ESCRITOR.- Nació en Latacunga el jueves 12 de Marzo de 1903 en horas de la tarde. Hijo legítimo de José Rumazo González, liberal que vivía soltero en Ambato y de diez y nueve años fue el único que se atrevió a acompañar a Juan Montalvo a su destierro en Ipiales, posteriormente estudió Química en Quito y en Guayaquil, pasó a Latacunga, adquirió la botica “Popular” y contrajo matrimonio con Carmen Moya Puyol.
El mayor de los Rumazo González. “Perdí a mi madre cuando yo apenas tenía diecisiete meses al nacer mi hermano José y a consecuencia de un paro cardiaco por hemorragia. Estudió la primaria en la escuelita de los Hermanos Cristianos de su ciudad natal. En 1910 pasó a Quito con su padre y hermano.
Mi padre, muy desde antes, fue agravándose de su dolencia de año en año hasta que sucumbió.Dicha enfermedad le comenzó con mareos que lo imposibilitarpn totalmente para el trabajo. La doméstica Antonia me daba largas charlas sobre cómo había sido mi madre. Mi niñez fue una época solitaria y triste.”
“El 12 conocí al Arzobispo González Suárez, que había sido muy amigo de mi padre, quien me preguntó al recibirme: ¿Eres hijo de José? Creo que desde ese momento empecé a amar y admirar la grandeza”.
Siguió la segunda enseñanza en el Seminario de San Luís de Quito donde se impartía una pedagogía propiamente medioeval que solo sirvió para alejarlo del sacerdocio.
“En 1917 me impresionó el entierro de González Suárez por la cantidad de gente que concurrió, leí el Anticristo de Federico Nietszche y desde entonces empecé a mirar con recelo a mis profesores del Seminario, muy mediocres por cierto debido a su formación decimonónica y falta de conocimientos de la modernidad, que me enseñaron a subestimar a Rubén Darío, al filósofo Bergson. Nada era válido para ellos sino era español. Por eso tuve que rectificar con esfuerzo y mucho sufrimiento intelectual el camino mal andado”.
Por entonces cayó en sus manos el folleto “Mensaje a García” de un norteamericano que comentó ese episodio de la guerra de la independencia de Cuba, aprendió a valerse por sí mismo y encontró rutas.
A los diecinueve años de edad en 1922 decidió abandonar Quito, tomó el ferrocarril a Guayaquil con diez dólares en los bolsillos y viajó a Colombia a rehabilitar sus estudios que no eran válidos en el Ecuador. De ese país siguió al Perú. En Lima el joven José de la Riva Agüero le hizo leer las memorias Secretas de Ricardo Palma y en la Universidad de San Marcos pudo ver los letreros en pancartas, de los estudiantes contra Bolívar. En Panamá visitó una vez al Embajador Colón Eloy Alfaro porque deseaba conocer cómo había sido la trágica muerte de su padre el General Eloy Alfaro y estuvo a punto de embarcarse a Francia en el buque “Flandre” pero le faltaron once dólares para hacerlo. Comprendió que el azar había intervenido para hacer una fijación de su destino, que hubiera cambiado radicalmente. Entonces pasó a San José de Costa Rica donde Joaquín García Monge le dijo: Escribe, que yo te lo publicaré en mi Repertorio Americano, tu serás escritor. Luego siguió la guía turística a La Habana, ciudad muy alegre, desbordada, sensual. En todas partes leía, observaba y tomaba anotaciones, de suerte que se convirtió en un autodidacta. En 1926 retornó a Quito tras cuatro años de ausencias con un bagaje de conocimientos y de impresiones vitales y comenzó a comparar con inteligencia y fundamento. Era una persona plenamente libre, informada, apta para enrumbar su vida, se hizo miembro de la masonería.
Con el primer dinero disponible adquirió una máquina de escribir portátil. Tenía tanto que decir y contar, se anunciaba el escritor, consiguió empleo en el diario “El Día” de Ricardo Jaramillo haciendo crítica literaria que reunió en 1935 en dos tomos titulados “Siluetas líricas de poetas ecuatorianos”. Gonzalo Zaldumbide las calificó de más líricas que siluetas por su alto contenido poético. También intervino en un Concurso organizado por la Sociedad El Belén del Huérfano de Guayaquil con un tema navideño, logrando la Medalla de Oro. Ese poemario y otros trabajos afines formaron en 1929 el libro “Vibración Azul”. Eran sus primeros pasos como escritor, luego vendrían sus temas serios y como también colaboraba esporádicamente en “El Comercio”, se hizo conocer.
