RODRIGUEZ CASTELO HERNAN

ERUDITO POLIGRAFO.- Nació en Quito el 1 de Junio de 1933 y fueron sus padres legítimos Luis Humberto Rodríguez Dávila natural de Otavalo, profesor primario y Director de la escuela de varones Otavalo. En 1932 había pasado a Quito con su esposa María Esther Castelo Peñaherrera y fue profesor de Historia y Geografía en el Instituto Mejía y en el Central Técnico. Ella era ibarreña, había sido directora de la escuela Gabriela Mistral de Otavalo, en Quito siguió cursos de normalista y ocupó el Vicerectorado del Liceo Fernández – Madrid. Su biografía puede verse en la obra Maestra y Madre escrita por su hijo Hernán a raíz de su muerte y publicada en Quito el 2004.
El día que aprendió a leer solo, fue uno de los más felices de su vida, pues en el libro “Semillitas” y con el procedimiento silábico “entendí que C y A era CA, y S y A era SA, y CA más SA era CASA y así las restantes palabras de esas frases elementales que me trasmitieron unos primeros contenidos a través del código escrito. I entonces ese prodigio – para mí fue un prodigio y maravilla – me convirtió en lector. Sin más, ya nunca pude verme a mí mismo sino como lector”.
“Mis padres eran dos maestros y en mi casa habían libros por todas partes y ello era también un modo de decirme que el libro existía, que el libro contaba. Había tantos libros y faltaban otras tantas cosas que muchos tenían como indispensables para el buen vivir. I algo más, buena parte de esos libros estaban a mi alcance. Recuerdo por ejemplo una Ilíada en dibujos al estilo de las tiras sobre el que pasaba horas, pero en mi infancia jugué y soñé más que leí, pero muchos libros me ayudaron a soñar de modo más rico. La lectura siempre fue un espacio maravilloso en el que siempre me aguardaban disfrutes espléndidos.”
“Entonces era un niño lector solitario, de feroz independencia. Ni en la escuela ni en el Colegio nadie me dijo lo que debería leer” e inició la primaria en una escuela fiscal de Quito pero al siguiente año le negaron la matrícula por alborotador. Cambiado de escuela, un día por atrasarse le pusieron en fila para recibir palmeta y como no se dejó castigar tuvo problemas y también lo cambiaron. Del cuarto al sexto grado estudió en la escuela Espejo y obtuvo el Primer Premio en un concurso sobre González Suarez relevando sus méritos como escritor.
Escribía pequeños textos animado por su madre. El periódico La Voz del Pueblo realizó un concurso nacional sobre la vida de Mariana de Jesús en solo cien palabras y también lo ganó con un trabajo de síntesis que resultó magnífico. Estos primeros ensayos enorgullecieron a sus padres que se dieron cuenta que tenían un hijo especial.
Inició la secundaria en el Montúfar donde organizó una huelga pacífica de silencio absoluto, “exigiendo que nos tratasen como hombres”, la primera en la historia del Colegio. Al siguiente año le negaron la matrícula y pasó al San Gabriel donde comenzó a escribir en el periódico “Adelante” que aparecía con ilustraciones al xilograbado. Sus compañeros le apodaban “El Literato” pues se perfilaba el hombre de letras.
“Leía ya mucho y alguien me contó que en la Congregación Mariana tenían una biblioteca y prestaban libros pero para ello uno debía ser congregante… y acabé de aspirante a congregante y comencé a sacar libros y no sé por qué me dio por Hugo Wast. Me tragué un montón de novelas del argentino: 666, Juana Tabor, Flor de Durazno, Alegre, Desierto de Piedra y entonces cierta tarde, Federico Veintimilla, el bibliotecario, me dijo ¿Por qué lees tantas novelas de Hugo Wast? Me gustan, le respondí. Por qué no lees esto y me pasó mi primer Dickens: El grillo del hogar. Lo leí, lo leí en una noche. I descubrí a Dickens. A qué distancia estaba de Hugo Wast… Al día siguiente comencé Historia de Dos Ciudades.”
La escritora Zoila Ugarte de Landívar, muy viejecita y gran amiga de su madre, corregía sus redacciones y conversaba con él largas tardes como si fuera una persona mayor. Una mañana lo llevó al almuerzo de gala del Círculo de la Prensa y lo sentaron al lado del general Angel Isaac Chiriboga que presidía la mesa.
Vivía con su familia en la calle Portilla, eran felices, leía mucho y bien, entre dos y tres libros por semana, divirtiéndose con Emilio Salgari, Emilio Zola, Julio Verne. Los Rodríguez Castelo eran tres hermanos varones (Hernán el mayor, Edmundo, Rodolfo) y la menorcita mujer, llamada Ruby porque nació colorada.
Durante el cuarto año conoció al padre Misael Vásquez Dodero, S. J. y habiendo averiguado que sabía La Ilíada de memoria y en latín, aprendió los primeros versos y se los fue a recitar, causándole gran alegría. También amaba el cine y una tarde, mientras presenciaba desde la galería la proyección de la gran película italiana “Ladrón de bicicletas”, se cortó el rollo y encendieron las luces. Un señor dijo: Esta película es una porquería y para su sorpresa el joven de su lado comenzó a explicarle los valores del film. “En ese momento comprendí que sabía de cine y me dediqué a ver las grandes películas.”
Su primer diploma lo recibió a los diecisiete años al finalizar un curso de verano dictado por Alfredo Carrillo, al que asistió como oyente siendo aún colegial. Este fue su primer contacto con la Universidad Central del Ecuador que el 2012 le designó Doctor Honoris Causa.
En sexto curso se matriculó en la especialidad de Físico -Matemáticas como un reto a si mismo porque no le agradaban las matemáticas y aprobó con la máxima nota, obteniendo el bachillerato en esa especialidad. “Entonces comenzó la lucha con mi padre que no deseaba que fuera sacerdote y al fin triunfé. Entre el 51 y el 53 estudié Ascética y Mística en Cotocollao que por esos días era el mayor centro de estudios clásicos de los jesuitas en América latina, bajo la dirección del Padre Aurelio Espinosa Pólit, S. J. Allí me encontré con varias costumbres raras por anticuadas. Habían sacerdotes ancianos que jamás habían concurrido a un cine y nos estaba prohibido hacerlo a los seminaristas, por eso le encomendé a mi hermano menor Edmundo, que viera determinadas películas para que me las pudiera contar.”
Entre el 53 y el 56 realizó estudios de Literatura en el Instituto de Humanidades Clásicas y obtuvo la licenciatura con la tesis “El método de crítica y análisis literario (de la preelección) del padre Espinosa Pólit”, colaboró con la revista guayaquileña Catolicismo donde apareció su sainete “El decreto 2l – 29” en defensa de la educación confesional. El 30 de Diciembre del 56 estrenó con un grupo de aficionados su traducción y adaptación a la escena moderna del cuento “Canción de Navidad” de Charles Dickens, arreglado para teatro, editado en los Talleres Royal Print de Guayaquil.
