MUTIS Y BOSIO JOSE CELESTINO

NATURALISTA.- Nadó en Cádiz, España, el 6 de Abril de 1732 y desde pequeño se mostró inclinado al estudio de los libros de Matemáticas y Ciencias Naturales. Su familia era originaria de Pisa en Italia.

Terminado el bachillerato se matriculó en el Colegio de Medicina de San Fernando de su ciudad natal, luego pasó al de Sevilla, en 1757 se graduó de Médico y siguió estudios de Cirugía. Domiciliado en Madrid fue Profesor de Anatomía y como sentía una vocación por la botánica, ciencia que alcanzaba enorme importancia a través del pensamiento imperante de la era de la ilustración, estableció comunicación con varios sabios naturalistas. Un alumno de Carlos Linneo (1707 – 1778) llamado Alstroemer, lo puso en contacto con el maestro, a quien sirvió de corresponsal y desde entonces se dedicó a la divulgación de su método fundamentado en los órganos sexuales de las flores para jerarquizarlas, creando un idioma común para denominar cualquier planta, encasillándolas por sus clases, órdenes, géneros y especies, con sus correspondientes dibujos. Este método había entrado en pugna con el del mexicano Alzate, quien defendía el lenguaje de los antiguos indígenas de esa región que dividían a las plantas por sus propiedades curativas, culinarias o por su significado religioso o espiritual, método que era necesario para adquirir los conocimientos relativos a las virtudes de las plantas.

En 1761 el Marques de la Vega de Armijo, Pedro Messía de la Cerda y Cárcamo, nombrado Virrey de Nueva Granada, le llevó consigo a Bogotá como su médico personal. Vino como secular ni bien llegado principió a curar enfermos y a realizar numerosas expediciones con el fin de observar las plantas de los alrededores, logrando formar una valiosa colección. El 62 fue encargado de las cátedras de Matemáticas y Astronomía en el Colegio del Rosario, y en el curso del año siguiente enseñó por primera vez en América la teoría de Nicolás Copérnico sobre la esfericidad de la tierra y su movimiento alrededor del sol, no sin la oposición de los cerriles padres dominicanos que le abrieron controversia pues tales ideas parecieron inauditas por contrarias a la Biblia y a la fe de entonces.

El Virrey de la Nueva Granada, Manuel Guirior, años atrás, había solicitado la creación de una Universidad en Bogotá, pero los dominicanos se opusieron sistemáticamente porque su convento gozaba de la prerrogativa de otorgar grados y como la Corte de Madrid dilataba el permiso, el Fiscal de la Audiencia, Francisco Antonio Moreno y Escandón elaboró un “Plan y Método de estudios adaptado a las circunstancias actuales, que sirviese de pauta a las enseñanzas y cortase los abusos introducidos, cuyo principal objeto consistía en instruir a los jóvenes en el conocimiento de las ciencias útiles, alejándoles de las discusiones sobre materias abstractas y fútiles, pues estaban privados del acertado método y buen gusto que ha Introducido la Europa de las bellas letras”.

“El nuevo plan se puso en práctica no obstante la repugnancia de las partidarios del antiguo sistema, y se abrieron cátedras públicas en los Colegios de San Bartolomé y del Rosario, sin que se permita a los jóvenes asistir a otras, de suerte que en un solo año progresó la juventud en el conocimiento de la aritmética, el álgebra, la geometría y la trigonometría, olvidándose del ridículo e inútil peripato aristotélico, método anterior que consistía en cuatro años de latín. Luego se estudiaba tres años de Filosofía y siete de Ciencias profesionales, todo en latín y sin instrumentos. En cuanto a la Jurisprudencia era la memoria lo principal y sobre textos tan revueltos como la Recopilación de las Leyes de Castilla e Indias y el llamado Cedulario Real, entreverado con discusiones interminables y llenas de silogismos del más puro estilo aristotélico y tomístico, método absurdo por seudo filosófico, causa del atraso intelectual de España y de otras naciones católicas en Europa en relación a las demás del viejo continente, que por ser protestantes estaban desligadas del intransigente catolicismo, del dogma, ^ del fanatismo y de la total ignorancia.

La versión protestante del cristianismo fue lo que motivó el desarrollo y proferidad de las sociedades en que predominó. Tesis poco querida en ámbitos católicos, donde consideran que viene a decir que los países que permanecieron fieles a Roma se retrasaron por causa de su religión. No lo dice explícitamente, pero queda claro. Sim embargo, no veo problema conceptual para sostener que tiene razón pues del catolicismo es más inclinado a lo patético que a lo ético, es decir, más a los sentimientos que a los principios. No se puede negar que ha sido un lastre para las sociedades en que predomina que avivaba las conciencias dormidas y abría horizontes hacia la ciencia, sirvió para generar un movimiento saludable de renovación que a la postre triunfó en 1786, año en que se restauró dicha cátedra con Fernando Vergara como titular.

