PUERTO BOLIVAR : Imágenes a distancia

SUCEDIÓ EN PUERTO BOLIVAR
IMAGENES A DISTANCIA

Aunque a fines del pasado siglo Puerto Bolívar no existía en los mapas del país sino como simple caleta de pescadores, es innegable que con el aumento del comercio y de las importaciones fue cobrando importancia hasta convertirse en un pueblo alegre y presumido que tiene a mucha honra haber sido el escenario de la batalla de Jambelí en 1.941 durante los aciagos días de la invasión peruana. Por eso ostenta con orgullo un busto del Comandante Rafael Morán Valverde en su malecón y ahora que según parece se transformará en un barrio más de Machala, pues la cercanía con la capital orense le imposibilitará en el futuro seguir siendo un pueblo aparte, Puerto Bolívar comienza a tener calles pavimentadas, servicios asistenciales, bellos edificios de hormigón y muchos cabarets nocturnos donde van a trasegar alcohol los marineros, aventureros, pillos y estafadores, con todo el fandango propio en esta clase de  centros de diversión. 

En 1.978 cuando transitaba por sus tranquilas calles en busca de cargadores que me ayudaran a sacar mercaderías de aduana, era un pueblo soñoliento y dormido por las mañanas y en la canícula de la tarde se veía poca gente, que todos guardaban sus esfuerzos para los trabajos de la noche, cargando y descargando buques bananeros o alborotando en el barrio alegre de la población. 

En una de esas tardes mi amigo don Juan Aguilera me contó lo siguiente: Una noviecita que había tenido en la infancia, morocha coquetona y dicharachera, se había ido a New York con ansias de conseguir empleo y mejorar su situación. De esto hacia como diez años. Don Juan ya ni pensaba en ella, aunque por costumbre mas que por inercia seguía solterito y sucedió que una mañana que se estaba afeitando en el cuarto de baño sintió una presencia extraña pero no supo de qué se trataba y fijando la vista en el espejo vio reflejado el rostro de la noviecita de New York que le sonreía enigmática y  triste. Todo fue tan rápido que al voltearse y no ver a nadie pensó que podría haber sido una visión del inconsciente, algún recuerdo asociado a ella o algo por estilo, sin imaginarse jamás que podría ser un mensaje. 

Poco después olvidó el incidente y bien vestido bajó rápidamente las escaleras de su inmueble, encontrando que la misma persona pasaba por el portal y rápidamente se perdía de vista y por más que apuró las escaleras don Juan no divisó a nadie y eso que corrió hacia la esquina. Otra visión, se dijo para sí,  cada vez más extrañado y con una visible preocupación en el rostro enfiló hacia su oficina que estaba en la Dirección de Aduanas, donde refirió ambos encuentros, pero nadie les dio importancia y empezó a notar que lo miraba con aire raro, como si le estuvieran creyendo loco. 

Dos días después volvió a sentir una rara presencia pero no vio nada. Estaba afeitándose como de costumbre y sintió miedo. Era como si lo estuvieran observando fijamente. Sin esperar a que la máquina acabara su función,  se asomó a la ventana, para ver cómo de un automóvil de alquiler bajaba en esos momentos la persona que le estaba causando tantos sinsabores; en ese momento ella alzó la vista y lo saludó con muchos ademanes de cariño. El encuentro fue cálido, no tanto por los recuerdos del pasado sino por las visiones que acabo de relatar. 

Ella le comentó que venía a Puerto Bolívar a poner un negocio pues estaba cansada de la vida agitada de New York y que deseaba molestarlo para sacar unos cuantos bultos de la aduana.