Entre el 56 y el 59 asistió a la Facultad San Gregorio de Filosofía de la Universidad Católica de Quito, complementando su formación con eminentes maestros. Esta fue su segunda Licenciatura.
Entre el 59 y el 62 enseñó un trienio de literatura, redacción y filosofía, fue Inspector de varios cursos y dirigió la Academia Literaria del Colegio San Gabriel que él la volvió a fundar y ayudó a formar entre sus alumnos a escritores e intelectuales y recuerda a Patricio Quevedo, Vladimiro Rivas, Bruno Sáenz, Gonzalo Ortiz Crespo, Benjamín Ortiz Brennan, Federico Ponce, Francisco Proaño Arandy, Javier Ponce, etc.
Gonzalo Ortiz Crespo ha comentado de este período: Hernán logró inspirar a todos los que pasamos por el San Gabriel en esos años. Fue él quien descubrió a todos los que no lo habían hecho, el placer de la lectura. Quien nos inspiró a cuidar la corrección de nuestros escritos y a apuntar más alto, hacia la belleza de la escritura. Quien nos llevó al teatro, al cine, a los conciertos y nos hizo degustar, entender y apreciar y entusiasmarnos por las obras del espíritu humano. Fue quien armó funciones de teatro con obras suyas propias, con adaptaciones y traducciones, y luego que se inaugurara el cine comercial del Colegio, el que organizó cine foros, cursillos sobre cine y funciones especiales. Quien nos metió a publicar revistas, o nos preparó para los concursos escritos y orales del libro leído, que comenzaron en esa época por iniciativa del profesor Carlos Romo Dávila y no hubieran tenido el arranque resonante y triunfal que tuvieron si no hubiera sido por el apoyo de Hernán.
También inició un Diario emocional que continuó en forma esporádica hasta su publicación para el X Congreso de ex alumnos de la Compañía de Jesús en 1995, inicialmente le llamó “Neuma” que significa alma en griego, pero luego le cambió a “Diarios del San Gabriel 1959-1962” calificado de libro polisémico, testimonio personal, historia, sucesión de semblanzas, clima novelesco y también muestra de la acabada prosa que ya desde entonces, denotaba poseer el que sería el mayor erudito ecuatoriano de todos los tiempos.
En el San Gabriel hizo gala de otra de las venas de su polifacética personalidad, la del andinista. El Ruccu Pichincha era por entonces el desafío más frecuente de los jóvenes de Quito y Hernán llevó a sus alumnos varias veces a esa montaña. Con el padre Fabián Zurita, S. J. tenía la rivalidad de saber cual de los dos subía en el menor tiempo desde el San Gabriel a esa montaña y bajaba de regreso al Colegio. Era “los únicos locos que hacían esto” en alrededor de tres horas.
El mismo Ortiz Crespo indica que Hernán poseía una capacidad física y anímica envidiable, lo cual quedó demostrado cuando intentó rescatar a un alumno del Colegio que cayó durante una expedición particular al Antisana. En otra ocasión subió dos veces al Chimborazo para rescatar el cadáver de un andinista de la Escuela Politécnica Nacional.
Desde el 59 tuvo columna propia en el periódico de los jesuitas de Quito bajo el pseudónimo de “Tragicristiano”, escribió “Historia de cien años del Colegio San Gabriel” en 28 pags. y un texto de Filosofía Optativa en 132 pags que apareció mimeografiado para consumo de sus alumnos, que también fue usado durante varios años en otros Colegios.
Su afición al buen cine no había decaído con los años y para ayuda del grueso público en la Editorial La Unión sacó un Cursillo de Cine que se agotó casi enseguida pues era la primera ocasión que se trataba el tema.
Tantos trabajos e iniciativas en pro del alumnado del Colegio motivaron a sus superiores que decidieron enviarlo a Europa a fin de que estudiara teología en la famosa Universidad de Comillas, situada junto a la ciudad de Santander en el norte de España, considerada no sin razón uno de los mayores centros de enseñanza del mundo occidental, donde permaneció hasta el 65 ganando el bacalaureado en Teología.
Durante este período que Hernán aprovechó al máximo, logró conectarse con el mundo intelectual de España y escribió para las revistas “La Estafeta Literaria” y “Reseña” que ayudó a fundar, alineado en la nueva corriente a la que dio forma el Concilio Vaticano II. Fue presentado a Carlos Robles Piquer, Director del Instituto Nacional del Libro español, quien le solicitó su ayuda para tratar de liberalizar la cultura española, fuertemente influidas por la política dura de un franquismo agónico y postconciliar que no cedía posiciones ante las nuevas tendencias de occidente.
Con tal motivo – entre los años 62 y 64 – inició una campaña educativa a través de publicaciones de tanta importancia como “Sal Terrae”, “Educadores”, “Humanidades” y “Cuadernos Hispanoamericanos” y de su pluma aparecieron los siguientes títulos: 1) “Un niño quiere leer” en 44 pags. 2) “El Universitario que no sabía leer” en 48 pags. 3) “Carta a uno que no entendía” en 48 pags. 4) “Conversar con Jesús” en 32 pags. 5) “Bibliografía práctica de teatro para jóvenes” en 9 pags. 6) “Los hermanos Karamasov, 7) Un himno a la alegría” en 30 pags. 8) “La novela nueva llamada a juicio” en 11 pags. despertaron injustos recelos entre la jerarquía jesuita española, después continuó con 9) “Teatro ecuatoriano” en 39 págs. constituyó una rápida evocación del movimiento escénico en nuestro país, 10) Trescientas obras de literatura infantil y juvenil” en 23 pags. y 11) “Cómo tiene que ser el cine para niños” en 19 págs. libros que deben ser juzgados como obras de apertura hacia nuevos parámetros y formas de ser y pensar. También fue designado Jurado de Cine, viajó mucho y dictó cursos sobre estos temas.
Era feliz, considerado y leído, en el II Festival de Cine Infantil celebrado en Gijón fue uno de los Jurados del Premio Arquero de Oro, y el 64 con su cuento “Rumi Guagua, el niño de los andes” obtuvo uno de los Premios “Doncel” con ocasión del IX Congreso de la Organización Internacional del Libro Infantil celebrado en Madrid.
En Comillas escribió su novela para niños “Caperucito Azul” que contada a sus pequeños amigos, editó el 75 en Ediciones Paulinas de Bogotá y presentó en la Feria del Libro de Frankfurt del 76, va actualmente por la séptima edición; pero su situación personal en la Orden se volvía cada vez más difícil y al escribir un artículo titulado “Grandes libros buenos y malos y la edad juvenil” el 65 en la “Estafeta Literaria” opinando que no había razón para que un joven de quince años no leyera a Dostoievsky, le salieron al paso dos escritores jesuitas de la vieja escuela que le contradijeron por la prensa. ¿Prohibida la lectura de Dostoievsky a los jóvenes de quince años? ¡Qué locura¡ pero así iban de erradas las ideas en la España franquista.
