PUIG MIR Y BONIN RODRIGO

INDUSTRIAL.- Nació en Guayaquil el 22 de Agosto de 1889, bautizado en el Sagrario de la Catedral el 14 de Octubre de 1890. Hijo legítimo de Jaime Puig Mir natural de Vilazar de Mar, Cataluña, España, estudiante de Medicina en la Universidad de Berlín. En 1874 se trasladó a Guayaquil a fin de dirigir las haciendas Guadalupe, la Ventura, San Pablo y los sitios Cacharí, la Isla y Guarumal entre Babahoyo y Montalvo, una fundición dedicada a astillero fluvial y el Ingenio San Pablo que funcionaba desde 1872 propiedad de su hermano Pedro Puig Mir. Contrajo matrimonio con Ana Bonín Cuadrado, nacida en Sibambe y ofreciendo pagar sesenta mil pesetas a cada una de sus hermanas adquirió los citados bienes a su madre en Vilazar, pues Pedro había fallecido sin sucesión legítima. Dedicado a impulsar el astillero y el ingenio, construyó los buques de rueda el Rápido, Pampero, San Pablo y Puig Mir que hacían la ruta Guayaquil – Babahoyo. Levantó una gran fortuna que le permitió Instalar a los suyos en valiosas casas que ordenó construir en Barcelona. Con Trinidad Camacho había fundado en Babahoyo el Colegio de niñas huérfanas, después llamado de las madres Marianitas, dotándolo de varias casa y rentas. De carácter fuerte, emprendedor y decidido tenía facultades parasicológicas y dejó un anecdotario rico y variado en situaciones conflictivas pero por sobretodo fue un empresario exitoso. Su biografía puede verse en este Diccionario. Dña. Ana también fue un carácter, en Guayaquil ayudaba a sus padres en el negocio de ferretería y cuando se instaló a vivir en Barcelona, en su casa de Balmes No. 163 y Diagonal a dos cuadras del Paseo de Gracia le fue propuesto un marquesado pontificio y rápido contestó que prefería los títulos de la Deuda, dando a entender que más que los honores iba con ella la solvencia económica, pero no era una persona interesada del dinero pues hacía caridades y los días jueves de tarde abría su casa a parientes, amigos y conocidos que la visitaban con gran contentamiento pues solía brindar exquisiteces.
Rodrigo fue el cuarto hijo de una familia compuesta de seis, dos de los cuales murieron pequeños. De trece años fue llevado a Barcelona con su madre y hermanas. Por esos días ingresó al internado de los jesuitas en Sarria, luego al internado del célebre Colegio jesuita de Deusto en Bilbao, reputado el mejor de España, graduándose de Bachiller en 1908. Solamente en las vacaciones anuales podía escapar de tan duras disciplinas y con su madre y hermanas visitaba Francia, Italia, Portugal y otras naciones, de suerte que llegó a hablar y a escribir correctamente en español, francés, italiano y portugués, aparte del dialecto catalán que practicaba con el servicio doméstico.
El 29 de Agosto de 1907 se inscribió su partida de nacimiento en el consulado español en Guayaquil y el 13 de Abril de 1908 el Juez Municipal del Distrito de Barcelona dio cumplimiento a lo ordenado por el Director General del Registro de la Prefectura, quien le había concedido la nacionalidad española, que orgullosamente compartió con la ecuatoriana.
Era circunspecto y tímido, reprimido por la educación confesional recibida, guardaba distancia con su padre al que consideraba un ser lejano y rotundo con el que no se podía discrepar en lo absoluto, ambicionaba estudiar Ingeniería mecánica para la cual estaba muy bien dotado pues solía armar y desarmar cualquier maquinaria por complicada que fuera, igual que su padre, pero éste le obligó a emprender la carrera de abogado, reputada más distinguida y elegante, más a propósito para los ambiciosos planes familiares que le tenía reservados por ser el “hereu” y que incluían el manejo del grupo de acciones mayoritario en la tradicional Caja de Ahorro y Crédito de Barcelona y como único hombre – tenía tres hermanas – le obtuvo el 14 de Julio de 1908, del Ministerio de Gracia y Justicia de España, un Real Privilegio para unir los apellidos Puig – Mir en uno solo, para sí y sus descendientes.
En 1909 ingresó a la Universidad Central de Barcelona y pronto destacó por su contracción al estudio pues también le agradaban las ciencias político – sociales. Al mismo tiempo empezó a sobresalir como tenista en el Club de Polo y se ennovió con Conchita Sicart, hija de los Condes de Sicart.
El 4 de Febrero de 1915 presentó la Memoria previa a la obtención de su licenciatura que tituló “La investigación de la paternidad”, aprobada con sobresaliente y publicada ese año en 32 págs. Enseguida siguió a Madrid y en 1917 se doctoró en Derecho Civil y Canónigo en la especialización de Diplomacia, tomó unas vacaciones y decidió visitar el Ecuador, país que entonces se consideraba pintoresco.
En 1918 arribó a Guayaquil con su padre, a quien había visto y tratado muy poco en razón de sus estudios, hospedándose ambos en la casa Bonín, en Colón No. 210 entre Pichincha y Pedro Carbo tras disgustarse con su novia porque no le quiso acompañar. La casa se levantaba sobre el solar de sus abuelos maternos, cuya primitiva construcción era de quincha o adobe (una mezcla de paja, piedra, agua y tierra) se había quemado para el incendio del Carmen en 1902 habiendo sido reconstruida con piedra pómez en la planta baja, quincha en los altos y techo de hojas de zin.
Tenía veinte y ocho años de edad y pronto gozó de la libertad que encontraba en la planicie apacible de Babahoyo, rodeada de bajas montañas, de ríos y canteros de caña que recorría incansablemente a caballo y a plena luz tropical pues no era una floresta umbría, y por ello comenzó a mantener roces con su padre, quien no quería que trabajara en el campo sino en la ciudad para lo cual le entregó la comercialización del azúcar, el manejo de las propiedades urbanas y el paquete accionario familiar en el Banco del Ecuador.
