REGALADO CORAL JORGE

PEDAGOGO.- Nació en Tulcán el 13 de noviembre de 1900 y fueron sus padres legítimos Federico Regalado Landázuri, colombiano autodidacta, propietario de una hacienda ganadera con cultivos de ciclo corto y papas, ubicada en el camino entre Ipiales y Tulcán, muy apreciado en la comarca por sus dotes de hábil conversador, y de Mercedes Coral Ruiz, natural de Tulcán.
Quedó huérfano de padre a los cinco años y en mala situación económica, de suerte que tuvo que cuidar el rebaño de ovejas hasta que su madre vendió la hacienda y fue matriculado tardíamente en la escuela Sucre de Tulcán, alcanzando por sus buenas calificaciones una de las becas que anualmente distribuía dicha Municipalidad.
En 1918 pasó al Normal Juan Montalvo de Quito donde los miembros de la II Misión Pedagógica alemana formaban profesores. Allí destacó en diversas materias y ganó el aprecio del Director Leonidas García, famoso arielista que le enseñó a modelar a la Juventud a través de los buenos ejemplos, la disciplina y el ritmo, hasta que en 1921 alcanzó el tan ansiado título de maestro normalista y regresó a Tulcán de profesor de la Escuela Sucre. Ya estaba casado con Ena Viteri, matrimonio feliz con tres hijos y profesaba el credo liberal radical de sus mayores.
En 1922 ocupó la dirección de la escuela Simón Bolívar de la Parroquia El Angel, el 25 fue Director de la Sucre y cada vez que un profesor le solicitaba permiso, lo reemplazaba en el aula, pues le gustaba observar el avance pedagógico de cada curso.
El 28 empezó a dictar la cátedra de Matemáticas en el Colegio Bolívar de Tulcán y lo hizo con tal dedicación que pronto cobró fama de profesor exigente, hasta que el 40 ocupó la Dirección Provincial de Educación del Carchi. Mientras tanto habíase desempeñado por cinco periodos consecutivos como Presidente del Concejo Cantonal de Tulcán, preocupado de la canalización integral de sus arterias principales, del trazado y nivelación de las calles de la ciudadela Eloy Alfaro y del parque Isidro Ayora, de la Construcción del Parque de la Independencia y del establecimiento del Cementerio.
En 1939 falleció su esposa a consecuencia de un mal parto y el 43 ocupó el vicerrectorado del Colegio Moncayo de Atuntaqui. Ese año fue electo Diputado por el Carchi, concurrió a las sesiones del Congreso en Quito y consiguió la primera asignación de un millón de sucres que sirvió para la compra de los terrenos del aeropuerto El Rosal de Tulcán. El 45 contrajo segundas nupcias con Emma Espinosa Guerra y tuvieron once hijos.
Entre el 46 y el 47 fue concejal del cantón Antonio Ante con capital Atuntaqui, ordenó el diseño del Escudo y la Bandera cantonal al padre Neptalí Rocha, defendió las aguas de las acequias Victorias y Anafo que siempre habían sido usadas por el pueblo, creó el impuesto de veinte centavos por botella de cerveza que se consumiera en el Cantón y lo dedicaron a la construcción del Colegio 28 de Mayo, realizó la convocatoria para la elaboración de la primera Monografía y el tendido de la primera red de cañerías de agua potable.
El 47 pidió el pase a la costa por razones de salud y fue enviado a ocupar el rectorado del colegio Alejo Lascano de Jipijapa que se encontraba muy decaído. Allí permaneció hacia el 56 con notable éxito y como en el González Suárez de Alausí se requería de una mano enérgica, el Ministerio le solicitó que asumiera ese rectorado y aceptó porque le agradaba dar a los estudiantes la oportunidad de adquirir una formación integral.
En todas partes era Rector y al mismo tiempo profesor de matemáticas. Sus clases eran dictadas con un buen cuidado del lenguaje, expresado de una manera clara y comprensible, a la par de elegante. Una clase suya podía transformarse en una hora dedicada al lenguaje o al estudio del idioma, también podía usarla para formular axiomas que caracterizaban un sistema. Tenía facilidad para improvisar y desarrollaba cualquier tema pedagógico con enorme elocuencia.
En 1958 ocupó la Dirección del Normal Angel Polibio Chávez de San Miguel de Bolívar y en 1963 fue jubilado por la Junta Militar de Gobierno, que requería de plazas libres para los jóvenes normalistas de la República.
De regreso a Atuntaqui adquirió una casa grande y cómoda en la calle Amazonas, fundó y presidió la Asociación de Jubilados cuya sede social gestionó y construyó. Durante la huelga de la fábrica Imbabura, que duró varios meses, asesoró a los trabajadores y realizó viajes a Quito, a solicitar al Congreso su intervención, pero la fábrica no volvió a funcionar.
En 1969 regresó a la costa y “el cariño y la gratitud del pueblo de Jijipapa, donde había dejado numerosos amigos y conocidos, revivieron sus fuerzas”. Pronto le ofrecieron su antigua cátedra en el Alejo Lascano, que sirvió hasta el 73 con honor. Jijipapa siempre le fue una tierra amiga, fundó y presidió la Asociación de Jubilados y escribió dos pequeñas biografías, una sobre Alejo Lascano Bahamonde y la otra sobre el cacique Manuel Inocencio Parrales y Guale que aparecieron en la Colección Cultural del Núcleo de Manabí, de la CCE.
El 78 residía en Quito con su esposa y sus hijos menores. Ella estaba siempre a su lado, cariñosamente, cuidándole en todo momento, hasta que a principios del 82 le sobrevino una embolia pulmonar y trasladado al Hospital Andrade Marín del IESS falleció tranquilamente, casi sin agonía, el 7 de Abril, a la edad de ochenta y un años.
Hasta el final de sus días conservó la calma que siempre le había caracterizado y en el Hospital conversaba de muchos temas con los demás asilados, dando ejemplo de civismo.
Activo y perfeccionista, gustaba supervisar el trabajo de sus colaboradores para anotar cualquier imperfección que encontraba en ello. Todo error, por pequeño que fuera, debía ser corregido. Lector infatigable, no convenía con la Televisión que consideraba frustrante para la cultura. Profesor de temple, metódico y dedicado por entero a la juventud y a sus compañeros de labores.
Mantenía la atención de los auditorios, cuidaba de la preparación física y mental de los educandos. Su esposa recuerda que en el Angel Polibio Chávez, junto al profesor de Educación Física enseñaba ejercicios en barras, paralelas y argollas, contagiando el entusiasmo a pesar de sus cincuenta y ocho años.
Dialogaba con lógica pero sin tratar de convencer al oyente, pues pensaba que el convencimiento es un proceso mental natural que brota por propia iniciativa. Promovía la autogestión y no olvidaba que los padres de familia también eran parte del haber educativo. Estableció granjas agrícolas en todos los establecimientos que dirigió a lo largo de su carrera como Maestro, amó al árbol y pensó que el mayor peligro del país era su desertización.
Promocionaba actividades entre el estudiantado y en un viaje que realizó a Viña del Mar recogió la producción chilena en verso sobre el árbol y a su regreso trató de difundirla. No fue un político aunque ocupó cargos de gobierno seccional pues pensaba que el mejor ejercicio cívico consistía en afectar e influir en la formación de una conciencia individual activa. Eso lo había escrito mil veces en cada uno de sus discípulos, siguiendo los lineamientos pedagógicos de Herbart, que pensaba que la transformación del Estado se logra primeramente a través de los individuos, luego de las familias y finalmente de la sociedad.