MONTERO MARIDUEÑA PEDRO J.

JEFE SUPREMO.- Nació en la hacienda Bulubulo situada en el cantón Yaguachi, el 29 de Junio de 1862 y fue bautizado con los nombres de Pedro Jacinto en honor a su padre y al santo patrono del lugar. Hijo legitimo del Coronel Pedro Montero Ramos militar de carrera, de ideología conservadora y propietario agrícola, y de Mercedes Maridueña Quezada.

Tuvo una infancia libre y feliz con sus hermanos Francisco Javier, Mercedes y Rosa y como se vivían los años del garcianismo jugaban a Curuchupas y Liberales. En 1870 fue matriculado en Guayaquil donde el Preceptor Tomás Martínez. Sus hermanas entraron al Colegio de los Sagrados Corazones. El 75, al culminar la primaria, decidió iniciarse en las duras faenas agrícolas para las que sentía una gran pasión. En Bulubulo desgajó las montañas para extraer gruesos troncos de Pechiche y fabricar alfagías que vendía en Guayaquil. Después las llevó a Panamá donde tenían mejor precio y allí conoció al General Eloy Alfaro, con quien hizo una excelente relación de amistad. En 1880 participó en una primera asonada contra el General Ignacio de Veintemilla.

El 15 de Abril de 1883, iniciada la campaña restauradora contra la dictadura de Veintemilla, se alistó como soldado en el Batallón Sagrado del Coronel Emilio Alvarez, de las fuerzas del General José María Sarasti, vadeando el Estero Salado el 9 de julio, fecha en que fue tomada Guayaquil. Su tío el Tte. Cor. Vicente Maridueña que era militar alfarista se lo llevó al Piquete Yaguachi, donde se mantuvo hasta la desmovilización decretada el 7 de Noviembre. Mientras tanto la Asamblea Nacional Constituyente reunida en Quito, con amplia mayoría conservadora, elegía nuevo Presidente al Dr. Placido Caamaño.

En 1884 Alfaro amagó la costa norte de Manabí a bordo de un buque llamado “Alajuela”. El 28 de Octubre, José María Terán Guerrero formó una Columna guerrillera en su apoyo con Montero y otros jóvenes costeños, pero al conocer el fracaso de la expedición naval de Alfaro, se dispersaron tras algunos combates sin importancia. Ya era Sargento graduado, solo tenía veinte y dos años de edad. Esta fue su primera actuación como guerrillero liberal. En 1885 murió en combate su hermano Francisco Javier luchando contra el régimen del presidente Caamaño.

La noche del 6 de febrero de 1.886 bajo las órdenes de Alfredo González y con Jacinto Alava entró sorpresivamente en la estación del ferrocarril de Yaguachi y sorprendieron al Presidente Caamaño, a dos de sus Edecanes y a varios miembros de la Comitiva, en momentos que esperaban una embarcación en el muelle para seguir a Guayaquil. En la lucha Caamaño mató a un asaltante de un pistoletazo y se lanzó al agua protegido por la oscuridad de la noche, nadando hasta unos matorrales cercanos, en la orilla opuesta, donde permaneció varios minutos, despistando a sus tres enemigos que le buscaban para asesinarle. Uno de sus Edecanes resultó muerto y el otro quedó herido. A la mañana siguiente hubo serios disturbios en Guayaquil y murió el Capitán César Guedes, de las fuerzas leales al gobierno. De allí en adelante, en la Columna Vengadores de Moncayo y como Capitán de la Compañía Cazadores, siempre con González a la cabeza, el joven Montero perturbó la paz de los campos en bien concertado plan de guerrillas.