La industria del azúcar experimentaba en el Ecuador una época de bonanza económica pues habiéndose paralizado los ingenios europeos productores de azúcar de remolacha en 1914 al inicio de la I Guerra Mundial al ser enrolados los obreros en los ejércitos, se desplomó la oferta del producto y los precios aumentaron a niveles sin precedentes. De 0,046 centavos de dólar la libra en 1917 ascendió a 0,225 en 1920.
Casi enseguida cayó bajo la agradable influencia de su primo hermano José Rodríguez Bonín, quien gozaba de fama en el país por ser un bond vivant de gran personalidad y gustos refinados, quien le presentó a sus amistades y le llevó al exclusivo Club de la Unión y al Guayaquil Tennis Club practicando su deporte favorito en el antiguo local situado en el barrio del Astillero.
También quiso refrendar su título de Abogado y hasta tenía pensado establecer un estudio profesional con su pariente el Dr. Carlos Puig Vilazar, pero tuvo problemas con el rector de la Universidad Carlos Gómez Rendón y viajó a Cuenca con igual finalidad, alquilando un departamento a Juan Eljuri y tras minuciosas gestiones allá le reconocieron su Diploma.
Más tranquilo, a fines de ese año de 1918, recorrió esas comarcas azuayas que por su belleza y clima templado más parecen lugares de la Suiza o la Toscana, que ostenta la flor amarilla de la retama, color característico y predominante del sector y fue inquilino en casa del Dr. Benjamín Sojos y como siempre se había sentido atraído por la mecánica adquirió “La Cervecería del Azuay Sociedad Anónima” o La Victoria que es como la conocía el vulgo, a su propietaria Hortensia Mata de Ordóñez, ubicada en el sitio Gulag, junto al río Masan, en el sector de Sayausí, que había sido regentada por los técnicos alemanes Contag y Brickmann, pues pensaba exportar la producción, lo que nunca pudo lograr y a la postre le generaría dificultades y pérdidas pues en la sierra ecuatoriana el clima es seco y frío, poco propicio para beber esta clase de licores, de manera que como tampoco era posible llevar la maquinaria a Guayaquil, debió contentarse con mantenerla funcionando en Cuenca. Esta fue la peor inversión de su vida.
Las primeras cervezas salieron con el nombre de “Cervecería Puig-Mir Compañía Anónima” y en la Feria Artesanal de Cuenca del 3 de Noviembre de 1919 logró una de las Medallas de Oro. Al siguiente año consiguió la Medalla al Mérito (primer premio en su categoría) en las fiestas del centenario de la independencia de Cuenca en 1920 y constituyó la “Nueva Cervecería del Azuay Sociedad Anónima” para la producción de la cerveza Dandy de consumo interno y Pilsener La Victoria Export Bier para la exportación, Al efecto, trajo de la acreditada Escuela de Cervecería de Berlín al experto alemán Johann Wilde. Cada botella se vendía a 0,60 centavos de sucre y la docena a 6,40 lo que no era barato.
En 1929, finalmente logró cambiar la fábrica a la Avenida Solano, dentro del perímetro urbano de la ciudad.
La “Nueva Cervecería del Azuay S. A.” con treinta mil sucres de capital y la empresa de Benigno Polo fueron las dos mayores de esos tiempos en el austro. La cerveza había subsistido artesanalmente varios años en Cuenca. Esta compra fue producto de su inexperiencia y novelería pues la cerveza no se consumía mucho. Por otra parte, diversificó sus negocios en una zona alejada a Guayaquil, lo que a la larga le trajo graves problemas bien es verdad que no tuvo los alcances para los negocios de su brillante padre, a quien siempre admiró de lejos, sentimientos por demás contradictorios que iban de la fascinación al rencor.
En la Avenida Solano de la ciudad de Cuenca, que da para el río Yanuncay, que en esos años era un despampado y estaba deshabitada, adquirió varios terrenos hasta formar una enorme extensión sembrada con bosques de eucalipto en la parte posterior del ejido. Una de sus esquinas donó a los sacerdotes Carmelitas para la construcción de la Capilla destinada a la virgen del Rosario, la Morenica, también conocida como la Virgen de Bronce cuando los padres mandaron a fundir una estatua de dicho metal. Con el Ing. Pierre Vincent, de nacionalidad francesa, construyó hacia el fondo de los terrenos un perfecto ejemplo de instalación de arquitectura industrial alemana del siglo XX, hacia la parte anterior levantó una masía catalana y varias secciones de mampostería para la Nueva Cervecería, cuya fotografía figura en el Libro de Oro de la Ciudad de Cuenca editado en 1920 con motivo del Centenario de la Independencia, por lo cual ha sido declarada Patrimonio Cultural y actualmente es sede del Museo de los metales.
Para una mejor elaboración de la Cerveza importó el lúpulo y los líquenes de fermentación de Alemania, la maquinaria nueva de Checoslovaquia y distinguió a sus productos, que eran la Cerveza rubia y el Extracto de malta para el consumo interno y la Pílsener Especial para exportación a Colombia, Perú y Panamá.
También alquiló la Empresa Municipal de Electricidad a fin de asegurar el subministro de energía pero se produjo la competencia con la empresa de los Crespos Ordóñez (Ricardo, Roberto y Francisco) hijos de Roberto Crespo Toral. Entre ambas empresas existía la natural competencia, hubo Cabildo Abierto y Puig Mir se hizo cargo de la Planta Municipal después de un altercado con Ricardo Crespo Ordóñez, que fue muy serio, pero felizmente Fausto Moscoso Vega intervino, apaciguó los ánimos e invitó a los contendientes a beber unas cervezas, pero una tarde fue atacado en mitad de una calle por uno de los Crespo Ordóñez de manera que a la larga rescindió el contrato con la municipalidad pues su vida se había vuelto una vorágine, viajaba mucho de la costa a la sierra. Para los veranos tenía que estar en la zafra, su padre vivía cada vez más tiempo entre París, Barcelona y Málaga donde veraneaba, por eso le había entregado el cuidado total de los intereses familiares en el Ecuador, inclusive la representación de las acciones en los Bancos Territorial y del Ecuador, asistiendo a las sesiones de directorio. El Gerente General de éste último, Eduardo Game Balarezo le invitaba frecuentemente a almorzar en su casa. Allí conoció a su hija Laura Game Castro, con quien contrajo matrimonio el lunes 17 de Mayo de 1924 con total disgusto de su padre que no deseaba que su único hijo varón se quedara a vivir en América (en 1922 había casado su primo hermano José Rodríguez Bonín con María Luisa Game Castro).
