MACUL : El tesoro

SUCEDIO EN MACUL
EL TESORO

Nunca se ha sabido que en Macul hubiere sucedido algo estrepitoso que llamare la atención de la República pues el pueblo es escondido y lejano y tanto así que se encuentra fuera de las rutas transnacionales. Sólo suena su nombre en memoria del río que antes fuera grande y torrentoso afluente del Vinces y hoy por algún cambio ecológico ha perdido sus aguas; sin embargo en Macul se dio hace bastantes años un raro suceso que vale la pena recordar. 

Al lado del poblado estaba la casa de Marcelino Dávalos, rico comerciante de la región venido de Riobamba, que con el paso de los años fue haciéndose más introvertido, al punto que ya ni siquiera salía de su casa a no ser los sábados, que iba a comprar provisiones al mercado. 

El viejo Marcelino había tenido el negocio de cueros hasta que un buen día, cansado de tanto trajín, se retiró en paz con el mundo y con sus vecinos. Desde entonces nadie lo había vuelto a tratar de cerca, porque huía de las gentes y hasta se negaba a contestar el saludo. 

  • Buenas don Marcelino 
  • Uh, uh!
  • Mi saludo don Marcelino
  • Ag, Ag! 

Una tarde que debía sentirse muy enfermo, fue a buscar remedios a la botica y se sentó en la banca que daba al frente del mostrador; poco después se quedó dormido y cuanto trataron de despertarlo fue encontrado muerto, posiblemente de un infarto o  algo parecido. Se le calculó casi ochenta años pues los más antiguos vecinos decían haberlo conocido ya treintón en tiempos de la revolución juliana. 

La casa fue registrada por el Teniente Político pero nadie halló nada de valor y aunque algunos pensaban que podría haber riquezas escondidas, estas no fueron halladas. Meses después llegó un sobrino de Riobamba llamado Terencio Bahamonde y pidió que le cedieran las llaves porque iba a tratar de abrirse campo en la costa y no tenía donde vivir en casa. El Político lo acompañó hasta el lugar y allí se quedó Terencio a pasar la noche, pero muy de madrugada se oyó el galope de su caballo y nunca más le vieron por los contornos. La casa quedó abierta, pero faltaba una tabla del piso del dormitorio, por donde debió haber sacado un tesoro, opinaban algunos; sin embargo nunca se supo qué mismo era lo que pudo haber existido en el interior de dicho hueco porque no quedaron huellas. 

Desde esa fecha Terencio vivió ricamente en Riobamba, con casa propia y finos muebles. Las gentes decían que había recibido la herencia de su tío en Macul, pero eran tan malos los caminos y tan poca la curiosidad, que a nadie se le antojó hacer el viaje para conocer los detalles. 

Yo conocí la choza que estaba casi derruida en 1.965 pero aún circulaba la conseja del entierro. Años después un compadre que tengo en la zona me contó que para el invierno del 69, que fue borrascoso en extremo, la choza se había caído y unos montubios del sector se llevaron las tablas para utilizarlas en el campo. Después se tractoró los terrenos con el fin de sembrar y el maestro tractorista halló una ¿segunda? ollita con monedas de oro de las llamadas “cóndores”, que trajo a Guayaquil y vendió a un coleccionista, obteniendo buenos precios. Eran como cien “cóndores” me dijo el compadre y uno sólo se quedó en Macul para eterna memoria, porque lo compró el tendero y lo tiene bien guardado en su casa, mostrándolo eso si,  a quien desee verlo. 
“Cuando Ud. vaya compadre,  pase por allí y pida que se lo enseñen.”