NOBOA ARTETA DIEGO

PRESIDENTE DE LA REPUBLICA.- Nació en Guayaquil el 15 de Abril de 1789 y fue apadrinado por el Presbítero Vicente Carbo Unzueta y por Ana Herrera y Pacheco su pariente por Noboa. Hijo legítimo de Ignacio Noboa Unzueta, propietario agrícola de varias huertas cacaoteras en la jurisdicción de Baba, quien ocupó la administración provincial de la Renta de Aguardientes durante veintinueve años hasta su muerte ocurrida en Guayaquil el 8 de Diciembre de 1799. Fue Procurador General del Cabildo en 1771 y en 1782, Alcalde de Cabildo en 1780, litigó en 1786 ante la Audiencia de Quito el patronato del Vínculo familiar de las sales de Punta Arenas que obtuvo el 86 siendo el Sexto Patrono, ese año ascendió a Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, vistiendo a sus expensas a una compañía de Caballería y otra de infantería, en 1798 litigó su hidalguía ante el Cabildo de Guayaquil que cartificó su condición “disitinguida”, y de Ana Arteta Larrabeitia, que heredó el Patronato de su marido, tuvo una casa de madera amplia y confortable en cuyo oratorio coleccionaba casi treinta óleos de imágenes religiosas que se quemaron en el Incendio de 1784 que destruyó esa vivienda.

Fue el décimo primero de una larga familia compuesta de catorce hijos, de los cuales la mayor parte murieron en la infancia o quedaron solteros. Su madre le enseñó las primeras letras y de diez años perdió a su padre. A los doce, en 1801, le enviaron interno al Colegio de San Luis de Quito regentado por los padres dominicanos. Era un joven formal, serio, disciplinado y devotísimo de la Virgen en su advocación de la Inmaculada Concepción.

En 1807 regresó a Guayaquil graduado de Bachiller en Filosofía. Al año siguiente actuó como Rey de Armas en la Jura de Fernando VII realizada en la plaza de la Iglesia Matriz. Manejaba el negocio de sales y las huertas cacaoteras en Baba herencia de su padre y hacía de jefe de familia para su madre viuda y cuatro hermanas, siendo Tomasita la menor y la más querida.

En 1813 fue electo Alcalde de la Santa Hermandad para los campos pero luego cambió a Regidor para la ciudad. El 19 de Junio de 1815 contrajo matrimonio con su prima segunda Manuela Baquerizo Coto y tuvieron once hijos.

Para la revolución del 9 de Octubre de 1820 se acercó al Cabildo a suscribir el Acta abierta de la Independencia, trabajando con entusiasmo para la Junta de Gobierno que se organizó con Olmedo, Roca y Jimena, En Octubre fue comisionado para notificar a los cabildos manabitas del nuevo orden de cosas y en Noviembre del mismo año 20 salió electo Diputado por Guayaquil al Colegio Electoral que se reunió el día 21 de ese mes. En 1821 conformó con otras siete personas la Junta Conservadora de la Libertad de Imprenta. A mediados de año fue comisionado para contrarrestar en Manabí a los que pedían con el General Antonio José de Sucre la inmediata anexión a Colombia y le tocó presidir las elecciones del nuevo Ayuntamiento de Portoviejo el 1 de Enero de 1822. Su conducta fue aprobada por la Junta y le designaron tesorero departamental. En su desempeño tuvo un ligero incidente con el Coronel Juan Illingworth y renunció, pero la Junta y el propio militar le ofrecieron satisfacciones y continuó en la Tesorería hasta la incorporación de Guayaquil a Colombia el día 23 de Julio, en Febrero de 1824 Bolívar le ratificó en dichas funciones y poco después lo ascendió a Administrador Principal de la Renta de Tabacos, mas, posesionado del cargo, juzgando que por la escasa cosecha anual de hojas de tabaco no convenía continuar ocasionando gastos a la República al frente de esas funciones, solicitó su supresión, renunció y el gobierno le pasó a la Administración de Alcabalas. El 24 fue Contador Mayor de la Provincia. El 25 Comisario de Guerra y Marina y luchó desesperadamente para que hubiera dinero suficiente para la finalización de la campaña libertadora en el Perú pues aún resistía el fuerte del Callao a las orden del General José Rodil. El 11 de Agosto formó parte de la Sociedad Mutua creada por los miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País para formar un monte de piedad donde los pobres pudieran pignorar sus joyas, pero el proyecto no progresó por falta de fondos.

