ROBLES GARCIA FRANCISCO

PRESIDENTE DE LA REPUBLICA.- Nació en Guayaquil el 5 de Mayo de 1811. Hijo legítimo de Lupercio de Robles Pacheco, Comerciante y agricultor. Patrono del histórico Vínculo de sales en Punta Arenas y de varias Capellanías fundadas por su tío el Presbítero Juan Pacheco y Noboa, y de Manuela Coronel y Unzueta, naturales de Guayaquil y de Trujillo en el Perú, respectivamente.
El último de una larga familia compuesta de nueve hermanos. En 1823, a los doce años de edad, ingresó a la Escuela Náutica dirigida por Domingo Agustín Gómez que hacía las veces de único profesor y luego de dos años de estudios vistiendo la chaqueta de paño azul adornada con botones dorados de ancla y pantalón blanco, viajó a Panamá con la calidad de aspirante de marina, sus profesores y compañeros, a enfrentar a la escuadra española en aguas del Caribe, en el bergantín Chimborazo, bajo las órdenes del Almirante Juan Illingworth; pero, al arribar a Cartagena, se enteraron que dicha nación había renunciado a tan descabellado proyecto debido a la crisis que estalló en Portugal y a la decisión inglesa de intervenir y ayudar a ésta última.
El 31 de Agosto de 1828, como Alférez de fragata asistió al combate de Punta Malpelo, como Guardiamarina y bajo las órdenes de Tomás Carlos Wright. Desde la pequeña goleta “La Guayaquileña” se acercó a la corbeta peruana “Libertad”, que bloqueaba las aguas del golfo de Guayaquil, para preguntarles cuales eran las intenciones, siendo recibidos con una andanada de fusilería. Wright dispuso enganchar a ambas naves pues el combate iba a ser cerrado y cuando iba a abordarla tuvieron que controlar un fuego aparecido en la nave, oportunidad que los peruanos aprovecharon para desamarrarse y fugar. El joven Robles fue mencionado por su coraje en el Parte de Guerra (1)
En Noviembre figuró agregado al Arsenal y cuando el 22 de ese mes la escuadra peruana se introdujo en la ría de Guayaquil, participó activamente en la defensa del puerto asediado y al firmarse la paz fue ascendido a Alférez de Navío. Era un joven ágil, marcial, delgado, simpático y divertido. Tez canela, ojos y pelo negro y rasgos regulares. Buen conversador, tocaba la guitarra, pulsaba la mandolina, cantaba con voz de barítono, fumaba cigarros y de vez en cuando hasta solía lanzar fuertes imprecaciones aprendidas en la vida marinera. Todo en él era informal pues no gustaba de las etiquetas de la vida social y hasta prefería la hamaca al sillón. Enamoraba a todas las mujeres que veía y cuando estaba de fiesta bebía ron o cogñac. Demás está decir que era uno de los jóvenes más populares de Guayaquil, popularidad que nunca le abandonó, ni en sus años de vejez.
En 1829 recibió los despachos de Alférez de Fragata y fue capturado en aguas de Naranjal por los peruanos, que aún se hallaban bloqueando el golfo, cuando en compañía del Alférez Brown trataban de atacarlos utilizando pequeñas embarcaciones, cuatro en total,
En 1833 el presidente Flores fue investido de las Facultades Extraordinarias. El 11 de Octubre el Gobernador del Guayas ordenó el destierro de muchos Jefes, Oficiales y ciudadanos particulares de Guayaquil, contándose entre ellos los hermanos Ciriaco, Juan José, Andrés, Felipe, Juan de Dios, Toribio y Francisco Robles García; quienes, a pesar de estar dedicados a sus labores agrícolas y comerciales, fueron considerados elementos peligrosos para la estabilidad del orden público; pero la medida no llegó a verificarse por la agitación y el descontento general y como se produjo al día siguiente la reacción del Comandante Pedro Mena, se frustró dicha orden. Robles no quiso intervenir en el movimiento, siguiendo los consejos de su jefe Illingworth, quien tampoco lo hizo; fue puesto preso y con grillos durante tres días y cuando semanas después el Presidente Flores ocupó la plaza, no le molestó.
