LARRIVA Y NEGRON LASTENIA

POETISA.- Nació en Lima hacia 1848 en hogar acomodado pero no rico, formado por Pedro Luis de Larriva y Lavayen y Ascención Negrón Hidalgo. Fue su tío abuelo el Clérigo José Joaquín de Larriva famoso por sus letrillas poéticas.

Estudió en el Colegio de los Sagrados Corazones Belén aficionandose a las lecturas, a componer versos y redactar artículos que se publicaban esposos Liona Larriva visitaron Cali y conocieron a los primos Echeverri, que aún conservaban la hacienda donde el poeta había pasado sus primeros años rodeado del cariño de una familia numerosa, unida y feliz.

Hacia 1886 estaban nuevamente en Guayaquil y su esposo se dedicó al periodismo. En 1888 Lastenia editó la novela “Un Drama Singular” o historia de una familia, en 270 págs. En 1889 un decálogo escrito en verso a petición de las madres del colegio de los Sagrados Corazones, donde Lastenia trabajaba como profesora primaria de piano, titulado “La Ciencia y la Fe”, en 16 págs. y “Oro y Escoria”, novelita de cortas dimensiones y de menor trama y desarrollo que “Un Drama Singular”, pero tiene interés y enseñanza social muy aprovechables, en 131 págs. Al año siguiente salió la segunda parte en 153 págs. y “Pro Patria”, en 57 págs.

El 5 de septiembre de 1891 sacó la primera revista femenina que conoció nuestra ciudad llamada “El Tesoro del Hogar”, dedicada enteramente a la mujer, con material escogido y selecto. Pronto se hizo de circulación semanal, se imprimía a dos columnas con hermosos grabados y motivó a la mujer guayaquileña a colaborar con artículos y poesías. Entre sus principales colaboradoras contó con Dolores Sucre Lavayen su prima.

Con su amigo el escritor José María Urbina redactó íntegramente el diario “La Nación.” El 30 de Julio del 92 estuvo en la comitiva de amigos que recibió a Ricardo Palma cuando este arribó a Guayaquil de paso a España en unión de sus hijos Angélica y Ricardo.

En 1895 los esposos Liona Larriva regresaron a Lima. Lastenia publicó en “El Comercio” notables estudios sociológicos y psicológicos bajo el seudónimo de “N. Mayer” que causaron la expectación de los medios científicos de esta capital; más, al saberse que eran “trabajos de mujer”, se produjo la reacción machista y dejaron de ser editados. En 1902 dio a la luz en Lima “Fe, Patria y Hogar”, colección de poesías en 328 Págs. en estilo sencillo, fácil y hasta en ocasiones trivial.

Mientras tanto los esposos poetas habían vuelto a la ciudad del Guayas en 1 902 sufriendo grave pobreza que el gobierno de Alfaro trató de aliviar, designándole Rector del Colegio “Olmedo” de Portoviejo. Allí ocurrió que una hija de doña Lastenia llamada Rosa Lastenia de la Jara y Larriva se enamoró del jovenmanabita Octavio Cevallos Bowen y el matrimonio se realizo en una hacienda de los alrededores, reunión que aún se recuerda por los hermosos y bien trazados brindis en verso que la concurrencia lanzó en honor de los desposados. De esta unión fue hijo el ing. Eudoro Cevallos de la Jara, quien ocupó el rectorado de la U. Católica de Guayaquil y falleció después.

En 1904 Liona y su esposa vivían en una casita de madera de la calle Colón entre Chimborazo y Boyacá. Rosa Borja de Ycaza diría después: idos ya los días de actividad expansiva y pasados los goces de familia, llevando en el alma la melancolía de la ausencia de los hijos y de los nietos adorados. Lastenia, durante las horas del trabajo del esposo como director de la Biblioteca Municipal, con el libro o la labor entre las manos, venía diariamente hasta mi casa con el cariño perseverante y comprensivo de dos almas sinceras, mi madre y ella cambiaban impresiones y compartían tareas con esa solidaridad activa de los seres que no guardan ni reservas mentales ni egoísmos. Con mi pensamiento en el ensueño infinito de los primeros años, pensamiento ausente de filosofías, pero atento a la ruta espiritual de mis padres, entre los descansos de mis estudios y tareas, era para mí un infinito goce participar de esa conversación llena de matices de espiritualidad y de vida…A la caída de la tarde salía Liona de la Biblioteca Municipal en cuya dirección se mantenía y se reunía con nosotros y mi padre, libre un tanto ya de sus afanes profesionales, hacía tertulia en la sala de nuestra casa.

Lastenia era una consumada pianista y la joven Rosita no se quedaba atrás. i cuando nuestros amigos faltaban a su diaria y encantadora visita, nosotros acudíamos por la noche a su casa. Tenían una habitación modesta pero decente y por sobre el sello que la mano femenina impone en el hogar, resplandecía en toda ella el espíritu de quienes allí vivían. Un ambiente de serenidad, de paz, de estudio, se advertía apenas se llegaba a ella. Pequeñas mesas con revistas y libros era el matiz dominante de la sala.

Un piano bastante usado pero bueno con la vecindad del anaquel cargado de papeles de música. Lastenia, trayendo una carpeta de cuero repujado, desenvolvía sus interesantes manuscritos.

Entre doña Lastenia, el Dr. Borja y su esposa angelita existía un parentesco cercano pues los tres eran primos por Lavayen. Ese año de 1904 “El Diario del Pueblo” tomó la iniciativa de coronar las sienes de Llona en el antiguo teatro “Olmedo”, en fastuosa fiesta literaria que fue seguida por toda la nación con simpatía y enormes muestras de solidaridad. Entonces le obsequiaron en el teatro Olmedo una hermosísima Corona de Hojas de Laurel de Oro amarrada con cinta tricolor, que aún se conserva en el museo de la U. de Guayaquil. En 1905 el gobierno de Lizardo García aprovechó el momento y le asignó una pensión vitalicia pero exigua. El Poeta murió al poco tiempo en Guayaquil el 4 de Abril 1907 y en su casita de madera de la Calle Colón entre Chimborazo y Boyacá. Lastenia le despidió con una elegía compuesta en su honor titulada “Más allá de los cielos”.

Su amigo y pariente político el Dr. Borja, que ejercía las funciones de Ministro de instrucción Pública del Ecuador, le ofreció a la viuda la dirección del recién fundado instituto Normal de Mujeres pero como tenía a sus hijos viviendo en Arequipa regresó al Perú.

Entre 1910 y el 15 editó en dicha ciudad el quincenario “Arequipa ilustrada”. Ese último año volvió a Lima y el gobierno le concedió la dirección de la revista “La Mujer Peruana” que se repartía en los colegios fiscales de mujeres y mixtos y constituía una guía pedagógica para las futuras madres de familia, donde permaneció cuatro años hasta 1920 que renunció por enfermedad pues empezó a sufrir de varios males y a perder la vista.

Su muerte ocurrió el 24 de septiembre de 1924 a los setenta y seis años de edad y entonces se dijo: “Fue una mujer atalaya del feminismo en América. Perteneció a la primera generación de literatas peruanas junto a Carolina Freyre de Jaimes. Dama de ideas avanzadas, de nobles y finos rasgos, de cultura exquisita, de bondades innatas y de gran corazón, fue poeta, escritora y periodista, también brilló como pianista y profesora de esa materia”.