ecuatoriano” colaborando activamente con el padre Aurelio Espinosa Pólit, S.J. en la publicación de varias obras. Al ocurrir la revolución del 28 de Mayo de 1944 fue arrestado y llevado al batallón Yaguachi donde permaneció cuatro días en unión del Ministro de Defensa Vicente de Santisteban Elizalde, saliendo ambos bajo fianza que prestó Neptalí Bonifaz Ascázubi.
“De allí en adelante soportó con resignación los desplantes de malquerientes y demagogos que lo acusaban de haber mostrado debilidad al firmar el Protocolo, sin reparar que la única y verdadera debilidad estaba en la República y en su ejército derrotado”. Cada 29 de Enero lo vejaban con gritos y manifestaciones hostiles en los bajos de su casa, sobre todo durante los regímenes velasquistas. “Fueron días crueles y oscuros, meses y años de soportar inculpaciones, de vivir recogido, de hablar poco…”
En 1945 publicó “La invasión peruana y el Protocolo de Río de Janeiro” en 559 págs. y 4 mapas, existe una segunda edición del Banco Central del Ecuador, narrando las dramáticas circunstancias que le impusieron en Río de Janeiro la firma del protocolo ante un panamericanismo sordo e indiferente a la voz de la justicia, pero la obra critica en algunos párrafos a los mediadores en el conflicto y en otros los alaba, igual con las fuerzas armadas ecuatorianas.
En 1946 formó parte del “Comité de caballeros Pro Libertad de la enseñanza” y recibió del Estado Vaticano la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno. Ese año formó parte del Comité promotor de la Universidad Católica de Quito y con su amigo el Padre Espinosa Pólit viajó a Bogotá a estudiar la organización de la Universidad Javeriana. Luego elaboraron un Plan de Estudios Generales y en especial de la Facultad de Jurisprudencia cuyo decanato ocupó el 4 de Noviembre así como la cátedra de Derecho Político hasta su renuncia en 1972 veinte y seis años más tarde ante la demagógica arremetida del dictador Guillermo Rodríguez Lara que trató de echarle la culpa del Protocolo para disque defender a las Fuerzas Armadas por la derrota sufrida el 41 y para ayudarse en su catedra recopiló en 1951 los Apuntes de esa materia editándolos bajo el título de “Elementos de Ciencias Políticas” en 318 págs. texto que ha visto cuatro ediciones.
En 1947 volvió sobre el tema territorial con “Estudio sobre límites ecuatoriano – peruano” en 265 págs. El 48 escribió “Apuntes para la Historia de la Educación Laica en el Ecuador” con la trayectoria educativa nacional desde la revolución liberal de 1895, la contribución del Normal Juan Montalvo a la cultura y los caracteres de la educación laica y confesional en el Ecuador.
En 1951 fue electo Presidente del Instituto de Cultura Hispánica de Quito y trató de probarle a su amigo el historiador Luís Robalino Dávila, que los amores de García Moreno con Virginia Klinger de Aguirre y la secuela de celos contra el Secretario de la Legación de Colombia Arcesio Escobar, origen de la primera de las dos desgraciadas guerras ecuatorianas contra esa nación, era sólo una fábula y así apareció “El Fin de una fábula” en 60 págs. Ahora se conoce que existió hasta una llamada Rosita García Klinger, la primera en inaugurar el Orfanato fundado en Quito por García Moreno.
Entre 1952 y el 55 tuvo en arrendamiento la hacienda “La Quitumbe” en Atuntaqui, propiedad de la Curia de Ibarra. El 53 publicó su hermoso libro titulado “La Iglesia, modeladora de la nacionalidad” en 398 págs. que mereció el Premio Tobar de la Municipalidad de Quito, también salió “Derechos y Deberes de los patronos y trabajadores del campo” en 33 págs.
En 1954 dio a la luz “Evolución de las ideas pedagógicas en el Ecuador” con datos de la pedagogía colonial hasta la época republicana cortados en 1953.
