MUÑOZ VICUÑA ELIAS

HISTORIADOR Y PUBLICISTA.- Nació en la Parroquia Pedro J. Montero, Cantón Yaguachi, Provincia del Guayas, el 10 de Mayo de 1922 y fueron sus padres Macario Muñoz Cordero, propietario de las haciendas “El Capricho” de 9.000 cuadras en esa zona, y de una casa en Guayaquil. Uno de los primeros agricultores en sembrar banano en el Ecuador y “Flor del Bosque” en Cañar, asesinado por asunto de tierras en 1930; y su sobrina carnal Carmelina Vicuña Muñoz.

El mayor de los hermanos, creció en la hacienda hasta los tres años que fue traído a Guayaquil y operado de una hernia. El 28 recibió las primeras letras en el Colegio Tomás Martínez con el profesor Elías Altamirano. El 29 vivió en casa de su tío Manuel Muñoz Cordero en Azogues tomando clima y estudió en el colegio Emilio Abad. El 30 heredaron las haciendas y una casa en Guayaquil. El 31 volvió al puerto principal y fue matriculado en el Cristóbal Colón. El 33 su madre se vio obligada a vender la hacienda en solo cien mil sucres a la Standard Fruit Co. dada la agudísima crisis económica que se vivía en el Ecuador y para salvar la casa que había quedado hipotecada (1) y como era un buen estudiante de matemáticas que terminaba sus deberes rápidamente, empezó a leer historias para no aburrirse. En el Cristóbal aprobó hasta el cuarto curso y fue cambiado al Vicente Rocafuerte que por ser fiscal era gratuito. En la tardes ayudaba a su madre en un depósito de venta de madera pero los tiempos seguían malos.

El 38 le ofrecieron una beca para estudiar Química en La Serena, Chile, pero no la aceptó por la situación de pobreza que agobiaba a su madre. El 39 lo quiso llevar a Burgos, España, el secretario del consulado ecuatoriano en esa ciudad, su amigo Ernesto Martínez Ponce, rehusando igualmente. Entre el 40 y el 41 dirigió en el Vicente el periódico estudiantil “Nosotros” en colaboración con sus compañeros Eduardo Borja Illescas, Manuel de J. Real Murillo y Cristóbal Garcés Larrea, y triunfó en los dos concursos de la semana estudiantil y del Centenario de la fundación del plantel con los trabajos “El Tratado de 1829” que apareció por entregas en El Universo y editó tardíamente en 1981 y “Mejía y España”, aún inédito, en 52 pags.

El 42 se graduó de Bachiller, realizó la conscripción, patrulló las calles de la urbe la noche del terremoto del 13 de Mayo y ayudó a rescatar a las víctimas de entre los escombros.

El 43 inició los estudios de Derecho, ocupó la secretaría de la “Unión Democrática Universitaria” y dirigió el periódico “Rutas” de la Facultad. Ese año ingresó al Banco Nacional de Fomento como oficinista, hizo carrera y ascendió hasta secretario el 49, que por haber egresado de la Facultad entró al estudio profesional del Dr. Alfonso Quijano Cobos.

En Julio del 46 su compañero de labores Jorge Maldonado Renella le afilió al partido Comunista del Ecuador y tuvo a cargo funciones de adoctrinamiento en la Fracción Universitaria de Izquierda de su barrio en Capitán Nájera y Chile con “una actitud de disciplina, consecuencia y convicción.” El 48 fue designado Secretario del Comité local del PCE se graduó de Licenciado y obtuvo el premio de La Filantrópica. El 49 fue Secretario de Defensa Jurídica del Sindicato del Banco de Guayaquil. El 50 comenzó su colaboración en el periódico “El Pueblo” órgano oficial del PCE, en el Boletín de organización llamado “Vida del Partido” y en el periódico “La Voz Popular” de la “Federación de Trabajadores del Guayas” La activa militancia partidista, la asesoría y defensa de los trabajadores y el estudio de las causas motivadoras de las desigualdades socioeconómicas de su Patria le copaban su tiempo libre.