El asunto se volvió polémico y hasta tormentoso por el revuelo que ocasionó y causa tan nimia sirvió para que algunos jesuitas ortodoxos le negaran la matrícula al siguiente año, a la par que la Orden no autorizó su sacerdocio en España y tuvo que optar por salir de la Compañía de Jesús y permanecer en España lo que se presentaba asaz dificultoso, o volver al Ecuador donde el panorama cultural era menos cerrado. Sin embargo encontró en Quito que su posición había despertado recelos y sin tomarle el examen final para su aceptación definitiva lo enviaron a Guayaquil, que es como decir al destierro dentro de la lógica de los jesuitas ecuatorianos, pues esta ciudad jamás les ha concedido la importancia y el poder que gozaban en la capital donde mandaban y eran gobierno hasta la llegada del Opus Dei justamente alrededor de esos años.
En tan adversas circunstancias con mucho empeño enseñó durante seis meses en el Colegio Javier pero comprendiendo que su situación personal en la Compañía de Jesús se había transformado en un problema, a principios del 66 solicitó su salida. Unos compañeros opinaron que eso estaba bien porque siempre había sido una pieza dislocada por su afán innovador. Otros dijeron que no, pues le consideraban un valioso dirigente estudiantil; pero fue el padre Marco Vinicio Rueda, S. J. quien dio la última palabra comentando que era una vergüenza que un jesuita joven y valioso tuviera que salir por querer trabajar dentro del espíritu de Loyola y que eso revelaba el grado de decadencia al que habían llegado en el Ecuador. En síntesis, perdieron a quien hubiera reemplazado exitosamente al sabio Aurelio Espinosa Pólit, pero la Patria ganó al más grande crítico artístico, cinematográfico y literario ecuatoriano de todos los tiempos, aparte de estilista, lingüista, gramático, periodista, bibliógrafo, biógrafo e historiador notabilísimo. I de no haber salido de la Compañía hubiera continuado entrampado en asuntos rutinarios y baladíes por pedagógicos y/o administrativos.
De esta época es su libro “Cristo mío” en 120 págs. explicativo de su proceso interior desde que llegó a jesuita en 1954 hasta su salida doce años después, época formativa y definitoria sin lugar a dudas, de manera que el país le debe a la Compañía de Jesús nada menos que a un Hernán Rodríguez Castelo. La oposición de su padre, su felicidad inicial, los estudios clásicos, la influencia del Concilio Vaticano II y su decisión y compromiso con las ideas de la nueva Iglesia de la Liberación.
Ya de seglar inició un vertiginoso ritmo de vida alternando ratos de bohemia con otros de obra seria y sustantiva. Carlos de la Torre Reyes le abrió las puertas de “El Tiempo” de Quito y el 1 de Junio del 66 inició una página cultural diaria que duró diez años, recogiendo el quehacer artístico, literario, científico, bibliográfico y cinematográfico del país. Esfuerzo múltiple que al principio realizó solo y después a medias con algunos colaboradores, en una hora en que casi no había actividad crítica su trabajo resultó especialmente importante. Algunos de estos textos de crítica se recogieron en 1970 en Cuenca en el libro “Señales del Sur” en 94 págs. En el mismo diario publicó una larga lista de entrevistas biográfico – críticas a figuras ecuatorianas que consideraba de talla latinoamericana, editadas tardíamente en el libro “Nuestros latinoamericanos vistos por sí mismo”, Banco Central, Quito, 1996.
El que apareciera una página diaria dedicada a la cultura era y sigue siendo aún una novedad en el periodismo nacional, acostumbrado a tener una sección cultural solo en el suplemento dominical. Mantenía dos columnas, una los sábados llamada Microensayos y otra que salía dos y luego tres veces a la semana denominada Idioma y Estilo, que luego apareció por mucho tiempo en Expreso de Guayaquil, siendo una lástima que sigan desperdigados esos artículos pues podrían formar varios interesantísimos volúmenes. En esta columna inició una larga trayectoria de lingüística no interrumpida hasta la presente. Inspirado en la revista española “La Codorniz” instituyó una Cárcel de Papel que ayudo sensiblemente a mejorar los niveles de uso del español en el Ecuador y para responder a una de las necesidades más sentidas en el medio publicó un “Tratado práctico de puntuación”, Editorial Santo Domingo, Quito, 1969. Con estos escritos “introdujo una época en el periodismo nacional.”
Apasionado por el cine fundó y dio cursos en 1967 en el Cine Club de la Crítica que funcionaba cada lunes y servía para discutir asuntos de moral y cine. Igualmente editó un pequeño manual “Cine Cursillo”, aparecido en la Editorial La Unión, Quito, sin año y con motivo del estreno del film sueco “El Silencio” escribió varios ensayos que dedicó a su director Ingmar Berman y su trilogía de filmes (Como en un Espejo, Luz de Invierno, El Silencio) que permitieron orientar el estreno del film en Quito, recibido casi con temor por el encogido medio cultural capitalino en la década de los años setenta.
También dictaba clases de Literatura en los Colegios América y San Gabriel pues como siempre fue generoso y manso de corazón siguió manteniendo excelentes relaciones con la Compañía de Jesús al punto que el 84 editó en el No. 81 de la Biblioteca Ayacucho del gobierno de Venezuela un estudio en 312 págs. sobre el período jesuítico (siglo XVII) denominado “Letras de la Audiencia de Quito,” ensayo único en su género, aumento a su historia de la literatura editada en 1980 por el Banco Central del Ecuador.
El mismo año 1966, a la caída de la Junta Militar de Gobierno promovió con varios intelectuales la revolución cultural para devolver la autonomía perdida a dicha institución. Fue uno de los que se tomaron el edificio el 25 de Agosto de ese año y el movimiento dio inicio a una profunda reestructuración que la democratizó y tornó más operativa. Elegido nuevo Presidente Benjamín Carrión, colaboró con él en varias iniciativas y tareas y publicó “Revolución cultural” crónica y análisis de tan decisivo acontecimiento, CCE, 95 págs. Quito, 1968, calificada de ensayo polémico porque fundamentaba los lineamientos principales del movimiento que acababa de triunfar, un poco parricida por cierto, pero necesario para el ajuste con la realidad. Esta obra lo situó entre los más importantes culturólogos de Latinoamérica.