En 1930 la Academia Nacional de Historia convocó a un concurso conmemorativo del Centenario de creación de la República en triple tema: lo precolombino, lo colonial y lo republicano. Los hermanos Rumazo González decidieron sortear. José sacó lo precolombino y Alfonso lo republicano y trabajó “Los Gobernantes del Ecuador”. Ambos triunfaron. Para entonces eran condueños de la Imprenta editora “Bolívar” que había iniciado un ambicioso plan de publicaciones para promocionar escritores inéditos o poco conocidos, entonces figuró entre los fundadores del Grupo “América” y por las noches y desde la calle se complacía con algunos jóvenes en ver al recién graduado Dr. José María Velasco Ibarra, cómo se ensayaba en oratoria ante un espejo de cuerpo entero. Le agradaba la política, en 1932 escribió el ensayo literario “Teoría de los Pactos en la novela” y figuró entre los fundadores del grupo político “NARE”, que tuvo corta duración porque como las siglas significaban Nueva Acción Republicana Ecuatoriana y sus principales miembros eran el Dr. Velasco Ibarra, los Rumazo González, Ernesto y Carlos Dousdebés Andrade, Ernesto y Jaime Espinosa Velasco, etc. la revista satírica “Cocoricó” los mató diciendo que “para ser naristas, primero hay que ser seminaristas”.
El 33 fundó el diario “El Pueblo” que duro un año, fue activista de la campaña presidencial por Velasco Ibarra y editó su novela “Los Ideales” sobre el choque de las ideas liberales y socialistas. Fue una época de mucha agitación pues siguió de cerca los acontecimientos políticos del momento.
El 34 publicó un ensayo histórico sobre “El Congreso de 1933”. El 36 salió “Esmeraldas” sobre sus viajes. Esta y “Los Ideales” trata de temas muy del tiempo pero fueron obras poco logradas. Después escribiría “Aquelarre” para la Bienal de Novela de la Casa de la Cultura, que aún mantiene inédita, dio a la luz un esquema sobre “El Oriente ecuatoriano” y “Nuevas siluetas líricas de Poetas Ecuatorianos” segunda parte de un trabajo ya comenzado.
“Ese año conspiré contra la dictadura de Federico Páez, sujeto mínimo que tenía fama de chistoso. Nos reuníamos por las noches secretamente y ya teníamos varios cuarteles comprometidos pero hubo un traidor que nos denunció. En una noche nos apresaron. Eramos más de sesenta y nos encerraron en el Panóptico incomunicados. A los veinte días nos notificaron que podíamos salir del país o ir a las islas Galápagos. Escogí Colombia con el médico Carlos Velasco y su esposa. Ya estaba casado con la gran artista del piano Inés Cobo Donoso, con estudios de perfeccionamiento en la Escuela de Cortot de París, había nacido nuestra hija Lupe y había fallecido mi otra hija Dinorah de diez meses de edad, a causa de deshidratación”.
Mi esposa y mi hija me acompañaron en el destierro, había que ganarse el sustento, nada encontré en Popayán, en Cali trabajé largamente en el periódico vespertino y liberal “Relator”, donde llegue a jefe de redacción; daba clases en un colegio y mi señora ofrecía conciertos, escribía siete y ocho comentarios por día sin firmarlos porque el periódico era político y caído Páez del poder no quise regresar a Quito porque había encontrado un mejor ambiente intelectual, más amplio para mis apetencias, con mejores librerías y bibliotecas”.
“En 1938 seguí a Bogotá y cinco años después, gastados en labores periodísticas, acepté el reto de la Editorial Ercilla de Santiago de Chile, de escribir en treinta días la biografía de Enrique Olalla Herrera. El libro, en 280 págs. se difundió por América y me dio fama”.
“Sin embargo, desde el 40, observaba que con excesiva frecuencia se atacaba a Manuela Sáenz y me decidí por su biografía tras muchos años de estudio de libros y documentos. Finalmente el 44 la di a la publicidad con grave escándalo y tanto éxito, que dieciocho mil ejemplares se agotaron en dos meses. Los liberales la atacaron por la prensa y los conservadores la defendieron por aquello que Manuela hizo fusilar el busto de Santander”.