El 51 contrajo matrimonio con Olga Iturralde Palas, a quien conoció en unos carnavales, matrimonio feliz con cinco hijos. Entre los años 55 y el 58 fue delegado de la Federación de Trabajadores del Guayas ante el Comité Ejecutivo de Vialidad. El 57 ascendió a miembro del Comité central del PCE. y comenzó la preparación de las “Obras escogidas de Eloy Alfaro”, que con su prólogo erudito apareció dos años después editadas por el PCE. en dos tomos de 752 y 401 pags., primero de sus trabajos como publicista, donde ya se puede apreciar al autodidacta elevado y al patriota sincero que solo ambiciona el bien del pueblo. Por ello ascendió a miembro del Comité Ejecutivo del partido y viajó al Congreso mundial celebrado en Moscú.

Entre el 60 y el 61 se trasladó por tres ocasiones a Cuba, ilusionado con los logros de la revolución en ese país. El 62 asistió a los Congresos de Sofía y Budapest en Bulgaria y Hungría. Ese año redactó el Programa del PCE.

El 11 de Julio del 63, al instaurarse la dictadura de la Junta Militar de Gobierno presidida por el Contralmirante Ramón Castro Jijón, fue allanado su domicilio por efectivos del ejército pero no pudieron encontrarle pues había escapado minutos antes, se llevaron detenido a uno de sus cuñados que casualmente estaba de visita; y como existía saña contra la izquierda del país, regresaron al día siguiente y requisaron la mayor parte de los libros y documentos de su archivo y biblioteca, aduciendo que se trataba de material subersivo. Así se perdió su brillantísimo trabajo de investigación bibliográfica realizado en quince años de constantes visitas a las bibliotecas públicas de la ciudad.

Mientras Pedro Saad   y   Enrique Gil Gilbert permanecían en el Panóptico, Muñoz Vicuña manejó la Secretaría General del P.C.E. desde la clandestinidad, iniciando la oposición a la dictadura y cuando recobraron su libertad el 64, tuvo que seguir escondido en diversas casas de amigos porque subsistía la orden de prisión dictada en su contra. Fueron dos años y ocho meses de constantes peligros y suma pobreza que sobrellevó con dignidad, sin poder trabajar ni mantener a los suyos, que pasaron gravísimos apuros económicos. Mientras tanto, dedicado a la política por entero, redactó casi en su totalidad las ediciones del periódico “El Pueblo” y solo pudo volver a la vida normal en Marzo del 66, aunque ya no se reintegró al estudio del Dr. Quijano porque comenzó a ser buscado como vocal de los Tribunales de Conciliación y Arbitraje en los conflictos colectivos de Trabajo.

A fines de año viajó especialmente invitado por Fidel Castro a Cuba y a su regreso editó “Crónica del Partido Comunista del Ecuador”, el 68 redactó sus estatutos, viajó a la reunión consultiva de Budapest y al año siguiente a la celebrada en Moscú.

El 68 había dado a la luz un volumen de “Lecturas Ecuatorianas” en 686 pags. aparecido en ediciones Viento del pueblo del PCE. con artículos de diversos autores y lecturas cívicas. Este segundo esfuerzo por divulgar lo mejor del país, le significó años de constante trabajo y un programa de acción que no se ha vuelto a repetir.

El 69 recibió el encargo de presentar el saludo del PCE a Pedro Saad con motivo de sus sesenta años de vida. En Julio del 70 presidió la celebración en el Ecuador del centenario del nacimiento de Lenin. La Unión Soviética le confirió la “Medalla de Honor de Lenin”, impuesta en ceremonia pública el 10 de Agosto.

El 76 fue designado Profesor de Historia Económica, Social y Política del Ecuador en la Facultad de Economía y apareció “La Guerra Civil ecuatoriana de 1895” en 529 págs. considerado lo mejor de lo suyo, obra maestra de la historiografía ecuatoriana, un clásico de las letras que acaba de conocer una segunda edición.