La CCE inició una serie de publicaciones. El libro de teatro de la primera serie, CCE, Quito, 1967, recogió tres piezas de su autoría en 171 págs. “El pobre hombrecillo”, “La Fiesta” y “El Hijo” de ésta última opinó Ricardo Descalzi que es una obra profundamente humana, que desgarra y expone al hombre solo, deambulando en medio del caos, piezas donde se siente un contenido revolucionario de tipo cristiano. También había escrito para teatro “El Principito” adaptación del libro de su nombre, “La conquista del reino” y “Feliz día señor San José”.
En 1967 contrajo matrimonio con Pía Cabrera Velásquez, riobambeña, quien había sido una de sus alumnas en las aulas universitarias, hogar estable y tres hijos: Sigrid, Cristian y Selma. El 68 integró la Comisión que elaboró la nueva Ley de Cultura, apareció en la CCE el 69 un “Cursillo elementalísimo de Cine” en 40 págs. y “El Tratado práctico de puntuación” en 273 págs. que vio una segunda edición al año siguiente.
En Junio del 70 España le confirió la Encomienda de la Orden del Mérito Civil y fue incluido en el Repertorio de Hispanistas que se preparaba. El gobierno alemán le invitó a una gira por varias ciudades y en la Casa de Beethoven realizó solemne entrega de la séptima Sinfonía compuesta por el Maestro Luís Humberto Salgado – que acababa de fallecer en Quito – en homenaje al segundo centenario del natalicio del genio de Bonn, “como aporte del Ecuador a quien se había expresado en un lenguaje universal que acerca a los pueblos.” El 10 de Febrero del 71 la Academia Ecuatoriana de la Lengua le incorporó a su seno con el discurso “La Historia del Reino de Quito, obra maestra de narrativa.”
Para entonces se había comprometido con la Editorial Ariel de Guayaquil a seleccionar las obras y a escribir los prólogos de los cien tomos de la colección Biblioteca de Autores Ecuatorianos de Clásicos Ariel a razón de mil quinientos sucres cada prólogo, aparte de ciertos derechos que se estimaron en la cantidad de diez centavos por ejemplar que se vendiera después de los diez mil.
Para cumplir con esta formidable tarea de investigación y crítica que abarcó más de dos mil páginas de material, trabajó intensamente desde el 69 hasta el 72 en las bibliotecas del país, especialmente en la de Carlos Manuel Larrea, “el hombre más generoso del mundo” y desde Marzo del 71 fueron apareciendo los cien volúmenes, primero en la sierra y luego en la costa, a razón de uno por semana, tímidamente al principio y luego en forma triunfal, pues el país entero comprendió que se trataba del esfuerzo editorial más importante del siglo. Se aceptaron sin discusión los textos que había seleccionado como los mejores y la crítica que hacía de ellos. Los datos biográficos de los autores. Igualmente se aplaudió el método generacional empleado con tanto éxito y se reconoció su magisterio, que no decayó hasta la fecha de su fallecimiento.
“El volumen UNO contiene el primero de los dos tomos de la Historia Antigua del padre Juan de Velasco y el volumen DOS los cuentos escogidos de José de la Cuadra. Cabe relievar que la Historia Antigua hasta ese momento solo había estado al alcance de especialistas y bibliógrafos y salía a un precio bajísimo de cinco sucres cada uno y en tiraje de dieciséis mil ejemplares. La prensa anunció que se había llegado a un record en la venta de libros de literatos ecuatorianos que superaba a gran distancia a cualquier otra cifra que se hubiera registrado hasta ese momento, pues libros tan serios solían imprimirse en ediciones de solo quinientos ejemplares o poco más y tardaban muchísimo en venderse.
Uds. han llevado la cultura al pueblo dijo el entonces Presidente Velasco Ibarra al recibir los primeros ejemplares de “Clásicos Ariel” y Benjamín Carrión saludó la empresa como la aventura editorial más grande de nuestra historia. Los volúmenes siguieron apareciendo cada semana en tirajes nunca alcanzados en el Ecuador de manera que se iba completando la colección de los libros más importantes de la novela, cuento, teatro, lírica, historia y cultura del Ecuador de todos los tiempos. La publicación se interrumpió brevemente por un gran incendio que consumió la planta editora situada en Guayaquil y hubo que buscar nuevo editor, pero la planta se rehízo y los Clásicos Ariel arribaron al número cien. El país reconoció lo trascendental del aporte a la cultura nacional. La Comisión Internacional del Año del Libro concedió a Ariel su más alta Presea y el Ministerio de Educación se sumó a ese reconocimiento con la Medalla de la Orden al Mérito Educacional el 14 de Julio de 1973.
Había nacido el gran crítico, docto investigador histórico y literario que hablaba lenguas vivas, latín y leía griego. De allí en adelante fue buscado por las Universidades para dictar cursos y seminarios y por instituciones especializadas como la CIDAP (Seminario de Cuenca en 1980) la UNESCO (París en Mayo de 1983) los gobiernos del Ecuador (Quito en 1970 y el 80) y Venezuela ( Caracas en 1981) las Naciones Unidas un mes en Bolivia (Noviembre de 1979) llamado por el Instituto boliviano de Cultura para la reformulación de la política cultural de esa institución, período que aprovechó para escribir en los periódicos de La Paz numerosos artículos de crítica sobre artistas bolivianos, a la vez que dando a conocer a autores ecuatorianos.
El número cien de la Colección Ariel lo había dedicado a la Literatura Ecuatoriana a petición del Editor, pero habiendo iniciado la tarea se encontró con la existencia de grandes vacíos y decidió emprender otra aventura literaria, escribir la gran historia de la literatura ecuatoriana pues su amigo Augusto Arias se lo había solicitado en varias ocasiones, manifestándole que era el único literato ecuatoriano capacitado para emprender un trabajo tan acervo y de tanta responsabilidad, pero comprendiendo la vastedad de la tarea solo pudo tratar en dicho tomo cien de Ariel sobre la literatura precolombina, la del siglo XVI y la primera parte del XVII, todo en 170 págs.
I le dedicaría muchos años de su vida a complementar la tarea emprendida que por su enormidad y dificultades inherentes, representaba una empresa gigantesca y al mismo tiempo minuciosa, antes jamás avizorada en el país, ni siquiera por autores tan doctos como Isaac J. Barrera, cuya Historia de la Literatura Ecuatoriana no pasa de ser una más que una valiosa aunque no completa síntesis, ni por organismos estatales como el Ministerio de Educación o por entes oficiales como la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y así fue como se propuso continuar trabajando con enorme rigor científico, gran amplitud y erudición, en bello estilo, la “Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana” como se lo había propuesto, sacrificando tiempo y dinero, sin ayuda de nadie, contra viento y marea, renunciando a los placeres de una intensa vida familiar que le era tan grata.