En el sitio la Aurora del río Daule asaltaron al vapor Bolívar que conducía

300 hombres al mando del Cor. Modesto F. Burbano. Después siguieron a Quevedo con el Cor. Domingo Luna y el Tte. Valentín Alava y sitiaron a 400 soldados, pero tras cuatro largas horas de intensos tiroteos, tuvieron que retirarse. De los 150 guerrilleros solo quedaron 20, tal la mortandad. Huyendo por las montañas en las noches y descansando de día, siguieron hacia el noroeste hasta tocar el río Calceta y en el punto denominado Camarones, con los Coroneles Enrique Morales Alfaro, Zenón Sabando, Juan

M. Triviño y Domingo Luna, envolvieron en feroz batalla a 300 soldados, que por la sorpresa emprendieron veloz retirada.

El 1 de Mayo recibieron refuerzos en el cerro del Peludo y puestos en camino, al tocar el punto San Antonio, atacaron a 700 soldados de línea con resultados inciertos, luego de lo cual se desarticularon. Las montoneras, rezago de la revolución de los Chapulos, causaron la intranquilidad en los campos y debilitaron al gobierno de Caamaño, preparando la conciencia nacional hacia el gran cambio que vendría con la revolución liberal. En 1887 estaba restituido a su zona del rio Bulubulo, donde permaneció semi escondido hasta el ascenso a la presidencia de Antonio Flores Jijón, quien decretó una Amnistía total. Desde entonces, volvió a sus ocupaciones de siempre, pues era un trabajador incansable que gustaba levantarse diariamente a las cuatro de la mañana para aprovechar los primeros rayos del sol y no perdonaba sábados, domingos, ni días de guardar.

A fines de 1894 era un propietario agrícola exitoso cuando se produjo el escándalo de la venta de la bandera nacional, que flameó en el crucero chileno “Esmeraldas” para que pudiera ser entregado al Japón, pues como Chile había decretado su neutralidad en la guerra Chino – Japonesa, el gobierno chileno no podía vender armas a las naciones combatientes.

La prensa nacional acusó a Caamaño, entonces Gobernador del Guayas, de haber pactado una comisión con la Casa Flint de New York, que hacia de intermediaria. El país se levantó indignado contra el Progresismo y hubo numerosos mítines en Guayaquil y hasta un levantamiento armado en Quito.

En la madrugada del 12 de Febrero del 95 Enrique Valdés Concha se sublevó en Milagro a la cabeza de 28 montoneros, entre los cuales se encontraba su amigo Montero. Tomaron la vía férrea entre Yaguachi y la hacienda Conducta, cortaron los rieles, siguieron a la hacienda Venecia, pero el 17 fueron derrotados por fuerzas regulares del ejército y tuvieron que internarse por las montañas de Chilintomo para pasar hacia la provincia de los Ríos y en la hacienda Clementina se unieron a las Fuerzas de Plutarco Bowen Macías, que venían desde Manabí.

El Gobernador del Guayas Gabriel Luque Benítez declaró el estado de sitio, implantó la censura de prensa y despachó al Coronel Pedro Montero Ramos, quien se hallaba reponiendo su salud en el Hospital de Guayaquil, para que devele la revuelta y retome Yaguachi, lo que efectivamente realizó el día 18, volviendo todo a la normalidad. Este fue el primer levantamiento armado que registró el país. El Coronel Pedro Montero Ramos era padre del entonces joven guerrillero Pedro J. Montero Maridueña, quien contaba a la sazón treinta y tres años de edad.

El 18 de Mayo Bowen atacó Babahoyo entrando por la hacienda El Palmar, propiedad de Jaime Puig Mir pero fue rechazado. Montero pasó subrepticiamente a Yaguachi y con sus amigos Enrique Valdés Concha y Francisco de Paula Avilés Cerda, aprovechando la ausencia de su padre el Coronel Montero Ramos, tomaron nuevamente esa población, mientras el día 24 Bowen ocupaba Babahoyo con trescientos hombres, poniendo en jaque al gobierno, pues casi enseguida ocupó Daule y con ese triunfo facilitó la revolución del 5 de Junio en Guayaquil. Entonces la ciudad llamó a Alfaro que se hallaba en Centroamérica, Bowen ingresó pacíficamente y se alojó en casa de María Gamarra de Hidalgo, quien le distrajo para dar tiempo a que Alfaro pudiera venir a Guayaquil, como en efecto sucedió, pues arribó días después. Montero se le presentó en la Gobernación y fue asimilado al Ejército Liberal como Primer Jefe de la Escolta de Honor de la Caballería.