El 77, apoyado por el decano y cuerpo de profesores, empezó a sacar en la Facultad de Economía, un proyecto editorial grandioso, el más ambicioso en el país desde la edición de los cien Clásicos Ariel el 69, al que tituló “Colección Biblioteca Ecuatoriana”, consistente en la publicación de obras clásicas de autores nacionales agotadas y de otras de innegable valor aún inéditas. Esta Colección y otra más que vino después salvaron el buen nombre de la U. de Guayaquil en esos momentos, pues circuló en el país y aún en el exterior. Su concurso se convertiría en un hito, al enriquecer la dinámica de las publicaciones de la U. de Guayaquil, caso que no se ha vuelto a dar, no solo porque faltaría la mano diestra de don Elías como editor si no también porque tras su muerte, en gesto absurdo se desmanteló la imprenta para formar pequeñas imprentitas en cada Facultad, lo que a la postre no ha dado ningún resultado.

En cambio la cultura nacional sufrió la pérdida del impulso de Muñoz Vicuña, cuyos libros se caracterizan “por su alto nivel científico, por su abundante documentación y por la objetividad.”

El 78 salió “El 15 de Noviembre de 1922” sobre su proyección e importancia histórica en 133 págs. aceptó la cátedra de Estructura Agraria en el Ecuador, pasando a desempeñarse como profesor a tiempo completo de nuestra U. de Guayaquil.

El 80 editó en colaboración con su sobrino el Econ. Leonardo Vicuña Izquierdo la “Historia del movimiento obrero del Ecuador” en 135 págs, que ha visto cuatro ediciones, estudiando la actuación de los partidos políticos, gremios y sindicatos hasta la creación del Frente Amplio de Izquierda FADI. en 1979, año en que se destruyó la unidad monolítica del PCE y ocurrió la lógica separación y disgregación de sus principales miembros. Este singular trabajo fue ampliado el 85 con “Movimiento obrero del Ecuador” (1970-79) en 300 págs. con reproducción de documentos y dos ensayos, siendo el suyo “El crecimiento del capitalismo en el Ecuador no es la solución” en 4 págs. que como lo indica su título es la conclusión lógica de la lectura de la obra. También el 80 salió su “Biografía de Olmedo” en 145 págs. que mereció el premio del Concurso de biografías de la Municipalidad de Guayaquil y de Hiliar al mejor libro del año.

El 81 editó “Los Generales no corren” en 150 págs. con los sucesos previos al arrastre de los Alfaro y “De la primera a la segunda independencia” en 223 págs. recopilación de sus trabajos aparecidos en revistas y periódicos desde el 41.

En marzo del 82, estando Pedro Saad en su lecho de muerte, mandó a llamar a sus amigos de siempre Elías Muñoz Vicuña y Francisco Pólit Ortiz, de quienes se había alejado desde el 79, porque quería despedirse de ellos. Fue un momento muy solemne. El glorioso PCE creador de la Federación de Trabajadores del Ecuador, de la Federación Ecuatoriana de Indígenas FEI y de tantas otras instituciones, perdía a su líder máximo.

Poco después dio inicio a las Colecciones “Universidad de Guayaquil” y “Movimiento Obrero” de aparición trimestral. Ese fue un año muy fructífero pues también dio a la luz “El primero entre iguales” en 196 con las biografías y retratos de la familia Concha, relievando la actuación de Carlos Concha y su revolución en 1913, que se prolongó por espacio de casi tres años y tuvo un sentido de vindicación nacional. Muñoz Vicuña estaba aún joven, produciendo libros en serie, convirtiéndose en el erudito mayor de la ciudad en aspectos históricos generales y sin dejar por ello de ser el consejero prudente, el amigo a quien se concurría para consultarlo todo, pues sabía mucho y podía dar indicios sobre lo que se ignoraba.

Entonces apareció impresa en 7 págs. su conferencia sobre Pío Jaramillo Alvarado sustentada en varias ciudades del país con motivo de la conmemoración del centenario de su nacimiento, y fue declarado miembro del Comité para el II Centenario del nacimiento de Rocafuerte, que publicó la llamada Colección Rocafuerte de diecisiete pequeños pero interesantísimos tomos de Neptalí Zúñiga refundida en cuatro volúmenes de gran formato y lujo.

