OLMEDO TROYANO MIGUEL

FUNCIONARIO.- Nació en la Villa de Mijas, Obispado de Málaga hacia 1737. Hijo legítimo de Agustín de Olmedo natural de Mijas donde nació por 1694 y de María Troyano de León y Herrera nacida por 1695, vecinos de Málaga.

Fue el mayor, tuvo un hermano llamado Rafael, de vida disipada, con quien no se llevaba bien. Muy joven ingresó al ejército y llegó a Capitán de Milicias en 1756. Ese año obtuvo pasaporte en la Casa de Contratación de Cádiz. En 1757 desembarcó en Cartagena de Indias llamado por su tío el Cap. Cristóbal Troyano de León que desempeñaba la Comandancia General de la Artillería de Tierra Firme (Panamá) y fue designado Administrador de las Rentas Reales hasta que en 1764 y posiblemente por el fallecimiento de su tío, pasó a Guayaquil, con bastante dinero, en compañía de su amigo Juan Antonio Zelaya y Vergara designado Gobernador del puerto y sirvió bajo sus órdenes como Tesorero y Comisario de Guerra.

En 1765 refaccionó a sus expensas el puente de madera de seiscientas varas de largo que unía Ciudavieja con Ciudanueva de Guayaquil, poco después se produjo en Quito el motín de los estancos de aguardiente y de la aduana y con tal motivo alojó a la tropa llegada de Panamá en sus dos casas. En Agosto de 1766 salió su amigo el Gobernador Zelaya de Guayaquil con dichos seiscientos hombres, a sofocar el alzamiento de Quito. Olmedo le acompañó en calidad de Comisario de Guerra (Tesorero – pagador) mas, al llegar a los alrededores de la capital, se encontraron que los miembros de la Audiencia habían vuelto al gobierno. Con todo, Zelaya asumió interinamente la presidencia y designó a Olmedo para las funciones de Corregidor y Justicia Mayor interino de Quito, por muerte del titular Capitán Gregorio Sánchez Pareja.

El 67 salió electo Alcalde Ordinario de ese Cabildo y ayudó a la construcción del bello paseo ubicado en la llanura de Iñaquito que hasta hoy se conoce con el nombre de parque de la Alameda. Igualmente contribuyó para la erección del pretil del convento del Carmen moderno.

El 68 arribó procedente de Bogotá el Coronel José Diguja con el 24 nombramiento de Presidente de la Audiencia. Zelaya regresó contrariado a Guayaquil y tras él vino Olmedo. Durante dicho interinazgo, de pocos meses, había ocurrido la expulsión de los jesuitas.

Para entonces era propietario de un pequeño barco llamado “San Fermín” que hacía la travesía al Callao en un mes, llevando madera. En 1772 fue nombrado Teniente de Justicia Mayor del Gobierno y Provincia de Guayaquil pero, no pudo ejercer porque el presidente Diguja había designado a un abogado, que se posesionó.

El 1 de Enero del 75 contrajo matrimonio con Ana Francisca de Maruri y Salavarría de treinta y cinco años de edad y tendrán dos hijos: José Joaquín y Magdalena. Al año siguiente solicitó al Cabildo la concesión del abastecimiento de agua para la ciudad y tuvo que construir aljibes y pozos.

Poco después fue Capitán de Granaderos de la Milicias arregladas de Guayaquil y uniformó a su costa dicha compañía. El 76 remató el negocio para la provisión de nieve. El 79 fue Procurador General del Cabildo de Guayaquil y el 81 Alcalde Ordinario.

En 1783 se relacionó con el Coronel José de Villalengua y Marfil que había reemplazado en la presidencia de Quito a Diguja. A Villalengua ofreció explorar varias rutas posibles para la construcción de un camino estable entre Guayaquil y Quito. Al mismo tiempo obtuvo que la Junta de Temporalidades, que administraba las cuantiosas propiedades que habían sido de los jesuitas, le vendiera en Julio de ese año las salinas y el sitio de Zarumilla en el pueblo de Tumbes, jurisdicción de la ciudad de Piura, en la cantidad de 2.666 pesos y 5 y ½ reales, de los cuales pagó de contado solamente 666 pesos y 5 ½ reales y quedó adeudando 2.000 pesos, para ser cancelados en dos anualidades con el 3% de interés. Este saldo debía aplicarse para instituir una cátedra de Gramática en el antiguo colegio de San Ignacio que había sido de los jesuitas en Guayaquil.

Desde entonces se dedicó a la comercialización de la sal, no solo hacia Ambato en el norte a través de las Reales Bodegas de Babahoyo si no también hacia el Callao en el sur.

En 1784 adquirió a la misma Junta las haciendas “Soledad” y “Santa Catalina” con otros terrenos en la Isla, la Palma y Guare en 20.000 pesos, mediante 15.000 de contado y ofreciendo satisfacer los 5.000 restante en cinco años, a razón de 1.000 pesos anuales, pero el asunto tuvo sus bemoles pues se le llegó a acusar de no haber pagado ni siquiera la cuota de entrada.

Ese mismo año 84 solicitó al Cabildo la concesión para el aprovisionamiento de hielo a la ciudad pero el negocio fracasó a causa de un socio pícaro que le robó trece mil pesos, entonces bastante dinero. Por esta causa pasó apuros económicos durante algún tiempo. También ese año solicitó a la Audiencia la concesión para exportar a México veinte mil fanegadas de cacao en tiempos de paz y treinta mil en tiempos de guerra, ofreciendo a cambio la construcción de un Colegio. El asunto subió a conocimiento del Rey quien protegió al cacao venezolano y denegó lo solicitado.