En 1766 viajó en plan de estudios a Suratá en la provincia de Pamplona y puso en explotación una mina de plata en el sitio la Montuosa Baja. En 1772 a los cuarenta años de edad se ordenó de sacerdote en Bogotá. El Virrey solicitó al Cabildo de Santa Fe que le otorgara el título de Protomédico que anterior al de vuesa majestad, especialmente la quina y la canela de Quixos”.

También tenía proyectado escribir una Historia natural de Hispano -América. La Expedición fue colocado bajo los auspicios del cultísimo Rey Carlos III, quien le nombró Primer Botánico y Astrónomo con 2.000 doblones de entrada y 2.000 pesos anuales y dio instrucciones para que le envíen de Inglaterra los instrumentos necesarios. Como ayudante fue designado su amigo y discípulo el Presbítero Eloy Valenzuela, Cura de Zipaquirá y dibujante Pablo Antonio García, después contrató a los dibujantes Pedro Caballero y Salvador Rizo quien hizo de administrador, todos ellos neogranadinos.

Con dicho personal comenzó en 1783 sus trabajos científicos y sistemáticos en el valle de Mariquita, lugar apropiado por ofrecer la más variada y rica vegetación. Mutis tenía cincuenta y dos años de edad, veinte y tres de vivir en América y una bien cimentada fama científica.

El 84 fue designado miembro de la Academia de Ciencias de Estocolmo, de la Academia de Medicina de Madrid y correspondiente al Real Jardín de Madrid. Sus noticias eran bien recibidas en Europa donde las Ciencias Naturales cobraban cada vez mayor éxito, de manera que no debe extrañar que el “Memorial Instructivo y Curioso de la Corte de Madrid” se hiciera eco, comentando sus estudios sobre la utilidad medicinal de algunos vegetales, entre ellos el té que se producía en Bogotá, cuyas propiedades Mutis alabó con entusiasmo.

En el interim se había retirado el dibujante García dejando cien láminas exactas en el dibujo, de modelado hábil pero de pobre colorido y fue sustituido por José Calzado y Sebastián Méndez, de Málaga y Lima respectivamente, llegados de la Real Academia de San Femando de Sevilla donde habían sido discípulos del connotado pintor Mariano Maella, pero no respondieron, pues el primero falleció casi enseguida en Bogotá después de llevar una vida disoluta en Mariquita y en Honda y el segundo sólo llegó a dibujar doce láminas calificadas de muy malas y tuvo que ser embarcado a España. Mutis se llegó a desesperar porque había puesto todo su empeño en lograr la parte gráfica de la flora y pidió otros dibujantes al Presidente de la Audiencia de Quito, Juan José de Villalengua y Marfil y luego ante elFiscal del Nuevo Reino, José Antonio Mon y Velarde pues en Quito existía una de las más importantes escuelas de arte y pintura de Sudamerica que rivalizaba exitosamente con la del Cusco, por eso el pintor quiteño José Cortés y Alcocer le envío a tres de sus hijos, también dibujantes.

En total Mutis recibió a trece dibujantes que arribaron a finales de Junio del 87 en tres grupos o cuadrillas y la Expedición quedó completa con Francisco Javier Matiz natural de Guaduas cerca de Honda, quien tenía conocimientos en ciencias y llegó a ser un sobresaliente naturalista; Salvador Rizo, Antonio Cortés, el mayor de los hermanos que trabajó con Mutis once años, desde el 87 hasta el 98. Cuando Humbolt conoció a Antonio Cortés en Bogotá, encantado de su arte y buen gusto le pidió que lo retrate y lo hizo con tanto cariño que retratado y retratista quedaron satisfechos del trabajo. Cortés pintó setenta y dos íconos de color, todos de exquisito arte. La mayoría son composiciones, verdaderas decoraciones ejecutadas con un arte admirable. Se radicó en Bogotá y murió en 1813, dedicando al comercio sus últimos años pero sin descuidar la pintura.

Francisco Javier Cortés, Vicente Sánchez, Antonio Barrionuevo, Antonio Silva, Manuel Martínez, Francisco Villarroel, Mariano Hinojosa, Manuel Roelas, Manuel José Hirensa, Félix Tello y José Francisco Pérez. Cada artista se ocupaba en Mariquita nueve horas al día y en el más profundo silencio, de copiar en el papel con lápiz o a colores la planta que tenía por delante bajo la mirada de Mutis. El Presbítero Valenzuela, que había dejado su puesto, tuvo por sucesor a Francisco Antonio Zea.