El 24 de Julio se inició la movilización hacia la sierra. El 14 de Agosto peleó en Gatazo, a los tres días Alfaro entró vencedor en Riobamba y el 4 de Septiembre en Quito, Montero fue designado Jefe del Cuartel ubicado detrás del Palacio de Gobierno, donde permaneció casi un año hasta los levantamientos de Antonio Vega Muñoz en el Azuay y de Pedro Ignacio Lizarzaburo y Melchor Costales en el Chimborazo, que hicieron peligrar al gobierno de liberal. El día 10 de Junio de 1896 marchó bajo las órdenes del General Juan Francisco Morales con los batallones Guayas hacia Riobamba y tomando por las alturas siguieron al puente de Quimiag, mientras Leonidas Plaza y los batallones Vargas Torres y Boliche, en movimiento de pinzas cercaban a los insurrectos a las seis de la mañana del 4 de Julio de 1896, causándoles una gran derrota.

Posteriormente combatió en Chambo y el 23 de Agosto estuvo entre los que entraron en Cuenca con Alfaro, su cuñado Juan Francisco Morales y el representante de los vencidos David Neira. El día 27, parte del ejército liberal volvió a Guayaquil. Montero regresó a la provincia del Chimborazo y persiguió a las últimas partidas rebeldes acaudilladas por Melchor Costales y Pacífico Chiriboga, derrotándolas en el sitio Carcavón de la Parroquia San Andrés y en la Cruz de Igualata el 25 de Abril de 1.897, bajo las órdenes del General Flavio Alfaro Santana.

El 2 de Mayo, en Riobamba, como Jefe del Cuartel de Caballería, situado donde hoy funciona el Colegio Maldonado, intervino en la prisión de los padres jesuitas y en la notificación del confinio del Obispo Arsenio Andrade, contumaz cabecilla de los insurrectos. El día 4 la guerrilla atacó la población y para repelerla combatió a las órdenes del General Pedro Pablo Echeverría, Gobernador de esa Provincia, llevando detenido a los rebeldes padres jesuitas a su Cuartel.

Durante la Presidencia de Leonidas Plaza, hizo vida de cuartel. En Diciembre de 1905 acompañó a Eloy Alfaro por caminos y ríos vecinales hasta la sierra, a fin de derrocar al Presidente Lizardo García.

El 1 de Enero de 1906 se produjo la revolución alfarista en Riobamba. El día 15 de Enero estuvo en el combate de Chasqui con las fuerzas de Alfaro quien venció y volvió a obtener la presidencia de la República. Montero fue designado Jefe de Zona en Riobamba. En Febrero ascendió a Teniente Coronel, y en Noviembre a Coronel graduado y a Coronel Efectivo, en Marzo había pasado en Comisión Especial a Guayaquil donde permaneció hasta Junio, que fue designado Inspector del Ejército del Centro. Desde entonces actuó de Comandante General de la División del Centro de la Republica y triunfó frente a la guerrilla en Cicalpa al lado del General Juan Francisco Morales. En Abril de 1907 era jefe de la caballería en Riobamba, develó la conspiración conservadora y volvió a tomar presos a los padres jesuitas, aunque por pocos días. En Junio fue trasladado con iguales funciones a la III Zona Militar en Guayaquil. Estaba casado con la guayaquileña Teresa Morlás Guzmán sin hijos y convivía con la dama quiteña Isabel Beatriz Barona Jurado. En 1908 nació su hija única Mercedes Montero Barona, así llamada en honor a su abuela paterna y volvió a Quito con la caballería reforzando al gobierno frente al Congreso.

Para el centenario de la Independencia en 1909 fue ascendido a General. Su Hoja de Servicio decía: Valor Heroico. Conducta Honorable. Instrucción Buena, Capacidad Buena, Estado Casado. Salud Robusta.