El 6 de Agosto de 1826 recibió del Congreso peruano la Medalla del Busto del Libertador en mérito a sus esfuerzos desplegados a fin de hallar fondos para la campaña militar en dicho país. Era un decidido partidario de la Constitución boliviana, tildada de documento retrógrado por los elementos liberales.

A mediados del 27, el Mariscal José de Lamar y Cortázar, Intendente del Departamento de Guayaquil, fue llamado a ocupar la presidencia del Perú, quedando vacante dichas elevadas funciones. El Concejo Municipal de Guayaquil convocó a una reunión de padres de familia – que así es como llamaban a los antiguos Cabildos abiertos – para designar su reemplazo. Los guayaquileños declararon que convenía regirse por el sistema Federal y Noboa fue designado nuevo Intendente. A causa de su conducta arreglada Bolívar lo felicitó desde Bogotá el 12 de Septiembre de ese año haciendo énfasis “por su buen comportamiento en las críticas circunstancias en que se ha hallado y aún se halla ese país.”

En 1828, durante la guerra declarada entre Colombia y Perú, ocurrió la ocupación de Guayaquil por parte del ejército peruano pues la ciudad había quedado prácticamente desguarnecida y se temía su bombardeo e incendio, sin embargo, los peruanos respetaron a Noboa, quien continuó en las funciones de Intendente aunque con el mando muy disminuido, pues en lo militar hacía de Jefe de la ciudad el Coronel Francisco Xavier Prieto y Pimentel.

Con el fin de recobrar la ciudad el general Juan José Flores avanzó desde Quito hasta la hacienda “La Florida” a solamente seis millas del puerto y para evitar la guerra se reunieron los emisarios de ambas partes. Por el Perú concurrieron Noboa y Domingo de Santistevan que eran insignes bolivarianos. En tan propicio clima se llegó a un acuerdo para devolver la ciudad a Colombia, pero al ser notificado al gobierno peruano éste se negó a ratificarlo, es decir, a devolver Guayaquil.

En Enero del 29 se produjo la victoria de Tarqui de las armas colombianas. Lamar volvió a negarse a entregar Guayaquil y el Libertador situó sus fuerzas en Buijo cerca de Samborondón. Entonces se produjo la traición del General Gamarra quien hizo apresar a Lamar en Piura y lo envió deportado a cartago en la actual Costa Rica. Ya sin la presencia de Lamar los peruanos abandonaron Guayaquil y el Libertador pudo ingresar tras largos meses de asedio recobrando el puerto para Colombia. Noboa fue sustituido en la Intendencia por el General José de Villamil y volvió a la tranquilidad de su hogar.

En 1830 se constituyó la República del Ecuador. Flores fue electo Presidente y Olmedo Vicepresidente pero renunció el 31 y Noboa fue propuesto en su reemplazo, sin éxito. El 32 viajó a Lima como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario del Ecuador a conseguir el reconocimiento de nuestra soberanía como estado independiente. Su gestión tuvo éxito y suscribió dos tratados con el Canciller José María Pando, uno de Paz y otro de Comercio, Por esos años continuaba como rematista del ramo de sales y administraba las haciendas cacaoteras “El Retiro” y “Boca de Baba” que habían sido de su padre, situadas en esa jurisdicción. Al fallecimiento de su esposa contrajo en 1838 segundas nupcias con su sobrina Tomasa Carbo Noboa y tendrán cuatro hijos.

