PARIS : Juanita y el incendio Grande

SUCEDIÓ EN PARIS 
JUANITA Y EL INCENDIO GRANDE

Cuando el 5 de octubre de 1.896 Guayaquil se aprestaba a inaugurar la primera Asamblea Nacional Constituyente de su período liberal, a eso de las once de la noche, el cielo comenzó a enrojecer a consecuencia del incendio que se había declarado en los bajos de la casa de la familia Matheus y Pacheco, ubicada en la esquina de Aguirre y Malecón, con frente al edificio de la Gobernación del Guayas. 

Al principio las llamas avanzaban lentamente, tomando los edificios unos a otros, hacia el norte, por los fuertes vientos que soplaban en aquella dirección; mas a eso de las doce y media, el flagelo se volvió incontrolable y las llamas quemaban las casas del malecón y Elizalde y Malecón e Illingworth y pasaban por la calle Luque hasta Pedro Carbo. 

Mientras tanto las gentes salían despavoridas de sus hogares y presenciaba cómo el flagelo tomaba cada vez más cuerpo, pues llegaba en su labor destructora hasta la plaza de San Francisco donde se quemó la casa de Carmen Aspiazu de Pérez Antepoara a las dos de la mañana del día 6 estando su dueña en Lima y  hasta el Malecón y 9 de Octubre donde se quemó la casa de Francisco Javier de Santistevan a eso de las siete, sin que los bomberos pudieran hacer nada para defenderla, pues sus dueños vivían en París. 

Por el lado oeste el fuego seguía consumiendo casas y covachas, muchas personas creían que por soplar el viento hacia el norte, el oeste guayaquileño se salvaría de una segura destrucción, pero no fue así, pues a las once de la mañana, al incendiarse el edificio del Cuartel de Artillería ubicado en 9 de Octubre y Boyacá, saltó el polvorín y cambió el viento, modificándose la situación. Ya todo el malecón ardía como pavesa y las peñas y sus risueñas villitas de madera, utilizadas solamente para veraneos de fin de semana, ardían como pajitas al viento. 

Hacia el oeste las llamas fueron frenadas por el parque Seminario que recién se proyectaba y no tenía los árboles que hoy lo enorgullecen, siendo más bien una plaza o despoblado y también se interpuso la vieja catedral de madera, que tenía espacios vacíos. Momentos después las llamas consumieron el edificio esquinero de Chimborazo y Clemente Bailén, que había sido de propiedad de don Pedro Carbo hasta su muerte ocurrida el 24 de Diciembre de 1.894 y tomaron al edificio del frente, de propiedad del comerciante don Lizardo García Sorroza quien estaba en París con su familia. 

Dicha casa, grande, espaciosa y confortable, estaba llena de muebles propios y ajenos, estos últimos dejados por familias amigas de los cuidadores, que salvaban sus pertenencias de valor llevándolas donde seguramente pensaban que no iban a sufrir daño. 

En la capital de Francia, en cambio, a esas mismas horas, eran las cinco de la mañana del día siete de Octubre, Juanita García se despertaba gritando: “Papá, papá, se está quemando nuestra casa de Guayaquil en estos momentos, he visto cómo un gran incendio está devorando a la ciudad y acaba de tomar nuestra casa” y siguió gritando, despavorida, por algunos minutos más sin que hubiera nada ni nadie que pudiera calmarla. Fueron momentos de suprema desesperación y angustia, que todos pasaron frente a este raro fenómeno de percepción a la distancia. 

Don Lizardo, sin creer enteramente en lo que le decía su hija, se tomó el trabajo de anotar el momento del suceso y compararla con la de Guayaquil. Horas más tarde se enteraba por el cable internacional de la tragedia ocurrida en su tierra y ya no le quedaron dudas de que había perdido su casa y las valiosas pertenencias que ésta contenía. Días después recibía una carta de parientes relatándole con lujo de detalles cómo había sido el incendio grande, que es el nombre con que ha pasado esta tragedia a la historia. ¿Fue una coincidencia el sueño de Juanita? Nunca se supo, pero tuvo más experiencias parasicológicas, unas parecidas a la que hemos relatado y otras diferentes. Definitivamente no era una señorita normal, aunque nada hubiera hecho dudarlo.