POSORJA : La misteriosa señora

SUCEDIÓ EN POSORJA
LA MISTERIOSA SEÑORA

Aviso del más allá a un ateo

Vivía en Guayaquil hacia 1.900 un conocido sabio alemán especialista en el estudio de las lenguas nativas y ya tenía casi sesenta años cuando decidió pasar unas vacaciones con su familia en el vecino balneario de Posorja, entonces en toda la moda por ser el sitio preferido de las familias guayaquileñas que iba a veranear al pie del mar. 

Ir a Posorja no era cosa fácil ni mucho menos porque no había la carretera que ahora existe y el viaje demoraba casi siete horas por balandra. Se salía de los muelles de Guayaquil muy temprano y apenas despuntaba el alba, para estar a eso de las dos o tres de la tarde. Si había algún contratiempo o no soplaban los vientos, la travesía podía demorar algo más, pero en todo caso la llegada debía hacerse con sol para evitar los peligros de la noche. 

Nuestro sabio alemán era muy querido en el puerto por su buen comportamiento social, suaves maneras y afable trato, era un científico dedicado por entero a su vocación de lingüista y vivía pergeñando raros infolios donde anotaba las palabras que creía originarias de las lenguas americanas, dividiéndolas por dialectos y estructurando sus gramáticas. ¡Un trabajo de nunca acabar!. 

El viaje se realizó sin mayores contratiempos y luego de un ligero refrigerio al pie del faro de Punta Española, se reinició la travesía y al sonar las tres de la tarde estaban todos en Posoria, saludándose con varias familias de amigos que conocían de la llegada. 

Acomodado los…. en una amplia casona del malecón, de esas de madera con amplios techos y grandes ventanas, nuestro sabio, nuestro sabio se sintió de pronto retraído y meditabundo y al abrir una de las maletas encontró la Biblia familiar de sus mayores, recibida de Alemania algunos años atrás, a la muerte de su padre. 

Curiosamente se la puso a hojear, digo curiosamente porque era un descreído que no aceptaba la existencia de Dios ni de los santos y cada vez que podía emitía conceptos heterodoxos. Su santa esposa e hijos que mucho lo respetaban hasta en sus ideas más obsecadas, jamás le llevaban la contraria; era una familia larga, donde las discusiones no se conocían en lo absoluto, pero esta tarde, quizá por el cansancio propio de una tan larga travesía o porque la luz del sol que declinaba producía una dulce y suave modorra. 

¡Cuántos pensamientos vinieron en tropel! sus años mozos, sus primeras aventuras científicas, quizá un gran amor dejado en la Patria lejana, en fin , todo eso pasó por su mente en sólo un segundo, mientras se sentaba al pie de la ventana  a contemplar el mar. I vuelto hacia la Biblia, que sostenía en su mano, abrió descuidadamente una de las páginas y encontró la salutación angélica. “El Ángel del señor saludó a María”.  Aquella virgen en la que él no creía y que siempre negaba en las reuniones y corrillos de amigos y como si alguna fuerza misteriosa le hiciera voltear la cabeza, lentamente miró a la puerta que daba al dormitorio y vio la figura de una mujer hermosísima, vestida de pies a cabeza con un hábito celeste, que lo miraba sonriente y le decía: “Hijo Mío”. 

La visión pudo haber durado una fracción de segundos o quizá más, pero fue tal el impacto que el sabio alemán quedó petrificado y sólo después de algún tiempo pudo recobrar la palabra y alcanzó a gritar. Sus familiares vinieron  pensando que algo extraño estaba sucediendo. El sabio seguía como fuera de sí, señalando la puerta y con los ojos desorbitados, pero solo atinó a llorar. 

Desde ese día una mirada de profunda tristeza presidía su rostro, enjuto siempre y adusto a veces, porque ya no volvió a ser el mismo. No quiso dormir solo en ese dormitorio, no por miedo a la aparición sino por recelo a lo desconocido y aunque negó que hubiera sido la virgen María ya no volvió a negar a Dios ni a tomar parte en charlas de ateos. Que a de todo eso renunció para siempre. 

No se hizo católico, pero volvió al protestantismo de sus mayores, su religiosidad se fue incrementando a medida que pasaban los días y poco tiempo después, cuando su vida se extinguió a consecuencia de un violento derrame cerebral, podía haberse asegurado que era un hombre religioso el que cruzaba los umbrales de la eternidad. 

¿Fue la virgen? Aún se preguntan sus hijos, que a pesar de ser ancianitos recuerdan este interesante pasaje de la vida de su ilustre padre o quizá fue alguna otra visión angelical venida del más allá para recordarle al docto hombre de estudios, que también existen mundos diferentes al nuestro, ubicados posiblemente en otras dimensiones. Misterio que ni el tiempo esclarecerá.