En 1.955 se alegró con la consagración de su hijo Julio en la Compañía de Jesús, existe una interesante correspondencia seguida entre ambos, pero dado el carácter tímido de Julito, éste resultó más bien una figura descolorida. El 56 editó “El Pensamiento Jurídico de Pío XII” en 81 págs. El 58 salió a la luz “El Ilmo. P. F. José María Yerovi, O. F. M. Arzobispo de Quito” en 360 págs. Entre el 59 y el 70 laboró como Ministro Juez de la Primera Sala de la Corte Suprema de Justicia, dejando doce tomos de alegatos en forma de sentencias.
En Enero del 58 fue invitado por el Embajador de Italia, Luiggi Ottaviani, para viajar en el avión presidencial a Esmeraldas, con el objeto de asistir a la solemne consagración episcopal de monseñor Angel Barbissotti designado por el Papa Pio XX primer Obispo de esa provincia. En 1960 colaboró en varios eruditos prólogos y Notas que aparecieron en la Biblioteca Ecuatoriana Mínima publicada con motivo de la Conferencia Panamericana a celebrarse en Quito. El 61 editó “Lenguaje rural en la región interandina del Ecuador”. El 62 la biografía de Pedro Gual que reeditó al año siguiente.
En 1965 desempeñábase como Ministro Juez de la Corte Suprema de Justicia y fue electo Presidente de tan alto organismo pero la dictadura de la Junta Militar de Gobierno se opuso públicamente y declaró nula la elección por haber sido Tobar quien firmara el Protocolo. Entonces se vio obligado a renunciar y recibió numerosas muestras de respaldo a nivel nacional, entre ellas la designación de Director de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, presidiendo el 68 el V Congreso de Academias de la Lengua.
En 1972 fue declarado Profesor Emérito de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Católica. El 74 editó “Las Instituciones del período hispánico, especialmente en la Presidencia de Quito” en 479 págs. El 76 elaboró una serie de biografías sobre “Los Miembros de Número de la Academia Ecuatoriana muertos en el primer siglo de su existencia” en 500 págs. y comenzó a pasar más tiempo en su hacienda “Mercedes”. Tenía un gran número de fichas que le eran de utilidad en sus trabajos.
Metódico y esforzado, escribió mucho, con versación y doctrina. Poseía una prosa elegante y fácil que convencía y encantaba pero tuvo sus limitaciones y fallas pues jamás aceptó la supremacía del estado moderno. También fue hombre de su época. “Su postura cristiana se concretó en formas de un período que pasó, defendiendo a ultranza y sin jamás dar su brazo a torcer, situaciones y personajes sobre los cuales la historia ha juzgado, pronunciando su severo veredicto.
Creía en la supremacía del papa y de la iglesia sobre los Estados, teoría inaplicable en el siglo XX. Admirador de la dictadura perpetua de García Moreno, trató que se aceptara hasta sus más graves errores” siguió en la década de los años veinte al treinta la carrera ascendente del Duce Mussolini en Italia y a través de autores fascistas trató de resolver la problemática política ecuatoriana sin obtenerlo.
Su hijo Francisco ha escrito lo siguiente: Mi padre, pese a todos los desengaños que sufriera, manifestaba siempre confianza, amaba de modo auténtico al prójimo, se dolía de los demás. Bondadoso y poco mudable, cometía pecados de ingenuidad y excesos de confianza, por lo cual jamás fue un político con dobleces si no alma entregada al culto de la amistad. Nunca se dejó llevar por impulsos sino por el juicio sereno y lleno de raciocinio”.
Su conducta personal se motivaba en la fe. Dios y Patria eran sus metas. Gozó de la irrestricta confianza y amistad de los Arzobispos Pólit y de la Torre, así como de la Curia capitalina que lo auspiciaba. Sincero en sus manifestaciones religiosas, diariamente oía misa y comulgaba en la Merced o en el Sagrario.
