RENDON PEREZ CARLOS

POETA.- Nació en 1861 en Guayaquil, en la casa que su padre tenía en la esquina de Malecón y Urdaneta, de dos pisos y muy rumbosa, pues contaba hasta con un mirador cubierto de plantas donde solían asomarse por las tardes Manuel Eusebio Rendón Treviño y su esposa Delfina Pérez Antepara a contemplar el cambiante panorama del río.
Matrimonio más bien avenido no se había visto nunca pero la desgracia cayó en forma de fiebre perniciosa maligna, tan violentamente, que en menos de una semana enfermaron dos hijitas pequeñas y don Manuel. Las niñas murieron casi enseguida y el padre privado del conocimiento, se enteró mucho después de su tragedia y quedó tan abatido que al poco tiempo se llevó a su mujer e hijos a París, donde vivió hasta su muerte. Claro está que no le faltaban las rentas que producían sus haciendas de cacao en Balzar; “Cacao de arriba”, el de más fino bouquet y por lo tanto el más apreciado y mejor pagado en los mercados internacionales de Londres y Hamburgo.
A los diez años en 1870 fue llevado a París y estudió en el colegio de San Estanislas las Humanidades Clásicas, donde sus compañeritos le apodaron Tolducal que en el argot parisien le aplicaban a los sudamericanos recién llegados, allí aprendió idiomas, leía a los antiguos y recitaba en latín. Era un humanista, aunque desconocía por completo la nueva poesía francesa de Víctor Hugo o a los poetas malditos que producían tan raras fragancias. De porte viril y carácter animoso, gustaba vestir como un dandy, campeonaba en Ajedrez y poseía una hermosa voz de tenor ligero con la que conquistaba a las más lindas damitas de los parques Elíseos.
De escasos quince años editó en París sus primeras poesías tituladas en francés: “Preludes, les primicies du couer” en 130 págs. que anunciaron su fina sensibilidad romántica tardía, al año siguiente, en 1881, sacó “La Terre de Colomb” en 14 págs. poesía que dedicó a la memoria de Andrés Bello, jurista, literato y hasta gramático y sin embargo, uno de sus autores favoritos.
El 83, de dieciocho años de edad, empezó a estudiar Leyes, pero tuvo que abandonar la carrera por un grave accidente, pues se cayó de un caballo que casi le destrozó una pierna. Alejado a la Costa Azul y sometido a un obligado reposo, mató su tiempo con la literatura por largos meses y publicó una nueva colección de poesías francesas bajo el título de “Les Nocturnes” en 108 págs. que fue celebrada por Víctor Hugo. Entonces se dijo de él que era “un vate sentimental y bien amado de las musas. Su corazón colmena y dulzura y al son de su laúd, de cordaje de oro, daba al viento sus inspiradas y melodiosas canciones.
Después publicaría “Grains de sable” en un volumen de 178 págs que conoció dos ediciones y de la colección “Les nocturnes” Honorato Vásquez tradujo y editó en castellano el poema “Mom Plaisir”.
Muerto su padre en 1889 en Paris, decidió volver a Guayaquil de veinte y ocho años de edad a fin de conocer y tomar a cargo la administración de las haciendas familiares. Llegó por la noche y fue directamente a un hotel. A la mañana siguiente se encaminó a la casa de su tía Rosario Pérez de Izquieta situada en el barrio del Bajo, a sólo una cuadra de la iglesia de la Merced y allí vio salir a una hermosa señorita que se encaminó en la misma dirección que él iba, luego entró a un portón y subió unas gradas. Rendón la siguió porque justamente era la casa que él buscaba y entonces la gran sorpresa, era el hogar de su tía a quien no recordaba y fue presentado a su prima hermana Amada Izquieta Pérez, de quien ya se había enamorado a primera vista tras verle los tobillos cuando ella sabía las grandes.
Este episodio romántico lo decidió a quedarse en el país y a las contadas semanas se casó con ella aunque no fueron completamente felices pues la diferencia de caracteres y de costumbres los separaban. Amada era beatísima y Carlos libre. Amada vivía bajo la dirección espiritual de su confesor, uno de los más ancianos padres mercedarios, victoriano total en cuanto a la práctica de las costumbres sexuales en el matrimonio, que le había aconsejado defenderse durante la luna de miel de su esposo y la noche de la boda no debía despojarse de la ropa (vulgo desnudarse) y solo podía permitirle cierta libertad a través de un huequito en salva sea la parte de su ropa de cama ¡Atiza¡
Bueno, por lo menos al principio debió ser así, porque con los meses tan bobalicona esposa comenzó a tener hijos. La primera niña llamada Delfina nació ese mismo año, enseguida viajaron a Versalles, donde nació la segunda, Amada, el 92.