En 1839 fue electo Senador y presidió la Cámara. En 1842 figuró entre los promotores del primer Banco que se pensó fundar en nuestro país con el Cónsul inglés Horace C. Cox y Manuel Antonio de Luzarraga. El 43 falleció muy anciana su madre, de noventa años de edad.

Para la revolución del 6 de Marzo de 1845 fue elegido miembro del triunvirato revolucionario por Cuenca, José Joaquín de Olmedo lo fue por Guayaquil y Vicente Ramón Roca por Quito y tras los convenios de La Elvira celebrados con Juan José Flores, en la Convención Nacional en Cuenca, 1845, Roca fue electo Presidente de la República sobre suponente Olmedo.

En 1848 fue Senador por el Guayas y presidió nuevamente esa Cámara hasta el 49, que numerosos periódicos de Guayaquil lanzaron su nombre para ocupar la presidencia de la República como candidato oposicionista, frente al General Antonio Elizalde Lamar que pasaba por ministerial o gobiernista.

Desde el 15 de Agosto apareció su biografía por entregas en “La voz de la República” pero el trabajo quedó inconcluso en el quinto número el

1 de Octubre pues el Congreso que haría la designación se instaló el día

5. I como ninguno de los candidatos (Noboa y Elizalde) logró los dos tercios de los votos requeridos por la Constitución, se encargó del mando supremo al Vicepresidente Manuel Ascázubi Matheu, quien designó al General Isidoro Barriga, Jefe Militar de Guayaquil.

El 19 de Febrero de 1850, Francisco Robles, descontento con la designación de Barriga, visitó a José María Urbina para invitarle a proclamar la revolución, éste se negó creyendo que el movimiento estaba condenado al fracaso. Sin desalentarse Robles se trasladó a la casa de Noboa y aunque no le halló pudo conversar con sus hijos y sobrinos. Posteriormente Noboa fue a tratar sobre dicha propuesta con el General Guillermo Bodero Franco su primo segundo por la rama de Larrabeitia y otros amigos de familia, acordando tomarse el Cuartel No. 1 cuyos jefes y tropa no opuso resistencia, luego subieron a los altos donde prendieron al General Julio Ríos, finalmente cayó Barriga en el domicilio que ocupaba, pero como el General Elizalde rehusó hacerse cargo del movimiento calificándole de subversivo, se designó a Urbina. La situación no estaba clara y el 2 de Marzo los padres de familia reunidos en la Municipalidad designaron Jefe Supremo a Elizalde que no aceptó y suplente a Noboa, legitimándose hasta cierto punto la situación, mientras los delegados de Ascázubi viajaban apresuradamente a conferenciar en Guayaquil.

El Vicepresidente Ascázubi creía que todavía podía salvar su gobierno y mandó a proponer el retiro del Gobernador Francisco de Paula Icaza Silva, del Ministro General Benigno Malo Valdivieso al que se acusaba de pro floreano y aún ofreció presentar su renuncia personal como medida extrema, pero negó la convocatoria a un Congreso Constituyente.

El día 5 de Junio se rompieron las negociaciones y Noboa envió un ultimátum a Ascázubi que había ocupado Riobamba con el

General Fernando Ayarza; mas, sorpresivamente, el Coronel Nicolás Vernaza Prieto volteó la ciudad a favor de su tío político Noboa y apresó a Ayarza, dominando el centro de la República que plegó a la causa electoral de Noboa.

Desesperado ante ese vuelco Ascázubi abandonó el mando. El día 10 la población de Quito eligió al Dr. José Javier Valdivieso con carácter provisional y para hacer la paz. Cuenca, Loja y Manabí habían proclamado a Elizalde y sostenían la revolución de Guayaquil, con el resultado que existían dos autoridades o Jefes Supremos: Noboa en Guayaquil y Elizalde en Cuenca.

