a) Alberto Santana
CINEASTA.- Nació en Iquique en 1899, puerto marítimo ubicado en la región de Antofagasta al norte de Chile y fueron sus padres legítimos el periodista Carlos Pérez Díaz y Carmela Santana, naturales de Iquique. Tuvo dos hermanas menores llamadas Anatilde y Dolores.
Muy joven integró diversas compañías teatrales como la de Matheo Martínez Quevedo con las que recorrió su país.
Después actuó en la de Nicanor de la Sota y finalmente en la de Luís Rojas Gallardo. En 1923 realizó el primer documental filmado en el norte de Chile, con argumento simple y numerosas muestras de las regiones naturales y las ciudades del país titulado “Por la razón o la fuerza”.
Enseguida fue guionista y trabajó en los films “Esclavitud” y “El Monje”. Al poco tiempo dirigió las películas “Corazón de huaso,” “Don Lucas Gómez”, “Mater Dolorosa”, “El Caso GB,” en 1924, “Las chicas de la Avenida Pedro Mont” en 1925, “Bajo dos banderas” en 1926, “Cocaína” en 1927 y “La señal de la Cruz” en 1928, de suerte que se le considera el gestor de un importante movimiento cinematográfico en Sudamérica y el iniciador del cine en su país donde llegó a filmar treinta y tres películas silentes.
Ese año vino por primera ocasión a Guayaquil a bordo del vapor Huasco como director de la compañía chilena “Valk Film,” gran casa filmadora chilena con numerosas sucursales y fue contratado como director de propaganda por la empresa “Olmedo” de Lautaro Aspiazu Carbo, Teodoro Alvarado Garaycoa y Eduardo Icaza Cornejo y para realizar un film ecuatoriano pero a la larga el proyecto no se llevó a efecto; sin embargo, en Octubre del 28 logró filmar el documental “Una visita a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil” con motivo de los festejos patrios, que logró hacer distribuir en los cines de los Estados Unidos por la Paramount y la United Artists. En Noviembre filmó un documental sobre la labor del Anglo Ecuadorian Oil fields Ltda. que mantenía concesiones petroleras y explotaba material pétreo y de construcción.
En 1929 pasó a Lima y fue contratado por el gobierno del dictador Augusto B. Leguía para organizar el Departamento de Cinematografía Educativa del Ministerio de Instrucción Pública, filmó “Los abismos de la vida” y “Como Chaplin”. Al caer Leguía en Agosto del 30 y ascender el Coronel Luís Miguel Sánchez Cerro, perdió el empleo pero siguió por algunos meses más trabajando por su cuenta.
De regreso al Ecuador en Diciembre del 30 asistió al estreno de “Guayaquil de mis amores” con las voces del dúo Ecuador integrado por los músicos Nicasio Safadi y Enrique Ibáñez Mora, que sincronizaban sus actuaciones con las tomas, bajo los auspicios de la Casa Columbia representada por José Domingo Feraud Guzmán. Fue un éxito taquillero y se presentó en varias ciudades.
En 1931 filmó el documental “El Carnaval de 1931 en Guayaquil” y “Sucesos Nacionales No. 1” aparte dirigió dos películas silentes con argumento: La primera fue llamada “La Divina Canción” filmada por el cineasta (sonidista y camarógrafo) argentino Francisco Dimenjo con un argumento por demás sugestivo y basado en el pasillo de ese nombre, música de Nicasio Safadi. Narra el triángulo amoroso que se desliza en un argumento musical guayaquileño. Una joven humilde se enamora de un estudiante de medicina pero es cortejada por un potentado de la tercera edad que le ofrece posición social y dinero. La joven se entrega al viejo para salvar la vida de su madre enferma pero ésta muere a pesar de los esfuerzos de la medicina. La joven es repudiada por su enamorado y finalmente termina suicidándose “entre las ondas del Guayas buscando la paz eterna que necesitaba su martirizado corazón.”
El tema musical que sirve de fondo tiene la letra de Leopoldo Mariné, incluyó escenas cantadas por el pollo Enrique Ibáñez Mora. Los intérpretes fueron Ena Souza como la Joven Martha, Max Serrano como Jorge el estudiante, Ernesto Weisson hizo el papel de niño, Alberto Santana como Pepón, Isaías Manrique como el potentado Ferrés. Fotógrafo Leopoldo Mariné.
La noche del estreno se difundió entre el público asistente un folleto editado en la Imprenta y Papelería Olmedo de Alvarado y Cia. con “la hermosa novelita” que dá nombre al film, cuyas copias no han llegado hasta nosotros, pero en su momento constituyó un éxito de crítica y económico.
La segunda película de Santana en Guayaquil llamó “Incendio” y tuvo el carácter de superproducción por la cantidad de extras que actuaron. Fue, además, la última de las siete película mudas del cine guayaquileño pues, de allí en adelante, con la llegada del cine sonoro, se produjo un largo vacío en la filmatografía ecuatoriana que duró casi veinte años.
