QUITO : Las muertes inducidas

SUCEDIÓ EN QUITO
LAS MUERTES INDUCIDAS

Las facultades parasicológicas pueden ser descubiertas de manera a casual o a consecuencia de un hecho extraordinario, algunos han llegado a ellas por medio de experimentos y no faltan los que se aproximan en forma sistemática, con  repetidas experiencias aunque la voluntad no es la única que obra milagros, también puede obrar el miedo. 

Siempre hemos oído de personas primitivas que mueren de súbito por efectos de una palabra o de un conjuro. He aquí el relato de un investigador que viajó al oriente: 

“Varios amigos suyos habían comido inadvertidamente carne de mono y se enteraron a las pocas horas que este tipo de alimento era venenoso para quienes no estaban acostumbrados a él. La carne ingerida no estaba dañada ni putrefacta pero todos sintieron los estragos de una aguda indigestión y hubo que someterlos a tratamiento médico, incluso con suero y antibióticos. La creencia de que enfermarían, les hizo sentir  los estragos propios de este genero de dolencias”. 

El fenómeno de autosugestión ha sido estudiado y confirmado por médicos con mucha frecuencia. Un amigo mío, que es psiquiatra y acostumbraba visitar a varios pacientes en el manicomio de Quito, me contaba que en cierta ocasión  asistía a una señora que sufría de alucinaciones y que en medio de la sesión ella se trastornó porque creía que una avispa había entrado por la ventana del cuarto y le picaría el cuerpo. Entonces se agitó la pobrecita en su silla y tapándose la cara repetía: “Que no me pique en los ojos”. “Mientras yo intentaba tranquilizarla, me refería el Doctor, comencé a anotar que el párpado inferior de la pobre loca se comenzaba a inflamar hasta adquirir el tamaño de un huevo de gallina, a causa de un edema de consistencia pastosa, con el enrojecimiento característico de las inflamaciones, todo ello acompañado de intensos dolores”. 

Hubo que tratarla con emplastos fríos y luego de varias horas comenzó a bajarle la hinchazón, quedando probado que todo era mental, pues que no había la famosa avispa ni  picada alguna. 
En otra ocasión el mismo galeno me contó que había presenciado en el Hospital Territorial de Guayaquil el siguiente raro suceso: 

“Se trataba de un oficial que había sido herido en una reyerta y estaba convaleciente cuando de improviso colocaron en la cama del frente a un pobre policía que sufría de tétano y presentaba el cuadro típico de las convulsiones propias de esa terrible enfermedad. Al día siguiente, el oficial que ya estaba casi bien de su herida comenzó a presentar un cuadro clínico igual al del vecino, con las mismas convulsiones y síntomas de tétano que se le reproducían cada hora. 

La punción lumbar demostró la inexistencia de bacilos de tétanos y cuando quedó aclarado que el oficial estaba sano, me acerqué a decírselo al oído, porque yacía con los ojos cerrados y rígidos y hasta le expliqué el significado de la punción que se le había practicado. 

Poco después volvía a la normalidad y al día siguiente fue dado de alta, pero lo inexplicable de este caso es el conocimiento de todos los síntomas de la enfermedad, que el oficial de ejercito reprodujo en su cuerpo exactamente como los describen los textos de medicina – que por supuesto, él no había leído ni por los forros. 

En alguna otra ocasión y conversando con un cirujano me informaba que hacia 1.953 tuvo un paciente qué se había pinchado con un canutero en el dedo índice y pensaba que estaba con gangrena, así es que llevado por el terror se hizo conducir a una clínica cara para que le corten el brazo mediante una rápida amputación. Mi amigo se negó a ello, pues no había motivo alguno para tamaña exageración, ya que no presentaba inflamación ni aumento de temperatura, pero a los pocos días murió y como no sufría de enfermedad alguna, se le practico la autopsia y no se encontró gangrena ni otra enfermedad. ¿Moriría por sugestión? 

Las energías autosugestionantes pueden, además, ser decisivas en las presentaciones de espectros o fantasmas, pues hay personas que creen ver cosas y en efecto, por tal vía llegan a presenciar lo que se han venido imaginando. 
Una señora de las familias más conocidas de Daule se dice que tuvo hace muchos años una aparición en la que había visto a su abuela, quien le había profetizado que moriría sin remedio alguno a las cuatro de la tarde del 8 de diciembre de 1.934 y en su cama. La pobre dama sufrió un gran susto con tamaño aviso y desde entonces se dedicó a rezar en la iglesia contando los días y horas que le faltaban para el fatal suceso. Muchos de sus parientes hicieron mandas y otros simplemente se burlaron del aviso, pero no faltaban quienes llegaron a convencerse del asunto y llegado el día 8 de diciembre, la señora se acostó en su cama para pasar tranquila y así se estuvo desde las doce del día, en medio de numerosos familiares que la había ido a acompañar; unos por la curiosidad malsana de ver si el aviso se cumplía y otros simplemente por cariño hacia la “enferma”. A eso de las tres de la tarde concurrió un primo que era médico,  quien le tomó la presión, la temperatura y hasta el pulso, declarando que la señora estaba sanísima, con presión de 12 – 8 y temperatura de 36.8 y que debía levantarse porque nada le iba a pasar, pero ella necia decidió quedarse una hora más en su cama y cuando daban las cuatro campanadas en la torre de la Iglesia del lugar, se vio que cerraba los ojos y reclinaba lentamente su cabeza sobre la almohada, muriendo de infarto según se pudo comprobar en la autopsia que se le practicó esa misma tarde, ante la expectativa y la curiosidad de toda la población. ¿Qué había sucedido? Nunca se sabrá, pero las malas lenguas dijeron desde entonces que había muerto por aviso del más allá. 

Este tipo de extrañas coincidencias puede originarse de adentro hacia afuera, es decir, del subconsciente hacia el conciente, a base de fuerzas orgánicas no controladas, capaces de provocar un infarto o cualquier otra dolencia, simplemente por mandato de nuestro cerebro.