Mena


Los Chihuahuas dieron el mando al coronel Subero, militar valiente, aunque fanfarrón, que no estaba manchado con los crímenes que se imputaban a Mena. Subero se dirigió inmediatamente a Rocafuerte (11 de Julio) reconociéndole Jefe Supremo y protestando y jurando sostenerle. Con esta oportunidad pasó Rocafuerte a la fragata, donde fue recibido con aplausos; pero según lo que refiere el historiador Cevallos, luego que le oyeron hablar de las paces hechas con Flores, le miraron “con frio desdén como a prevaricador” Sin embargo hay que observar en esta ocurrencia dos circunstancias importantes: la que Rocafuerte impuso arresto al coronel Oses el más osado en contradecirle y que habiéndose negado el Dr. Pedro Moncayo a servirle de secretario, “Le intimo que saliese del Ecuador  y Moncayo a servirle de secretario, “Le intimo que saliese del Ecuador  y Moncayo a servirle de secretario, “le intimo que saliese del Ecuador  y Moncayo tuvo en efecto que salir”. Estos hechos acreditan que Rocafuerte fue obedecido y que no se volvió corrido y desconcertaba que su prestigio no era tanto que pudiese proceder libremente contrariando la opinión de sus compañeros. Lo mismo le habría sucedido en caso de haber intentado salir a piratear a Manila. 
Mucho después de Sánchez, fue colocado en la Gobernación el General Mena, bien conocido como Jefe que había sido de la revolución de los Chihuahuas, la autoridad  de este Gobernador era puramente dominal, careciendo de medios de sostenerla. Su misma persona estaba a disposición de los malhechores. Dos de ellos Briones y Casquete formaron un complot para apoderarse de una fragata ballenera anclada en el puesto, lo que verificaron fácilmente. Con esta presa se dirigieron a la isla inmediata de Chatam, tomaron al Gobernador Mena y le asesinaron. Enseguida hicieron vela al Golfo de Guayaquil; y luego que llegaron allí se encontraron con los buquecitos de Guerra y Tamayo. Inmediatamente se embarcaron en botes, con parte de sus cómplices, y abordaron el buquecito de Tamayo que estaba más inmediato. Tamayo deseoso de ocultar que pertenecía a la expedición de Flores, hizo bajar casi toda su gente a la bodega, de manera que no tuvo como defenderse de los bandidos que degollaron a los pocos hombres que estaban a la vista. Los que estaban en la Guerra, viendo lo que pasaba, pico anclas y varo el buquecito en las playas de Tumbez, y de este modo logro salvarse con sus compañeros. 
El 12 de octubre de 1833 tuvo lugar la revolución militar a la cual poco después, recibió el nombre de chihuahua, que los amigos del Gobierno le dieron por desprecio, comparado a los revolucionarios con la deforma moneda acuñada en esa ciudad mexicana. Un sobrenombre mas afrentoso merecía esa banda de criminales que disponiendo de la fuerza pública cometió un robo escandaloso en el almacén del comerciante Malo, y otros varios excesos. Quien sabe cuál habría sido la suerte de Guayaquil si no se le hubiese ocurrido a Mena, excitado por algunos de los que lo rodeaban, enviar una comisión militar, a las ordenes del Capitán Campos, para que tomase en Naranjal a Dn. Vicente Rocafuerte que debía por ese tiempo llegar a ese pueblo, y le condujese a la ciudad. Campos cumplió su encargo sin ningún obstáculo, pues llevaba una orden escrita con la firma falsificada del General Juan Ignacio Pareja, que acababa de ser dispuesto de la Comandancia General. Rocafuerte llegó a Guayaquil el 18 y fue recibido con demostraciones de contento por la población que con su venida esperaba tener garantías de seguridad. Si hubiera precedido algún acuerdo entre Mena y el Presidente, hubiera este esperado triangulo el resultado de la concertada intriga. Sucedió todo lo contrario. Flores no perdió un solo minuto en ponerse en marcha con todas tropas que pudo reunir, haciendo adelantar aceleradamente al Coronel Otamendi con un regimiento de caballería que estacionaba más cerca de la costa.
Este infatigable Jefe Otamendi llego a Sabaneta el 20, precisamente el mismo día en que Rocafuerte era proclamado Jefe Supremo, sabiendo en ese lugar el pueblo de Babahoyo estaba ocupado por algo más de cien hombres enviados de Guayaquil a las órdenes del Coronel Oses y del comandante Petit, continuo su marcha y los sorprendió por la noche matándoles algunos hombres, tomándose unos pocos prisioneros y dispersando el resto. Entre estos se hallaba el joven Roberto Ascasubí, uno de los que desterró el Gobierno y que con sus compañeros Moncayo y Muñiz había acordado su libertad con la revolución de Mena. 
Lo que ocurrió entonces puede tomarse como muestra aunque pequeña del estado social del Ecuador, Otamendi se creyó autorizada para imponer la pena de muerte a su prisionero. Afortunadamente los amigos del Gobierno que veían con horror semejante atentado interpusieron su influjo. Varias señoras, acompañadas de la esposa de Otamendi, se presentaron en la plaza y al fin consiguieron salvar a Ascasubí que quedó libre bajo la fianza del Coronel Sucre, mientras el gobierno disponía lo conveniente.  