“Incendio” tuvo una duración de ochenta minutos, contó con la participación de los artistas Zoila Luz Arízaga Uriguen y Santiago Campodónico en los papeles principales más un elenco compuesto de veinte y cuatro actores secundarios, la colaboración del Cuerpo de Bomberos que puso en las calles a dos mil personas, casi todos ellos miembros de las veinte y seis Compañías que formaban la institución ese año 32. Los Talleres Jeremías procesaron el film en diversos colores y el manejo de la cámara estuvo a cargo del técnico alemán Werner Hundausen empleado de la casa fotográfica Agfa de Berlín. La sincronización musical estuvo como en el filmanterior – a cargo de la Orquesta de los hermanos Blacio.
La trama se desarrolla en medio de ingredientes espectaculares y colosales para simular las tragedias incendiarias que azotaban la ciudad, sin dejar a un lado los efectos especiales, los trucos y la sobreimpresión de exteriores con otras de llamas pero no ha quedado más que el recuerdo de este film, perdido posiblemente para siempre de la memoria nacional, excepto ciertas vistas que han llegado hasta nosotros.
Nuevamente en el Perú Santana filmó en 1933 “Yo perdí mi corazón en Lima”, la última película silente filmada en ese país. De allí en adelante su vida transcurrió a través de numerosos viajes. En Colombia filmó el 34 “Dios te dé suerte”, “Por un beso de tu boca” y “Al son de las guitarras”. En 1935 estuvo de paso por Guayaquil ganándose la vida como periodista y al poco tiempo fue contratado para trabajar de fotógrafo en la redacción de “El Globo” de Bahía de Caráquez, propiedad de Maria Jiménez Vda. de Palau. Por esos días conoció en dicha población a Elvira Estrada Cevallos con quien mantuvo un romance de tres años y finalmente casó a su regreso al Ecuador el 39 y le nacieron dos hijos llamados Rodolfo y Carlos Pérez Estrada.
Trabajaba en el vespertino “La Prensa” de Guayaquil y quiso realizar una película sonora: “El pasillo vale un millón” pero al iniciarse la segunda guerra mundial en Noviembre, se hizo imposible traer el material fílmico sonoro del exterior.
El 40 realizó un documental silente: “Nuestras víctimas al desnudo” sobre las enfermedades venéreas, bajo los auspicios del Dr. Leopoldo Izquieta Pérez, Director Nacional de Sanidad y la ayuda técnica de los Talleres y Laboratorios Cinematográficos Ecuatorianos TILCE.
El 45 volvió a Chile con su esposa y un hijo ecuatoriano nacido en Guayaquil en 1940, en la ciudad austral de
Concepción le nacería el segundo en 1947. En su Patria filmó para el Ministerio de Educación siete películas infantiles con carácter patriótico y dos películas comerciales: “En la ruta del Norte” y “Chile está en el sur”.
A mediados del 48 estuvo nuevamente en Guayaquil y fundó la empresa Ecuador Sono Film que sacó a la venta los bonos de solidaridad a doscientos sucres cada uno para hacer efectivo un film sonoro nacional y motivó a los lectores del diario “El Telégrafo” bajo el pseudónimo de “Casi-miro” y a los oyentes de “Radio Atalaya” a través de un concurso de simpatía y aptitud para escoger a los actores, quedando seis finalistas. Con ellos realizó “Se conocieron en Guayaquil” estrenada el 23 de Diciembre del 49 en los cines Olmedo y México con éxito inusitado. Actuaron Paco Villar, Carmen Rivas, Hortensia Navas, Olga Eljuri, Charny Dager, Antonio Arboleda, Fernán Núñez, Luisa Villar. Dirigió las escenas Paco Villar. Cuenta la historia de un ciudadano ecuatoriano que regresa a su Patria tras combatir en la II Guerra Mundial defendiendo un ideal que no es el suyo y al llegar atraviesa serios problemas de adaptación. Dramático y costumbrista al mismo tiempo, gustó mucho y fue aclamado en todos los sitios donde llegó a representarse. El film tiene una duración de una hora y quince minutos.
Ese año también realizó el documental “El Ecuador que yo he visto” y anunció una película deportiva “Campeones del mañana” que sin embargo no logró filmar.
Estaba en lo mejor de la vida, quería convertir a Guayaquil en el Hollywood de Sudamérica – según sus propias palabras – era asiduo a las reuniones noctámbulas en “El Búho”, restaurant situado en un chalet de madera ubicado en la calle Diez de Agosto al lado del edificio del diario El Telégrafo, en cuya radio también trabajaba. Se le consideraba un buen director de films y como sabía manejar cámaras y era responsable y hasta exigente, le respetaban. En lo físico era de mediana estatura y llenito de peso, piel blanca rosada, el pelo cano, ojos verdes. Muy amiguero y simpático, se hacía querer porque también era gracioso, atraía con chistes de buen tono y con una sonrisa franca y siempre a flor de piel.