Mientras tanto la casa de tejas en Cuenca había sido terminada el año veinte sobre una extensión de cinco hectáreas de terreno y tres de bosques de eucalipto – altos y hermosos – algunos de ellos casi centenarios, situados en la parte posterior y fuera de las murallas. Una gran puerta de hierro daba al camino de ingreso. En la planta baja existían dos amplios locales para oficinas o bodegas con piso de ladrillos cerámicos y una escalera ancha y cómoda, muy descansada, llevaba hacia el hall del primer piso en cuya parte superior existía un enorme tragaluz que daba vida a todos los aposentos. Hacia la derecha el escritorio y luego el dormitorio principal. Hacia la izquierda la sala. Al fondo el comedor con dos mesas para un total de veinte y cuatro personas y la cocina, único espacio embaldosado. El segundo piso contenía seis dormitorios con sus baños completos y una escalera hacia la parte posterior. En el tercer piso un balcón sin techo con verja de hierro que se utilizaba en las noches de luna para observar el cielo estrellado. La parte frontal del primer piso tenía un solárium, galería de cristales, grande, cómoda, que sobresalía del resto de la construcción y por eso se calentaba naturalmente con los rayos de sol. Las habitaciones sumaban un total de mil metros cuadrados y estaban amobladas en estilo art nouveau, con mobiliario de madera traído de Europa. Los servicios higiénicos fueron los primeros que se conocieron en Cuenca y se dio el caso de familias enteras que visitaban la casa para conocerlos y probarlos. (1)
La luna de miel transcurrió en medio de los idílicos paisajes de Cuenca, después alquiló un departamento al lado del chalet de sus suegros en Guayaquil y frente a su cuñada Rosa Angélica casada y con hijos con José Joaquín Jurado Avilés, que desempeñaba las funciones de cajero en el Banco del Ecuador. Al siguiente año empezó la familia, seis hijos en total, cuatro mujeres y dos hombres, siendo un matrimonio bien avenido por el carácter suave de ella pues don Rodrigo era un personaje rotundo en sus opiniones e intransigente en sus ideas, sin los rasgos de genialidad paterna, por supuesto. Sus hijos fueron: Laura (1925) casada en 1950 con Gustavo Rouillón Leguía, Ana (1926) casada en 1945 con Hernán Fuenzalida Labbé; Angela (1927) casada con Federico Cornejo Coronel, Rodrigo I (1936) fallecido ese mismo año, Rodrigo II (1941) casado el 69 con Pilar Romero Carbo, y Nuria (1943) casada en Enero del 67 con Rodolfo Pérez Pimentel.
Su padre se disgustó muchísimo al ver sus planes rotos en Barcelona y lo que él consideraba peor, la familia dividida, pues sus tres hijas habían casado allá y el “hereu” en Ecuador, algo inconcebible para su mentalidad decimonónica. Ana Puig Mir con Eugenio Sagnier y Villavecchia, María con Luis Villavecchia y Lalhander y Lucrecia con José María de Pascual y Fontcuberta. Todas con familias. Por eso su boda en Guayaquil fue la gota que desbordó la copa y desde ese día el desencuentro fue definitivo al punto que éste le terminó desheredando al no soportar la idea de que alguien pudiera hacer su voluntad dentro de la familia.
Don Jaime vino al Ecuador el 26, se hospedó en la casa Bonín, calle Colón entre Pedro Carbo y Pichincha, retomó la administración del Ingenio San Pablo, conoció a su primera nieta Laura que estaba de meses pero no se vio con su hijo. El 27 volvió para la zafra, el 28 estuvo nuevamente en Guayaquil acompañado de su hija María de Villavecchia, recientemente viuda, quien llegó con sus hijos y pasó a Riobamba en busca de un mejor clima. Entonces, enterado de la prohibición estatal para que los ingenios pequeños dejaran de producir azúcar dada la gran cantidad que se encontraba almacenada sin poder venderse, cerró el ingenio e intentó botar las maquinarias al río pues el precio del azúcar había bajado muchísimo en los mercados mundiales y ya no era el gran negocio de antes; sin embargo su hija se lo impidió y al volver a Europa falleció en su casa de Barcelona, en 1933, pues estando aquejado de gripe había adelantado su regreso de Málaga, donde solía tomar vacaciones huyendo del frio invernal. Allí había adquirido un mausoleo de mármol, que jamás nadie ha usado.
Para el 31 su hijo Rodrigo se ausentó con su esposa, tres hijas y una doméstica a Europa, a curarse una úlcera duodenal. Al arribar a Panamá se enteraron del cierre voluntario de operaciones del Banco del Ecuador lo que significaba un duro golpe para su economía pues debía cancelar los créditos adquiridos para sus inversiones en Cuenca. antes de su vencimiento, pero – a pesar de este contratiempo grave – continuaron la marcha. En Barcelona le recomendaron un tratamiento nuevo en la clínica del Dr. Boast de Berlín donde fue operado de urgencia no sin antes hacer su testamento al apuro, poniendo en orden sus asuntos financieros, y tras un período de recuperación de tres meses, visitó las principales capitales y regresaron en 1932, tras casi dos años en el exterior y en plena crisis financiera mundial.
I como el Banco del Ecuador había cerrado voluntariamente sus puertas, pagó la totalidad de su deuda originaba en sus inversiones en Cuenca al intemperante Liquidador Luís Vernaza cuando éste amenazó enjuiciarlo para lo cual obtuvo el dinero necesario de su madre, a buena cuenta de la herencia.