Ya por entonces había comenzado una biografía de Bolívar que terminaría en Venezuela años después, entendiendo su carácter en contacto con su pueblo, con numerosos documentos y vasta bibliografía, que hace de esta obra mucho más sugestiva y científica que su Manuela Sáenz. Ambas le ganaron la admiración de la intelectualidad sudamericana; sin embargo, bueno es decirlo, la mayor parte de la información fue rescatada de bibliotecas pues en Rumazo tras importante es su brillante entre expositivo y el enfoque inframativo, que lo profiamente documental.
En 1945 Velasco Ibarra le trasladó de Agregado Cultural al Uruguay, donde escribió artículos de prensa, conferencias y una biografía más bien de compromiso sobre el General Rivera, primer Presidente de esa nación, aún inédita. I al finalizar sus labores en Montevideo escribió a Vicente Lecuna, el célebre historiador de Bolívar, con quien se carteaba desde hacía muchos años, quien al revisar una copia de su biografía de Bolívar, le invitó a visitar Caracas.
“Llegué el 53 y Lecuna, al verme, se puso de pie, tenía entonces ochenta y dos años y me dijo al darme un abrazo: Tu eres mi hijo, le trataste a Bolívar como era y a Manuela Sáenz con dignidad; empeñándose en que me quedara a trabajar en Venezuela. De inmediato la Universidad Central me incluyó en su profesorado con tres horas diarias y con el tiempo llegué a dictar cuatro materias: Historia de la Cultura, Historia de América en el período actual, Arte Contemporáneo y Composición Castellana con programas diferentes que elaboraba cada año. También edité por algunos años la revista Semestre Histórico y en 1970 tras veintiséis años de labores obtuve mi Jubilación.”
Mientras tanto su Manuela Sáenz seguía cosechando nuevas ediciones (quince hasta la presente fecha 1994) La crítica le había calificado de hermoso libro, el primero escrito sobre una mujer tan extraordinaria llamada no sin razón La Libertadora del Libertador y nuevos escritores se preocupaban de ella motivados por la lectura de la obra de Rumazo. En Quito le aplaudieron sin reticencias, pero no faltaron otros como Víctor Von Hagen, basados en habladurías como las de Boussingault, que la denostaban con páginas de rencor, hasta negar su fascinante personalidad, firmeza de carácter y servicios distinguidos a la causa de la independencia americana.
La década de los años cincuenta fue muy productiva pues cimentó su fama de biógrafo de personajes de la independencia con su “Bolívar” aparecido el 55 que ha visto diez ediciones y su “O’Leary, Edecán del Libertador “ en solo dos pues por seguir demasiado a este distinguido prócer inglés, descuidó el entorno histórico y se hace difícil la comprensión del tema. En cambió el Bolívar es un adendum, perfecto en cronología y por eso piensa el autor que es su obra más cuidadosa, pero nosotros creemos que hay una cierta inconsistencia entre la vida misma del personaje y las circunstancias de su momento. También es de esos años un ensayo largo sobre “Esencia del Periodismo”.
En los sesenta solamente dio a la luz dos ensayos, uno sobre Miranda el 61 y otro sobre el Doctor Schweitzer el 66, concediendo mayor importancia a su labor como catedrático. El 63 publicó “Sucre Gran Mariscal de Ayacucho” biografía hoy por la séptima edición. El 67 soportó los rigores del terremoto que asoló Caracas y con su esposa habitó varios días la villa del Embajador Antonio Parra Velasco hasta que pasó el peligro. Entonces se cambió a una quinta con todos los suyos.
El 70 se inició como profesor en la Universidad de Santa Maria para abrir los cursos de doctorado en Historia, que atendió incansablemente por cinco largos años. El 74 falleció su esposa del corazón y fue a vivir con su hija y yerno.
El 75 fue declarado Profesor honorario de la Universidad Simón Rodríguez de Caracas tras cumplir exitosamente con el encargo de prologar las Obras Completas de dicho célebre pensador y maestro de América.
El 77 editó “Hacia el ideal de Bolívar, la integración americana” como ensayo y “El Pensamiento educador de Simón Rodríguez” que a visto dos ediciones. Al mismo tiempo escribía dos columnas diarias para diferentes diarios, entre ellos “Ultimas Noticias”, “Rumbos”, “La Esfera” y colaboró hasta que cesó este periódico, “El Nacional” y “El Universal”. El 80 volvió con “Ideario de Simón Rodríguez” ensayo pedagógico y filosófico profundo, donde se llega a apreciar en toda su intensidad la gran altura de Rumazo, su estilo penetrante y la diversidad de sus ideas puestas al servicio de los más nobles ideales.
