SUCEDIÓ EN NUEVA YORK Y SÉ CUMPLIO EN GUAYAQUIL
UN MENSAJE INEXPLICABLE

Mi amigo Pepe Sánchez es un excelente padre de familia y mejor esposo, de él nadie puede decir que no cumple con sus deberes de ciudadano ejemplar pues paga sus impuestos, trabaja y lucha por el mejoramiento del país y por si fuera esto poco es excelente amigo de sus amigos. En fin de cuentas, Pepe Sánchez es un gentil caballero recomendable a carta cabal y por eso me agrada su compañía y de vez en cuando lo invito a mi casa a tomar unas cervezas y comer un sandwich, mientras nuestros hijos se bañan en la piscina y nuestras esposas chismean de todo un poco, pero sin mala intención.
La otra tarde que estaba algo triste porque no había sol me dijo Pepe en gran confidencia que así había sido una tarde del año 1.964 en que se encontraba viviendo en New York en casa de una familia judía de origen húngaro, a donde había ido recomendado por la NYU (Universidad de New York) a practicar el idioma inglés. Esa tarde, me refería Pepe, fue por demás lúgubre para mí, puesto que era Sábado y andaba sin dinero y hasta malhumorado, tenía que hacer numerosos deberes para el lunes y “no me encontraba a mí mismo”, por ello me recogí temprano en mi cuarto a pensar en mi vida, sacando en conclusión que mejor sería dormir.”
“Como a eso de las tres de la mañana y en pleno sueño comencé a verme caminando por una ciudad desierta con enormes edificios negros iguales a los rascacielos de New York pero lo que más me impresionaba en el sueño era no ver ningún detalle, tal la negritud de las casas, cuyos techados se elevaban altísimos contra un cielo plateado y sin brillo y yo caminaba y caminaba incesantemente y sin miedo y no veía nada ni a nadie hasta que de repente algo se prendió arriba en el cielo. Era un letrero luminoso, una luz de neón, color rojo, que lanzaba destellos a todos lados y sus luces provenían de las letras de un nombre: ESTELA CAJAS. Tal fue mi impresión al ver ese nombre que lo volví mirar fijamente y entonces las letras variaron y pude leer el siguiente mensaje: “TU TE CASARAS CON ESTELA CAJAS”.
“En ese momento me desperté asustadísimo y parecía que el corazón se salía de mi pecho, quedé impresionado y no pude volver a dormir sino después de muchas horas, prácticamente al finalizar la madrugada, pues mi susto provenía del convencimiento interno de que ese mensaje encerraba mi suerte y mi destino a corto plazo.”
“Y pasaron los días, las semanas y los meses y se empezó a hablar de la proximidad de una guerra en el Viet Nam; yo estaba clasificado como A-1 en el ejército americano, pero la idea de irme a pelear al Viet Nam con extranjeros a quienes no conocía ni odiaba y a los que tendría que matar, me producía escalofríos muy justificables. No es que fuera un cobarde que rehuía combatir, sino que me negaba a convertirme en un autómata programado para matar; por ello me decidí a regresar a Guayaquil, lo hice justamente siete días antes de que se declare formalmente la guerra y se movilice las tropas”
“Llegue a mi tierra un viernes de tarde y al siguiente día salí a recorrer sus calles que encontré estrechas y pequeñas, pero tan mías que el sólo verlas me dio una inmensa alegría y entonces recordé el sueño y los edificios altos y negros, imponentes y fieros, que tanto me habían asustado. No, no eran los de mi tierra, tenían que ser los de New York pero ¿Y el letrero? Conocía a Estela Cajas, era la única hermana de un buen amigo a quien no veía en años, pero esa Estela era una chica menor que mí cuatro años y algo feúcha, a quien jamás había prestado atención y tampoco sabía dónde estaba, todo debía ser obra de mi fantasía nocturna y nada más”.
“El lunes me levanté temprano y salí a buscar trabajo, mis primeros pasos fueron encaminados hacia el centro de la ciudad y al llegar a los bajos del edificio de la Junta de Beneficencia con frente a la plaza de San Francisco, encontré a mi amigo Daniel Tobar, que me plantó en seco y muy jovial me solicitó detalles de mi viaje de dos años, que le empecé a dar con lujo de indicaciones, porque él también pensaba hacerlo a la misma ciudad y en esas nos encontrábamos a las once de la mañana, cuando…”.
¿Quién crees que pasó por allí? Pues nada menos que Estela Cajas, convertida en una hermosa señorita, guapa, elegante y que al verme sonrió muy amablemente. Esa tarde me llamó por teléfono para invitarme a una fiesta en su casa que se celebraría el siguiente viernes por la noche; durante ese baile comprobé que tenía enamorado y no pude sacarla a bailar; sinembargo esa noche pelearon por causas ridículas aunque yo no lo sabía.
Por compromisos con mi Club, la Cámara Junior de Guayaquil, la llamé pocos días después a pedirle que desfile en un baile de beneficio para las obras en favor de los niños pobres y así, de pasito en pasito, nos fuimos enamorando y mírame ahora felizmente casado con Estela desde 1.967 y con tres hijos. ¿Crees tú que un mensaje tan raro e inexplicable y rodeado de tantas casualidades y misterios, haya sido enviado en mi ayuda desde el más allá o simplemente será que yo soy muy imaginativo y que a las coincidencias les doy un valor demasiado grande? Mi amigo Pepe me quedó viendo y no supe qué contestarle, llegaban nuestras señoras y nos rodearon, como siempre, cariñosamente; nuestras dos familias terminaron la tarde, que se alejó con algo mío, es decir, con el misterio de mi amigo y su matrimonio con la hermosa Estela.