Cuando estaba en Cuenca numerosos amigos – muchos de ellos conservadores – le iban a visitar, entre otros el Obispo Hermida, quien se hacía anunciar con el monaguillo de la capilla de la Virgen de Bronce, que tocaba las campanas. En Julio de 1933 figuró entre los organizadores de la Junta Nacional de Sufragio Libre que patrocinó la candidatura presidencial del Dr. José María Velasco Ibarra y fue miembro de la agrupación política denominada “Nueva Acción Republicana Ecuatoriana” NARE, católica y de corte fascista que aglutinó a numerosos elementos conservadores, sobre todo en Quito, pero que fracasó ruidosamente cuando se comenzó a decir que para ser narista primero había que ser seminarista. Chiste que hundió a los organizadores, algunos de ellos, efectivamente, habían sido seminaristas en su juventud.
Desde el fallecimiento de su padre en Barcelona volvió a habitar con su familia la casa Bonín en Guayaquil y el 34 y habiendo cesado la prohibición para que los ingenios pequeños realicen zafras, desarmó las maquinarias, las limpió y volvió a armar pues para eso se las valía como buen mecánico, repitiendo la hazaña de su padre realizada en 1876 y sembró nuevamente los cañaverales de manera que el 38 empezó a producir azúcar.
Para trasladar el producto a Guayaquil hizo construir la lancha “España” de tan gratos recuerdos para sus descendientes, pues en ella se hacía el transporte de personas y carga en la ruta Babahoyo – Guayaquil que demoraba cosa de cinco o seis horas, pues iba caleteando en las haciendas que daban a las orillas del río. Esta lancha fue retirada de circulación por obsolescencia a finales de la década de los años 50, cuando ya las carreteras posibilitaban viajes más cortos.
Su madre le había compensado la falta de herencia paterna con la entrega del ingenio que estaba cerrado como ya se dijo, las covachas y solares de la calle Pichincha herencia que le venía por su abuelo Bonín, dinero y valores. Posteriormente le envió de Barcelona un lote de joyas con María Febres Cordero de Tous que se componía de tres juegos completos de aretes y anillo. Uno – el más valioso – de platino, tenía el anillo de 7 ½ kilates que en familia se conocía con el nombre de El Faro, los aretes tenían un brillante de 4 kilates cada uno. El segundo juego era de esmeraldas y brillantes y el tercero de zafiros y brillantes, así como numerosas piezas sueltas muy valiosas, de distintos modelos y pedrerías, adquiridos en 1918 en Berlín, por don Rodrigo, por encargo y con dinero de su madre, a unas Princesas rusas huidas a causa de la revolución del año anterior. Los juegos poseen sus estuches muy antiguos.
Dichas joyas le fueron entregadas a cambio de sus derechos sobre la casa pairal en Vilazar ubicada en la calle de San Genís, del mausoleo familiar de mármol de Carrara en el cementerio del cerro de Montjuich y de otros bienes menores que pasaron a poder de sus hermanas. Entonces procedió a fundar la Industrial Agrícola Puig Mir S.A. como marco legal para la producción de azúcar en Babahoyo y aguas gaseosas y colas en Cuenca.
Durante la Guerra Civil española se sentaba al pié de un aparato de radio de alta frecuencia, escuchando en el interior de su domicilio las novedades del conflicto y no faltó ocasión en que se trasladó con sombrero y bastón, como era lo usual en aquella época, a las oficinas del Cable Internacional ubicadas en Elizalde entre Pichincha y Malecón, donde se reunían los ciudadanos españoles a escuchar por altavoz los últimos incidentes, pero jamás intervenía en las discusiones que allí se armaban y esto a pesar de que ayudaba con dinero al Movimiento de Liberación Nacional surgido en Marruecos y liderado por el General Francisco Franco Bahamonde.
Sus hijas mayores aún recuerdan las noches pasadas en vela llenando fundas de liencillo de dos kilos cada una con alimentos para familiares y amigos de Barcelona (harina, arroz, azúcar, café, cocoa, garbanzos, fréjoles, lentejas, etc.) pues sus hermanas y sobrinos carecían de esos productos a causa de la Guerra Civil.
En 1937 pasó por el dolor de perder a su hijo Rodrigo I, de pocos meses de nacido, quien enfermó de gastroenteritis en el Ingenio y aunque pudo ser trasladado en una de las embarcaciones a Guayaquil, arribó muy grave y cuando ya era tarde. Aún no habían sueros intravenosos como ahora, si no los llamados Murphy que se colocaban por el recto y por supuesto no eran lo mismo.
Ese año 37 asesoró en Guayaquil al Nuncio Apostólico Fernando Cento llegado de Lima a celebrar un convenio internacional con el Ecuador (Modus Vivendi) y habiendo cancelado la totalidad de su deuda con el liquidador del banco del Ecuador empezó a resembrar los canteros del ingenio, reparando él mismo los calderos que debían soportar grandes temperaturas y presiones y es fama que los dejó como nuevos. También agrandó los tendidos y las líneas del ferrocarril interior y en la zafra del 38 logró producir cinco mil quintales, que poco a poco fueron aumentando en años siguientes hasta alcanzar la cifra de treinta y dos mil. Indudablemente esta fue su mejor época pues a los cincuenta años de edad había demostrado tener el empuje y la habilidad necesarios para revivir la empresa manejada tanto tiempo por su padre.
Ese año 38 falleció su madre había vivido en el exilio de San Remo, casa de su amiga Mercedes Parodi, a donde fue trasladada cuando se le declaró una pleuresía mientras vivía con sus hijas en la localidad vecina de Veintimiglia. Despúes se instaló en Bilbao zona segura en el norte de España, donde falleció A principios del cuarenta regresaron a Barcelona sus hijas María y Anita, ésta última recuperó la gran mesa de caoba del comedor familiar depositada en uno de los rastros de la ciudad y que había sido confiscada por las guardias rojas. Un caballero decía que era suya, pero Anita Puig Mir probó que era de su casa, indicando que tenía un timbre para llamar al servicio doméstico oculto en la parte baja y buscado el tal timbre, efectivamente allí estaba, quedando satisfechas las partes litigiosas.
En 1939 intentó establecer los Sindicatos Verticales a imagen y semejanza de la España nacional falangista pero la oposición sindicalista de izquierda hizo fracasar sus propósitos.