I son tantas las biografías, que forman la saga mayor de la independencia sudamericana. Rumazo se situó entre los primeros biógrafos del continente y sin ninguna duda entre los pocos historiadores serios de su hora que han alcanzado fama internacional y todo ello consultando solamente libros y periódicos.
Su serie puede ser considerada la obra artística de un gran narrador, maestro en el arte de contar historias grandes y pequeñas, de hombres y mujeres agigantados por la excelsitud de sus ideales, sus pasiones.
En 1982 falleció su yerno Gerardo Alzamora Vela, notable violinista ecuatoriano, en la Clínica de los hermanos Mayo de Baltimore y salió su biografía sobre “El General San Martín”, el 83 “Cinco ensayos de Libertadores”, el 84 un ensayo sobre Bolívar y Simón Rodríguez en París y en un momento de suprema duda escribió: Llevo dentro una gran tristeza, he terminado mi Miranda y ¿ya no escribiré más libros? Me ataja la vida, me ataja la edad. Cada uno de mis libros de biografía me ha tomado un lustro entero como mínimum. Mis trabajos en los últimos lapsos no han sido ensayos, poesía, novela o cuento, realizables en tiempo menor.
Mis biografías se plasman partiendo de la responsabilidad histórica; no hago en ellas novela porque novelar significa adulterar. Sin embargo, estudio hoy a Martí.
El 85 editó la biografía de “Miranda, protolíder de la independencia americana”. EL 90 “Ensayos pluriorganizados “ en dos volúmenes, el 93 su novela “Justicia, la mala palabra” y la biografía de “José Martí, libertador “ que preparaba con relativa urgencia pues quería festejar con él su feliz arribo a los noventa años de edad y recibió el homenaje nacional que le tributó Venezuela. El Presidente Carlos Andrés Pérez le otorgó el Cordón de la Orden del Libertador e hizo su elogio el Presidente de la Academia Venezolana de la Historia, indicando que la serie de sus biografías cuenta “entre lo más hermoso y bien logrado que se ha hecho en América.” Mientras en Quito su columna semanal en “El Comercio” estaba considerada la más importante del país.
Su hija Lupe era una de las ecuatorianas más cultas e instruidas de la hora presente, había publicado siete libros, siendo el último, un ensayo prologado por el célebre filósofo español Juan David García – Bacca. Sus tres nietos crecían y hoy ocupan excelente posición en Caracas, los dos primeros se han graduado de ingenieros y trabajan en empresas trasnacionales, el último estudia ciencias políticas en Francia, destacando por su talento poético.
Otra faceta de enorme importancia en su vida intelectual de esta época es la ardorosa defensa de Manuela Sáenz, no solo como personaje de gran valía histórica dada sus avanzadas ideas político sociales si no también como sujeto víctima del maltrato histórico.
El padre Jorge Villalba Freire, S. J. había expresado que Manuela Sáenz fue una buena cristiana hasta que encontró a Simón Bolívar y muerto el Libertador volvió a ser nuevamente una buena cristiana, confundiendo cándidamente al sexo con la religión.
Algunos escritores machistas por ejemplo el alemán Víctor Von Hagen que la presenta como una audaz e inmoral trepadora que utiliza el sexo para lograr el poder político. El venezolano Danzil Romero autor de una novelina pornográfica que describe los encuentros íntimos de Manuela y Bolívar sin escatimar detalles sexuales, así como de otros atrevidos falsificadores y forjadores de textos.
Entre otros Rumazo también refutó al comerciante ambateño radicado en Quito Carlos Alvarez Saa, quien decía haber adquirido los Diarios de Manuela Sáenz a varios comerciantes colombianos, quienes a su vez los rescataron en poder de las FAR.
Rumazo demostró hasta la saciedad que estos papeles (Diarios de Manuela Sáenz, el uno redactado en Quito en 1820 y el otro en Piura en 1840) dizque recobrados tras la muerte de Manuela Sáenz por su amigo el General de la Guerra en Paita y finalmente hallados en poder de la FAR como ya se ha dicho, contienen una serie de sorpresas que inducen a perplejidad pues están repletos de inconsistencias históricas y así lo expuso en un ensayo titulado “Exposición Manuela Sáenz” del 13 de Diciembre de 1991, refutando las afirmaciones manifestada durante un Simposium realizado en Junio de ese año en la Casa de Montalvo en Ambato.