En Noviembre del 50 estrenó en el teatro Bolívar de Quito un noticiero titulado “Quito, gran ciudad en marcha” y la película sonora “Pasión andina o amanecer en el Pichincha” donde escribió el guión y realizó la dirección técnica. El asesoramiento folklórico corrió a cargo de Carlos Serrano Polanco y director técnico fue el francés Paul Ferret. Entre los protagonistas figuran Martha Elvira Jácome, Paúl Ferret, Salomón Rosero, Oscar Guerra a) el Sarzosita, Eva Morillo, María Luisa Costales. La música estuvo a cargo de la orquesta compuesta por Luís Aníbal Granja y el Conjunto Musical de César Bermúdez, Fernando Moncayo y Carlos Coronel y Jorge Fegan. Su argumento es como sigue: Un aviador francés se accidenta en los páramos, se refugia en la hacienda El Rancho y conoce a Rosalía y surge un tempestuoso romance entre ellos, pero Rosalía está comprometida en matrimonio con su primo, que es el hijo del dueño de la hacienda, entonces la policía descubre al aviador francés, lo extradita y Rosalía es obligada a contraer nupcias con su primo. Se retrataron los bellos paisajes serranos y se acudió al sentimiento popular. Nuevamente en Guayaquil, por esa época tenía sus oficinas en los altos del edificio de la Sociedad Hijos del Trabajo en P. Icaza entre Boyacá y Escobedo y vivía con los suyos en un departamento bajo en Colón No. 531 y Boyacá, casa de propiedad de un señor González, que era su amigo y le cobraba un arriendo barato. Su principal ocupación era por entonces redactar los libretos para radionovelas que duraban entre cuatro y cinco meses. Conseguía los actores, la publicidad, alquilaba los espacios, etc.
Nuevos viajes a Chile le alejaron de nuestra Patria hasta que volvió a recoger sus pasos en 1954. En esta ocasión trabajó en la “Cadena Radial Ecuatoriana” CRE de Rafael Guerrero Valenzuela y volvió a lo suyo que era el radioteatro. Se recuerdan las novelas “El Cristo del Consuelo” con notable audiencia, “La Mano de Dios” con episodios de la vida de Narcisa de Jesús Martillo Moran, llamada la beata noboleña, etc. Otón Muñoz Alvear recuerda que el 62 Santana organizó con el Padre Mateo, Capellán de la iglesia de Urdesa Norte, una gira artística por Santa Rosa, Puerto Bolívar y Machala en la provincia de El Oro, para representar la obra sobre Narcisa y que Santana trataba muy duro a los jóvenes actores enseñándoles el oficio, pero como al mismo tiempo les pagaba S/. 25 diarios, alojamiento, comida y todo lo demás, se aprendía y trabajaba con verdadero agrado.
En los años sesenta habitaba con su familia en Colón y Pichincha. No aspiraba a realizar películas debido al alto costo de los proyectos y a la situación de pobreza por la que atravesaba, pues tenía que mantener a su esposa, quien se ayudaba con costuras, y a sus dos hijos, percibiendo únicamente los escasos sueldos que le pagaban las radios y diversos órganos de prensa escrita, que como es sabido nunca han remunerado bien a sus trabajadores. Por eso tenía crédito en la tienda de abarrotes de la esquina de un señor Muñoz, quien le proveía de víveres cuyo valor cancelaba religiosamente cada quincena; sin embargo entre el 62 y el 63 realizó un último largo metraje sobre los dos equipos más populares de la urbe: Emelec y Barcelona, titulado “Nace un Campeón.” Las tomas se realizaron en el estadio Capwell.
A principios del 66 enfermó de cirrosis al hígado. No dio la debida importancia al asunto pero como su esposa comunicó la gravedad del caso a su hermana Anatilde, ésta le llamó a su casa de Santiago de Chile y allí falleció al poco tiempo, de solo sesenta y ocho años de edad, “absolutamente convencido de que iba a regresar al Ecuador para cumplir algunos de sus innumerables proyectos fílmicos”. No fue un sujeto de temperamento religioso, en su juventud jugó futbol como amateur, su carácter nervioso le predisponía a la acción y a viajar constantemente por eso vivió la existencia de un trota mundo inveterado.
Su esposa alquiló una villa pequeñita en la ciudadela Miraflores, siguió cosiendo para mantenerse con sus hijos, uno de los cuales llamado Rodolfo Pérez Estrada había heredado la vena artística y literaria de su padre.
En 1999 varios investigadores chilenos visitaron Guayaquil deseosos de recoger datos de su vida de trashumante bohemio. Hablaron con la viuda, pasaron a Quito y fueron atendidos por Vilma Granda Noboa, funcionaria de la Cinemateca Nacional, quien compuso un esquema biográfico suyo para los “Cuadernos de Cinemateca”. A los pocos meses la viuda falleció intempestivamente – Abril del 2.000 – en Guayaquil, tras haber tenido la alegría de leer dicho trabajo y saber que la memoria de su ilustre esposo era venerada en Chile. Su hijo Rodolfo empezó a sufrir de esquizofrenia y cuando falleció su madre, ya sin sus cuidados y protección, empeoró y murió.