José Gabriel Navarro ha manifestado que la obra de los dibujantes y pintores quiteños fue excelente, casi en su totalidad. Siempre pusieron exquisita delicadeza en el tratamiento de las plantas, fidelidad en el retrato de ellas, gracia en la presentación de los modelos, seguridad en el dibujo, opulencia en el modelado y suavidad en el colorido jugoso. Solo uno de ello, Roelas, se ejercitó en el dibujo a tinta y no llegó a la altura de sus compañeros. De cada lámina se hacían dos ejemplares, el uno en negro y el otro iluminado con colores y es lo más notable que estos colores se sacaban de sustancias americanas descubiertas por Mutis.

El 88 sucedió que el ayudante Francisco Javier Matiz conoció por un negro de la zona el procedimiento de hacerse inmune al veneno de las picaduras de las serpientes, con el jugo de la planta llamada guaco. El asunto se hizo público y hasta se realizaron experimentos, pero hoy se conoce que el guaco como aporte curativo, es de resultados poco satisfactorios.

Mas, el principal objetivo de Mutis eran las quinas pues se creían que solo existían en los bosques de Loja empero en 1772 había localizado con su amigo Pedro Ugarte en la sierra de Tena, unos importantes quinares que podrían comercializarse con éxito económico, dada la demanda que existía en Europa. El 73 descubrió otros en el monte Pantanillo y demostró que existían siete especies distintas. El 92 publicó en Cádiz un folleto de 20 págs. en cuarto, titulado “Instrucción formada por un facultativo relativo a las especies y virtudes de la quina” estudiando los efectos que estas producen en el cuerpo humano. En Mayo del 93 comenzó a aparecer por entregas en el Papel Periódico de Bogotá su “Arcano de la Quina” que concluyó el 94. En este escrito y sobretodo en su extensa correspondencia se pone de manifiesto el interés por su comercialización, cuya cualidad no se cansó jamás de alabar, pues siempre creyó conveniente potenciar los recursos naturales de estos territorios americanos.

Con grande empeño cultivó la canela, el añil y el árbol de la nuez moscada y como también se interesaba en el laboreo de las minas de oro, plata, hierro y cinabrio, tantos trabajos y desvelos minaron su salud que se resintió, al punto que su amigo el Virrey José de Espeleta y Galdeano le ordenó regresar a Bogotá y en Febrero del 91 la Expedición se hallaba establecida en una amplia casa de la calle de la Carrera, en cuyo espacioso huerto se levantaría años después el Observatorio Astronómico. Allí habitaban el Director, los pintores y demás empleados. Pronto estableció Mutis la sección de zoología que quedó al cuidado de Jorge Tadeo Lozano, quien comenzó a trabajar su obra “La fauna Cundinamarquesa” o sea la descripción y clasificación de los animales del Nuevo Reino de Granada. Mutis había prometido que para finales del siglo XVIII estarían terminados los primeros volúmenes de su gran obra y el gobierno de Madrid le invitó a pasar a España a que hiciera él mismo la publicación, presidiendo la impresión y dirigiendo el grabado de las láminas que habían de adornarla, pero no se resolvió a regresar y prefirió que la impresión de las láminas iluminadas se hiciera bajo la dirección de la Academia de San Fernando, lo que tampoco llegó a realizarse.

El Barón alemán Alexander von Humboldt, realizaba un viaje científico por las colonias españolas de América en compañía del botánico francés Aimée Bonpland y encontrándose en La Habana escribió una carta muy lisonjera a Mutis anunciándo su llegada a Bogotá y éste le respondió pidiéndole que fuera su huésped. Mutis era una venerable figura dentro de la sociedad colonial por su edad y conocimientos, pero sus estudios botánicos parecían a los españoles una ocupación poco lucrativa. La carta debió llegar muy a propósito para levantarle el ánimo.

El Virrey Pedro Mendinueta y Muzquiz, ilustrado y laborioso, recibió a Humboldt y a Bonplant en Julio de 1801 prodigándoles toda clase de atenciones. El Arzobispo Fernando del Portillo y Torres les mandó su coche y entraron acompañados de más de sesenta jinetes. Como se sabía que llegaban a visitar a Mutis, tenido en la ciudad con gran consideración en razón de su avanzada edad, de su crédito en la corte y de su carácter personal, se trató de dar un cierto brillo a la llegada y de honrar a Mutis en las personas de los sabios visitantes.

“Una casa propia con patio, jardín y cocina. En este domicilio nos aguardaba el anciano botanicus de la corona, una figura noble, llena de genio, en traje sacerdotal. Mutis estaba acompañado de sus amigos. Al descender yo con el barómetro en la mano y al no querer confiárselo a nadie, sonrió; nos abrazó muy cordialmente y en esta primera entrevista se comportó con tanta humildad que parecía turbado. De inmediato hablamos sobre asuntos científicos… pero él dirigió la conversación hábilmente sobre tópicos generales a fin de que fuera más comprensible a los circundantes. En los cuartos que nos habían sido preparados se sirvió una comida excelente”.