En 1836 ya era Teniente de Navío y comandante de la Guayaquileña. Con este buque se dedicó a las tareas de vigilancia y control del contrabando , logrando buenos resultados en los puertos de la costa y contrajo matrimonio con Carmen de Santistevan y Avilés, su concuñada, quien vivía con su única hermana Francisca, mujer de Ciriaco Robles García. Ambas eran hijas de José Gabriel de Santistevan Olvera, que al enviudar de Francisca de Avilés y Castro, viajó a México, donde volvió a casar, tuvo nuevos hijos y murió finalmente en Buenos Aires pues era un gran aventurero, sin haber vuelto jamás a Guayaquil.
Fue un matrimonio bien avenido porque ella era una santa mujer de su casa, mientras Robles prosiguió su vida de impenitente don Juan. Tuvieron tres hijos, dos de los cuales llegaron a la mayoría de edad.
Por esa época salió del servicio de la Marina ostentando el grado de Teniente de Navío y pasó a trabajar las pequeñas fincas de su propiedad llamadas Palmar, Sanguan y San Judas en la zona de Daule, pero no se enseñó y volvió a Guayaquil. En 1843 condujo al Gobernador Vicente Rocafuerte a Quito, se reincorporó, fue destinado a comandar el vapor de Guerra “Guayas”. El 24 de Febrero del 45 era Capitán de fragata y seguía de Comandante del vapor Guayas, cuando el Gobernador Manuel Espantoso y Avellán llegó a saber que estaba por producirse una revolución acaudillada por el Capitán Francisco Jado y Urbina, a quien hizo apresar en el Guayas y dispuso su confinio en Loja, pero su madre María Urbina de Jado logró que le cambien la pena por la del destierro en la goleta Rocafuerte de propiedad de Manuel Antonio Luzarraga, que debía zarpar el día 25. Espantoso ordenó al Comandante Gregorio Rodríguez que cambie a Jado para su destierro a México.
Robles, que también estaba comprometido, levó anclas y zarpó con el Guayas tras el buque que llevaba a Jado, lo alcanzó en el punto de Sono, con temeraria audacia rescató a su compañero, resuelto a dar el grito de insurrección; mas, sabedor que Espantoso había despachado en su contra la goleta de guerra “Diligencia” y no pudiendo resistir a esa fuerza mayor ni hacerse a la mar porque el vapor solo era para el servicio del río, abandonó con Jado la nave y en un bote llegaron a las costas de Túmbes, pasaron a Paita, allí se enteraron de la revolución del 6 de Marzo y volvieron a Guayaquil el día 25, siendo recibidos como héroes.
Enseguida se abrió la campaña militar contra los floreanos encastillados en la hacienda La Elvira vecina a Babahoyo y le fueron encargadas las fuerzas sutiles compuestas de “La Diligencia”, “El Guayas” y otras embarcaciones menores.
El 2 de Mayo participó con Jado en el primer asalto realizado contra las trincheras, que fue sumamente sangriento porque se realizó en descubierto y terminó indeciso. Jado fue herido en ambas piernas cuando intentaba un desembarco, fue puesto en una canoa y no pudieron retirarlo, cayó prisionero, sufrió una nueva herida porque el jefe enemigo Juan Otamendi ordenó que lo trasladen a las trincheras para ser blanco de sus propios soldados, le amputaron una pierna y falleció poco después a causa de la hemorragia. El Coronel Boloña pudo salvar los restos de ese Batallón glorioso y a Robles – en pleno combate – una bala le arrancó los anteojos largavista de las manos. Los nuestros perdieron seicientos hombres y dos cientos los contrarios.
