RAAD FARAH NICOLÁS

CONSUL DE LIBANO.- Nació el 6 de Diciembre de 1896 y fueron sus padres legítimos Michel Raad y Anissa Farah, personas de viso social y económico, naturales de Beirut en el Libano.
Fue el segundo de los siete hijos del matrimonio y desde pequeño tuvo una gran facilidad para los idiomas, fue brillante estudiante y aprendió latín, arabe, francés y español. Graduado de Bachiller en la Universidad jesuita de San José de Beirut, aún adolescente viajó a Francia.
En 1910 su hermano mayor Asaad M. Raad pasó al Ecuador a hacerse cargo del almacén “Farah Freres y Co.” (1) de propiedad de sus tíos, quienes debían retornar a Francia y seis años después arribó Nicolás y se sumó al negocio.
El 8 de Mayo de 1921 estuvo entre los creadores de la Sociedad Unión Libanesa, institución a la que se vio muy unido, presidiéndola durante ocho períodos entre (1927 – 28) y entre (1934 – 42) y aparte de la labor social para unir y ayudar a los miembros, el 35 adquirió un cuerpo de bóvedas en el Cementerio General, fue creado el Centro femenino de beneficencia libanés hoy llamado Sociedad de Beneficencia de señoras libanesa – siria, se constituyó una sociedad anónima para la adquisición de un predio compuesto de casa de madera y solar en Diez de Agosto y Boyacá el 37, adecentaron el primer piso alto y cambiaron la sede social.
Mientras tanto se había comprometido en matrimonio con la joven Ofelia Dibo quien cantaba con muy linda voz, pero teniendo que viajar a Francia y a Líbano prometieron esperarse.
La ausencia duró dos años, en Líbano rechazó cortésmente el matrimonio que le tenía preparado su madre y a su regreso casaron en Guayaquil el 29 de Octubre de 1932 y fueron a vivir en la casa esquinera de 9 de Octubre y Boyacá, pronto llegarían cuatro hijos que fueron encaminados hacia la lectura y el arte.
El 48, cambiados a Eloy Alfaro y Sargento Vargas, fue agraciado con el nombramiento de primer Cónsul de la recién fundada República de Líbano en Guayaquil, funciones que desempeñó por espacio de trece años sin escatimar gasto alguno, pues aparte de las fiestas que brindaba a la colonia libanesa y autoridades de la ciudad, ayudaba a los PAISANOS que arribaban a Guayaquil con consejos e ideas, y con los auxilios del caso si era necesario.
Buen católico, de misa diaria en el vecino templo de San José, solía vestir de blanco, fumaba habanos, caminaba y sonreía al vecindario. Farah Freres había cambiado su denominación social por Almacenes Reunidos C.A. ARCA y luego cada quien puso su almacén de telas. En el suyo, cercano al mercado sur, tenía un gato al que hablaba en francés y pronto se llenó de numerosa clientela. Cerraba al mediodia y volvía a abrir en las tardes. Y cuando cerraba se dirigía a la Unión Libanesa a jugar cartas con sus amigos, casi siempre poker o rummy.
El 62 celebró sus bodas matrimoniales de rubí con una fiesta que le ofrecieron sus hijos. Alegre y rumboso, asistía al casino y al hipódromo y compartía sus gustos con sus hijos y sobrinos, siempre con la sonrisa a flor de labios, aún cuando ya no era hombre de fortuna.
El 25 de Diciembre de 1970, a eso de las 4 de la tarde, fue atropellado y sufrió la rotura de la cadera y daños en el ureter. Su recuperación duró un mes en una de las clínicas de la ciudad. Su hijo Roberto construyó una casa grande en Los Ceibos y tuvo que salir de su barrio y cambiarse a esa ciudadela, entonces tan alejada de la ciudad, pero con el pretexto de sacar a pasear a los perritos de su señora, comenzó a enrolarse con el vecindario y pronto fue muy querido.
El 74 empezó a sufrir fuertes dolores y el 8 de Diciembre del 77 falleció de 8l años de edad, casualmente el dia de la Virgen. El 9 recibió cristiana sepultura en el Cementerio General.
Fue un caballero a la antigua usanza, quizás por eso no estuvo preparado para soportar los cambios que se sucedieron en los últimos años de su existencia. Vivió una época agitada, fue hombre intelectualizado y generoso, con esa buonomía propia de la cultura francesa que tanto admiró.
Corpulento, caminador, correcto, culto, sonriendo y fumando cigarros siempre. Tal su fisonomía, retratada por su biógrafa Liliana Liberati en “El Caballero de Beirut”, en 119 págs. que apareció en 1996 al conmemorarse el Centenario de su nacimiento y como anécdota propia de su carácter, sus hijos aún recuerdan que en cada ocasión que se servía uvas decía: Estas no son como las que se producen en Líbano.