En Julio de 1910 se realizaron las elecciones presidenciales y triunfó el candidato oficialista Emilio Estrada con 103.024 votos contra 3.708 del General Flavio Alfaro y 2.583 de Alfredo Baquerizo Moreno. E1 3 Agosto el Senado negó la solicitud planteada por algunos incondicionales de Alfaro para su designación como General en Jefe del Ejército y se pensó que asumiría la dictadura, pues el distanciamiento con Estrada era más que evidente ya que los alfaristas pensaban que por su mal estado de salud – era cardiaco – no resistiría la altura de Quito y esto entrañaba un gravísimo peligro para el futuro del sistema   implantado a sangre y fuego en la República después de medio siglo de heroicas luchas. Se repetía el problema

suscitado en 1901 con Leonidas Plaza pero ahora con características más severas. Entonces el joven Víctor Emilio Estrada Schiacaluga, hijo del candidato triunfador, y unos cuantos partidarios de su padre, denominados los estradistas, decidieron adelantarse a los acontecimientos.

Estrada solicitó a Montero su neutralidad y la de la Zona Militar de Guayaquil. Este aceptó el pedido y puso por única condición que se respete la vida de Alfaro, de suerte que asegurada la plaza, solo restaba el cuartelazo en Quito, que se produjo el 11 de Agosto de 1911 comprando con dinero y promesas de ascenso a varios altos oficiales. El pueblo salió a las calles y asesinó en el panóptico al Coronel Luís Quirola, que guardaba prisión por el crimen de su compadre el General Emilio María Terán. Alfaro fue sacado del Palacio Presidencial y llevado a buen recaudo por el Ministro Plenipotenciario de Chile, Víctor Eastman Cox a esa sede diplomatica.

En Guayaquil Montero se pronunció por la vigencia del Orden Constitucional con los demás jefes de la Zona Militar a su cargo y cuando el derrocado Presidente Alfaro tomó el tren con destino a Guayaquil, le fue a recibir en la estación de Naranjito y escoltó hasta Duran, donde Alfaro tomó el vapor Cotopaxi con destino a Panamá.

El 1 de Septiembre Estrada asumió el mando, Montero le solicitó que prescindiera de los servicios de Leonidas Plaza lo que no ocurrió, conocía que su amigo el Presidente Estrada estaba cardiaco y sabía que su gobierno no podía durar. Algunos políticos comenzaron a conspirar. La noche del 21 de Diciembre el Presidente Estrada sufrió un violentísimo infarto en su casa de Guayaquil y falleció enseguida. Carlos Freile Zaldumbide, Presidente del Senado, se hizo cargo del Poder, pero siendo un hombre de carácter irresoluto, comenzó a gravitar bajo el placismo, mientras se lanzaban las candidaturas de los Generales Leonidas Plaza, Julio Andrade y Flavio Alfaro.

Pero todo cambió cuando sorpresivamente el 28 de Diciembre se proclamó la Jefatura Suprema de Montero en Guayaquil. El golpe debía darse en favor de Flavio Alfaro que era popularísimo en toda la República, pero a última hora se impusieron los viejos militares con Montero a la cabeza, pues deseaban el regreso del Viejo Luchador, al que llamaron a Panamá. Este fue un gravísimo error político pues ya el General Alfaro estaba con sus fuerzas físicas muy disminuidas y era un valetudinario, pero sus amigos militares pensaron que aún podía imponer el orden en la República.

El 29 Montero lanzó una Proclama al país y conformó su Gabinete de la siguiente manera: En Gobierno y Policía el Dr. Manuel Tama Vivero. En Hacienda y Crédito el Dr. Juan Borja Mata. En Guerra y Marina el Dr. Francisco Martínez Aguirre. En Relaciones Exteriores el Dr. Modesto Chávez Franco y en Instrucción Pública el Dr. Alfonso de Arzube Villamil. Poco después renunció el Dr. Martínez Aguirre y fue reemplazado en el despacho El Encargado Freile Zaldumbide dispuso una movilización general de sus fuerzas. Plaza lanzó una Proclama como General en Jefe del Ejército Constitucional y en una Circular a los Gobernadores, Jefes de Zona y Delegados Militares declaró traidor a Montero, pero fue respondido con el recuerdo de varios episodios vergonzosos de su carrera militar y vida política.