El día 10 se repitió el asalto. Esta vez lo dirigieron los Generales Antonio de Elizalde y Fernando Ayarza. Robles situó al Guayas en la Puntilla y a sus otras fuerzas doscientos metros más arriba y desde allí sostuvo el ataque de frente y tras varias horas de intensos fuegos Elizalde ordenó la retirada; a las pocas semanas se firmó el Tratado de la Virginia que puso fin a las operaciones. El vapor “Guayas” quedó destrozado y la bravura de Robles en “La Elvira” se hizo proverbial.
En 1847 fue designado Comandante del Distrito de Guayaquil, realizó la vigilancia del contrabando hasta las costas de Esmeraldas y en Enero del 49 obtuvo las letras de Cuartel con las dos terceras partes del sueldo de su empleo; sin embargo, casi enseguida, el Presidente Vicente Ramón Roca dispuso que fuere reintegrado al mando y ascendido al grado de Coronel, participó con Urbina en el conato de revolución del 20 de Diciembre contra el nuevo gobierno provisorio del Vicepresidente Manuel de Ascázubi, que fracasó porque el General Elizalde se negó a secundarlo.
En 1850 era tal su ascendencia sobre la oficialidad joven del puerto principal que los más influyentes vecinos encabezados por el Dr. Pablo Merino, proyectaron apoderarse de Urbina y Robles y arrojarlos fuera del país, para alejar el peligro de las revoluciones, pero no se atrevieron o no pudieron hacerlo. El Vicepresidente Ascázubi creyó anularlos con una sorpresa y mandó a Guayaquil al General Isidoro Barriga, al Comandante Mata y a otros oficiales, con la consigna de encargarse de la Comandancia General y del mando de la Artillería. Al General Raimundo Ríos le hizo saber que debía salir de Cuenca y tomar a su cargo el Batallón No. 1 de Guayaquil, el mismo día que los anteriores y actuando de conjunto, lo que efectivamente sucedió el 20 de Diciembre, sin embargo, al saberse Robles separado de sus funciones, intentó convencer a Urbina de la necesidad de una inmediata revolución, pero no lo logró; entonces pasó a la casa de Diego Noboa Arteta y aunque no lo encontró, habló con algunos de sus hijos, con el General Guillermo Bodero Franco y otros parientes y amigos de esa familia y acordado el plan de acción, marcharon al Batallón No. 1, que tomaron sin resistencia, también ocuparon el Cuartel de Artillería No. 1 apresando a Ríos y al clarear el día sorprendieron a Barriga, a quien encontraron dormido en su casa. Enseguida convocaron a una Asamblea y tras numerosos incidentes pudieron designar a Noboa Jefe Supremo de la Nación.
Noboa ofreció el Ministerio de Guerra a Urbina, que no lo aceptó porque su fuerte era Guayaquil y rebajó de categoría a Robles, ubicándolo como simple Comandante de la Marina, cuando le hubiera correspondido la Comandancia General del Ejército, donde Noboa colocó a su primo segundo (por Larrabeitia) Guillermo Bodero Franco.
Robles ya era Coronel y de allí en adelante se distanció con el Presidente Noboa, que presintiendo una revolución en Guayaquil, decidió viajar a la costa acompañado de Melitón Vera y Matías Sotomayor y Luna; pero, al arribar a Babahoyo fueron tomados prisioneros por José Robles Canales, quien los condujo al puerto principal y depositó a bordo de una goleta norteamericana surta en la ría, para que pudieran pasar a Chile, pero Noboa obtuvo que le permitan desembarcar en el Callao donde vivía su hermana Ignacita.
Mientras tanto Guayaquil había proclamado el 24 de Julio de 1852 la Jefatura Suprema del General José María Urbina, el 9 de Septiembre Robles salió a pacificar con su ejército el interior del país, no tuvo necesidad de disparar un solo tiro porque las poblaciones se fueron pronunciando sucesivamente.