Para evitar la guerra civil se reunieron los delegados de ambos   bandos en la Hacienda “La Florida”. Por Elizalde concurrieron Domingo de Santistevan, José Joaquín Carbo Mesa y Juan Avilés. Por Noboa lo hicieron Ramón Barreiro, Manuel Antonio de Luzarraga, José Matheus Vasmezón y su primo José María Caamaño Arteta. Mediante un Convenio se puso fin a las disputas y ambos Jefes Supremos se comprometieron a convocar una Convención Nacional en Quito, pero como los elizaldistas no quisieron desocupar Loja, Noboa suspendió desde Guayaquil la ejecución de la convocatoria, se cambiaron algunas notas entre ambos gobiernos, hasta que Urbina viajó a negociar en Cuenca y Mariano Cueva pasó con igual objeto a Guayaquil, consiguiéndose la Convocatoria definitiva de la Asamblea Constituyente que inició sus labores el día 8 de Diciembre de 1850. Pedro Moncayo aclaró en su obra histórica, años más tarde, lo siguiente: El señor Noboa era devoto y el General Elizalde un espíritu libre independiente, consagrado a la carrera militar desde sus primeros años y mezclado con los Jefes y Oficiales de Colombia, había contraído esos hábitos liberales de los miembros que pertenecían a la Gran Logia de los libertadores de la América española.

Pero no todo fue unánime, algunos se resistieron como el mismo Moncayo que no quiso asistir a la Convención por considerarla espúrea debido a que se había originado en un golpe de estado, aunque la mayor oposición fue desatada casi a última hora por Urbina, quien publicó unas “Cartas anónimas tituladas “Marcistas a la Convención”, sobre el peligro floreano en ciernes lo cual era verdad y aprovechándose de ello para desacreditar el proyecto constitucional.

Noboa fue electo Presidente Interino de la República. Tenía sesenta y un años y se encontraba en la plenitud de sus fuerzas físicas y mentales; meses antes, el 12 de Febrero, le había nacido en Guayaquil su décimo sexto y último hijo.

El 29 de Febrero de 1.851 fue declarado Presidente Constitucional de la República por 23 votos contra

6 de su oponente Elizalde. De inmediato nombró Gobernador del Guayas a su sobrino y cuñado Manuel Carbo Noboa con lo cual satisfizo las aspiraciones   burocráticas   de su numerosa parentela, enseguida ofreció dos ministerios, al General Urbina el de Guerra y Marina y el de Hacienda a Roberto Ascázubi, pero ambos los rechazaron cortésmente. El primero quería seguir de Jefe Militar de Guayaquil para controlar la costa y el segundo no aceptó por delicadeza personal pues era hermano del defenestrado vicepresidente Ascázubi. Entonces conformó su gabinete de la siguiente manera: Interior y Relaciones Exteriores José Modesto Larrea Jijón, Hacienda Carlos Chiriboga, Guerra y Marina General Vicente Aguirre Mendoza.

Recién designado y estando aún en Guayaquil se retrató con la banda presidencial al pecho. Era un hombre pulcro y recto en el manejo de los fondos públicos, educado en su trato con los demás sin llegar a cortesanías; sin embargo, en el delicado desempeño de sus funciones presidenciales pronto se vio envuelto en un torbellino de pasiones que no pudo controlar. Primero se rodeó de varios elementos del floreanismo de la capital que capitaneaba su primo hermano Pedro José Arteta Calisto quien era nada menos que cuñado de Flores, a quienes dio empleos y – según se dijo por entonces – había ofrecido influir ante las Cancillerías de las Repúblicas americanas para que reconsideraran los decretos dictados en contra del General Flores a raíz de su proyectada invasión armada desde Londres, lo cual no constituía ningún ataque a la soberanía ecuatoriana pero dado el ambiente de intenso anti florenismo cayó muy mal ante la opinión pública. Tales actos y comentarios le enajenaron la voluntad de los marcistas del país – liberales y revolucionarios – que veía en Noboa una vuelta a etapas ya superadas y una flagrante traición a los principios revolucionarios del 6 de Marzo, pero lo que terminó por perderlo fue la espinosa cuestión de los jesuitas expulsados por el gobierno liberal del General José Hilario López, Presidente de la Nueva Granada.

