MARTÍNEZ BALTAZAR JAIME -COMPAÑON Y BUJANDA

ARZOBISPO HISTORIADOR.- Nació en Cabredo, España, el 10 de Enero de 1738. Estudió en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca y allí se graduó. Enseguida obtuvo una Canongía Doctoral en la iglesia de Santander. En 1767 fue presentado para la Chantría de Lima y viajó desde Cádiz a América, posesionándose en Julio del 68. En 1770 ocupó el rectorado del Seminario de esa capital. En 1772 fue Secretario del Concilio y el 78 el Papa Pío VI lo nombró Obispo de Trujillo y fue consagrado por el Arzobispo Diego Parada el 25 de Marzo de 1779 en el pueblo de Miraflores.

El 13 de Mayo hizo la solemne entrada en Trujillo. El Cabildo le recibió en la iglesia de la Compañía por estar la Catedral en reparación. Desde el 14 de Abril del 80 reformó los estudios y dotó de rentas suficientes al Seminario, dio fin a las obras de la Catedral y el 82 abandonó dicha ciudad para visitar las zonas rurales “anotando prolijamente sus curiosidades, tanto en los tres reinos de la naturaleza como en los hábitos y costumbres de los pobladores, y de muchos objetos trazó por medio de hábiles dibujantes, una colosal imagen documental de más de cuatro mil láminas en colores, que reunió en nueve volúmenes para ilustrar la Historia de su obispado, que dejó escrita a su muerte. Una copia debió quedar en su Diócesis pues su deudo José Ignacio de Lecuanda se valió de ella para la Descripción de Trujillo y su Partido”.

En 1786 ofreció al rey un Mapa de su Diócesis. También declaró al santo arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, como patrón de Trujillo, y su fiesta el 25 de Abril como día de precepto. Durante su gobierno erigió tres seminarios de clérigos en Cajamarca, Piura y Saña, fuera del de Ordenados en Trujillo, a fin de proveer de sacerdotes a todas las parroquias y para que recorriesen aun los más pequeños lugares a su tiempo.

En 1788 fue trasladado al Arzobispado de Santa Fe de Bogotá, pero no emprendió el viaje sino hasta dos años después por un Sínodo de Curas que había convocado y que al final no pudo realizar.

El 23 de Abril de 1780 se embarcó en Huanchaco hacia Panamá, con escalas en los pueblos costeros. En Marzo del 91 entró en Bogotá y se posesionó.

Su recuerdo en Trujillo es imperecedero pues aparte de su historia fundó nuevos pueblos como Celendín y creó en Piura y Cajamarca colegios internados para niños y niñas indígenas, siendo el primer Obispo en preocuparse por la educación tan intensivamente.

En Bogotá concluyó las obras del convento e iglesia de los padres capuchinos y el hermoso templo de San José. El 72 consagró la Catedral bajo el título y patrocinio de la Concepción de Nuestra Señora y dispuso que se construyera la Sacristía. También bendijo el cementerio de pobres iniciado por el Virrey Ezpeleta al occidente de Bogotá.

En Abril de 1797 ayudó al prócer Antonio Nariño a presentarse ante el Virrey, a contestar los cargos que se le formulaban por la traducción al español de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

En Agosto fue acometido de violenta enfermedad y falleció con general opinión de virtudes eximias. “Fue general el sentimiento de todos

-refiere el cronista Caballero- andaba toda la gente, hasta los muchachos, llorando por las calles. Era un varón muy penitente, austero y sabio. Sacaron el cuerpo en una magnífica procesión por el contorno de la plaza con asistencia de todas las corporaciones, tribunales y multitud del pueblo que iba muy triste y lloroso. Le enterraron en la iglesia Catedral. Dejó fama de humilde y caritativo. Vestía pobremente pero en las festividades del culto, para darle toda pompa ostentaba ricos ornamentos pontificales; y eran tantas las limosnas que repartía, que en ocasiones, consumidas todas sus rentas, tenía que solicitar dinero en préstamo para el socorro de los necesitados. Su generosidad se extendió al auxilio de los establecimientos de educación. Dio fuertes sumas para el colegio de La Enseñanza fundado por la señora Cayzedo y costeó el sueldo de los maestros de las escuelas primarias de Santa Fe, establecidas por el Virrey Ezpeleta”.

Sus viejas y documentadas gráficas del norte peruano y sur ecuatoriano han sido reproducidas en parte por el gobierno español; pero aún esperan la mano paciente de nuestros gobiernos para salir a la luz pública en toda su belleza.

Era alto y enjuto, de faz trigueña, ojos azules, hundidos y barba espesa, que se afeitaba diariamente. Su nariz aguileña, labios delgados y mentón pronunciado le presentan intelectual y hombre de acción, fue uno de los eclesiásticos más ilustrados y refinados del fin del coloniaje en América.