REQUENA FRANCISCO Y HERRERA

GEOGRAFO.- Nació en la llamada plaza fuerte de Orán, posesión española del norte de África cercana a Argel y fue bautizado en la iglesia matriz de Mazalquivir el mismo día de su nacimiento, esto es, el 26 de Enero de 1743, con los nombres de Francisco Manuel, hijo legítimo del Coronel Francisco de Requena y Molina, militar español de Andalucía, que sirvió muchos años como Ayudante del Controlador de la Real Artillería de la plaza de Orán, casado en Málaga con María de Herrera y Cabello, malagueña.
A los quinces años ingresó el 4 de Marzo de 1758 a la Infantería de Orán y siguió ascendiendo desde Cadete hasta Subteniente en 1763 y al año siguiente fue Alférez de Ingeniero, destacando en matemáticas y dibujo lo cual le sirvió para efectuar por encargo el Plano General de Orán con sus castillos y fortificaciones.
Viajaba por las costas del reino de Granada, siempre en servicio, entre Málaga, Almería y otras ciudades. En 1762 ascendió a Subdirector de Infantería e Ingeniero delineador del Real Cuerpo de Ingenieros del Ejército, participó en la pacificación de los moros en Orán y levantó los planos de esa plaza y sus castillos.
En Febrero del 64 recibió la orden de trasladarse a la Audiencia de Panamá y allí trabajó casi cinco años en la construcción de un fuerte en las riberas del río Payano ya que el existente en Terable había desaparecido anegado durante una inundación acaecida años antes y reconstruyendo las fortificaciones de Panamá, Portovelo, Chagres y Darién con mucho riesgo por los continuos ataques de los indios. Realizó el plano de la ciudad de Panamá y sus contornos, los planos y cálculos para nuevas fortificaciones y formó parte de la comisión para fortificar la subida por el río Chagres que controlaba el regimiento de Infantería. En 1.769 pasó a Cartagena de Indias donde restauró el fuerte de San Lázaro y se encontraba en dichas funciones con el grado de Ingeniero extraordinario, cuando recibió la orden de regresar a España pero no pudo hacerlo porque enfermó de malaria y debió guardar varias semanas de cama.
A principios de 1770 el Virrey de la Nueva Granada Pedro Messía de la Cerda, aprovechando que aún se hallaba en Cartagena le envió a la Mar del Sur para formar los proyectos de defensa del puerto de Guayaquil.
Por eso se dedicó por entero a la cartografía de nuestra ciudad y ese año levantó un plano cuyo original manuscrito se conserva en el archivo del Servicio histórico militar de Madrid usando como unidad de medida la vara castellana de ochenta y cuatro centímetros. Otra versión descansa en el Archivo Nacional de Historia de Bogotá enviada por Requena al Virrey Messía de la Cerda que fue quien le encomendó el trabajo.
Incansable para realizar sus trabajos y mediciones hasta en invierno y con lluvias, en canoas o en balsas sondeó los canales desde la ría hasta el mar, registrando los bajos, las calidades y movilidades, descubrió los esteros que permiten la entrada al río Guayas, visitó la isla Puná y preparó a base de varios proyectos la defensa del Golfo de Guayaquil. Por eso se ha dicho que sus observaciones priorizaron urgencias como eliminar callejones y ensanchar calles; los techos de las casas debieron ser cubiertos con tejas de barro cocido y sus paredes revestidas de quincha (barro mezclado con paja) Para su saneamiento sugirió abrir drenajes y terraplenar las calles con cascajo y piedra. Intuyó el moderno malecón como un camino despejado, un paseo hermoso, un recreo bastante divertido y una orilla con la más sagrada disposición.
El 71 remitió al mismo Virrey de Nueva Granada un proyecto para establecer tres baterías frente a la ciudad, al año siguiente construyó un fuerte y batería en Punta de Piedra y elaboró un Plano general del río de Guayaquil, de los esteros e islas inmediatas y otro de la isla Puná. A principios del 72 propuso “terraplenar la orilla del hermoso malecón, un recreo bastante divertido y la orilla con la más agradable diversión.” Era un trabajador eficiente que proyectaba obras y las realizaba en tiempos record, aparte se encargó de la artillería de la ciudad, de dirigir la construcción de la Sala de Armas, el empedrado de la ciudad, la recuperación de los barrios destruidos por el fuego grande de 1764, dividir la ciudad en curatos, perseguir delincuentes y trasladar a los reos.