En 1980 apareció la Literatura en la Audiencia de Quito – siglo XVII” en un tomo de 583 págs, Banco Central, Quito con autores y obras totalmente desconocidos que causó sensación en los medios cultos y eruditos del continente. El 2002 en dos tomos de 1592 págs. la “Literatura en la Audiencia de Quito – siglo XVIII – editorial de la CCE Núcleo del Tungurahua, en dos tomos de 1.600 págs. corridas, escrita con brillantez ensayística, la obra devuelve al país la grandeza de su siglo XVIII fue recibida como aporte fundamental para el conocimiento del pasado nacional y mereció el Premio José Mejía de la Municipalidad de Quito al Mejor Libro del Año. El 80 adelantó una síntesis de lo que sería la cuarta parte de su obra magna con “Literatura ecuatoriana 1830-1980”, Instituto Otavaleño de Antropología, Otavalo, Imbabura, con juicios críticos, rigurosos y certeros.
El 2014 finalmente aparecerían los cinco volúmenes del período 1.830-1860 en 3.183 págs. corridas que corresponde a la independencia, al tiempo fundacional de la República y su primera época, con ensayos largos y crítica. A estos hay que sumar el volumen 112 publicado en 1984 en la Colección Ayacucho de Venezuela, con el período jesuítico, en 312 págs. como ya se dijo.
Sobre esta obra magna, clásica y sin antecedente, pensada y escrita desde 1973 como su autor lo declaró, es necesario considerar que se desliza sobre grandes vertientes: 1) La Lingüística, no solo como ciencia del pasado sino también como una visión contemporánea y por ello la Academia Ecuatoriana de la Lengua lo llevó a su seno en 1971 y el diario “Hoy” publicó la columna “Hoy en el idioma”. 2) La Crítica, tanto artística como literaria, 3) La literatura infantil que siempre fue su tema más querido y 4) La Comunicación a través del periodismo formativo.
Su “Tratado práctico de la puntuación” le abrió las puertas para editar 1) “El español actual, enemigos, retos y política” en 1975, 2) “El Hermano Miguel lingüista” en 1978, 3) “Cómo nació el Castellano” en 1979, 4) “Léxico sexual ecuatoriano y latinoamericano” ese mismo año, 5) “Habla y estilo de Bolívar” en 1981, 6) “Manual de ortografía” el 86, 7) “Redacción Periodística” editado por CIESPAL con difusión continental, 8) “Cómo escribir bien” de la Editora Nacional en 1994.
Al cumplirse en 1974 dos siglos de la muerte de Legarda, el gran escultor de la escuela quiteña, le dedicó una pieza titulada “El señor don Bernardo Legarda” concebida como auto sacramental contemporáneo, que se representó frente a la Iglesia y convento de San Francisco bajo la dirección de Sixto Salguero. La prensa anunció que era el primer intento de un teatro de masas al aire libre, destacando la complejidad del montaje, cuyo único antecedente podría encontrarse en las representaciones de las tragedias griegas por parte del padre Aurelio Espinosa Pólit al interior de los patios del Colegio San Gabriel, como su “Edipo Rey” de 1935, con música coral de Belisario Peña Ponce e intervención masiva de la muchedumbre y el coro.
Ese año fue ascendido a miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y el 23 de Enero del 75 pronunció el Discurso de Orden reglamentario “El gran fresco occidental y americano del siglo, como introducción a la Literatura quiteña del siglo XVIII” siendo el miembro de Número más joven en la historia de esa Academia. Patricio Quevedo Terán destacó el hecho: Hernán no continúa camino alguno que se abriera previamente, al contrario, está en la cabecera de múltiples perspectivas nuevas. En Mayo la Academia le condecoró a través de un Diploma de Honor entregado solemnemente al diario “El Tiempo” por preservar y enriquecer la lengua común de la hispanidad, a través de una columna semanal especializada en su página editorial, habiéndola confiado a persona de reconocida probidad intelectual y competencia periodística, y presentó público reconocimiento a quien mantenía esa columna.
A los pocos meses asistió al Coloquio sobre la lengua española en el mundo contemporáneo organizado por la Academia Mexicana en su primer centenario, con la ponencia “El español actual, retos y políticas” reproducido en el Boletín de la AEL y el académico Vicente Zamora solicitó que se presente esa ponencia en el próximo Congreso de Academias “pues todo lo que dice el señor Rodríguez Castelo es importantísimo.”
Su Guía de lecturas por edades, cuyo listado entregó en España a la revista “Educadores,” cobró nueva actualidad ese mismo año 74 al salir en Bogotá con el nombre de “Grandes Libros para todos”, Ediciones Paulinas. Las setecientas obras de narrativa – ya no solamente enumeradas sino también comentadas y divididas en siete niveles según las edades de los posibles lectores, fue calificada de utilísima y en 1980 conoció una nueva edición, esta vez boliviana, con una sección de literatura sobre ese país, en la Biblioteca Popular Boliviana de última hora, La Paz.
El propio Hernán ha calificado certeramente a éste época como de intensa actividad y trabajos, dando cursos universitarios de ciclo doctoral, conferencias como la del centenario de Thomas Mann en la CCE, asistencia a congresos y soliloquios como el Latinoamericano de Literatura en Frankfurt, participación en jurados de literatura y pintura, distinciones y premios y por supuesto los pequeños ensayos de su columna semanal “Microensayo” que considera lo más destacable.
El 75 apareció su segundo libro de literatura infantil para niños titulado “La historia del fantasmita de las gafas verdes” con prólogo de Benjamín Carrión, calificado de obra maestra del relato infantil, magnífico, sugestivo, delicioso, lleno de episodios de clara poesía, considerado un clásico de la literatura infantil del continente americano, que presentó junto a otras obras suyas en la Feria del Libro de Frankfurt el 76.
El 77 en cambio, en el VII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua reunido en Santiago de Chile, presentó dos ponencias: Una sobre la necesidad de una política de las Academias frente a los grandes retos que plantea el español al mundo contemporáneo y otra sobre la necesidad de unificar la terminología lingüística en el mundo hispánico. El 79 celebró el milenario del nacimiento de la lengua castellana con su libro “Cómo nació el castellano” en la editorial Publitécnica, Quito como número 2 de una “Serie de Divulgación Cultural” de su autoría, cuyo primer número estuvo dedicado al Hermano Miguel lingüista, el 3 a Benjamín Carrión, el hombre y el escritor y el 4 “Diez años de Cultura en el Ecuador 1969-1979” período que como escritor para “El Tiempo” lo había seguido día a día, dando noticias y haciendo crítica, recogido en una estupenda panorámica.
El 79 la CCE núcleo del Guayas editó un tomo de sus cuentos con el nombre de uno de ellos “El Grillito del trigal”, estimado por Luís Campos Martínez como el mejor cuento para niños que se ha escrito en el Ecuador. Más tarde fue llevado al teatro. Su autor ha manifestado que lo escribió en sus años mozos pasados como estudiante en la U. de Comillas. Ese año, por cumplirse el primer milenio de la lengua sacó su obra “Como nació el Castellano” en Publitécnica, Quito.