Poco después fue electo diputado a la Convención Nacional que eligió presidente a Urbina, quien le designó para el Ministerio de Guerra y Marina. Por esos días ascendió a General. En dicha Convención los diputados Aparicio Rivadeneira y Francisco Robles presentaron la moción para que “el poder ejecutivo proceda a dar cumplimiento a la Pragmática Sanción del 2 de Abril de 1767 que está vigente” y habiéndosela aprobado por mayoría, se expulsó a los padre jesuitas con lo cual se alejó el peligro de una guerra con la Nueva Granada, cuyo ejército ya había iniciado su movilización hacia la frontera sur con el ánimo de invadir el Ecuador.
El 55 fue presentada su candidatura a la presidencia de la República por el ejecutivo. Cada uno de los tres Departamentos de Guayaquil, Quito y Cuenca designó trescientos electores y entre ellos se realizó la elección. La popularidad de Robles, su don de gente y el apoyo presidencial le abrieron las puertas del triunfo con 524 votos, Manuel Gómez de la Torre obtuvo 294, Manuel Bustamante López 37 y Francisco X. Aguirre Abad 9 el pueblo de Guayaquil celebró con toros, cañas y fuego de artificios. Se le reconocía valentía y hasta temeridad a toda prueba, buenas intenciones y simpatía personal, pero carecía de conocimientos administrativos.
El 15 de Octubre de 1856 inició su administración. El Gabinete estuvo formado de la siguiente manera: en Guerra y Marina Gabriel Urbina Viteri; en el Interior Antonio J. Mata Viteri; en Relaciones Exteriores Ramón Borja Escorza, y en Hacienda Francisco Pablo de Ycaza Paredes. El 26 de Diciembre casó su hija Dolores, en el Palacio Presidencial, con José Serafín Baquerizo Vera.
Su mandato empezó bien, en 1857 se fundaron el Instituto Científico en Latacunga y el Colegio Unión en Loja, el 58 el Instituto de señoritas en Loja y el Colegio Bolívar en Ambato, multiplicándose los planteles primarios en toda la república. Igualmente se establecieron las hermanas de la Caridad para el cuidado de los hospitales y aprobó el proyecto de Código Civil que recién entró en vigencia en 1861.
En cambio la situación internacional se complicó a raíz del arribo en 1857 del Ministro peruano José Celestino Cavero, que entró en pugna con el Canciller Antonio Mata Viteri por la demora en la publicación de su discurso y por cuanto el presidente Robles no le había ido a visitar, luego volvieron a discutir por unas Notas Diplomáticas relacionadas con el asilo concedido por el Perú al General Flores y finalmente por cuanto el Tratado Ycaza – Prichet celebrado por el Ecuador con los tenedores de bonos de la Deuda Inglesa, les concedía a éstos, dos millones de cuadras en el oriente, que el Perú consideraba suyas o por lo menos aún no delimitadas; alegando, además, que dicha concesión entrañaba el peligro de una futura colonización inglesa.
En 1858 el gobierno ecuatoriano, tratando de limar asperezas, designó a Francisco Pablo de Ycaza Paredes Ministro en Lima, para que solicite al Mariscal Castilla el retiro de Cavero; pero, el gobernante peruano, lejos de aceptar nuestra petición, contestó rompiendo relaciones y prácticamente declarando la guerra. Robles pidió entonces al Consejo de Gobierno la concesión de facultades extraordinarias y el permiso para cambiar la capital a Riobamba por estar situada más cerca de los acontecimientos y solo mientras se instalaba el Congreso.
Lamentablemente, el diputado Gabriel García Moreno, sin importarle lo delicado de la situación y en actitud poco patriótica, aprovechó la circunstancia para crear todo género de incidentes en el Congreso, asegurando que el presidente quería hipotecar las islas del archipiélago de las Galápagos a los Estados Unidos para después perderlas porque no se podría cancelar jamás la deuda y que el cambio de la capital de la República obedecía al protervo fin de trasladarla definitivamente a Guayaquil. Con tales argucias obtuvo el apoyo de Pedro Moncayo y aseguró la revocatoria de todo lo concedido, sin imaginar que el presidente Robles iba a objetar el Decreto, que no pudo entrar en vigencia y como Urbina logró que algunos diputados leales al régimen abandonen la sesión, quedóse el Congreso sin quórum y siguió el gobierno gozando de las Facultades extraordinarias.