En el teatro científico pudieron discutir los viajeros sus ricas experiencias con Mutis. Ellos le mostraron su herbario de la región del Orinoco, especialmente las hierbas enormes (bambús) del Casiquiare, que Mutis naturalmente desconocía y a la vez se enteraron por intermedio de él de todo lo concerniente a la flora colombiana. “El tiene de dos mil a tres mil dibujos en folio mayor que parecen miniaturas. De esta colección regaló a Humboldt aproximadamente cien cuadros en colores muy hermosos que llevó al instituto Nacional de Ciencias de París. Estas láminas, admiradas por cuantos las ven “no solo son prodigiosos modelos de dibujos sino que están bella y primorosamente iluminadas con una paciencia y precaución admirables”.

Humboldt anotó que “los dibujos se hacían en papel de Grand Aigié y se escogían al efecto las ramas más cargadas de flores. El análisis y anatomía de las partes de la fructificación se ponía al pie de la lámina. Algunos de los colores procedían de materias colorantes indígenas desconocidas en Europa. Jamás se ha hecho colección de dibujos más lujosa y aún pudiera decirse que en más grande escala”.

Ese año logró la creación de la Sociedad Patriótica del Nuevo Reino de Granada. El 2 se sumó al joven sabio en matemáticas y astronomía, Francisco José de Caldas, discípulo de Mutis en Ciencias Naturales. El 3 consiguió la construcción del Observatorio Astronómico de Santa Fe.

La crítica moderna ha acusado al sabio por no escribir casi nada a no ser unas Memorias sobre aceites y bálsamos, sobre la naturaleza vegetativa de las plantas, sobre el sueño y la vigilia de las flores, pero practicó curiosas observaciones acerca de la vida de las hormigas disponiendo del tiempo necesario para ello, mas a él le bastaba ver la colección de plantas estudiadas por los artistas hasta en sus mínimos detalles, mirar y recrearse en la maravillosa colección de siete mil de ellas, legado imperecedero que dejaba a la posteridad retratadas a lo vivo en su magnífica muestra que preparó en sesenta volúmenes in folio. Además es necesario considerar que su labor principal fue cambiar el pensamiento de su época en estas atrasadas regiones, introduciendo las ideas de la ilustración, dejando discípulos como Caldas, Zea, etc. y en la construcción de una infraestructura científica.

i cansado pero no satisfecho el venerable anciano encanecido en las faenas de la ciencia, otorgó su testamento científico y dos días más tarde rindió tributo a la vida en Bogotá, la noche del 11 de Septiembre de 1808. “Fue su muerte preciosa a los ojos del señor. Descansando sobre el testimonio de su propia conciencia y sobre setenta y siete años de virtud, vio llegar a su fin, con tranquilidad. Himnos, oraciones llenas de caridad y unción, fueron sus últimas acciones”. No tuvo estilo literario y a veces pecaba contra la corrección gramatical pero conoció el griego y el latín. “Linneo le llamó el Príncipe de los botánicos americanos. Descubrió las quinas en esos territorios, determinando botánicamente sus diferentes especies y comprobado y distinguiendo sus virtudes medicinales de una manera evidente, lo cual encarece su memoria. Describió varias plantas útiles al comercio y a la medicina como la ipecacuana del río Magdalena, ocupóse en el beneficio de la canela y de la cera blanca, en la plantación y cultivo del añil y de la nuez moscada, pero su obra mayor, en la que trabajó por casi treinta años, fue la Flora de Bogotá, pero a su muerte quedaron solamente en orden y arreglados los materiales para los primeros tomos.”

El gobierno designó a su sobrino Sinforoso Mutis para la dirección del instituto y la terminación de la Flora, obra que debía constar de trece gruesos volúmenes en folio, pero los acontecimientos políticos que sobrevinieron entonces opacaron su labor y al producirse la reconquista española de Bogotá en 1816, las nuevas autoridades dirigidas por el General Pablo Morillo, ordenaron al Coronel Antonio Van Halen que traslade a España todo el material recopilado, que fue inventariado y observado por Fernando Vii en su palacio y entregado a José Pizarro el 11 de Octubre de 1817, a fin de que lo coloque en el gabinete de Historia Natural y en el Real Jardín Botánico y su Biblioteca y que Mariano La Gasca se ocupe de publicar “La Flora” que en su mayor parte se puede apreciar en el Jardín Botánico de Madrid aunque en 1889 se trasladó una pequeña parte a la Academia de Historia y otra parte de los documentos se guardan en el Archivo Nacional de Bogotá.