Varios Congresos y Academias habían notado la falta que hacía un estudio de las palabras de connotación sexual usadas en el español actual y animado por dos académicos peruanos amigos sacó el 79 su “Léxico sexual ecuatoriano y latinoamericano”, Quito, obra extensa y rigurosa, que calificada al año siguiente por el Almanaque Ecuatoriano resultó ser el Libro del Año. También apareció por entonces “Quito, Patrimonio de la Humanidad”.
El 80 el Círculo de Lectores publicó en Quito y en Bogotá su antología “Lírica Ecuatoriana Contemporánea” en dos tomos de 729 páginas corridas y 15.000 ejemplares las dos ediciones, que se agotaron enseguida, con críticas y pequeñas antologías en un poco más de un centenar de poetas. Libro considerado el primero en su género y único en el país. A los poetas mayores el estudio discurre de obra en obra y de etapa en etapa, estudiando sus lenguajes, su evolución, y fue presentado en mesas redondas en las principales ciudades del país, causando la natural conmoción que esta clase de libros provoca entre los autores mencionados.
Ese año para celebrar el día del idioma entregó un libro bello y al mismo tiempo sumamente curioso titulado “Por los caminos del Quijote,” Quito, Publitécnica, que refiere el diálogo del narrador americano buen conocedor de la novela y un joven español de quince años que apenas ha dado sus primeros pasos por las páginas del Quijote y para quien todo resulta nuevo, al que cuenta las largas caminatas del personaje cervantino.
El 82 visitó nuevamente Alemania y no pudo entrevistar al escritor Heinrich Bolh porque le dijeron que el autor estaba en la Selva Negra, donde tenía una casa y allá no veía a nadie. Entonces supo que ese era su camino y de regreso al Ecuador dejó su residencia en la Mariscal y adquirió una quinta en la comuna indígena de San Juan Bautista de Angamarca, aunque luego se cambió al pueblo de Alangasí en valle de los Chillos con los suyos, compartiendo la tranquilidad que brinda el campo. “Rompí toda dependencia laboral, alquilé mi vivienda en el centro de Quito y su arriendo sirvió par cubrir gastos. Nunca más dicté clases, acabaron los horarios, comencé mi liberación disponiendo de todo mi tiempo como Bolh”.
Crítico literario, poético y artístico tan certero (su tercera vertiente) escribía no para halagar ni como forma fácil de escalar posiciones sino como cientista total, por eso no acostumbraba obsequiar adjetivos ni se dejaba llevar por sentimentalismos. En “El Tiempo” mantuvo por diez años su columna “El libro de la semana” y en “Expreso” la titulada “De libros y gentes” con artículos profundos que en ocasiones hasta ocasionaron resquemores pues es bien conocido por todos que los buenos críticos, por decir siempre verdades corren el peligro de hacer enemistades.
Dentro del arte ha escrito más de cien monografías con biografías y críticas, que aparecieron mensualmente con hermosas reproducciones a colores en la portada y páginas centrales de la revista Diner´s sobre pintores y escultores contemporáneos. La revista decidió reunir dichos trabajos en un libro pero cometió el error de encargar la labor a una persona que suprimió las biografías mutilando el trabajo de Hernán, a quien ni siquiera mencionó. Yo adquirí el libro y me sentí indignado y encima estafado.
El 81, para el bicentenario del nacimiento de Andrés Bello, como delegado ecuatoriano presentó en el Congreso Internacional reunido en Panamá un libro de 350 págs. que se convertiría en obra clave para la inteligencia de la literatura infantil en América, bajo el nombre de “Claves y secretos de la literatura infantil y juvenil” – poética, estética, retórica, ética – publicado por el Instituto Otavaleño de Cultura ese año. La obra manifiesta que los niños e infantes no pueden ser manipulados ni domesticados, deben ser humanos, críticos, libres y rebeldes, en un clima de enorme apertura, de esperanza, de alegría.
Nuevas publicaciones infantiles como “Tontoburro” 1983, El Conejo, la segunda edición es de Talleres Heredia en 1987, saldrían en esta misma línea, parábola sobre la búsqueda mesiánica de la humanidad a través de la historia. El personaje es un niñito llamado Juan y su camello, que recorren diversos caminos y enfrentan el odio, la violencia, pero también la ternura y solidaridad de los hombres. Numerosos obstáculos y peripecias encuentran y al final parece que la tierra toda se volcara a la alegría pues cuando Tontoburro llega es como si el sol saliera con todo su esplendor, es decir, se inicia otra etapa para la humanidad.
El 83 se fundó en Guayaquil el diario Meridiano que le contrató para la publicación de un suplemento infantil semanal, revista tabloide a todo color y de generoso tiraje y pasó del medio centenar de números, presentó los cuentos infantiles más hermosos del mundo y hasta una pequeña novela suya, por entregas “Memorias de Gris, el gato sin amo” editada como libro en 1987 y hasta unos pequeños capítulos a modo de cuentecitos escribió “Bolívar” biografía sucinta contada para niños.
El 84 contó para los niños en “Meridiano” la vida de Juan Pablo II bajo el título de “Wojtyla” y “El Hermano Miguel, una vida ejemplar”. El 85, con motivo de la visita del Papa al Ecuador se organizó una gran muestra de arte sacro contemporáneo en el Ecuador, apareció su ensayo sobre lo sacro contemporáneo, el arte sacro y el arte sacro ecuatoriano, apareció en Cromos, Guayaquil, 1985.
Ese año el Círculo de Lectores, le tenía entre sus asesores más importantes y le solicitó dirigir una pequeña colección “Joyas de la literatura ecuatoriana”, en uno de cuyos volúmenes apareció su crítica y antología de la poesía ecuatoriana, Bogotá, 1985, además prologó algunos de los tomos.
Estaba considerado un crítico internacional. El 82 había participado en el II Festival de las Culturas celebrado en Berlín, el 83 en el Coloquio Internacional sobre Literatura y Pensamiento en América Latina y el Caribe, en París; en la Unesco dictó un Conferencia sobre el Arte Ecuatoriano Contemporáneo, el 85. Asistió en Madrid al Congreso de Academias de la Lengua, en Junio del 89 fue Jurado de Pintura de la Bienal de Cuenca, dirigió la creación de la red de bibliotecas populares del Sistema Nacional del Ecuador, seleccionando los libros, el proyecto aspiró a la creación de cuatrocientas bibliotecas en las principales ciudades del país. Otro de sus empeños de importancia han sido las Guías de lectura iniciadas en España.