El 21 de Octubre Castilla declaró formalmente la guerra como una demostración de fuerza y el 31 de ese mes la flota peruana al mando del Almirante Ignacio Mariátegui bloqueó las aguas del golfo de Guayaquil y comenzó a recorrer el resto de nuestras costas sin encontrar resistencia.
La opinión pública americana se indignó ante esta torpeza de los peruanos. Nueva Granada y Chile ofrecieron su mediación. Robles llamó a las Guardias Nacionales y reclutó gente a la fuerza.
Entonces se supo en Quito el bloqueo peruano y queriendo lavarse las manos García Moreno presentó al Senado un ridículo proyecto para aumentar el ejército hasta diez mil hombres. El 9 de Octubre Robles salió a Guayaquil encargando el poder ejecutivo al Vice – Presidente Jerónimo Carrión y Palacio, que trasladó la capital a Riobamba. El 31 de Diciembre Robles reasumió la presidencia porque había encontrado la situación estable, pero al saber que Castilla había intentado un desembarco el 1 de Enero de 1859, se vio forzado el día 11 a trasladarse nuevamente a Guayaquil, para hacerle frente.
El 14 de dicho mes protestó el Concejo de Quito por dicho traslado y los concejales publicaron una hoja suelta titulada “Honor Nacional” en términos injuriosos para el régimen. El Vicepresidente Carrión ordenó la prisión de los Concejales firmantes y del impresor Vicente Valencia, que fueron tomados prisioneros para ser expulsados del país; más lograron escapar al llegar a Mulalillo. Valencia, en cambio, fue apresado nuevamente por el Jefe de la escolta Agustín Barrezueta, quien procedió a fusilarlo sin fórmula de juicio.
García Moreno también había sido enviado al destierro en Piura; sus partidarios se tomaron la ciudad de Quito el 1 de Mayo y formaron un triunvirato con el propio García Moreno, el Vice-presidente Jerónimo Carrión y Pedro José Arteta Calisto, pero éste último renunció al día siguiente pues su condición de concuñado del General Flores le creó fuertes resistencias y tuvo que ser reemplazado con Pacífico Chiriboga. El 6 llegó la noticia a Cuenca donde estaba Carrión, quien se declaró en ejercicio del poder, pero fue desconocido por el General Julio Ríos.
García Moreno, al conocer su designación, salió subrepticiamente de Piura y se entrevistó en el golfo con el Almirante Mariátegui, pactando su ayuda en dinero y armas. Luego desembarcó subrepticiamente en Guayaquil donde su cabeza había sido puedo a precio, siguió a Quito, fue nombrado Director Supremo de la Guerra a pesar de no ser militar, el 20 salió a combatir al gobierno y por la vía de Guaranda arribó el 2 de Junio y sin contar con mayores conocimientos bélicos ni gente preparada se enfrentó al ejército de Urbina en las alturas de Tumbuco el día 4 de ese mes, sufriendo una vergonzosa derrota y no cayó prisionero merced a la generosa ayuda que le prestó uno de los hermanos Veintemilla, su pariente político, quien se bajó de su caballo y se lo ofreció a García Moreno para que pudiera escapar del sitio. Entonces pareció que el país volvía a la normalidad. El 17 de Junio entró Urbina en Quito sin ninguna oposición y comenzó a perseguir a los triunviros pero no encontró a los principales si no únicamente a los suplentes (Rafael Carvajal que actuaba en reemplazo de Carrión huyó a Colombia y Gómez de la Torre capituló el 23 en Ibarra) terminando toda oposición.