Ese año 91 se había realizado la partición de bienes entre los hermanos Rendón Pérez y recibió entre otros el solar del barrio de Las Peñas con la casa de su infancia, que se quemaría totalmente durante el Incendio Grande de 1896, de manera que el 99 hizo fabricar del maestro Tiburcio Anastasio Flores una nueva casa de madera sobre dicho solar, que había sido de sus padres desde 1860 por compra a Manuel Herrera (1) quien tambien era propietario de la gran hacienda La Atarazana el norte de la cuidad.
El 98 vivía en Lima separado de su esposa, mantuvo un affair y nació su hijo Alberto que se crió con su madre en el Perú, de quince años contrajo tuberculosis y llevado a un sanatorio serrano escribió hermosísimas composiciones modernistas, tristes y delicadas, publicadas en un volumen después de su muerte ocurrida de sólo veinte y tres años de edad en 1921.
Su esposa y dos hijitas habían quedado en Versalles al norte de París. En 1900 editó “Palabras de Ultratumba en boca del Gran Mariscal” en 4 págs. con motivo de la polémica suscitada por el descubrimiento de los restos de Sucre.
Este fue su primer trabajo en idioma castellano y durante un viaje a Quito hizo amistad con el escritor Carlos Rodolfo Tobar con quien subió hasta el Pichincha, pues quiso conocer el sitio exacto de la batalla y honrar a Sucre.
En 1901 publicó un folleto de 24 págs. con su poema “La Batalla del Pichincha”, escrito en su hacienda “El Porvenir”, cercana a Babahoyo, donde solía pasar largas temporadas dedicado al cultivo del arroz principalmente, a la que trabajó con gran ahinco por muchos años. También comenzó a fomentar en Guayaquil la afición por el Ajedrez o juego ciencia que había cultivado con éxito en Francia. En su barrio de Las Peñas formó a un grupo de jóvenes ajedrecistas los hermanos Ayala González, Medardo Pimentel Marín, etc., que solían reunirse por las noches en alegres tertulias.
En Lima sacó el soneto “El Suelo Natal” que dice así: fragmento. // “Reina del Mar, que baña el occidente / ¡Oh Guayaquil! En tu radiante cielo / el genio hasta el cenit remonta el vuelo / e inunda con su luz tu altiva frente. / / Eres colmena de industriosa gente / tu llenas, del artífice el anhelo / y al mercader su sed calmas ardiente //
En 1905 publicó “Hojas desprendidas” en Barranco, Perú, con poesías en 8 págs. (canto de estancias y notas) pues por vivía en Lima anualmente para las vacaciones de invierno.
En 1906 regresó a Guayaquil y con los suyos habitó en la gran casa de su propiedad que cubría todo el frente de la manzana de P. Ycaza entre Córdova y Pedro Carbo y editó en 23 págs. el poema “Recuerdos de Quito” que dedicó, a su amigo Carlos Rodolfo Tobar. En 1908 escribió “Granos de arena”, “Sonetos a primavera” y “Romanzas sin música” viajó tres meses al archipielago de colon y publicó “Las Islas Galápagos” poesía en 8 págs. Ese año había vuelto a sus faenas agrícolas.
En 1909 editó “La Batalla del Pichincha” poesía en 24 págs. y “Tolducal, nocturno a mi Madre” con poesía, en 29 págs.
En 1910 apoyó con persona y dinero la candidatura presidencial de Emilio Estrada Carmona, padre de su amigo Víctor Emilio y durante varios meses asistió a las inauguraciones de los comités electorales estradistas.
Triunfante Estrada se opuso Alfaro a la entrega del poder, hubo que hacer la revolución en Agosto de ese año y el nuevo Presidente Estrada designó Ministro de Educación a Rendón.
Manuel J. Calle, que como siempre estaba un si es no en la oposición, escribió burla burlando, lo siguiente ¡Benditos sean el padre, el hijo y el Espíritu Santo, esto es, Emilio, Víctor Emilio y Ratón Pérez! quien ha aceptado la cartera de Instrucción Pública no obstante las razones justísimas que alegara primeramente en excusa. El señor Rendón es un joven ilustrado, (tenía 40 años pero representaba menos) de limpia historia, con mucho conocimiento del mundo, con aquel raro y precioso don de gente; joven que indudablemente en el manejo de los negocios del gobierno y en la agitación política irá perdiendo poco a poco el feo vicio de hacer versos en francés y en español más o menos afrancesados. Con mi querido ratoncito Pérez todo es pulcritud y cortesía. Luego volvió a atacarlo con motivo de su “Canto a Sucre”, poema escrito por Rendón para recitarlo durante la inauguración de la estatua del Gran Mariscal en Guayaquil. Calle comentó que hubiera sido mejor titularlo “Sucre al Canto” porque la crisis económica era tal que nadie podía ver los sucres sino de perfil o de canto, que es lo mismo.