El 22 de Julio de ese año 72, sin esperar la llegada de la Licencia Real, contrajo nupcias con María Luisa de Santisteban y Ruiz – Cano, tuvieron seis hijos y un matrimonio muy irregular por sus continuos viajes y cambios de domicilio.
A principios del 74 concluyó una “Descripción histórica y geográfica de la provincia de Guayaquil” con abundante información sobre la ciudad y su región aprovechando las mediciones y triangulaciones efectuadas por los Académicos franceses Bouguer y La Condamine y los Oficiales españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que recién se publicó en 1984 a instancias de la Dra. María Luisa Laviana Cuetos bajo el sello de la Escuela de Estudios Hispano americanos y está considerada la descripción más completa efectuada en el siglo XVIII de estos territorios. El Plano de Guayaquil, dibujado a colores, contiene detalles y precisiones tales como las manchas que representan a las zonas bajas y anegadizas que se mantenían con agua casi todo el año. Las dimensiones de las plantas de los principales edificios (Colegio San Xavier de los Jesuitas, Hospital, Iglesia Matriz, etc.) el emplazamiento del puente de las ochocientas varas que estaba ubicado sobre la actual calle Panamá, las principales Iglesias, etc.
Entonces terminó de levantar un Mapa geográfico y a colores del Gobierno y Provincia de Guayaquil actualmente en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, (que incluyó los territorios de las actuales provincias de Manabí, Guayas, Los Ríos, Santa Elena y El Oro) y escribió una Breve Descripción de Guayaquil, su Río y Provincia, que acompaña a los planos y sirva para una idea del país, su comercio, agricultura y moradores para hacer ver las ventajas que ofrece el Estado y determinar si se debe o no fortificar este puerto, con un Anexo con recomendaciones sobre el manejo sanitario de la ciudad, alcanzar una vida mejor y vencer la indolencia característica del hombre del trópico y el consecuente abandono y descuido que lo rodea).
A mediados de año y tras cinco de estadía en Guayaquil, donde le tocó desempeñarse por varios meses como Gobernador Interino por ausencia del principal, fue destinado por seis meses a Cuenca para los planos y construcción del edificio de la fábrica de Tabacos.
De regreso en 1775 se vio envuelto en una serie de incidentes administrativos con el Gobernador de Guayaquil, Coronel Francisco de Ugarte, de quien había sido muy buen amigo hasta entonces; aunque por el carácter autoritario e intemperante de Ugarte se había cortado dicha relación. El caso es que Ugarte era un anciano abusivo y malgenioso que se había ganado la animadversión del vecindario. Sus adversarios fraguaron una carta apócrifa de renuncia a sus funciones de Gobernador, tan bien hecha, que el monarca la aceptó, designando de reemplazo al Teniente Coronel Domingo Guerrero y Márnara, pero el ultrajado Ugarte apeló y finalmente fue repuesto. Desde entonces le tomó ojeriza a Requena y a los demás complotados, muchos de los cuales habían sido sus amigos de antes y contra Requena levantó una queja al Virrey del Perú, acusándole de haberse casado en secreto y que los bautizos de sus dos primeros hijos igualmente habían sido secretos. Estas puerilidades, pues el permiso debió llegarle a Requena después de los bautizos secretos, que hoy no llamarían la atención de nadie eran de gran importancia en aquellos atrasados tiempos.
Ese año siguió levantando las fortificaciones de la orilla o malecón y luego emprendió viaje a Latacunga y demás Corregimientos de la Audiencia ocupado en diversos trabajos de ingeniería hasta 1779 que fue designado Ayudante de la Junta de Demarcación de Límites en el Marañón con los portugueses, pero sucedió que a los pocos meses el titular Coronel Ramón García de León y Pizarro fue ascendido a Presidente de la Audiencia de Quito, y Requena subió a Primer Comisario de la expedición de límites al Marañón y a Gobernador de Mainas.