En los veranos de 1784 al 87 empezó el comercio de madera que hacía extraer de los bosques de sus haciendas y transportaba en sus barcos al Callao. Igualmente realizó cuatro expediciones y trazó un plano de rutas a Quito. Durante el último viaje en 1787 y al pasar las turbulentas aguas del río Limones, sufrió la pérdida de su equipaje y estuvo a punto de ahogarse al ser arrastrado. En total gastó 1.550 pesos de su peculio en estos trabajos y el 10 de Julio de 1787 presentó a la Audiencia un informe detallado recomendando la inversión de 25.000 a 30.000 pesos en la construcción de la vía Guayaquil – Quito transitable todo el año y que comenzaba en la hacienda de “Nuestra Señora de la Soledad”, en la ribera izquierda del río Babahoyo, seguía por el río Caracol aguas arriba hasta llegar al Catarama y de allí a Piedra o Pijuito por la margen izquierda y hasta cerca de su nacimiento, entonces se arribaba al pueblo de Guanujo y luego a Guaranda y si se tomaba por los villorios de Salinas y Santa Rosa se estaba en Ambato, pero aunque la Audiencia le dio trámite, no fue aprobado por el Virrey del Perú y se archivó la propuesta aduciendo no contar con los fondos necesarios.

En 1787 ayudó a la construcción del fortín de San Carlos en Guayaquil, en 1788 aún debía el saldo del precio de las salinas y el Cabildo porteño comisionó a su Procurador General para que exija la liquidación de cuentas o inicie la acción ejecutiva, pues se requerían los dineros para sustentar la cátedra de Gramática ya mencionada. Olmedo argumentó negándole al cabildo el derecho a intervenir en el cobro y no pagó. Años después, en 1813, figuraba esta deuda en su testamentaría.

Vivía en una casa propia ubicada al sur de Ciudanueva, en la calle Real cerca del primer puente, en cuyos bajos arrendaba a una pulpería.

En 1789 envió a su hijo José Joaquín a estudiar al colegio dominicano de San Luis en Quito; mas, en 1792, lo hizo regresar “por graves motivos de familia”, aunque la realidad era que atravesaba una mala situación económica, pero las cosas mejoraron y el 18 de marzo de 1794, junto a su esposa solicitó al Cabildo guayaquileño, un certificado de sus hidalguías, pues iban a remitir a un hijo a un Colegio de Lima. El 30 de Junio el Procurador contestó indicando ser ciertas las afirmaciones de los solicitantes y el Cabildo “mandó que sirviese dicha respuesta de suficiente informe, devolviéndose el original” y parecería que había superado definitivamente su crisis porque meses después le envió al colegio de San Carlos, donde dictaba una cátedra su tío segundo el Dr. José de Silva y Olave, a quién fue confiado.

El joven salió aprovechado y a la par que estudiaba también cuidaba los intereses comerciales de su padre; en 1804 intervino ante el comerciante Alvarez Vásquez para que permitiera la habilitación del barco “San Isidro” de propiedad del Capitán Olmedo, que se encontraba retenido en el Callao por un saldo que se adeudaba a dicho acreedor. El barco debía partir a las salinas porque estaba dedicado a transportar dicho producto entre Zarumilla y el Callao.

Sin embargo, la salud del Capitán Olmedo había decaído, al punto que el 24 de abril de 1809 otorgó poder para testar ante el Escribano Gaspar Zenón de Medina, a favor de su hijo José Joaquín, a quien también designó albacea conjuntamente con su hija Magdalena y el 27 de Agosto falleció en pleno uso de sus facultades mentales a los ochenta y ocho años de edad y no sin antes tener la felicidad de abrazar a su hijo, que había regresado el día 20 de Lima, después de una prolongada ausencia de casi catorce años, graduado de Doctor y con una cátedra de Digesto en la Universidad de san Marcos.

Clemente Ballén escribió en la biografía del Dr. José Joaquín de Olmedo, que su padre el Capitán Miguel de Olmedo falleció no sin haber darle a entender claramente a su familia, que en el inevitable conflicto entre la 25 metrópoli y la colonia, se pongan sin vacilar del lado de su patria adoptiva; pues la noticia de la revolución del 10 de Agosto llegó a Guayaquil el día 19, traída por Francisco Pérez Portuguéz, quien notificó en secreto al Gobernador Bartolomé Cucalón, pero éste lanzó una proclama alarmista el 24 y causó el espanto de los pacíficos pobladores del puerto. Así es que el Capitán Olmedo, enterado del asunto, aconsejó a los suyos, en su lecho de muerte, que tomaran partido por la independencia.

No se ha conservado su retrato pero por el de su único hijo que mucho se le parecía, podemos colegir que era de mediana estatura (no más allá del metro sesenta centímetros) contextura delgada y color trigueño por ser andaluz de nacimiento y raza, pelo ondeado, frente amplia y grandes narices. En el plano moral fue emprendedor, diligente y audaz para los negocios y gustaba meterse en asuntos relacionados con la ingeniería y la construcción, siendo habilísimo para ello.

Fue un modelo de adaptación pues su espíritu audaz le llevó a tener una propensión al público y una mentalidad obrera y vigilante.