I dada la fama del crítico y sus numerosos lectores, desde ese momento Tolducal dejó de serlo para llamarse Ratón Pérez, como el ratoncito del cuento que por curioso se cayó dentro de una olla, escrito por el padre Coloma para distraer al pequeño príncipe Alfonso en Madrid, a petición de la reina madre doña Cristina de Habsburgo – Lorena.
Muerto el Presidente Estrada fue reemplazado interinamente por Carlos Freile Zaldumbide, presidente de la Cámara del Senado, quien ratificó a Rendón en el despacho.
En estas funciones tuvo que hacer frente a la revolución del General Montero, a la guerra civil de fines del año 11 y al arrastre de los Alfaros el 28 de Enero de 1912. En esos luctuosos acontecimientos Rendón actuó sin tomar decisiones aunque poco después debió defender a los Ministros del vapuleado interinazgo, acusados por la opinión pública de haber promovido los luctuosos sucesos del arrastre, aclaró los hechos y circunstancias con “El envío de los Generales a Quito” apuntes históricos escritos en 1914 en su hacienda Porvenir y publicados en la imprenta de El Grito del Pueblo.
El 12 vendió la casa de Las Peñas a Luís Federico Orrantia Cornejo. El 13 recopiló “Tolducal, la estatua de Rocafuerte, etc.” en 74 págs. en Quito pues había adoptado su apodo como seudónimo, quizá para que la gente se olvide de Ratón Pérez.
Alejado a su hacienda volvió a la política el 17 con un artículo polémico de 9 págs. titulado “La nueva frontera”, en protesta contra el Tratado Muñoz Vernaza – Suárez firmado en las postrimerías de la segunda administración placista en 1916 por nuestro Ministro Plenipotenciario en Bogotá Alberto Muñoz Vernaza, por el cual cedió el Ecuador a nuestro vecino del norte la friolera de ciento ochenta mil kilómetros cuadrados, sin recibir nada a cambio, ni siquiera un Acuerdo de Defensa mutua que nos hubiera protegido de las ansias territoriales del Perú. I fue tan grande el rechazo que generó dicho Tratado, que de todas partes del país numerosos publicistas escribieron en su contra: José Peralta, Pacífico Villagómez, Carlos Carbo Viteri, el Coronel Ricardo Cornejo, etc, juzgándolo excesivamente generoso por ceder territorios sin compensasción alguna.
Acababa de republicar “Nuevas romanzas” con poesías francesas como “Les preludes”, “Les poesías du coeur”, “Grains de sable” y “Le Jumbrau” y vuelto a la compañía de los suyos que habían salido de Francia huyendo de la gran guerra.
En sus ratos de ocio jugaba ajedrez y conversaba con numerosos amigos en el Club de La Unión. En 1919 organizó y llevó a cabo el primer Campeonato realizado en esta ciudad y en 1921 colaboró en el Primer Campeonato Nacional pero unas “fiebres delirantes” lo llevaron a la sepultura en sólo una semana, el día 5 de Octubre de ese año, a los sesenta de edad, por lo que bien pudo tratarse de una malaria cerebral o fiebre perniciosa, que elevaba la temperatura a más de cuarenta grados. En esta última etapa de su vida le acompañaba devotamente su esposa y su hermano Víctor Manuel, quien acababa de arribar de Francia.
Su estatura más que mediana, rostro blanco, agradable y muy arrogante. Pulcro, galanteador y mujeriego. Fue un poeta en lengua francesa que también solía escribir en castellano bajo un tinte romántico y dulzón muy a desépoca. Sus hijas perdieron el dinero pues uno de sus yernos – Alfonso Durán Gresely – le dio la manía de gastar a raudales en expediciones a la sierra y al oriente para localizar fabulosas minas que nunca encontró, tras lo cual sus nietos salieron de Guayaquil y pasaron a residir – los Durán Rendón – en San Francisco y – los Arrarte Rendón – en París.
La gran casa de la calle P. Ycaza vendieron al tío Leopoldo Izquieta Pérez, que a su muerte en 1947 la dejó a su sobrino José Manrique Izquieta, que en los años setenta la vendió a Luís Noboa Naranjo, quien hizo construir un moderno edificio de cemento armado, durante algún tiempo sede del Banco de Crédito Hipotecario hasta que ocurrió su cierre por quiebra. Hoy propiedad de su hijo Alvarito.
Un tomo inédito con poesía manuscrita francesa que yo conservaba en mi biblioteca lo obsequié a Hernán Rodríguez Castelo. Algún día se traducirá y publicará.
Dejó escrito su epitafio en verso y dice así // Alrededor de la loza / conque sellaréis mi fosa / verdes naranjos sembrad. // Es el árbol que prefiero / y a su sombra, amigo, quiero / para siempre reposar. // I si van los pajaritos / en sus nidos a volar / no los espantéis os pido / bendita la voz del nido / que alegra la soledad //