El 88 apareció en el Banco Central, Quito, dos grandes tomos titulados “El Camino del lector, Guía de lectura, 2.600 libros de narrativa. Catálogo selectivo, crítico y comentado de lecturas de placer y diversión. Por niveles de edad desde los pasos del lector hasta la madurez del lector juvenil (6 a 18 años) según categorías literarias y psicológicas”, en 974 págs.” obra verdaderamente monumental está reconocida como la guía de lecturas de carácter recreativo más completa que se haya hecho en el Ecuador, una verdadera panorámica de la literatura universal, solo que con este original y pedagógico ordenamiento.
Desvinculado de toda universidad o colegio, se multiplicaba en cursos de redacción periodística en varias ciudades y para guía de ellos sacó en el Centro Internacional de Periodismo para América Latina CIESPAL un “Tratado práctico de redacción periodística,” Quito, 1988, convertido en texto de Universidades e indispensable auxiliar de comunicadores para Ecuador y América Latina y “Puntuación” en el Instituto de Altos Estudios Nacionales. En la primera de estas instituciones fue designado Profesor Invitado,
También fue autor de prólogos: 1) “Kingman” 2) “El siglo XX en las artes visuales en el Ecuador” que editó el Banco Central, Guayaquil y “Agenda de arte” con textos cortos y doce ensayos sobre artistas ecuatorianos, en La Manzana Verde, 1989.
En cuanto al periodismo crítico en esa década, de los años setenta al noventa, fueron famosas sus entrevistas a personajes de nuestro arte y cultura a través de su columna en El Tiempo, titulada “Por si mismo”.
Otra vertiente suya ha sido la literatura infantil tan abandonada entre nosotros. En “Meridiano” de Guayaquil dirigió la revista infantil “Caperucito Azul” como ya se anotó y antes y después ha dado a la publicidad cuentos tan variados y tan lindos como los ya tratados y otros como “El hada buena de las tildes”, “El aprendiz de Mago” y “El cuento de la vida de Andersen” También fue autor de “Grandes libros para todos” en dos ediciones. El 93 la Editorial Susaeta, Medellín, Colombia, le publicó “Historia del niño que era Rey y quería casarse con la niña que no era reina”. El 96, Libresa, Quito, sacó “La maravillosa historia del cerdito y otras no menos maravillosas historias”. El 2004 la Editorial Ramandi, Quito, “El aprendiz de mago y el Reino de los poderes” que trasmuta la árida ortografía de tildes en juego y magia. El 2007 salió “El libro del Ilaló” CCE, Quito, recreación del maravilloso mundo de la naturaleza que rodea el hermoso pueblo de los Andes donde vive. A los más pequeñitos les ha entregado “Historias de Dorado y Sebastián” El 97 celebró el tercer centenario del nacimiento de Perrault, tradujo sus cuentos y los introdujo con larga presentación en “Sus Cuentos y su tiempo, Charles Perrault”, Libresa, Quito. El 2007 colaboró en la Campaña Nacional promovida por el gobierno para el libro y la lectura traduciendo cuatro de sus cuentos preferidos: “El Gato con botas”, “Hansel y Gretel”, “La bella y la bestia” y “El Príncipe feliz”.
El 90 ingresó a la Academia Nacional de la Historia y pronunció su discurso sobre “La Literatura, iluminación profunda de la historia” y para conmemorar el quinto centenario de la aparición de la primera Gramática del idioma español editó el 92 dio a la luz “La Gramática Castellana de Antonio de Nebrija” en 239 págs. Corporación Editora Nacional, Quito y “Gramática elemental del español” en 165 págs. y a instancia de la CCE, editó el “Diccionario crítico de artistas del Ecuador del siglo XX” recogiendo a 449 artistas, obra que se agotó enseguida. Por ello el 2007 volvió a sacarlo, en dos mil ejemplares, como el Nuevo Diccionario, notablemente corregido y aumentado a 679 artistas en 800 págs. considerado una enorme asamblea de arte ecuatoriano, aporte sustancial a la nacionalidad, con muchísimos artistas que si no fueran por este Diccionario, serían desconocidos. Es pues, una obra de justicia que los rescata porque las Galerías de arte que antes los promocionaba han desaparecido debido a la crisis económica iniciada el 2000 con el congelamiento bancario y la sucretización al cambio altísimo de veinte y cinco mil sucres por dólar.
De 1992 es “Quito para Ud.” del 93 es su “Panorama del Arte”, Biblioteca Ecuatoriana de la Familia, Quito, que presenta de modo asequible a amplios públicos el arte ecuatoriano desde la prehistoria hasta el presente y “Los cuatro mosqueteros: Iza, Jácome, Román y Unda”, Exedra. En el 94 sacó “Cómo escribir bien” y una reseña sobre “El Salón de Pintura Luis A. Martínez, 25 años” El 95 “Historia de dos vecinos” la televisión y el Grupo Imprenta Mariscal. El 96 “Primicias de la Cultura de Quito de Eugenio Espejo, versión en español moderno y ensayo preliminar El Espejo de Primicias de la Cultura de Quito, entre las págs. 9 y 165, bajo el auspicio del Colegio de Periodistas del Pichincha.
El 2003 recibió el Premio Aurelio Espinosa Pólit otorgado por el Concejo Metropolitano de la Municipalidad de Quito para “distinguir una trayectoria de ensayista, lingüista, crítico literario y de arte, personaje que reúne todas las características del humanista clásico”.
Del 2008 es “El gran libro del desnudo en la pintura ecuatoriana del siglo XX”, Ecuasanitas, Quito y sendos estudios introductorios para los libros homenajes de los pintores Eduardo Tejada y Oswaldo Viteri. El 2009 ingresó a la Academia de Historia Militar del Ecuador.
El 2012 había aceptado la cátedra de periodismo en la Universidad Central del Ecuador, que en reciprocidad le concedió a éste autor de ciento doce libros, por unanimidad de votos de los miembros del Consejo Superior Académico, el Doctorado Honoris Causa, honor altísimo que pocas veces se ha dado. La capa y la muceta le fue impuesta el Jueves 26 de Julio en solemnísimo acto, al que asistió lo más granado de la intelectualidad quiteña y se adhirió la del resto del país. Este doctorado se lo había ganado por toda una vida de esfuerzo permanente en pro de la cultura de su Patria, especialmente por su tercera vertiente, la del investigador docto y erudito en materia de literatura e historia nacional así como sapiente crítico de arte ecuatoriano, el mayor de la contemporaneidad.
I comenzó a editar los capítulos de su Historia de la Literatura que iban saliendo de su pluma, en cada caso agotaba las noticias sobre los personajes. Mejía, Olmedo, Rocafuerte, Moncayo, Malo, Ceballos, Manuela Sáenz, Aguirre Abad, etc. mientras el país seguía con asombro esta carrera contra el tiempo y las circunstancias pues no renunciaba a ciertos compromisos que demanda la vida intelectual vivida a plenitud.
