Don Francisco Javier nació en Latacunga. Siendo aún niño, su tío Don Juan José Sánchez de Orellana, hermano del primer Marqués de Solanda, remató en tres mil doscientos pesos el oficio de Alcalde Provincial de la Sta. Hermandad, para él o para su hermano Don Diego, todavía niños. Debía Don Juan ejercer este Oficio durante la menor edad de sus sobrinos. El Virrey del Perú le concedió el título el 4 de Junio de 1735, con tal que obtuviese la confirmación del Rey dentro de cinco años. El Rey se la concedió el 11 de Noviembre de 1737 desde San Lorenzo (3). Don Francisco Javier Sánchez de Orellana y Rada, Abogado de la Real Audiencia de Quito y Alcalde Provincial del Cabildo de esa ciudad, pidió un testimonio autorizado de que su madre era consanguínea inmediata del Marqués de las Torres de Rada, Caballero de Santiago, para los efectos que le conviniesen. Se ve que éstos no eran otros que el solicitar para sí el hábito de Santiago.
El 12 de Septiembre de 1766, el Rey, en consideración a los ser- vicios de Don Francisco Javier Sánchez de Orellana, Capitán de Caballería Ligera de Quito, le hizo merced de una de las órdenes militares, sin exceptuar la de Santiago (2). La merced del hábito de Santiago fue otorgada por el Rey el 11 de Noviembre de 1776. El 11 de Septiembre de 1777 autorizó al Administrador de la Orden, para que con algunos comendadores y caballeros le armasen caballero. Luego, antes de la profesión, Don Francisco Javier debía ir a “residir en las galeras seis meses cumplidos, navegan- do en ellas”. Debía también aprender las ceremonias, asperezas y otras cosas de la Orden. Don Francisco manifestó luego al Rey que en las Indias no había religiosos de Santiago y le pidió que permitiese le diera el hábito un religioso de otra orden. EI Rey dio facultad a cualquier Superior de la Orden de San Agustín o, en su lugar, a un Abad de San Bernardo o a un Guardián o Ministro de San Francisco o Santo Domingo, para que, después de armado caballero, pudiera Don Francisco recibir de sus manos el hábito de Santiago, con las bendiciones que disponen la regla de esa orden (1). La consecución de esta distinción costó a Don Francisco Javier la suma de 45 mil pesos 58 reales y 28 maravedíes, es decir más plata que la que costó a su abuelo el título de Solanda (2).