El negocio del azúcar seguía en auge ante la paralización de los ingenios europeos a causa de la II Guerra Mundial, que disparó el precio internacional, similar fenómeno ocurrió dentro de nuestro país, pues de treinta y siete sucres el quintal en 1940 subió hasta ciento diez en 1947.
En 1941 recibió en su casa al padre Cayetano Tarruel que llegó vestido de miliciano y medio chiflado por tener una bala en el cerebro que no se la habían podido sacar y con su amigo personal el Obispo de Guayaquil José Félix Heredia Zurita y su vecino el Dr. José María Ala – Vedra y Tama, confeccionaron los planos e iniciaron la construcción del edificio del Seminario, pero fueron estafados por un chileno que se alzó con el dinero destinado a la importación de un lote de varillas de hierro. Los trabajos estaban muy adelantados y las bases se pueden admirar hasta hoy, pues fueron utilizadas como bases del edificio del Salón de Actos de la actual Universidad Católica.
Para los sucesos de la invasión peruana, el día 15 de Julio, visitó al primer contingente de soldados heridos del batallón Cayambe que llegaron de la frontera y obsequió quinientos sucres a cada uno, ofreciendo educar a cien niños huérfanos de la guerra con el Perú si fuere necesario. Después siguió apoyando económicamente a los refugiados orenses en Guayaquil.
En 1942 había cerrado la Cervecería en Cuenca a causa del ingreso de los Estados Unidos en la II Guerra, porque sus técnicos cerveceros de nacionalidad checa fueron puestos en la Lista Negra y obligados a regresar a su país de origen. Tampoco pudo seguir importando el lúpulo ni fermentos. En cambio subsistió la fábrica de colas Santa Laura como parte de la Nueva Cervecería del Azuay produciendo el agua del Yanuncay para mesa filtrada y gasificada y las colas de varios sabores: Champagne color ámbar, Fresa rosada, Lima – Limón verde, Piña amarilla
Ese año empezó a asesorar al Movimiento falangista CÓNDOR (Compañías Orgánicas Nacionales de Ofensiva Revolucionaria) fundado en la Universidad Central de Quito por el ciudadano español Jaime Nebot Borrás y cuando lo transformaron en Acción Revolucionaria Nacional Ecuatoriana ARNE Jorge Crespo Toral, Jorge Luna Yépes en Quito y Nicolás Valdano Raffo en Guayaquil, contribuyó al mantenimiento del órgano oficial de ese partido, el periódico Combate, que aparecía todos los sábados de mañana en Quito y tuvo numerosas entrevistas con sus líderes, pero sin afiliarse ni permitir que su nombre fuera exhibido; pues, a pesar del agrado que sentía por todo lo que era política, prefería la tranquilidad de su hogar.
En 1943 no quiso aprovechar la liberación total de derechos arancelarios decretada por el Presidente Arroyo del Río para favorecer la reposición de las maquinarias de los ingenios, por considerar que tal medida había sido dictada con dedicatoria y por lo tanto no era ética. Error que a la postre le impidió aumentar su producción y perdido el empuje inicial comenzó una lenta decadencia pues siendo persona desconfiada, nunca cedió las riendas de sus empresas ni a funcionarios ni a parientes.
A mediados de año viajó a Santiago de Chile con toda su familia para que allí terminaran sus tres hijas mayores la educación secundaria, porque era imposible trasladarse a Europa debido a la Segunda Guerra Mundial. Eso fue lo que dijo, pero en realidad las llevó porque la segunda de ellas tenía un enamorado de excelente familia pero bastante ocioso y divertido, al que no podía ver don Rodrigo. Vivieron en una villa alquilada en Grajales y Carrera, cerca del Instituto de Educación Familiar anexo a la Universidad Católica y al Colegio Villa Maria. En Santiago estrechó lazos de amistad con el Dr. Velasco Ibarra, exilado en esa capital, a quien había conocido y tratado el 34 cuando fue su partidario.
En 1945, tras una gira por Argentina y Uruguay, regresaron a Guayaquil. El 47 fue electo Consejero Provincial del Guayas por el Congreso Nacional con mayoría velasquista ese año, fundó la Cámara de Propiedad Urbana de Guayaquil y redactó sus estatutos en previsión de una posible reforma urbana.
En 1948 figuró entre los socios fundadores del Banco de Comercio aportando el dinero que obtuvo por la venta del solar de la esquina de Pichincha y Colón al Sr. Luis Marcillo Rodríguez, pero el Banco no tuvo buen fin pues a poco, el 2 de Mayo de 1950, falleció su Gerente fundador Napoleón Prado R. en un accidente ocurrido a un avión de Avianca en la espesa montaña de la hacienda Talagua jurisdicción de Guaranda, Provincia de Bolívar, que venía en viaje de Quito a Guayaquil.
El Banco, ya sin su Gerente fundador, entró en decadencia y terminó cerrando. Cabe indicar que Puig Mir, al enterarse del fatal accidente, aseguró que el Banco quebraría, pero fiel al recuerdo paterno de no aceptar equivocaciones ni dar su brazo a torcer, prefirió perder la inversión – que para la época era muy elevada – antes que retirarla a tiempo.
En 1950, tras largas temporadas de enfermedad a consecuencia de otra úlcera, viajó a New York y se operó en el “Doctor Hospital” con el Dr. George Pack. De regreso se enteró en el aeropuerto del matrimonio de una de sus hijas y en gesto por demás patético, al llegar a su domicilio hizo trizas con unas tijeras el costoso y elegante vestido de novia que acababa de adquirir en USA y no contento con ello se dejó llevar por sentimientos absurdos y demandó judicialmente a su nuevo yerno, solicitando al Juez la declaratoria de nulidad del contrato matrimonial por ser la novia menor de edad, pero finalmente todo terminó en nada, tres años más tarde, cuando ya tenía dos nietecitos más y el juicio se había convertido en la comidilla del mundo social guayaquileño. Este ridículo episodio dejó larga saga de hilaridad en la ciudad pues el asunto se convirtió en noticia escandalosa.