Había pasado la época en que hacía periodismo cultural una vez a la semana en Teleamazonas dentro del programa de Diego Oquendo; pero dictaba cursos y trataba de no desviar su atención de lo que le interesaba. Se levantaba tarde, sabía en lo que trabajaría, nadaba en una pequeña piscina, trabajaba la huerta en contacto con la naturaleza, revisaba su página web con la práctica periodística, escribía hasta las madrugadas.
El 2013 varios miembros de Número de la Academia Nacional de Historia le solicitaron para ocupar la presidencia de la institución. El día de la elección del nuevo directorio, quien dirigía la sesión se negó a dar lectura a dos votos que mantenía en su poder enviados por mail desde Guayaquil y que hubieran dado el triunfo a Hernán, quien se vio forzado por dignidad a abandonar tan escandalosa reunión, seguido de numerosos partidarios entre ellos el secretario, de suerte que la sesión finalizó sin quórum y sin acta; pero al día siguiente el candidato contrario tuvo la audacia de presentarse en el edificio de la Academia muy de mañana y alegando ser el triunfador ingresó al interior y se colocó un candado en la entrada confeccionando un acta sin la firma del secretario de la sesión Lic. Francisco Salazar Alvarado.
El asunto trajo cola tratándose de una institución centenaria y respetable donde jamás se había producido caso semejante, que por triste y vergonzoso no debió haber sucedido nunca, pero como se hizo gala de contar con el apoyo oficial, del vergonzaso y corrupto correato, el susodicho continúa en funciones.
Hernán escribió un extenso y exacto ensayo en brillante estilo y de casi cien páginas, de lo acontecido en aquella deplorable reunión, guardando el original y repartiendo varias copias a sus amigos y/o académicos. Una reposa en mi biblioteca y a ella me remito.
El 2014 aparecieron los cinco volúmenes anunciados de su Historia de la Literatura Ecuatoriana” más el tomo correspondiente a la biografía de Gabriel García Moreno en 1.002 págs. “nacida dentro de la gran empresa en que me encuentro empeñado”.
Los lanzamientos de Quito y Guayaquil se convirtieron en actos culturales de primera importancia y no podía ser de otra forma dada la fama alcanzada por el autor, considerado el maestro de maestros ecuatorianos, tanto en el país como en el exterior, donde era miembro de las Academias española, estadounidense y paraguaya de la Lengua, de la española de la Historia, de la Sociedad Internacional de Críticos de Arte AICA. etc. etc.
Su García Moreno, basado principalmente en la lectura de sus Cartas, sigue en buen estilo la idea expuesta por el Profesor Peter Henderson en su Gabriel García Moreno, versión en castellano, Quito, 2010, acerca de la formación de un Estado conservador en los Andes “para traer progreso y civilización al país,” sin mencionar su tiranía y la larga cauda de crímenes, persecusiones y abusos, lo cual, a criterio del profesor norteamericano, es asunto secundario.
Casi enseguida apareció el García Moreno según sus cartas basado en la hermeneutica de ellas.
Bondadoso con propios y extraños, maestro de maestros, abuelo de cuatro nietos, gustaba repetir con sentido estético: “En mi casa hay un clima crítico, nunca se cuelga en la pared una obra de arte sino es una obra excelente,” normal en todo, disfrutaba sanamente de las delicias de la vida en familia sin dejar a un lado ciertas costumbres adquiridas en su juventud pues a pesar de sus ochenta y cuatro años de edad los lunes tenía por costumbre practicar el andinismo, subir a la cumbre y almorzar en la Cruz del Ilaló. Cosa más rara en un anciano – aunque siempre representó muchísimos menos años de los que en realidad tenía – estoy seguro que pensarían sus vecinos, pues la cuesta es elevada, tiene sus grietas y precipicios. La aventura duraba un poco más de tres horas. Como no sabía si le alcanzaría el tiempo para dar algo más de sí continuaba escribiendo la Historia de la Literatura Ecuatoriana con la misma vitalidad de siempre al tiempo que seguía al día en todo lo que era la literatura contemporánea. Tantos trabajos finalmente agotaron su corazón y falleció la tarde del lunes 20 de Febrero del 2017 después de almorzar frugalmente como era su costumbre, sentado en su sillón sin dolores ni agonía, creo que ni siquiera sintió la muerte.
En la madrugada siguiente – 21 de Febrero del 2017 – fue anunciado el deceso por su hija Sigrid. El país se conmovió, las instituciones culturales hicieron un alto en sus labores, el sepelio constituyó prueba fehaciente de las simpatías que había sembrado Hernán durante su larga existencia, pues como investigador fue un gran trabajador, exhaustivo y ejemplar, que solía agotar los temas que estudiaba y en lo personal un caballeroso scholar al que jamás se le conoció desplantes ni ambiciones, porque nunca pronunció una palabra descomedida, ni fue amigo del chisme o la maledicencia. En síntesis, un santo laico que hubiera podido escalar posiciones elevadísimas y ocupar con honor la presidencia de su Patria, un Ministerio, el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo al que fue nominado por el Consejo Nacional de Cultura en tres ocasiones, pero siendo enemigo del regateo y de la palanca, nunca se motivó para conseguir situaciones o lograr prebendas.
Ha sido el único escritor ecuatoriano presentado a tres Premios Internacionales, el Príncipe de Asturias en dos ocasiones, en 1992 y el 2007, el Juan Rulfo el 2003, y el Miguel de Cervantes el 2008. Lástima grande que en el exterior nos sigan considerando una nación subdesarrollada y pequeña, pues de otra manera se hubiera hecho acreedor a alguno de ellos.
De estatura más que mediana, contextura regular, blanco tostado por el sol, pelo negro y ondeado, músculos trabajados en sus diarias prácticas gimnásticas. Hablaba claro, sin acento alguno y con propiedad sobre los más diversos temas culturales, al punto que está considerado el perfecto humanista, el crítico mayor de nuestra contemporaneidad y uno de los más importantes ecuatorianos de todos los tiempos, consultado en toda Latinoamérica.
Me formé con Clásicos Ariel como tantos otros jóvenes de mi época aprendiendo el método que Hernán solía aplicar. Desde entonces fui su permanente alumno y sin sus libros y los de Fernando Jurado Noboa posiblemente no hubiera podido escribir buena parte del Diccionario Biográfico del Ecuador que hoy va por esta tercera edición.
No estuve en el país cuando ocurrió su sorpresivo fallecimiento, hubiera querido viajar a dar el pésame a sus familiares y acompañar al cordialísimo maestro en su camino final al camposanto, pero queda su memoria que será siempre grata a los ecuatorianos y sus más de cien volúmenes enjundiosos, eruditos, bellos para solaz de las presentes y futuras generaciones de mi Patria. Y de haber nacido en España habría sido el Menéndez y Pelayo del siglo XX.