Otamendi quedo encargado del paso del salado y del manglar con700 hombres y Flores regreso a Mapasingue para atacar simultáneamente de frente por el lado de la atarazana, mientras que Otamendi lo hiciese por la espalda de la ciudad. Otamendi tuvo que emplear casi todo el dia 23 de noviembre, para hacer pasar uno a uno a sus soldados por el estero y el manglar, operación que fue descubierta antes de terminarse, lo que daba lugar para impedirla, acudiendo a tiempo, y para matar o sepultar impunemente en la ciénaga del manglar las tropas que mandaba Otamendi. Nada de esto se hizo. Mena dándose por vencido, antes de pelear se había apresurado a embarcar en la fragata Colombia todo el armamento, municiones y provisiones que había podido reunir. Tenía hecho el ánimo de fugar; y con sus hechos hizo creer aunque así no fuera que realmente había pensado salir de piratear contra los españoles en las aguas de Manila. Sin embargo de esto destacó, bien que ya tarde, alguna tropa, cuando ya Otamendi había pasado del lado de la ciudad. Se empeño un corto combate en la sabana inmediata en que los Chihuahuas hicieron poca resistencia huyendo aceleradamente a buscar refugio en Colombia según estaba previsto. Otamendi, cuyo principal encargo era de atacar de revés las fortificaciones entre el estado y las colinas, no persiguió a los vencidos y se dirigió a cumplir con las ordenes de su general, quien al mismo tiempo hacia atacar la Atarazana de donde los enemigos apenas le dirigieron unos pocos tiros de cañón, poniéndose también en salvo al abrigo de la fragata Colombia. Rocafuerte que esa noche asistía a un convite se refugió en la fragata de guerra americana Fairfield. Al día siguiente el general Flores pidió al capitán de ese buque la extradición de Rocafuerte, pretensión que fue negada como era debido. Se presento a Rocafuerte en la fragata Colombia Agustín Franco, a nombre de Mena, exigiéndole que hiciese nuevas exacciones, la amenaza de tomar por la fuerza las mercaderías y otras especies de los comerciantes si no se adoptaban aquellas medidas. Rocafuerte se resistió con indignación a tal acto de vandalaje. Mena se entendió con el General Flores por medio del Coronel Padrón que servía  a las órdenes de este; y acordaron que en un día señalado, Mena sacaría de la Puna todas sus tropas dando lugar par que Flores despachase un fuerte destacamento por el estero salado a sorprender a Rocafuerte es esa isla y a traerlo prisionero a Guayaquil. El coronel Ponte encargado de esta comisión la desempeño exactamente el 18 de junio y al día siguiente Rocafuerte, su secretario Rivas, y los coroneles Lavayen y Wrigth estaban en poder de Flores.
Esta destitución de Mena por la traición echa a Rocafuerte prueba que su prestigio no era tanto que pudiese proceder libremente contrariado la opinión de sus compañeros. El mismo le habría sucedido en el caso de haber intentado salir a piratear a Manila.   
Los chihuahuas dieron el mando al Coronel Subero, militar valiente, aunque fanfarrón, que no estaba manchado con los crimines que se imputaban a Mena.
Subero se dirigió inmediatamente a Rocafuerte (11 de Julio 1835) reconociéndole Jefe Supremo y protestando y jurando sostenerle. Con esta oportunidad paso Rocafuerte a la Fragata, donde fue recibido con aplausos; pero según lo que refiere el historiador Cevallos, luego que le oyeron hablar de las paces hechas con Flores, le miraron “con frio desdén como a prevaricador”. Sin embargo hay que observar en esta ocurrencia dos circunstancias importantes: 1ª. Que Rocafuerte impuso arresto al Corones Oses el más osado en contradecirle y que habiéndose negado el Dr. Pedro Moncayo a servirle de secretario, “le intimo que saliese del Ecuador  y Moncayo tuvo en efecto que salir”. Estos hechos acreditan que Rocafuerte fue obedecido y que no se volvió corrido y desconcertado a Guayaquil.
El 12 de Octubre de 1833 tuvo lugar la revolución militar a la cual poco después, el nombre de chihuahua, que los amigos del Gobierno le dieron por desprecio, comparando a los revolucionarios con la deforme moneda acuñada en esa ciudad mexicana. Un sobrenombre más afrentoso merecía esa banda de criminales que disponiendo de la fuerza pública cometió un robo escandaloso en el almacén del comerciante Malo, y otros varios excesos. Quien sabe cual habría sido la suerte de Guayaquil si no se le hubiese ocurrido a Mena, excitado por algunos de los que rodeaban, enviar una comisión militar, a las ordenes del Capitán Campos, para que tomase en Naranjal a Dn. Vicente Rocafuerte que debía por ese tiempo llegar a ese pueblo, y le condujese a la ciudad. Campos cumplió su encargo sin ningún obstáculo, pues llevaba una orden escrita con la Comandancia del General Juan Ignacio Pareja, que acababa de ser dispuesto de la Comandancia General. Rocafuerte llegó a Guayaquil el 18 y fue recibido con demostraciones de contento por la población que con su venida esperaba tener garantías de seguridad.