Dichos sacerdotes habían salido del país del norte por asumir posiciones políticas contrarías a la línea del gobierno y viajando hacia el Perú hicieron amistad en el barco con el joven Gabriel García Moreno, que al arribar a Guayaquil pasó en la madrugada a la casa del presidente Noboa, le despertó y consiguió que les diera asilo por humanidad. Noboa era un católico sincero, de su peculio personal había erogado una fuerte suma de dinero para los gastos de beatificación de Mariana de Jesús que se logró el día 7 de Octubre de 1850 en Roma. El 17 de Marzo del 51 puso el ejecútese a la Resolución respecto de consagrar al país en el misterio de Inmaculada Concepción y el 24 de Abril declaró a la Virgen de las Mercedes como protectora especial de Quito frente a los terremotos, de suerte que su intención no fue tratar de llevar la contraria al país vecino, cuyo Jefe de Estado anunció la inmediata invasión al Ecuador, Noboa simplemente mantenía un comportamiento bondadoso aunque imprudente, con los jesuitas expulsados.

El 28 de Marzo de 1851 el bonísimo Presidente derogó la Pragmática Sanción dictada contra la Compañía de Jesús por el Rey Carlos III en 1767 y ni bien llegados los jesuitas colombianos a Quito les había entregado la administración del Colegio de San Luis, lo que fue considerado por los liberales como un retorno a los tiempos de la colonia. El 1 de Julio de 1851 prohibió los duelos o desafíos por honor, práctica aberrante y hasta criminal, heredada de los tiempos coloniales.

Como es natural, el gobierno ecuatoriano rechazó la amenaza colombiana y mal aconsejado por los conservadores de Quito ayudó secretamente con elementos de guerra a los Generales Manuel Ibañez y Julio Arboleda que se preparaban para activar las guerrillas conservadoras en Pasto y dirigió una Nota Circular a las Cancillerías de Perú, Bolivia y Chile exponiendo “los hechos criminales de la administración López y las invitaba a unirse para proveer a la seguridad común”.

Cuando el General Hilario López, Presidente de la Nueva Granada, tuvo pruebas de la intervención clandestina del Ecuador y luego de develar militarmente la rebelión de los pastusos y conocer la beligerante Nota de nuestra Cancillería, se aprestó a atacarnos con toda razón y el Congreso autorizó en Mayo del 51 la declaratoria de Guerra al Ecuador. El parlamento ecuatoriano concedió en Junio las facultades extraordinarias al presidente Noboa para la defensa de la Patria amenazada, pero la oposición en su mayor parte elizaldista – le calumnió feamente, indicando que a pretexto de la guerra se beneficiaría con dichas facultades. Entonces Noboa creyó oportuno desterrar a numerosos contrarios y hasta llegó a borrar del escalafón militar a ciento sesenta y tres altos oficiales elizaldistas y roquistas que pasaron al desempleo. El propio General Elizalde tuvo que expatriarse para evitar atropellos, decretó el destierro del ex Presidente Vicente Ramón Roca medida que no cayó bien ante la opinión pública pues éste se hallaba bastante enfermo y falleció meses más tarde en Guayaquil pues – justamente por su delicado estado de salud – no llegó a salir del país.

La prensa antijesuíta guayaquileña inició una tenaz campaña y le acusaron de “aristócrata intransigente”, “rancio católico”, “fanático hasta la exageración” y polarizadas las fuerzas entre floreanos – noboistas y antifloreanos – liberales, el panorama se ensombreció aún más y por todas partes se dio en hablar del inminente regreso del General Flores y de la guerra catastrófica con Colombia con la inminente caída de Quito, al punto que los propios jesuitas habían huido apresuradamente de la capital y vivían en Riobamba, ciudad más alejada de la frontera norte con Colombia, pues todos pensaban que en cualquier momento podía arribar el ejército neogranadino.