El 53 ganó uno de los premios mayores de la Lotería de Panamá consistente en diez mil dólares, que entonces era muchísimo más dinero que ahora, viajó a Lima con los suyos, se hospedó en el hotel Bolívar dos meses y medio, adquirió acciones en varias compañías industriales de Chile y Perú que resultaron totalmente improductivas. De regreso entabló juicio de servidumbre de vista a Marcillo para impedir la construcción de una pared medianera y lo ganó. Ya tenía disminuido el sentido del oído y una bien ganada fama de sujeto anecdótico, igual que la de su famoso padre.
En 1955 regresó a los Estados Unidos con embolia pulmonar y a hacerse un nuevo tratamiento pues le había aparecido una mancha en el pulmón que resultó simplemente de nicotina por sus muchos años de fumador.
En 1959 ordenó la fabricación de varios miles de botellas de vidrio en el Perú con el membrete de IAP Cola (siglas de Industrial Agrícola Puig Mir) para sus bebidas gaseosas que solamente circulaban en el austro. Mas, la compañía Guayaquil Bottling Co. representante de la Coca Cola en Guayaquil, se opuso a la libre circulación de dichos envases alegando que tenía patentada la palabra Cola con C, pero como dicha palabra es genérica y no puede ser propiedad de nadie, Puig Mir respondió a la demanda y solicitó que la venta de Coca Cola fuera prohibida por contener una sustancia tóxica como es la hoja de coca, o que en caso contrario debía cambiar su nombre, pues se estaba engañado al público consumidor. Así, un poco inocentemente, comenzó una de las polémicas comerciales y publicitarias más feroces que registra la historia del Ecuador, al punto que hasta hoy se la recuerda con pelos y señales.
La opinión se dividió con los remitidos que aparecían en la prensa y en la radio, se publicaban caricaturas y comentarios por demás hilarantes.. Los de la Coca Cola (José Estrada Icaza, Adolfo Gómez Santistevan y su abogado Leonardo Espinel Mendoza) le sacaron boleta de captura pero no se atrevieron a meterlo preso en razón de su edad y condición social, aunque le tuvieron varios días amenazado y sin poder salir de su domicilio. También quisieron ridiculizar sus teorías manifestando que la popular Cola Gallito, que desde antaño se vendía en Guayaquil, no contenía gallito alguno en su interior, pero Puig Mir les dio el golpe de gracia al lograr en Atlanta una copia de la fórmula original y secreta del producto Coca Cola, probando que contenía una pequeña cantidad de infusión de hojas de coca (allí su nombre) que mezclada sabiamente con otros jarabes y principalmente con extracto de nuez de cola, da como producto final el delicioso sabor de la “bebida que refresca”.
Numerosas madres de familia se horrorizaron al saberlo y la demanda de Coca Cola disminuyó abruptamente en Guayaquil, provocando un colapso financiero a la Guayaquil Bottling Co. que tuvo que parar la guerra, permitiendo la libre circulación de las botellas de IAP Cola en el Azuay, lo cual no les ocasionaba ningún perjuicio económico y desde entonces la fama del Dr. Puig Mir creció sin límites como abogado de consulta para casos difíciles y como litigante de enorme habilidad e insospechados recursos. I todo ello sin tener estudio jurídico ni desempeñarse como abogado en los juzgados y tribunales pues, como él mismo decía “no lo necesitaba”.
En lo personal tenía sesenta y ocho años de edad pero aún se mantenía activo, diligente. Atendía en la planta baja de su domicilio los asuntos mercantiles pues manejaba personalmente su oficina y el Ingenio aunque en el plano social ni recibía visitas ni se visitaba con nadie, de allí su aire misterioso ante la sociedad guayaquileña que le tenía por sabio, extraño y difícil, igual que lo había sido su padre. La fábrica de aguas gaseosas de Cuenca era manejada por su yerno Gustavo Rouillón Leguía y tenía mayordomos en el Ingenio.
En 1962 la Sanidad le obligó a derrumbar sus covachas de la calle Pichincha debido al avanzado estado de vetustez y el terreno fue destinado a parqueo de vehículos, el primero que tuvo la ciudad, otra innovación suya, pero este cambio disminuyó buena parte de sus rentas, que provenían de los alquileres mensuales que le pagaban los comerciantes del sector. Es necesario aclarar que la compañía de construcciones Vicesa apoyada por el Banco La Previsora, le propuso formar una sociedad en propiedad horizontal para construir un gigantesco edificio en los terrenos desocupados con la demolición de las covachas, pero la propuesta fue rechazada pues según él dijo, jamás había tenido sociedad con nadie y no iba a cambiar esa política comercial.
En 1964 donó al Estado los terrenos que sirvieron para la creación del Colegio Nacional Eugenio Espejo en Babahoyo. En Cuenca había entregado tres lotes a la Comunidad de padres Carmelitas de la Virgen de Bronce para la creación de una escuela.
En enero de 1967 me casé con su hija menor y la recepción fue en su casa por muerte reciente de mi padre y no en el Club de la Unión como se tenía previsto. Mi suegro, a pesar que se encantaba conversando conmigo, puso la mala cara de siempre, pues jamás le había agradado que se casaran sus hijas, que las quería mucho y deseaba tenerlas siempre en su casa y a su lado.
Poco después el Alcalde Asaad Bucaram le inició juicio de expropiación de los terrenos de Sucre y Pichincha para dárselos a los comerciantes minoristas (ese fue el origen de la actual Bahía que se ha extendido desde entonces sin fin) pero no se imaginó con qué abogado se estaba metiendo y tras numerosas instancias, ricas en sabrosas anécdotas y en recursos imaginativos, el asunto fue a parar al Ministerio de Gobierno, donde Puig – Mir rápidamente hizo valer las influencias de Guillermo Molina Defranc esposo de Mercy Jurado Game y por eso su sobrino político y consiguió sentencia de nulidad. Don Buca, no solo se quedó sorprendido sino con un palmo de narices, como el mismo me lo confesaría después, riéndose campechanamente.