García Moreno, en cambio, huido a Guayaquil, se entrevistó nuevamente con Mariátegui, quien le brindó gentil hospitalidad a bordo de su buque durante una semana, sin acceder a entregarle los mil fusiles que le solicitaba. No contando con recursos García Moreno decidió emprender un nuevo viaje al Perú, para convencer personalmente a Castilla, con quien se entrevistó en el Palacio Presidencial y juntos regresaron al golfo a realizar la invasión.
El 2 de Julio el Presidente Robles se hallaba en Quito y García Moreno lanzó su Proclama desde la nave capitana peruana en el golfo de Guayaquil. Urbina amenazó con fusilarlo si llegaba a caer en sus manos. El General Guillermo Franco Herrera, Gobernador en Guayaquil, se entrevistó con García Moreno para hallar la paz pero no pudieron arribar a ningún acuerdo, entonces trató directamente con Castilla que seguía amenazando a la ciudad y el 21 de Agosto de 1859 consiguió la suspensión del bloqueo por quince días, para que la ciudad pudiera elegir libremente a su gobernante. Franco se retiró con un batallón a Daule y Castilla a los terrenos de la hacienda Josefina. El 27 se realizaron las elecciones y resultó electo nuevo Gobernador Teodoro Maldonado González.
Al conocer estos sucesos el Presidente Robles no solo que no aprobó el acuerdo sino que trasladó la capital a Riobamba. El 2 de Septiembre Rafael Carvajal derrotó en Guarantum a una división del gobierno y amenazó Quito. El día 4 el populacho quiteño permitió el ingreso de Carvajal y su gente, que volvió a tomar el poder. Entonces viendo el nuevo sesgo de los acontecimientos y por consejos de su Asesor Francisco Pablo de Ycaza Paredes, renunció Robles a la presidencia en Guaranda y pidió a Franco un salvoconducto para bajar a Guayaquil, encargando el mando supremo al Vice-presidente Jerónimo Carrión y Palacio que se hallaba en Cuenca.
Franco se proclamó Jefe Supremo en Guayaquil el 6 de Septiembre, contando con José María Carbo Noboa en la suplencia. El 20 arribó Robles y embarcado en la fragata Bolivia siguió a Valparaíso, sin aceptar una pensión que le asignó Franco a pesar que mucho la necesitaba.
En Chile permaneció tres años inactivos pero el 62 viajó a Lima donde vivía el resto de los emigrados y de acuerdo con Urbina organizó una expedición que no pudo verificarse por múltiples contratiempos de índole económica. Los principales emigrados ecuatorianos en Lima a esa fecha eran los Coroneles José Sánchez Rubio, José María Cornejo, José Matías León, Pedro Jaramillo, Federico Ribera, Cornelio E. Vernaza, Francisco Gutiérrez, etc. todos ellos miembros del naciente partido liberal, forjado en el sacrificio y el ostracismo de esa etapa terrorista y garciana de tan negros recuerdos.
En Mayo de 1865, finalmente pudieron partir del Callao y arribaron a las costas del Oro. El 31 de ese mes el Comandante José Marcos asaltó al vapor de Guerra Guayas surto en la ría de Guayaquil y con éste y el Washington fue a reunirse con Robles y Urbina.
Sabedor de los acontecimientos García Moreno arribó a Guayaquil y puso en pie de guerra una nave, en la que fue a buscar a los invasores calificados de piratas. El 26 de Junio los sorprendió en aguas del estrecho de Jambelí. El Comandante Juan Manuel Uraga dirigió la operación y consiguió el triunfo pues utilizó la estratagema de usar bandera extrangera para sorprender a sus oponentes los liberales que en su mayor parte se hallaban recogiendo provisiones.