El marasmo de mentiras que quisieron imponer sobre la heroica vida de Manuela Sáenz fue desbaratado por Rumazo, quien señaló con gran precisión la autenticidad de los Diarios y las inarbitrariedades de los libros publicados por el referido Alvarez Saa con la ayuda del alemán Heinz Dieterich y el periodista Rodrigo Molina Villacís bajo los títulos de “Manuela, sus Diarios perdidos y otros papeles” y “Patriota y amante de Usted.”
El 94 el Presidente Ramón J. Velásquez, historiador de Venezuela, ordenó que se publiquen las ocho biografías de Rumazo escritas en Venezuela con el título de “Grandes Biografías”. El tomo I contiene las de Bolívar, Manuela y Sucre, el II las de Miranda, Martí y O’Leary y el III las de San Martín y Simón Rodríguez.
En Octubre le visité en Caracas y me sorprendió su sonrisa fácil, la rapidez de sus movimientos a pesar de los noventa años cumplidos y su poderosa mentalidad. Tuvo la gentileza de mostrarme la biblioteca y el cuarto de trabajo; mis tomos del Diccionario Biográfico los tenía aparte en la mesa de la sala, gesto que valoré en toda su generosidad. Conversamos sobre muchos tópicos, me presentó a su hija y habló con orgullo y cariñosa emoción de los suyos. Estaba feliz y realizado. Me obsequió los tres tomos de sus biografías que recién había recibido de la imprenta y pidió que trajera al Ecuador los de su amigo el Dr. Felicísimo Rojas. Al despedirnos se mostró optimista y decidido en dar término a su trabajo sobre Andrés Bello, uno de los cinco grandes venezolanos de los tiempos de la independencia con Bolívar, Sucre, Miranda y Simón Rodríguez. Era un viejecito amable y risueño, maestro bondadoso que miraba desde lo alto de la fama a quienes estaban tras sus huellas. Fueron horas inolvidables las pasadas con él.
Nacido en el Ecuador, formado en Colombia y de talla internacional en Venezuela, Rumazo estaba considerado como el escritor ecuatoriano de mayor altura internacional. Su nombre y biografía constan en el Diccionario Enciclopédico Abreviado de Espasa – Calpe, en la Enciclopedia Uthea, en el Diccionario de Escritores españoles e hispanoamericanos de Federico Sáenz de Robles, en Veinte mil biografías breves, en el Dictionary of international biography de Londres, etc.
Su trato agradable y paternal, blanquísimo, de estatura baja, usaba lentes, calvicie pronunciada, vivía con su hija en su Quinta Chimborazo, en la Novena Transversal con Avenida Primera, barrio Altamira, Caracas.Estaba escribiendo la vida de Andrés Bello con la que cerraba el ciclo de su producción y como amaba la gloria y creía en ella, la concluyó. Su obra es un gran fresco de la epopeya independentista americana pues pensaba que la biografía es un género histórico válido, que toma como centro una vida grande y afecta a los hombres, a las sociedades, a las estructuras, a los hechos presentes y pasados, es decir, en el tiempo.
El 95 presentó sus ocho biografías en ceremonia realizada en el Palacio presidencial de Miraflores. Habló de la importancia del estudio del género epistolar, que es donde los personajes desnudan sus almas por eso sus biografías superan ese género literario, son un trabajo de relación entre historia y lenguaje y su interés está en lo vital profundo que lleva en sí.
Empero desde el 2000 comenzó su salud a decaer a ojos vista. Empezó a padecer de una pertinaz fibrosis pulmonar que derivó en dos neumonías que ameritaron hospitalización en terapia intensiva. Recuperado de la primera continuó trabajando. Al final tuvo una sepsis y una trombosis pulmonar lo acabó. Murió en Caracas el 27 de Junio del 2002 a la avanzada edad de noventa y nueve años, rodeado de los suyos y su sepelio reunió a la más encumbrada intelectualidad de la capital venezolana, tal su fama de gran escritor.
El 2011 su hija Lupe publicó en la Casa de la Cultura Ecuatoriana una recopilación de ensayos sobre la obra de su ilustre padre titulada “Los Marcapasos” en 526 páginas que apareció en la Colección Bicentenario.