Los Constitucionales se movieron rápidamente a Huigra y Alausí que son los dos pasos más rápidos para bajar a la costa, pues se temía que la presencia de las primeras lluvias impidiera la consumación de la Campaña, mientras Alfaro hacía su arribo el 4 de Enero de 1912 y ocupaba la plaza de Guayaquil, que le fue entregada por Montero. El 5 llegó Flavio desde Esmeraldas con seiscientos soldados, se pusieron de acuerdo tío y sobrino y el 11 las fuerzas de este último se batieron con los Constitucionales sin éxito. Julio Andrade ocupó Huigra y Flavio Alfaro retrocedió a Yaguachi, mientras Montero se convertía en pasivo espectador.

El 14 nuevamente se enfrentaron los ejércitos, en esta ocasión en Naranjito. Al día siguiente Enrique Valdés Concha plegó con su gente del Ingenio Valdez al Ejercito del Interior y decidió la suerte de la guerra, pues el 18, cuando el ejército Constitucional de Plaza y Andrade atacó Yaguachi, las fuerzas de Flavio Alfaro estaban a la defensiva y aunque opusieron tenaz y mortífera resistencia al punto que Flavio Alfaro resultó herido, fueron desalojadas de todos los frentes.

El 19 Eloy Alfaro se proclamó Director Supremo de la Guerra ante la renuncia masiva de los Ministros flavistas del Gabinete de Montero que salieron del país. Plaza exigió la rendición de Guayaquil que Montero rechazó; mas, el día 20, comenzaron las negociaciones y el 21 Montero y Plaza suscribieron el Tratado de Duran llamado también de Exponsión, por el cual se acordaron ante los Cónsules de los Estados Unidos y la Gran Bretaña dar amplias garantías a los civiles y militares, excepto a los que hubieren incurrido en responsabilidad penal por la comisión de delitos comunes, se licenciaría a las tropas guayaquileñas pudiendo permanecer en el ejército los que así los quisieran y cesarían las hostilidades,   entregándose todo el elemento bélico existente. Igualmente se pondría en libertad a los presos políticos y a los prisioneros. Por Exponsión se entiende en lenguaje castrense, no una rendición, ni una capitulación, sino una situación donde los beligerantes conservan sus posiciones. Montero recibió un salvoconducto de manos de Plaza para circular libremente por la ciudad. Ese mismo día pasaron a Guayaquil Enrique Valdés Concha, Manuel Velasco Polanco, Leonidas Plaza, Julio Andrade y ocuparon sin problema el edificio de la Gobernación.

A las 9 y 1/2 de la noche Plaza, siguiendo su inveterada costumbre de no respetar los pactos que suscribía, hizo capturar al General Eloy Alfaro que se hallaba alojado en una bodega de la casa de la familia Renella Barbatto y comenzó la tenaz persecución de sus principales colaboradores entre los que se contaron en un primer momento Adolfo Páez y Pedro J. Montero, quienes habían ido a visitar al Viejo Luchador. Montero se hallaba ocupado en el interior, en un servicio higiénico, pero al darse cuenta de que se llevaban detenido al Viejo Luchador, abrió la puerta y dijo a los sorprendidos guardias: “Aquí estoy, quiero seguir la suerte de mi antiguo Jefe.”

Al conocerse las prisiones el Cónsul de Chile protestó por el atropello y los cónsules de los Estados Unidos y la Gran Bretaña reclamaron airadamente por el incumplimiento del Tratado pactado bajo sus garantías. Lo mismo hizo Julio Andrade pero sin resultados, porque Plaza era un tirano que actuaba como a bien tenía, de manera que no les hizo caso y hasta se burló de la inocencia de ellos.

El Martes 23 arribaba a Guayaquil el Ministro de Guerra, general Juan Francisco Navarro con el propósito de reorganizar el ejército y la marina.