Urbina y Robles se salvaron de ser tomados prisioneros porque se encontraban en tierra y pudieron huir al Perú. Meses después asumió la presidencia de la República Jerónimo Carrión y Palacio que fue un títere en manos de García Moreno y por ello no permitió el regreso de los exilados. Caído Camón ascendió al poder el Dr. Javier Espinosa, derrocado antes de los dos años por García Moreno, quien continuó su gobierno dictatorial y de terror hasta su asesinato el 6 de Agosto de 1875. Realizadas las elecciones presidenciales triunfó Antonio Borrero y Cortázar, quien cayó el 9 de Julio de 1876 por la revolución del General Ignacio de Veintemilla, que llamó a Urbina y a Robles, concediéndole la Comandancia General de la Primera División a éste último.
En tal calidad salió Robles de Guayaquil por el camino real y arribó a Guaranda, junto al General Veintemilla y otros jefes, en cuyas cercanías derrotó el 14 de Diciembre de 1876 al ejército constitucional en la Loma de los Molinos. Como ese mismo día Urbina triunfará también en Galte, Robles prefirió regresar a Guayaquil el 19 de Diciembre.
De allí en adelante, instaurado Veintemilla en el poder, continuó a cargo de la Comandancia General, manteniendo el orden constitucional en el litoral ecuatoriano. Mas en 1882, al proclamar Veintemilla su dictadura personal comenzó un grave malestar en las poblaciones. En Machala se insurreccionó a principios de Julio el Coronel José Sotomayor y Nadal con la guarnición que se componía de cincuenta soldados veteranos y Robles fue enviado con cuatrocientos hombres a sofocar el motín. Los revolucionarios se retiraron a Santa Rosa y en el vapor Olmedo enfilaron a Tumbes, perseguidos por Robles que en dos vapores trataba de capturarlos, lo que no pudo hacer porque a última hora Sotomayor y los suyos emprendieron la fuga hacia el norte, internándose por Tumaco a Colombia.
Tras la caída de Veintemilla en Julio de 1883 no fue molestado y prefirió vivir alejado de los avatares políticos desempeñandose como Colector Fiscal de sales en Babahoyo, donde permaneció siete años hasta su renuncia de dicho cargo. En este período sufrió de diversas molestias al punto que en La Ensaladilla, un verso urtipicante que circuló en la ciudad, se dice: Siempre lleno de dolamas / anda Pancho el General.
Nuevamente en Guayaquil y dedicado a la atención de sus pequeñas fincas en Daule, cuya administración había cedido a su hijo Ignacio, murió viudo, de achaques propios de la vejez, el 11 de Marzo de 1893, a la avanzada edad de ochenta y un años.
Fue enterrado con una de las bandas presidenciales de Diego Noboa, pues a última hora, como no aparecía la suya, fue tomada en préstamo por una pariente común.
Era de estatura más que regular, delgado, piel canela clara y de muy buena presencia, pues siempre tuvo fama de apostura y gallardía. Demócrata, gracioso y dicharachero en su trato personal. Con los hombres muy cumplido y con las damas peligrosamente obsecuente pues las perseguía con insistencia. Dejó dos hijos legítimos y una multitud de naturales en diferentes madres. Solía tocar la guitarra y cantar con muy buena voz las tonadas montubias aprendidas en su infancia y ciertas cancioncillas alegres propias de los cuarteles y cuyas letras tenían un dejo de picardía. Gustaba del cogñac pero jamás abusó de él, fumaba cigarros y escupía desde su infaltable hamaca, tal la visión que nos ha dejado de este Presidente de la República la historia chica guayaquileña.
En su tiempo gozó de una popularidad pocas veces vista, el pueblo le amaba hasta el delirio y se repetía de boca en boca sus hazañas juveniles porque era todo un personaje; pero la crítica ultramontana, especialmente sus detractores garcianos, le han presentado como un sujeto anodino y gris, lo que no es cierto, pues tuvo personalidad fuerte y hasta dotes de caudillo sin llegar a las genialidades de su alter ego Urbina, quien, sin embargo, se apoyaba en todo en Robles, su brazo ejecutor, su mano derecha.