Vivía en Quito pero su familia residía en Guayaquil de suerte que se alejó aún más de ellos en Septiembre de ese año cuando emprendió el largo viaje al Marañón y aunque siempre había sido un sujeto sano y robusto, debido a las inclemencias de esas regiones, arribó bastante enfermo. Poco después recibió la Gobernación en propiedad y organizó la IV Partida de Límites, situando su campamento en la villa de Ega a orillas del río Tefe, a fin de tomar posesión material de varias villas y poblaciones que en virtud del Tratado de San Ildefonso correspondían a España.
Estas gestiones fueron realizadas a satisfacción de la Audiencia de Quito de quien dependía Requena en lo administrativo y militar y en colaboración del Alto Comisionado portugués Teodosio Constantino Chermont que había acampado en Tabatinga, con quien colocó una lápida en la boca del río Javarí para señalar el límite de navegación entre ambas potencias. Mas, la penetración portuguesa persistió a lo largo de los ríos Putumayo, Yapurá y Javarí con el pretexto de la visita de oficiales, ingenieros y astrónomos y para colmos, el presbítero Ventura Díaz del Castillo denunció desde Quito la ruinosa constitución de Mainas y los crecidos gastos que había demandado la expedición de límites, al punto que – según él – Requena se había enriquecido con más de doscientos mil pesos. Mientras tanto éste se encontraba empeñado en abrir un camino de Cuenca a Borja que sirviera para el traslado de las tropas y como nexo de unión entre la región de Mainas y el Obispado de Cuenca al que se pertenecía.
En Septiembre del 79 elevó a sus superiores una Relación de Servicios. Entre 1779 y el 81 envió dos Informes al Presidente de Quito, José García de León y Pizarro, sobre la situación de los pueblos de Mainas y la necesidad de crear un Obispado con sede en Omagua o en Borja. El 85, 93 y 99 insistió en sus anteriores pedidos. Estos dos últimos trabajos, efectuados cuando ya se encontraba en España, fueron de gran importancia como antecedentes a la Real Cédula del 15 de Julio de 1802 que erigió la Comandancia General de Mainas dependiente del Virreinato de Lima, el Obispado de Mainas dependiente del Arzobispado de Lima, y entregó las Misiones que habían sido de los jesuitas a los frailes franciscanos del Convento de Santa Rosa de Ocopa en las regiones del alto Ucayale en el Perú.
Hombre de empresa, no se contentaba con la vida abúlica en esos bosques si no que emprendía cada vez nuevos trabajos. El 82 recorrió el río Yapurá. El 83 enfermó gravemente y su esposa e hijos fueron a reunirse con él tras siete años de ausencia, entonces mejoró y se dedicó a promocionar las misiones abandonadas a raíz de la expulsión de los jesuitas en 1767. Con los franciscanos de Ocopa extendió la evangelización por el río Marañón y el alto Ucayale, dispuso de talleres y maestranzas para la construcción de embarcaciones que navegarían por esos ríos, en lugar de construir fortalezas estables como había sido la idea inicial para proteger a los colonos. I a sus trabajos y recomendaciones se debe que la misión franciscana de Santa Rosa de Ocopa pasara a ser parte del Virreinato del Perú con capital en Lima, pues por razones estratégicas y de gobierno era más fácil la comunicación con esa capital a través del río Ucayale, cuando antes esos extensos territorios había pertenecido a la jurisdicción de la Compañía de Jesús en Cuenca, de manera que Requena tenía toda la razón al hacer su pedimento.
Desde 1786 empezó a solicitar su pase a la Gobernación de Guayaquil o el regreso a España. Su esposa estaba muy enferma de los nervios, deambulaba sin ton ni son por los contornos, como alejada de la realidad, balbuceando frases sin sentido. El 89 pudo hacerla tratar y mejoró por épocas. Por fin, el 90, concluyó los trabajos de la Expedición iniciada catorce años antes a un costo total de 303.244 pesos 7 reales; sin embargo, pasaron cuatro años más antes de que le enviaran de relevo al nuevo Gobernador Diego Calvo y pudiera regresar a España por la via del Marañón. Vivía viudo y desencantado pero decidido a iniciar una nueva etapa de su vida en compañía de sus hijos y criados en Sevilla.
