PORTOVIEJO : El testamento del abogado muerto

SUCEDIÓ EN PORTOVIEJO
EL TESTAMENTO DEL ABOGADO MUERTO
Instrumento jurídico y oral

Un bisabuelo mío había sido excepcional jurista y hombre de profundos estudios y pensamientos, en su tiempo concitó el respeto de la ciudadanía y la representación de su pueblo a varios Congresos y Asambleas Constituyentes pero hacia 1.914  se encontraba  viejo,  cansado y  pesimista por el anuncio de un tumor que le habían detectado en el hígado. Bien sabía él que todos sus hermanos habían pasado al más allá con cáncer, enfermedad que de tanto repetirse era consustancial entre los suyos; pero eso no era lo que más le atormentaba sino el hecho de dejar dos familias que posiblemente se disputarían sus bienes y eso no lo podía tolerar, así es que se vistió esa mañana y fue a una Notaría donde depositó su testamento cerrado con todas las forna1idades de ley, para que sólo se abriera después de su muerte y mediante la intervención de un Juez y varios testigos. Tan de melindroso era con estas formalidades, que hasta se tomó el trabajo de avisar a varios amigos íntimos, que dejaba un sobre cerrado con su testamento en la Escribanía del doctor fulano de tal. 

Y pasaron los meses y tal como era de suponerse falleció en medio de la consternación de los suyos y de gran parte de la ciudad que siguió el cortejo al cementerio, con banda de música y todo lo demás, como era de estilo por entonces. 
Esa noche, cuando ambas familias estaban dedicadas al reposo, se oyó la voz del difunto que en tono cansado pero muy claro leía el testamento cerrado, indicando cláusula por cláusula cuáles eran sus disposiciones y dando consejos a sus hijos. Este fenómeno grave y peregrino fue escuchado en ambos hogares, casi a la misma hora y por todos los miembros, sin exceptuar ninguno; lo que se pudo establecer al día siguiente cuando se visitaban los hermanos para contarse como gran novedad lo que les había ocurrido. 

Días después y cumplidas las formas legales, se procedió a la apertura del citado testamento y para ninguno de los parientes fue una sorpresa saber lo que contenía, puesto que la lectura había durado casi cinco minutos y había sido completísima. Incluso, aquí viene lo más raro, en la parte final del citado testamento se daban consejos a los hijos para que cada uno acepte su parte sin hacer problemas, tal como también se había escuchado. 

El asunto causó tanta alharaca en la ciudad que fue comentado por muchos años y dio como resultado que la herencia se repartiera en santa paz entre todos y sin molestias de ninguna clase y cada cual recibió calladamente lo suyo, que era voluntad de un vivo y dictamen de un muerto. I pasaron los años, muchos años por supuesto y en alguna ocasión que me topé con la parentela de la otra familia, que se había instalado en el extranjero, les pregunté si ellos recordarían acaso este incidente y todos me aseguraron que lo habían oído mencionar en muchas ocasiones de sus padres pero que no habían podido dar crédito a un asunto tan descabellado. Como que los muertos no tienen voz para dejarse oír. Así es que ellos fueron los sorprendidos con mi cuento y terminaron por convencerse de la verdad de la lectura del testamento, porque hubiera sido mucha casualidad que una mentira se conservara por años, en tan diferentes sitios y entre personas que nunca se habían visto ni conocido, como era mi caso.