Entonces Noboa designó a Urbina Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones en la frontera norte pero éste no confió, pensando que era una argucia para sacarlo de su plaza fuerte y rehusó marchar a Quito pretextando que necesitaba una escolta pues la situación agitada del país así lo ameritaba.

La Convención Nacional de 1851 aprobó la creación de una Universidad en Guayaquil el 28 de Abril, Noboa con criterio anacrónico la denominó de san Ignacio y designó Rector al Dr. José Tomás de Aguirre Anzoátegui, Canónigo de la Catedral del puerto principal, pero como se precipitaron los acontecimientos éste establecimiento jamás pudo abrir sus puertas pues se interpuso la revolución.

Entretanto el Presidente preparaba su visita a Guayaquil con el objeto de recoger a su numerosa familia y llevarla a la capital. El itinerario fue conocido por el General Francisco Robles que tuvo la avilantez de disponer su captura el 17 de Julio, día que se sublevó la guarnición militar de Guayaquil constituida por la brigada de artillería, el escuadrón de lanceros de Taura y los batallones No. 1 y Reserva de Libertadores.

A fin de ejecutar la prisión del presidente Noboa mandó dos esquifes fuertemente armados a las órdenes del Comandante José María Cornejo Maruri, que en las cercanías de la boca del río Baba, en el punto “Bejuco Colorado”, asaltó la canoa presidencial e intimidó su prisión y de sus acompañantes los Comandantes Matías Sotomayor y Luna y Miró y Melitón Vera.

En uno de los esquifes les trajo por el río a Guayaquil. Noboa venía en el medio de sus amigos, serio y callado, guardando la dignidad propia de tan amargo trance. Ni bien arribaron a la ría y sin siquiera permitirles desembarcar, las nuevas autoridades militares les hicieron pasar al pailebot Olmedo, comandado por José Robles Canelos, con la orden de conducirlo hacia un puerto de Costa Rica. La pequeña nave estuvo a punto de naufragar a consecuencia de un fuerte temporal en Punta Malpelo y tuvieron que regresar a la Isla Puna.

En esas angustias la familia pudo enviarle un tarro de chifles que fue lo único que sus inicuos capturadores le dejaron pasar y el Presidente Noboa debió entregar dinero y su valioso reloj y Sotomayor y Luna una cadena de oro al Capitán de un barco de bandera norteamericana, para que les llevara a Chile, aunque al final pudieron bajar en el Callao “tras cincuenta y cinco días de padecimientos de toda especie…” El 15 de Septiembre lanzó desde Lima una Proclama dirigida a sus compatriotas, firmando como Presidente Constitucional de la República del Ecuador.

Así “sin violencia alguna, sigilosamente, desapareció del escenario patrio como por encanto, antes de que el pueblo se diese cuenta de lo sucedido. Su paso por la presidencia había sido efímero y sin ninguna trascendencia, pero creó la provincia de León (Cotopaxi) y cantonizó a Tulcán. Su sobrino y cuñado el Gobernador del Guayas, Manuel Carbo Noboa, se quedó con los arcos triunfales que le tenía preparados para el recibimiento” y los revoltosos redactaron un Acta encabezada por los Generales José de Villamil, Francisco Robles García y Guillermo Franco Herrera, los Coroneles Juan José Valverde Cassaus y José Antonio Gómez Valverde y los Tenientes Coroneles José Vidal, Joaquín Márquez y Gualberto Pérez.

En Lima vivió un largo destierro de casi cinco años, alojándose primeramente en casa de su hermana Ignacita Noboa, viuda del Coronel Manuel Arredondo Mioño, que había partido hacia España temeroso de las retaliaciones patriotas, por los criminales sucesos del 2 de Agosto de 1810 en Quito. Ella tenía una buena posición económica y social pues el gobierno peruano le había reconocido el valor de las dos haciendas expropiadas a su esposo. Luego pasó a uno de los mejores hoteles de esa capital.

