Sánchez de Orellana y Espinoza Juan Bautista

Don Juan Bautista Sánchez de Orellana.- El Dr. Dn, Juan Bautista Sánchez de Orellana era hijo del primer matrimonio del Marqués de Solanda con Doña Leonor Espinosa de los Monteros, natural de Loja, persona de la primera nobleza de la provincia de Quito. Su carrera eclesiástica la empezó en la Compañía de Jesús, de la que salió posteriormente. Se graduó en Filosofía y Teología en la Universidad de San Gregorio.

En virtud de los Servicios de su padre y de sus antepasados, continuados desde la conquista del Perú, se le confirió el cargo de Oidor de la Real Audiencia de Quito. Mas, habiéndole suspendido por no estar graduado en leyes, declaró el Rey que corriese esta gracia y que asistiese a la Real Audiencia sin voto, con tal que dentro de un año se presentase a un examen ante el Obispo de Quito, Virrey del Perú. En conformidad de esto se le despachó el Título el 9 de Febrero de 1712. Se presentó luego ante el Obispo Virrey, quien le examinó y aprobó el 3 de Julio de 1714 en presencia de Don Miguel Núñez de Sanabria, Don Juan Fernando Calderón de la Barca y Pedro Antonio Echave y Rojas, Oidores y Fiscal de la Real Audiencia de Lima. En consecuencia se le dio la plaza de Oidor en la cual sirvió desde esa fecha hasta 1717. En este año se le suspendió el ejercicio de su oficio, alegando que no era graduado en leyes, sin que hubiese otro motivo.

Don Juan Bautista obró con todo desinterés, honradez y aplicación, buscando siempre el Real Servicio y el bien público. Hallándose procediendo contra ciertos fraudes de tributos, se le ofreció una cantidad de dinero, para que favoreciese a cierto sujeto. Don Juan Bautista no lo admitió, manifestando que, aunque le ofreciesen mayores cantidades, no dejaría de cumplir su obligación. Así lo ejecutó procurando la conservación de los indios y el aumento de la Hacienda Real. Esta rectitud fue antes que nada la causa de la pérdida de su oficio, pues se malquistó el ánimo de los ministros de la Real Audiencia de Quito, que, según él dice, defraudaba al Rey en más de 25.000 pesos al año, y se atrajo el encono del Virrey del Perú, y así lo persiguieron hasta privarle de su plaza.

En 1711 cuando el Rey estuvo en grandes urgencias económicas, sirvió a su Majestad con el resto de su patrimonio, consumido en su dilatado viaje a Lima. Tenía sus esperanzas cifradas en la plaza de Oidor de Quito para mantener su vida. Consta por una información de 1717 que Don Juan Bautista estaba adornado de singulares prendas de virtud, modestia y desinterés que se requerían para su ministerio. Su asistencia era puntual; sus dictámenes, justos. Era amante de los desvalidos, defensor de la paz pública y de gran celo y consagración al despacho de la Audiencia y Juzgados de Provincia de que era Juez. Hacía justicia con limpieza y legalidad. Tenía gran caridad para los huérfanos y las viudas. Comúnmente era llamado Padre de Pobres. Era vigilante en procurar el desagravio de los miserables indios.

Estando vaca la chantría de la Iglesia de Quito, pidió al Rey que, usando de su dignación soberana, le hiciese merced de aquella silla, en lo que recibiría una justificación y recompensa. La Real Audiencia de Quito por su parte pidió al Rey, en cartas del 4, 10 y 19 de Julio de 1717, que le confiriese el Deanato de la Iglesia de Quito que entonces esta dando el desinterés de este eclesiástico y sus buenas prendas. Aunque había sido jesuita, no obstante, podría obtener esta prebenda, por haberlo así manifestado el Rey, en respuesta a una pregunta del 4 de Febrero de 1718. Un decreto Real del 30 de Marzo de ese mismo año, ordenó que le tuvieran presente a Don Juan Bautista para las vacantes eclesiásticas que se ofrecieren (1). Don Juan Bautista legó a servir la capellanía fundada por su padre en recuerdo de Doña Leonor, su madre. En su testamento, el Marqués de Solanda benefició esta capellanía, dotando de 10 pesos más a cada misa (2). Hacia 1728 se hallaba en España un poco enfermo. Este había sido su segundo viaje a la Península, pues por 1718 ó 20 había estado igualmente en la tierra de sus antepasados.