El 83 dictó varias conferencias sobre Pedro Gual, Vicente Rocafuerte y Manuel Echeandía e ingresó a la Academia Nacional de Historia con un estudio titulado “Papel histórico de Vicente Rocafuerte” aparecido en el Boletín de la Academia. El caso se prestó a múltiples comentarios pues fue el primer escritor izquierdista en ser aceptado en dicha institución, tradicionalmente considerada un reducto de la derecha más recalcitrante del Ecuador.

El 84 fue declarado miembro del Instituto de Derecho Laboral. El 85 fue miembro de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas y profesor visitante del Instituto de Diplomacia de la Universidad de Guayaquil. El 87 coordinó el II Encuentro para la defensa del patrimonio nacional realizado por la U. El 86 sufrió un severo infarto del que sin embargo salió bien librado y para convalecer y hacerse un chequeo médico viajó a la URSS.

Al regreso lanzó su Colección “Mujeres del Ecuador” que causó sensación en los medios cultos del país.

Trabajaba numerosos libros a la vez en su biblioteca ubicada en el patio de su villa de la Alborada, donde vivía modestamente con los suyos. Allí todo era ordenado y limpio. pues era un tenaz y erudito bibliógrafo, el mejor de la ciudad. Su vida era una constante preocupación por darle forma a los nuevos volúmenes de sus tres Colecciones, por eso iba diariamente a corregir las pruebas, a revisar la diagramación, a controlar la marcha de las obras y no contento con ello aún se daba tiempo para atender amigos, dirigir tesis doctorales y aconsejar a los investigadores de nuestro pasado. Ayudar a quienes tenían dispersa su obra en periódicos y en revistas, poniendo a disposición los talleres de la Imprenta de la Universidad. En mi caso, por ejemplo, confieso que sin su ayuda me hubiera sido muy difícil publicar la primera edición de este Diccionario. I todo en él era sencillo, con la naturalidad de las almas grandes.

Era el cordial maestro que todo lo sabía en materia de impresos nacionales, que hablaba pausadamente y con propiedad sobre cualquier tema histórico general, con una gran dignidad y señorío, lo cual era proverbial en su persona. Se le consideraba una de las mentalidades más ordenadas y mejor organizadas, prácticamente un civilizador, por su labor de propagandista y publicista de la tradición democrática del pueblo ecuatoriano en permanente lucha por la defensa de sus inalienables derechos.

En 1987 se integró a la organización política “Liberación Nacional” que intentó darle visos de modernidad a la militancia de izquierda para apoyar la candidatura presidencial del General Frank Vargas Pazzos, que a la postre no triunfó.

El 88 salió “El Ecuador, un país clásico” en 358 págs trabajo finísimo propio de un bibliógrafo de excelente gusto, destacando los puntos clásicos de la nacionalidad, enseñando nuestra grandeza. Un día le dije que era mi libro favorito y él me contestó que algunas personas también se lo habían manifestado y no lo dijo por simple formalismo.

En febrero del 90 el Consejo Universitaria le concedió el título de Doctor Honoris Causa. Hubo una sesión solemne, concurrieron las autoridades universitarias, su esposa, hijos, nietos. Don Elías, como familiarmente le decían sus numerosos alumnos, se emocionó y sintió que había colmado sus aspiraciones. Después hubo un brindis amistoso. Fue su momento supremo, pues tal dignidad solo se ha concedido una decena de veces en el siglo XX y siempre a destacadísimos maestros sin excepción.

El 94 falleció intempestivamente su esposa a causa de un mal cardiaco, se deprimió mucho, pero su hija soltera Olga tomó las riendas del hogar y todo volvió a la normalidad. Vivía también con su hijo Fernando, que por ser el menor era su compañero y los fines de semana le caían sus pequeños nietecitos a los que adoraba y es fama que jamás les negó algo de lo que le pedían, pues era muy condescendiente con ellos.

Siguió escribiendo y dictando clases como siempre y al fallecimiento de mi tío Jorge Pérez Concha, le reemplazó en el Instituto de Historia Marítima ocupando la plaza de investigador con S/. 1 ‘800.000 mensuales de sueldo, más del doble de lo que ganaba en la

U. de Guayaquil.

El 95 adquirió una computadora para iniciar la biografía de su padre, quien colonizó la zona agreste de La Troncal desde 1918, la tenía en preparación y pensaba que sería una saga familiar, algo así como el paso de una familia aristocrática de Cuenca hacia la selva. Conocía sus orígenes, se sabía sobrino lejano, pero sobrino al fin, del Hermano Miguel, y se reía gozoso de ello.