Ese día continuaron las capturas y fueron apresados Luciano Coral y Medardo Alfaro. El miércoles 24 hubo mítines pidiendo el fusilamiento de Montero. El Jueves 25 cayeron Manuel Serrano que fue sacado de su casa injustamente porque no había participado en los acontecimientos y Flavio Alfaro que se reponía de la herida recibida en Yaguachi. Mientras tanto Plaza organizaba el Consejo de Guerra contra Montero por el crimen de una supuesta alta traición ¿A quién o a quienes? se preguntaron muchos probos ciudadanos. Enseguida procedió a designar al Presidente de tan nefasto tribunal al Coronel Alejandro Sierra y Vocales a los Coroneles Rafael Valdés Concha, Rafael Palacios Portocarrero, Manuel Andrade, y Manuel Velasco Polanco, y Auditor a Rafael Salas, pues tenía mucha prisa por acabar pronto. Montero nombró defensor al general Julio Andrade quien se excusó por razones obvias y sin disimular su desaliento exclamó: “Voy a morir” pues comprendió lo que le esperaba. Entonces le designaron defensor al Coronel Tácito Núñez.

Esa tarde, a las 6 y 45, se llevó a cabo el acto de juzgamiento en el segundo piso de la Gobernación. Montero estaba vestido de saco plomo, chaleco color perla, pantalón negro y zapatos del mismo color. En la cabeza lleva un fino sombrero manabita que colocó en las piernas al sentarse frente a sus verdugos y preguntadas sus generales de Ley respondió: Tengo cincuenta años, nací en Yaguachi, carezco de religión.

Desde el comienzo del juicio no se le guardó la consideración debida a su alto rango de General, pues menudearon las burlas y hasta los maltratos de obra. Unos le tiraban del pelo, otros le empujaban hacia adelante con burlas obscenas y sátiras infames. Plaza se presentaba de cuando en cuando a gozar con la agonía de su victima, alentando indirectamente a los soldados del batallón Marañón y la Artillería Bolívar, que vestidos de paisanos, copaban el salón.

El Juicio era una farsa pues fue presidido por el Coronel Alejandro Sierra, hombre de la entera confianza del gobierno, enemigo personal de Montero y su reemplazo en la Jefatura de Zona. Su actuación fue tan inicua que hubo un momento en que incitó a la multitud preguntándoles: Pueblo Guayaquileño. ¿Sabrás responderme si os consta que el General Montero es reo de alta traición a la Patria y sus instituciones? A lo que la oficialidad placista que ocupaba enteramente el salón respondió con un formidable sí. I quien solicitó la pena de muerte contra Montero fue el Fiscal, pero lo insólito fue que su propio defensor Tácito Núñez, también hombre de confianza de Plaza, manifestó que no podía contrariar la voluntad del pueblo que también la solicitaba a gritos.

El Tribunal se retiró a deliberar y a las ocho y media de la noche se leyó la sentencia: Por hallarse abolida la pena de muerte por la Constitución de la República, se condenaba a Montero a diez y seis años de cárcel y degradación militar, que se llevará a efecto en la plaza pública a presencia del ejército.” El vocal Rafael Valdés Concha votó en contra de la sentencia porque no consideró culpable de ningún delito a su antiguo amigo de aventuras y revueltas y solo entonces se dio cuenta de la inmoral tragi – comedia realizada con dicho juzgamiento pero ya era tarde.

Al momento de terminarse la lectura, algunos se precipitaron contra Montero con la intención de matarlo en ese mismo instante, pero éste imperturbable les contuvo diciendo: “Daré mi vida, si, pero mañana” !No, ahora mismo¡ le contestaron y el Sargento Primero, Alipio Sotomayor, de la Primera Compañía del Batallón No. 1 Guayaquil, que gozaba de fama de buen tirador, intempestivamente sacó su revólver y sin previo aviso le disparó a quemarropa un tiro en la frente, matándole de contado, pues la victima cayó fulminada. Varios más le clavaron sus bayonetas y un sujeto serrano de apellido Samaniego, soldado en el Marañón, le dio de silletazos. Sotomayor, con el paso de los años encegueció y como estaba en pobreza fue atendido en sus últimos tiempos, de caridad, por una vecina que se apiadó de él.