En 1795 le fue propuesta la plaza de Comandante de Ingenieros del reino de Galicia que no aceptó por el clima. Se le habían muerto todos los criados llevados de América y solicitaba una plaza de trabajo en Cádiz o en Valencia, ciudades que disfrutaban climas más benignos. Entonces le favorecieron con un ascenso al Consejo de Indias y aumentaron considerablemente su sueldo de 1900 reales al año, por ser muy escaso, estar pobre, viudo y vuelto a casar con Teresa Fraga.
En 1796 hizo una nueva Información de Méritos y Servicios y escribió al rey alertándole sobre los avances de los portugueses en el Marañón. En 1.801 volvió a hacerlo, recalcando los perjuicios que ocasionaría el Tratado de Paz celebrado en Madrid entre España y Portugal. En 1802 fue ascendido al grado de Mariscal de Campo y entró a laborar como Ministro de la Cámara de Indias.
El 15 de Julio de ese mismo año finalmente el Rey firmó la Cédula gestionada tiempo atrás por Requena, creando el obispado y la Comandancia General de Maynas, haciéndolas depender de las máximas autoridades religiosas y militares del virreinato de Lima. La Audiencia de Quito no perdía jurisdicción sobre la inmensa zona amazónica pues la Cédula no disponía segregación de territorio sino únicamente de mando, pero su autoridad se veía enormemente disminuida, dada la importancia que en esos territorios tenía lo misional.
El 7 de Julio de 1803 por otra Cédula Real el gobierno militar de Guayaquil pasó a depender en lo administrativo del Virreinato de Lima y desde 1806 los asuntos comerciales que se manejaban desde Cartagena de Indias fueron sometidos a la autoridad del recién creado Tribunal del Consulado limeño. Para Hernán Rodríguez Castelo todo se daba por la escasa atención que prestaba a Guayaquil el Virrey de Santa Fe Amar y Borbón y la codicia con que lo miraba el de Lima Abascal y Souza, aunque en realidad, pensamos que Guayaquil, por su proximidad marítima con Lima, siempre había dependido del Perú en lo social, económico y comercial, faltándole únicamente lo político y lo militar
Poco tiempo después las tropas napoleónicas invadieron España e impusieron en el trono a José I hermano mayor de Napoleón Bonaparte. El 2 de Mayo de 1808 ocurrió el alzamiento del pueblo de Madrid y comenzó la guerra de independencia contra los franceses. Requena tenía sesenta y cinco años pero sirvió en el frente catalán casi un año sin cobrar sueldo.
Terminada la guerra en Enero de 1812 fue designado Consejero de Estado por las Cortes de Cádiz y Decano del Consejo y Cámara de Indias. En Septiembre de ese año le fueron concedidos dos meses de permiso para que pudiera restablecer su salud en el Puerto de Santa María o en Jeréz de la Frontera porque estaba muy decaído a consecuencia de la muerte en combate de su hijo Francisco, quien había dejado en Cádiz a su viuda y a un hijo pequeño.
En 1814 pasó con iguales funciones de Consejero de Estado a la Corte, cuando ésta se trasladó en Septiembre a Madrid. El Rey Fernando VII le premió con la cruz de Caballero de la Orden de San Hermenegildo por méritos militares. El 16 fue decano del Consejo de Indias hasta que obtuvo su jubilación en 1820 y falleció en Madrid, la madrugada del 11 de Febrero de 1824 de ochenta y un años de edad recién cumplidos, gozando de una merecida fama de excelente cartógrafo.
Su segunda esposa quedó a cargo del valioso archivo biblioteca que contenía libros raros, mapas y demás documentos pero el Consejo de Indias los reclamó y tuvo que entregarlos. Existe un bosquejo biográfico suyo y su memoria se guarda en estos países de América del Sur.