SUCEDIÓ EN PANAMA
UNA SESION DE ESPIRITISMO
No por ser un secreto a voces, contado incluso por varios historiadores de Alfaro, voy a callar que el Viejo Luchador era amigo de asistir a sesiones de espiritismo, donde según decires, consultaba a maestros y amigos fallecidos, sobre diversas situaciones, negocios y sucesos políticos.
La noche del 5 de junio de 1.895, como era costumbre, se despidió en su casa y fue a la de un amigo extranjero, caminando juntos y del brazo hasta donde vivía una médium muy conocida por ellos, que tenía fama por sus poderes extrasensoriales.
Llegados a la humilde choza, que la médium era honrada y no cobraba sus servicios, los amigos entraron a una pequeña salita donde ya estaban sentados varios connotados liberales panameños y pronto hizo su aparición la dueña de casa, mujer inculta pero de mucho sentido común, quien empezó enseguida la ceremonia, que consistía en invocar a manes y espíritus de personalidades fallecidas, para hacerles consultas.
Alfaro era un si es no creyente, pero visitaba a la médium más por costumbre que por otra cosa. Además, ¿qué podía hacer un político pobre y en el exilio?
La médium tardó poco en entrar en trance, pero casi enseguida se agitó, como si una fuerza interior la estrujara por dentro, haciéndole danzar en confusas contorsiones y silabeos ininteligentes. Era el trance.
Entonces con una voz cavernosa y llena de inflexiones, que más bien parecía cavernosa, comenzó a gritar: “Veo mucha gente reunida al pie de la Gobernación, gente que clama, se mueve y salta de alegría, es el gran partido liberal que ha entrado en acción después de tantos años de postergaciones, todos piden la presencia de un hombre que sale al balcón y toma la palabra, es don Ignacio Robles, pero esperen, él habla de otro ecuatoriano que no es él, al que todos gritan en permanente emoción, ese nombre que grita la gente del Guayas es Alfaro, todos piden que viaje a Guayaquil, en busca de su pueblo, en busca del pueblo que tanto le ama…“ y más hubiera podido repetir la médium, que parecía que se hubiera trasladado al puerto desde tanta lejanía, cuando Alfaro le preguntó “¿Debo ir?”
Vaya usted – fue la respuesta – todo está listo y preparado para la reivindicación del pueblo, para la solución de un cúmulo de injusticias que se han venido perpetrando en nombre de los poderosos que han gobernado esas tierras desde siempre. ¡Vaya usted, vaya por favor!
Alfaro salió muy agitado de la reunión, al igual que el resto de sus amigos, ciertamente que se conocía la agitación cívica suscitada en protesta por la inicua venta de la bandera a potencias extranjeras, pero de allí a que hubiera una revolución en marcha, a que el gobierno todopoderoso de Caamaño diera pie atrás después de doce años de férreo despotismo, había mucho trecho.
Fueron al telégrafo internacional a poner un cable, pero antes de que pudieran pagarlo el empleado de esas oficinas bajó corriendo y le entregó un pequeño sobre, allí se decía que había sido electo Jefe de la Revolución Liberal, que su pueblo lo esperaba y que no falte a dicha reunión de honor, principio de su gobierno y aumento de su grandeza.
Los espíritus no habían mentido, bien lo sabía ahora; así, pues, decidió partir, echada las velas al viento como nuevo Quijote del ideal, que su bandera colorada estaba cansada de sufrir derrotas, por algo era el Viejo Luchador.