MACHACHI : Mensajes del tercer oído

SUCEDIO EN MACHACHI
MENSAJES AL TERCER OIDO

Niño aún y de no más de cinco años fui llevado por mis padres a pasar unas vacaciones en Machachi, sitio cercano y unido a Quito por el ferrocarril, donde aún se preparan los sabrosos helados de hielo seco que echan humo.. 

Entonces  era mucho menor a lo que hoy es, en sus casitas pequeñas vivía una población indígena, sus techos de paja y paredes de calicanto, algunas blancas y otras ennegrecidas por el paso de los años y el hollín, le daban un aspecto rural. Los pobladores eran atentos y cordiales,  se conocían de años, sabiendo los achaques que sufrían y los pecadillos del pasado, de  suerte que cualquier novedad constituía la comidilla del sector. Nosotros, como costeños recién llegados, fuimos agasajados con sonrisas y tratos cordiales y por las noches mis padres recibían las visitas de personajes del vecindario, al cual más extraño y especial. 

Un martes a eso de las siete, cuando el frío arreciaba en el ambiente y se había prendido el fuego de leña en la chimenea, tocó a nuestra puerta don Marcial Gándara, anciano de ochenta y tantos años y recia contextura, que aún caminaba sólo y no requería bastón. Él nos contó su historia. 

Había nacido en Latacunga y de joven fue cochero y conoció casi toda la sierra. Luego se enamoró en Machachi de una hermosa joven cuyos padres tenían una surtida despensa y del romance nació el matrimonio que en diez años produjo siete hermosos chiquillos, hijos amantísimos que aún viven con él. Mas, cierta mañana la esposa sufrió un vahído y poco después otro más que la llevó a la sepultura en pocas horas. El médico certificó su muerte a causa de una intensa hemorragia interna, producida por un embarazo utópico o extrauterino, que  quizá si hubieran vivido en Quito, se habría detectado a tiempo, y con una operación se la habría salvado, pero nada de eso ocurrió. 

Desde ese día don Marcial se dedicó a cuidar a sus hijos pero en las noches lloraba como un niño. Pasaron los meses y en cierta ocasión, cuando estaba más desconsolado que nunca, sintió la presencia de su esposa y algo así como un vago sonido que le decía: “Desde hoy conversaremos por las noches cuando estés sólo y me necesites. No te preocupes por mí que estoy bien. Cuida a los chicos y diles que recen mucho…” y la voz se fue haciendo más débil hasta tornarse imposible de descifrar. I así, en algunas ocasiones, don Marcial sintió más que escuchó la voz de su esposa, aunque cada vez se fueron espaciando las conexiones con el más allá. 

A los cuatro años justos del fallecimiento, don Marcial la escuchó por última vez, como si fuera una despedida. Ella le dijo “estoy cada vez más alejada de ti y de los chicos, estoy subiendo a otros planos astrales y mejores, de donde ya no podré seguir hablando. Compréndeme, que esto es necesario para mí y lo será para ti también algún día, me despido para siempre y no tengas pena, que esta nueva vida es tan diferente a la anterior, que nos desvincula totalmente, a menos que nosotros tengamos el deseo de seguir en contacto con la tierra,  vive feliz, cuida mi recuerdo y defiende a nuestros hijos.” 

YI así fue como don Marcial nos contó su historia, que no tenía nada de aterradora sino por el contrario de hermosísima historia de amor, santo y puro, como debe ser el de los cónyuges que se quieren y respetan aún después de la muerte. Por supuesto que en el pueblo de Machachi jamás le creyeron al buenazo de don Marcial, que hasta pasó algún tiempo por deschavetado, sobre todo cuando decía que estaba recibiendo tales mensajes, que solo él podía escuchar en el interior de su ser. A nosotros nos dijeron que era un viejecito muy bueno y honorable y que solo tenía la locura de repetir su historia como si fuere cierta. ¿Ustedes qué creen? ¿Existiría el tercer oído,  por el cual nos podernos comunicar con el más allá o sólo habrá sido la imaginación  que le hacía oír mensajes inexistentes?