El martes 4 de Febrero del 96, en circunstancias en que salía de la Ciudadela Universitaria en compañía de una de sus alumnas, un automóvil atropelló a dos ciclistas que iban en contravía y por eso muy cerca de la vereda, que fueron lanzados sobre el viejo maestro, quien resbaló y cayó sobre la alumna. Pasada la primera impresión se dijo que había sido un accidente con suerte, pues aparentemente nadie parecía herido, pero ya no pudo caminar. Conducido al pabellón especial del Hospital, se comprobó que tenía rota la cabeza del fémur, le operaron, pusieron un implante y un marcapaso externo y pasó a Terapia Intensiva, pero de pronto se desesperó pues de improbiso recorde que en el mismo cuarto al que le habian ingresado en el hospital era en el que había fallecido su esposa y pidió que lo llevaran a su casa donde quería morir, pues en el mismo Hospital había fallecido su esposa y él avisoraba también cercano su fin. Perdió el conocimiento, le dieron varios infartos y falleció a las 4 y ½ de la mañana del lunes de Carnaval 10 de Febrero de 1997, a los setenta y cuatro años de edad tal como solía decir cuando conversaba con sus hijos y amigos más cercanos – Yo moriré en Guayaquil en carnaval – y es que para él, entre los muchos acontecimientos que marcaron su vida, uno de los más significativos fue el haber conocido a su cónyuge precisamente en un día de carnaval.

Con él terminaba la edad de oro del PCE. El sepelio fue solemne por tratarse del viejo maestro que todo lo sabía. Hablaron numerosos oradores, el público estaba sobrecogido de pesar, sus alumnos se sentían desolados. Había concluido una vida útil, de servicio en el difícil campo de la investigación y difusión de los valores de nuestra nacionalidad. Guillermo Arosemena publicó días después en “El Telégrafo”: Fue socialista a pesar que nació en una familia acomodada. Fue un hombre bueno, preocupado de las injusticias sociales en nuestro país, solía invertir buena parte de sus sueldos en adquirir libros hasta llegar a formar una biblioteca muy valiosa en obras ecuatorianas. Genuino y generoso amigo, pudiendo haber sido rico, pues las oportunidades se le presentaron en algunas ocasiones, prefirió la lectura al dinero. Largas horas pasabamos entre sus libros. Frecuentemente me llamaba para hacerme conocer que había ubicado tal o cual obra que andaba buscando. Al morir estaba trabajando en algunas publicaciones, una de ellas es la Historia de la Universidad de Guayaquil, donde dedicó varias décadas a la cátedra. Editó numerosas obras de Eloy Alfaro, Vicente Rocafuerte, Pedro Carbo, Benigno Malo, etc. habiendo recopilado artículos de Víctor Emilio Estrada, Emilio Arévalo, Marietta de Veintemilla, etc. Siempre sereno, ecuánime, nunca le vi inmutarse y peor perder la compostura, por eso su fama de perfecto caballero, a la par de generoso maestro que no escatimaba el consejo sabio y oportuno ni tampoco sus conocimientos históricos que siempre tuvieron la excelencia de lo profundo.

(1) Resultaba que el ciudadano norteamericano C. L. Chester, pionero en las exportaciones de banano en el Ecuador, le había extendido un préstamo en dólares para sembrar la fruta a Macario Muñoz Cordero, obligándose éste a pagarlo mediante la entrega de su producción. Recibida la cantidad de quinientos mil sucres se comprometió a sembrar dos mil hectáreas de banano para entregar quince mil racimos semanales. Además debía construir un camino para entregar la fruta en Taura, donde pasaba la línea férrea. El contrato se firmó en Guayaquil el 14 de Noviembre de 1929 pero poco después Muñoz Cordero murió. Chester vivió tres años en Guayaquil y regresó a su país quebrado. Las haciendas se perdieron para pagar el préstamo, que había sido endosado a la Standartd Fruit Co.