En 1974 aceptó una invitación del Comité pro conmemoración del sesquicentenario del fallecimiento del sabio Dr. Teodoro Wolf que yo presidí y viajó a Guayaquil a dictar una conferencia sobre su obra. Llegó al hotel Palace con su esposa Angelita García Gómez, se le veía alegre y jovial. Su intervención fue del todo exitosa.
Un año antes de su muerte empezó a sentirse sin fuerzas pero como era animoso quiso viajar a Miami llevando a su esposa a curar de una fractura en la cadera. Una inveterada bronquitis le afectaba desde mucho tiempo atrás.
A fines de Febrero de 1981 ya no se pudo levantar y falleció sin enfermedad alguna el día 10 de Marzo, de ochenta y siete años de edad. A su sepelio y honras concurrieron la Universidad Católica, las Academias y la Compañía de Jesús. La prensa tímidamente alabó sus dotes que las tuvo en grado superlativo.
Fue historiador, jurista y ensayista. Otros trabajos suyos son: “¿Cabe relación de trabajo entre un religioso y su comunidad?” y “Doctrina sobre Derecho Sucesorio”.
De baja estatura, pelo y ojos castaños, miope, usaba lentes. Fácil para reír, oportuno conversador, erudito escritor aunque demasiado sumiso frente a la Iglesia conviniendo en todo lo que viniere de ella sin discutir ni chistar. Vivía inmerso en la religión rezando diariamente el rosario y llegó hasta aceptar su sacrificio político en los últimos tiempos hasta con alegría, creyendo que era una expiación necesaria que le había enviado Dios.
Paternal con su alumnado y en el trato con sus semejantes. No amó la libertad ni creyó ni luchó por ella, aunque tuvo oficio y fuerza de escritor. Por eso su vida se deslizó en una constante religiosidad interior alentada por ideales decimonónicos: La supremacía de la Iglesia y la apología de la dictadura garciana entre otros.
La iglesia quiteña acogiendo una iniciativa de la Compañía de Jesús ha iniciado su Proceso de Beatificación previo a la declaratoria de Santidad, bajo la manifestación de que sufrió mucho y con gran humildad, por darnos Patria a los ecuatorianos.
Lo trascendente de la firma del Protocolo es que se ganó una paz y pudimos seguir siendo nación y sobre todo que se logró la devolución de Machala y otras poblaciones menores como Santa Rosa, El Pasaje, El Guabo, Puerto Bolívar etc., ocupadas por los peruanos desde Julio del 41 y de la amplia zona agrícola de la provincia de El Oro, que también mantenían los peruanos en su poder. Aparte se retuvo la soberanía plena sobre las aguas del golfo de Guayaquil, asegurando la posesión de la extensa isla Puná y demás islotes, así como la ciudad y puerto de Guayaquil, que desde siempre ha sido la capital económica de la República. Craso error de los peruanos, fue contentarse con Túmbes y su árido y paupérrimo desierto amarillo, que mantenían desde el siglo XIX.
En cuanto a la región oriental, los peruanos ya ocupaban muchos años los terrenos que según el Protocolo le fueron concedidos, de suerte que solo los legitimaron con título de propiedad La navegación por el Amazonas la ostentabandesde la fundación de la población de Iquitos en 1859, prueba de ello es que gozaron de la prosperidad surgida de la explotación y exportación del caucho.
En lo militar la Cuenca del Guayas y el puerto de Guayaquil estaba a merced de la flota y aviación peruanas que la podían incendiar en cosa de una hora pues casi todos sus edificios eran altamente combustibles, tampoco el Ecuador tenía marina ni aviación para defenderla.
El Ecuador alegó desde 1961 que el Protocolo es nulo, de nulidad absoluta, por falta de consentimiento. Los países garantes, en cambio, proclamaron su plena validez su sin atreverse a expresar que las fronteras allí designadas sean y tengan el carácter de definitivas. Todo un intríngulis de intereses.