En 1969 celebró en su casa los ochenta años, se le veía bien de salud, estuvo muy contento y rodeado de familiares íntimos, aunque adolecía de una pertinaz disecoia, sordera crónica, desde años atrás. El 70 al conmemorar el Club de la Unión el centenario de su fundación era el socio jubilado más antiguo, recibió homenajes y concurrió a todos los actos. Se le veía anciano pero aún salía a la calle diariamente y manejaba sus asuntos sin permitir que nadie interfiriera en ellos, a pesar que el mundo y su entorno citadino había cambiado tanto, por eso se había vuelto anacrónico y de allí surgían sus equivocaciones que a la larga le acarrearon la ruina económica.
Era miembro de honor de la Sociedad de Beneficencia Española, había ayudado a fundar la Sociedad de Damas de esa institución y hasta le dio los estatutos. Los sacerdotes españoles que arribaban a la ciudad le visitaban y sus compatriotas de todas las ideologías, pues nunca fue un fanático en materia política, concurrían a su biblioteca, ubicada en los bajos de la casa, a consultar libros, tomar ideas o simplemente a conversar, esa era una de sus mayores distracciones y podía hacerlo por horas.
Vivió hasta el final en la antigua Casa Bonín de la calle Colón con claustro cerrado en el centro a usanza de la madre Patria, donde todo ciudadano español tenía cordial acogida. El zaguán era tan grande que servía también de garaje a los carros. En los bajos tenía la oficina comercial y su estudio – biblioteca, no era raro ver a los políticos de moda desfilar ante él para consultar libros, que los tenía muchos y magníficos. Abogados tampoco faltaban y hasta decían que era un sabio en ardides, fama que le había nacido en los años cincuenta al demandar a la Municipalidad de Guayaquil por la inconstitucionalidad de la Ordenanza de Agua Potable, que impugnó ante el Consejo de Estado, exitosamente, como siempre.
Gran conversador, apreciaba todas las opiniones sin creer en ellas porque era un escéptico optimista y aunque rotundo en sus apreciaciones, no buscaba discutir con nadie, dejando que cada quien piense como a bien tuviere. De allí sus buenas relaciones con el público en general.
Los domingos era puntualísimo con su familia a la misa de las diez en la iglesia de San Alejo, donde todo era obsoleto, hasta el párroco que tenía la manía de dar tres vueltas al altar con el pebetero del incienso y dos monaguillos antes de iniciar el oficio. San Alejo era la parroquia más cercana y su esposa Laura desempeñaba la tesorería a perpetuidad, de la sociedad de damas de la iglesia, pero nunca abusó de esas prácticas ni se le conocían gazmoñerías.
Con el padre Marco Benetazzo de Babahoyo tuvo mucha confianza y siempre le sacaba de apuros económicos con sus huérfanos. Igual con los salesianos de Guayaquil a quienes regalaba quintales de azúcar y en dicho Colegio educaba a su hijo Rodrigo.
Fue solicitado en numerosas ocasiones para ocupar posiciones políticas. En 1947 Velasco Ibarra le propuso el Ministerio de Previsión Social pero ni así consiguió llevarlo a su partido.
Le agradaba la buena mesa, el pescado, frutas y mariscos acompañados de una copa de vino tinto español, pero no más, pues fue un ulceroso crónico. Con la parentela tenía fama de afectuosos aunque parco. Ya viejo gustaba las tardes de los domingos reunirse con amigos de su edad en el paseo de la Rotonda “que manso lame el caudaloso Guayas” en alegres tertulias que se prolongaban hasta la caída del sol y en las que también mi padre formaba parte. La gente que pasaba les creía unos vejetes anacrónicos y en efecto lo eran, pero no hacían daño alguno ni hablaban mal del prójimo, se distraían inocentemente con sanas conversaciones.
En 1970 se declaró un Conflicto Colectivo en el Ingenio y tuvo que cerrarlo. Los dientes de las máquinas se habían desgastado, ya no molían bien y el bagazo salía con un tercio de humedad, desperdiciándose esa parte del jugo que transformado en melaza terminaba en azúcar para la venta. Las máquinas fueron vendidas como chatarra, las tierras – treinta mil hectáreas – fueron invadidas por políticos y pillos, utilizando a gente menesterosa y se perdieron para siempre, pero quedaron las altas palmeras de la entrada, sembradas por su padre con semillas traídas de las islas Canarias, como recuerdo de años gloriosos, cuando el ingenio azucarero San Pablo era conocido y su producto consumido y apreciado en el país.
Poco después le bajaron las defensas y se le declaró un cáncer pulmonar que le mantuvo en cama varios meses sin dolores bajo los cuidados y atenciones de su sobrino político el Dr. Guillermo Game Ampuero. Falleció el 22 de Diciembre de 1971, a los ochenta y dos años y tan lúcido como siempre. Dos días antes había nacido en la maternidad de Guayaquil su nieto número veinticuatro de los veinte y seis que tuvo, y aunque logró enterarse, no llegó a conocerlo.
Fue un rebelde de derecha, lo cual constituye una rareza en nuestro medio pero a veces se da. El régimen del Generalísimo Franco le mandó a ofrecer a través de sus Embajadores en varias ocasiones diversas condecoraciones que no aceptó. Su principal mérito fue el trabajo y la lectura, sobre todo esto último, que le convirtió en un diletante de vasta cultura. En los últimos años, posiblemente desde la década de los sesenta en adelante, ya no trabajaba para ganar dinero si no para entretenerse y perderlo de a poquito, porque jamás aceptó jubilarse o descansar y dio guerra hasta el final.
Su formación con los jesuitas decimonónicos de Deusto le restó fuerzas para comprender y asimilar el drama social de Occidente en el siglo XX, es decir, el problema social y obrero, aparte que tantas disciplinas religiosas absurdas por anacrónicas le secaron el alma. I era fama que jamás daba efusiones, abrazos, besos, ni siquiera a sus hijas o nietos, pues las creía debilidades, lo cual no debe entenderse como que no tuviera sentimientos, solo que vivía cortado, como inhibido.
La biblioteca se repartió entre sus herederos. Nació millonario y falleció cada vez menos rico al punto que murió casi pobre, porque en los últimos diez años de vida para poder iniciar la zafra del Ingenio debía hipotecarlo, pagando dicho crédito con el producto de la venta del azúcar, de modo que vivía endeudado en el Banco Territorial donde era accionista minoritario.