En 1852 Flores le pidió su colaboración para invadir Guayaquil, pretextando que le devolvería sus altas funciones. Noboa cayó en la trampa y aceptó con la condición que el Presidente peruano Rufino Echanique apoye el proyecto lo que resultó a medias. Más la expedición fue un total fracaso.

En 1855 volvió finalmente a Guayaquil habitando su casa del Malecón y Sucre, reintegrándose a las actividades privadas y tuvo que hacer frente a las deudas que se habían contraído con motivo de su ausencia. Para ello debió vender las dos haciendas de Baba al Dr. Ignacio de Piedrahita Racines, quedándose únicamente con el negocio de las sales, dos propiedades urbanas y ciertos valores y acciones de pequeño monto, de manera que el ejercicio de la presidencia de la República le había resultado en extremo oneroso y perjudicial.

En 1859 celebró sus setenta años con su esposa, hijos, hijas, yernos, nueras y nietos. En la fotografía que se tomó figura también en un banquito su cuñada y hermana menor Tomasita viuda de Baquerizo Coto. Don Diego aparece cómodamente sentado en el centro, vestido con un sacón de dril blanco como para la casa; se le ve aún fuerte y ojeroso pero risueño para la ocasión.

En 1863 presidió la Junta Provincial del Guayas. Era una de las primeras figuras sociales del puerto, le consideraban y respetaban pero no le querían por su carácter secundario, enemigo de las demostraciones, pues guardaba las distancias sin permitir mayores confianzas. Estaba en relativa pobreza pues el gobierno le había tomado en arriendo sus salinas y no le pagaba puntualmente, luego se las expropiaron y el 67 fue resarcido con cinco mil pesos por esa causa, pero aún le quedaban algunos bienes en la jurisdicción de Chimbo.

En 1869 testó en Guayaquil y dispuso que la cuarta parte del dinero que le debía el Tesoro Nacional por arriendos, se empleara en la construcción de la carretera a Quito o en alguna obra de beneficencia en Guayaquil, a juicio del Presidente de la República.

Se hallaba adolorido y enfermo con un principio de cáncer en la base de la lengua, que con el tiempo se le generalizó en la garganta amenazando asfixiarle. Fue tratado inútilmente con emplastos de una raíz amarga llamada Condurango, que se creía servía para los zaratanes pero todo fue en vano y falleció el 3 de Noviembre de 1870, de ochenta y un años de edad. En la noche su cadáver embalsamado fue conducido a la Catedral y después al Cementerio en medio de un numeroso acompañamiento. El periódico “Los Andes” indicó que dejaba su ejemplo como un referente … Una larga vida consagrada a la práctica de las virtudes domésticas y públicas…La historia política del Ecuador, de que era monumento vivo el señor Noboa, hará justicia al antiguo Triunviro y Presidente.”

Viril, blanco mate, pelo y ojos negros, bajo de estatura, delgado, musculoso, nervioso, rápido en sus movimientos. Trabajador, metódico, ordenado y de gran ambición y figuración desmedida en su pugna contra Elizalde. Su formación tradicional le perjudicó en el período marcista donde le correspondió actuar, que fue una etapa eminentemente democrática y liberal. Roberto Andrade ha escrito que en Noboa había rezagos que le hacía ver demonios en Voltaire y en Rousseau, autores a los que había que exorcizar. I que vivía inmerso en una religiosidad más bien de rezos y signos exteriores que en introspecciones místicas, sin comprender que el verdadero problema era sacar el proyecto nacional adelante, combatiendo el atraso, la incultura y la pobreza.

Vivió entre dos épocas diferentes y hasta contradictorias y como amó mucho a los suyos, su paso por la vida significó la adecuación de las antiguas   tradiciones    heredadas de la colonia guayaquileña, a las nuevas modalidades republicanas que le correspondió sortear y en esta dicotomía dejó a sus descendientes por muchas años atrapados.