ORDOÑEZ CRESPO ALBERTO

OBISPO.- Nació en la hacienda ”La Victoria”, propiedad familiar no muy lejana a Cuenca, el 2 de Noviembre de 1872 y fue bautizado con los nombres de Alberto Manuel. Su padre Manuel de Jesús Ordóñez Lazo era de familia de agricultores enriquecida con la exportación de la cascarilla y su madre Amalia Crespo Jauregui, mujer de gran religiosidad que supo inculcar a cuatro de sus hijos la vocación religiosa. Alberto fue sacerdote y llegó a Obispo. Amalia profesó en el Convento del Carmen de San José de Cuenca y fue varias veces Priora. Leticia ingresó al Instituto de la Providencia con el nombre de Sor Matilde y Dolores falleció a los veinte años justos, el mismo día en que iba pronunciar sus votos solemnes en la Orden de los Sagrados Corazones, a causa de tifoídra. 

Alto, delgado y trigueño como su abuela paterna Josefa Lazo, que había heredado numerosos bienes de su madre adoptiva, en 1876 fue matriculado en la Escuela de los Hermanos Cristianos destacando por su dulzura y bondad de carácter. El 84 su tío el Arzobispo de Quito Dr. Ignacio Ordóñez Lazo, viendo que podría tener vocación sacerdotal lo envió a Roma y entróalColegioPíoLatinoAmericano fundado por Pío IX y conocido como la Escuela de monseñores pues los que se graduaban llegaban a serlo. 

Su feliz memoria le hizo destacar en latín y por su afición a los Clásicos llegó a aprender de memoria pasajes enteros en prosa y en verso. I tanto, que llevado a la presencia de León XIII por su tío el Arzobispo, el Papa le pidió que recitara algo y el joven le sorprendió con un pasaje de la Eneida en latín, que como él pontífice también sabía desde niño, continuó recitando, en la parte que se quedó el joven Ordóñez. 

En 1890 regresó bachillerado en Humanidades Clásicas a Cuenca llamado por sus padres y se dedicó a dictar las clase de física en el Seminario; pero a los pocos meses, decidido a abrazar la carrera religiosa, volvió a Roma, se aplicó con la teología moral y la dogmática que enseñaban los profesores Januario Bucceroni y el Cardenal Billot respectivamente, hasta graduarse de Doctor en la Universidad Gregoriana en Diciembre de 1896, de solo veinte y cuatro años de edad, recibiendo el sacerdocio de manos del Cardenal Lúcido Maria Parochi, Vicario General del Papa, en la iglesia de San Juan de Letrán. Al día siguiente celebró su primera misa en el oratorio de su querido Colegio Piano y empezó los estudios de Derecho Canónico que recién terminó el 98 con el Profesor Francisco Javier Wems, S.J. más tarde Prepósito General de la Compañía de Jesús. I para completar su formación viajó por Italia, Suiza y por las principales ciudades de Francia. 

En 1899, al clausurarse el Concilio Plenario de la América Latina en Roma, el Arzobispo de Quito Pedro Rafael González Caliste logró sus letras Dimisorias y lo trajo al Ecuador; vino en compañía de Manuel María Pólit Lazo, secretario del Arzobispo a quien acompañaba en la Ciudad Eterna. El viaje fue sin incidentes por el Uruguay, Argentina, Chile y Perú. 

Entre 1900 y 1912 desempeñó en Cuenca algunas funciones religiosas sin importancia. Primero fue Capellán de las madres Marianitas, luego de las religiosas Dominicanas, también fue Prefecto de Estudios del Seminario y tuvo la cátedra de Gramática. 

El 22 de Marzo de 1904 había fallecido su padre y en 1907 el Arzobispo González Suárez designó para el obispado de Cuenca a Pólit Lazo, quien no pudo tomar posesión canónica hasta el 9 por estar rotas las relaciones entre el Estado y la Iglesia, aunque desde el 8 ejerció actos de gobierno en el Azuay. Por eso, queriendo llenar la Silla Teologal del Cabildo de la Catedral de Cuenca, convocó a un Concurso y formó un tribunal compuesto por los teólogos Benigno Palacios Correa, Gregorio Cordero Crespo, León Piedra y Julio Matovelle Pesantes y tras un lucido examen Ordóñez fue declarado el más apto y ocupó dicha Silla, vacante por fallecimiento de su anterior propietario. 

Por esos días también tomó a cargo la cátedra de teología dogmática y la desempeñó con tal esmero que llegó a hacer las delicias de los seminaristas, esmerándose en otras funciones de importancia como cuando lo nombró Pólit Lazo Promotor Fiscal del Obispado y Defensor de Matrimonios. 

También ocupaba su tiempo libre en predicar en las fiestas solemnes, con gran doctrina y propiedad pero sin brillo pues nunca fue orador, de suerte que no alcanzaba la popularidad de otros como el franciscano fray José Maria Aguirre considerado el mejor o Nicanor Aguilar el más querido. 

Para 1915 había adquirido un gran parecido con su tío el Arzobispo fallecido hacía muchos años; sin embargo no revelaba por su aspecto juvenil los cuarenta y cinco años de edad que tenía cumplidos y como gozaba de excelente salud se encontraba en la plenitud de sus días. En eso ocurrió el fallecimiento del Obispo de Guayaquil Juan Maria Riera, O.P. a causa de una avanzada tuberculosis. Andrés Machado, S.J. Obispo en Riobamba fue trasladado en su reemplazo y dicha Diócesis pasó a ser ocupada por Ulpiano Pérez Quiñónez, que a su vez dejó vacante la de Ibarra donde hacía poco había sido entronizado. 

Entonces los Obispos resolvieron por unanimidad solicitar dicha sede para Ordóñez, quien por humildad se negó a ello y hasta tuvo la simpleza y ridiculez de derramar lágrimas según aseveraron algunos testigos, pero de todas maneras fue nombrado VI Obispo de Ibarra, recibiendo el báculo en la Catedral de Cuenca el 28 de Octubre 

de 1917, de manos de su amigo el Obispo Pólit Lazo. 

En Ibarra construyó el Palacio Episcopal y la escuela de los Hermanos Cristianos, ayudó a la fundación del convento franciscano de Otavalo y en 1931, tras catorce años de gobierno, pasó al Obispado de Riobamba, vacante por cuanto su titular Carlos Maria de la Torre había sido ascendido al de Guayaquil. 

En Riobamba edificó el Palacio episcopal y el Seminario Conciliar, fundó el monasterio del Carmen, la escuela de las madres Franciscanas, los conventos franciscano y dominicano y diversas escuelas en Guamote, Chillanes y Guaranda y tras veintitrés años de gobierno falleció en dicha ciudad el 6 de Enero de 1954, de ochenta y uno de edad. 

Su carácter manso, modesto, grave, culto y de pocas palabras. No se alteraba por nada y hasta era estoico en sus gustos y simple en sus ademanes. Instruido, de costumbre intachables, trabajador enemigo de la pereza, solía aconsejar bien y con provecho, aunque no fue brillante en nada por su natural cortedad que le limitaba en el trato con sus semejantes. En sintesis, un hombre provechoso para la sociedad.