Fue un esposo excelente y un padre feliz que gozó a su manera los placeres de la vida, sin vanas ostentaciones ni ridículas granjerías. Conmigo conversaba mucho y me enseñaba cosas del Guayaquil de principios del siglo XX que había vivido pero cuando se daba cuenta que yo memorizaba lo que me decía, abruptamente se quedaba callado. Estas rarezas eran usuales en su forma de ser y actuar, eran parte de su carácter pues nunca, ni en sus años postreros, logró superar totalmente el trauma de infancia y juventud como estudiante interno entre provectos jesuitas y alejado de los suyos. Tal vez si se hubiera quedado a vivir como ingeniero mecánico en España hubiera tenido éxito en sus negocios.
El 2007 su hija mayor Laura de Rouillón Leguía escribió en momentos de sana memorabilia un ensayo titulado: La Casa de los Recuerdos, refiriendose a la de Cuenca en la avenida Solano, aún inédito, en 44 páginas sin numerar, fotos familiares y reproducciones de tres etiquetas de Cerveza y dijo: Fragmento.- La Casa Familiar era toda blanca por dentro y por fuera, blanca como el alma y alegre y llena de belleza y amor, con grandes cuartos con ventanales encristalados, una galería o solárium llena de vidrios en sus tres costados que hacían de ella el cuarto de estar, del dulce momento y del encuentro de sus habitantes y también sus amigos, donde se tomaba el café a las diez de la mañana y el plus café del almuerzo, y transcurrida la jornada se miraban los últimos rayos del sol poniente y en las horas del crepúsculo nos llamaba el tañer de las campanas de la Virgen de Bronce al Angelus, al rosario y a la misa. Allí se reunía siempre la familia a resolver sus problemas. La madre a ver como jugaban los niños en el gran parque que la circundaba en más de dos acres, en donde hay un bosque de eucaliptos, una cascada formada por un salto de agua de unos seis metros pues el terreno tiene lomas y acequias, así como una piscina para patos. Allí se paseaban por la noche los dobermann cuidando la propiedad amurallada, sus dueños gustan de los animales y hay vacas, borregos, patos, gansos, gallinas, conejos y cuyes que los niños alimentan con alfalfa y hierba que ellos mismos crían y luego los negocian para tener sus ahorros. También hay muchos frutales, peras, manzanas, claudias, higos, duraznos, moras silvestres y en su época choclos, lechugas, legumbres y lindas flores, rosales, geranios, alelís, narcisos, violetas, pensamientos y gladiolos y los perfumados claveles. Al lado del parquecito, rodeado de altos pinos y con bancos para descansar, allí cantan los jilgueros, los mirlos y gorriones; es un concierto desde el amanecer, que nos alegra con sus trinos. Esta casa encantada tiene cerca dos ríos que hacen más pintoresco el paisaje. En la mañana a las seis compiten las campanas de Turi, la Virgen de Bronce y las Carmelitas en llamarnos a la oración y a nuestras obligaciones.
¡Qué paz maravillosa se respira en la casa grande¡
EL PRIMER PISO ALTO.- Empezaba a despertar como todas las casas de Cuenca echando humo por su chimenea de la gran cocina de leña. A todos nos llamaba al primer alimento al acogedor e inmenso comedor estilo morisco, con dos mesas para veinte y cuatro personas, su arco en el centro nos alumbraba y traía reminiscencias de la Alhambra de Granada, su sala también es preciosa. Unos (cuatro) enormes jarrones de Sevres de porcelana azul cobalto y oro y un juego de muebles franceses con brocado de seda roja, era una sala coqueta con zócalo de un tapiz rematado de madera, llena de bibelot y recuerdos de los viajes de sus habitantes…. Luego venía la habitación del escritorio, donde lucía una hermosa lámpara (estatua del hombre sedente con el yunque) con una pantalla de cristal verde, a un costado otra estatua del trabajo y sobre el mismo escritorio un recado de escribir de mármol con los tinteros y el busto de Napoleón, Las mecedoras de Viena y un escritorio muy femenino y francés de bronce y el estante de libros. A continuación el cuarto de baño con su tina de patas de garra de león y un gran armario, constituyó uno de los primeros baños que se instalaron en Cuenca. Luego el cuarto de huéspedes con tocador de bronce con tres espejos móviles también francés, su jarra y lavacara de plata y el juego de cristal de Bacarat con cepillos, polvera, etc. La cama cubierta con una sobrecama china con bordados de espejitos. Todas estas habitaciones daban al gran hall de entrada del primer piso que tenía un alto de por lo menos doce metros pues arriba había un tragaluz con vidrios que daban luz a la casa, convirtiéndola en algo único en Cuenca por su arquitectura a la usanza de las Masias catalanas. Tenía la escalera suave, con un descanso que luego se ensanchaba al llegar al enorme zaguán y su pasamano de hierro y madera terminaba en dos columnas que sostenían las estatuas de bronce de Adan y Eva con una antorcha de opalina que iluminaban la entrada.
LA PLANTA BAJA.- El piso de abajo era de ladrillos octogonales, con dos grandes portones de madera tallada y dos tiendas muy espaciosas con sus respectivas bodegas que llegaban hasta el fondo. La galería encristalada que sobresalía de la casa formaba una especie de portal con columnas de madera que sostenían un arco y tenían bancos rústicos donde jugaban los niños cuando llovía.
EL SEGUNDO PISO ALTO.- Había la terraza con su verja rústica de fierro y madera y en las noches despejadas íbamos a contemplar las estrellas que parecían acercarse a nosotros con sus guiños. Se subía al tercer piso por una escalera del fondo que venía de una segunda entrada a la calle posterior. Llegaba a un Hall, tres dormitorios y dos baños más, allí quedaban las habitaciones de los padres e hijos y el servicio, era tan grande la casa que se podía distribuir para dos familias cómodas e independientes. Desde arriba el paisaje era maravilloso, bosques, ríos, montañas de ensoñación con sus capillitas, sus casas de tierra y tejas o de piedras, parecían un nacimiento con sus pastores y ganado que todas las mañana las paseaban por la avenida para pastar y en las tardes volvían a su lar.