Enseguida le pasaron por encima de las cabezas y fue arrojado desde una de las ventanas que daban a la calle Clemente Ballén. Entonces, al toque de dianas de una banda militar, el cadáver fue arrastrado por la calle Pedro Carbo hasta la Plaza de San Francisco, mientras le mutilaban los órganos genitales, sacaban el corazón del pecho y arrancaban la cabeza, que enarbolaron en lo alto de una bayoneta. Su hija Mercedes, años después contaba, que como vivían cerca de la Gobernación, su tía Mercedes Montero   Maridueña al observar el cadáver y la cabeza desprendida, de la impresión perdió la razón, que no recuperó jamás, pues murió años después completamente enajenada.

El valiente General Pedro J. Montero, llamado por el pueblo con el cariñoso apelativo de “El Tigre de Bulubulo” fue incinerado al pie del monumento a Rocafuerte, con unos cajones de madera empapados de kerosén que la turba sacó a empellones de la tienda del italiano Castagneto, en la esquina de Pedro Carbo y Vélez. Hubo fiesta, bailes y risas durante el espectáculo macabro. A la diez de la noche, cuando se había calmado la turba, Plaza se hizo presente en el sitio de los sucesos para reprender a los que continuaban divirtiéndose con los despojos y ordenó apagar el fuego que aún ardía en la pira de cajones.

Su amigo Carlos Bayona, a petición de su hermana Rosita Bayona de Peña, recogía los restos para depositarlos en una tumba del Cementerio no católico de la ciudad. Al día siguiente su esposa tuvo el gesto y la valentía de presentarse al cuartel donde habían llevado el corazón y la cabeza de su esposo, obteniendo que se los devolvieran para darles sepultura.

El crimen de Montero causó estupor en la República y la noticia apareció en grandes titulares en la prensa latinoamericana, ocasionando la natural conmoción que esta clase de sucesos provoca, por los detalles sádicos que contienen. Esa misma madrugada, viernes 26 de Enero, Alfaro y sus tenientes fueron embarcados en Duran con destino a Quito, donde terminarían igualmente sus vidas pues el convoy fue guiado por el Coronel Alejandro Sierra, que criminalmente había presidido el horrendo juicio.

Montero fue un militar de gran valor aunque de escasa cultura, pero es necesario aclarar que tampoco fue el ignorantón que algunos escritores han presentado en forma caricaturesca. De estatura baja, blanco mestizo, de grandes mostachos y fama de valiente hasta la temeridad.

El ilustre escritor colombiano José María Vargas Vila escribió elogiosas páginas en su memoria pues su asesinato constituye un baldón y una infamia en la historia de la nación ecuatoriana.

En los combates siempre atrevido, en la vida de cuartel afectuoso con sus compañeros, de allí el gran respeto que le profesaban sus subalternos. Como liberal practicó la moderación en sus actos, pues era la norma de su vida la decencia y el honor.

Su hija Mercedes ha contado que de chica su padre le cantaba las siguientes tonadas // Todas me gustan

/ todas me gustan / todas me gustan en general / pero mi negra / pero mi negra / pero mi negra / me gusta más… // Igualmente otra que dice así // Había una vieja en tiempos ingleses / que formó un rosario con cocos y nueces / I cuando rezaba el Ave María / las nueces bajaban y los cocos subían… //

El domingo 1 de Junio de 1957 el Comité Pro Monumento al General Montero en Yaguachi exhumó sus restos en el Cementerio General de Guayaquil y tras rendirle honores militares se condujo el pequeño sarcófago a la Capilla Ardiente levantada en el Salón de Honor de la Municipalidad, imponiéndole una Guardia de Honor durante la noche. A la mañana siguiente lunes 2 de Junio la urna salió del Palacio y fue llevada al muelle del ferrocarril para su traslado a la vecina parroquia de Durán, donde el Cuerpo de Bomberos hizo los honores con los alumnos del Colegio Veinte y Uno de Junio. Enseguida una delegación de ciudadanos de Yaguachi condujo el cofre al local de la escuela Rosa Maridueña en su tierra natal donde se había erigido una solemne Capilla Ardiente, tras lo cual hablaron numerosos oradores y a las cuatro de la tarde los restos fueron trasladados al Mausoleo construido en el Cementerio de dicha población. La urna tenía labrada la siguiente leyenda: El General Pedro J. Montero, recuerdo de su esposa Teresa Guzmán de Montero, 25 de Enero de 1912.