La Fundación de Santiago de Guayaquil

Ante la destrucción por incendios de las actas y demás documentos de nuestro Cabildo en sus primeros cien años de existencia (1.534 a 1.634) nuestros mayores paulatinamente fueron perdiendo el recuerdo de las personas, circunstancias, fechas y lugares relativos a los orígenes de la ciudad y sólo mediante relaciones de Cronistas, Procuradores e Historiadores sabían vagamente algo de ello. Con el fin de remediar esta situación, en 1929 el Cabildo designó una Comisión para que dictamine sobre el lugar donde debía colocarse “La base de un monumento para perpetuar el recuerdo de la sede fundamental de Guayaquil”. La Comisión estuvo compuesta por el Dr. Modesto Chávez Franco, Gabriel Pino Roca, José Antonio Campos, J. Eleodoro Avilés, Dr. Pedro José Huerta, Carlos Matamoros Jara, José Antonio Campos y Juan Antonio Alminate, así como el Dr. Otto von Buchwald que no pudo concurrir a las sesiones por encontrarse ausente de la ciudad. Los demás citados miembros presentaron un dictamen, que en su parte pertinente dice:

“Se hizo primero un detenido estudio de toda la bibliografía hasta hoy conocida, que especial o accidentalmente trata sobre los orígenes de la ciudad de Guayaquil, su geografía, topografía, etnología, historia y sus ramas auxiliares, según la lista de autores que citan al pie de este informe. Luego cada uno de los miembros fue aportando liberalmente la suma de conocimientos y fruto de sus investigaciones particulares y hasta datos inéditos ignorados o no expresados en los tratadistas, cronistas, monógrafos, etc. etc., y tras maduro y reflexivo examen y crítica de este copioso acervo, acordó respecto del primer tema confiado a su parecer “lugar para situar la base de un monumento para perpetuar el recuerdo de la sede fundamental de Guayaquil”, lo siguiente: Desestimar como indecisas, confusas e imprecisas o meramente accidentales las llamadas fundaciones de Guayaquil, en Charapotó, Boca de Yaguachi, Estero de Dimas, Lominchao, Boca de Baba, Paso del Inca, Babahoyo Viejo, etc., oscuramente narrados por primeros cronistas, quizá ninguno asistente a ellas y propagadas y diversificadas luego, por ligeros o fantaseadores cronistas posteriores. Considerar estas citas en todo caso, puesto que confiesan haber sido la existencia efímera, como meros intentos o circunstanciales puntos de parada en el largo y fragoso camino hacia la busca del punto más a propósito como para estrategia, comercio, facilidad de abastecimientos, puerto, amplitud de tierra, clima soportable y otras condiciones más en que indudablemente eran prácticos los primeros exploradores para fincar sus fundaciones.

Cortar de una vez por todas esas ramas que enmarañan y perturban sin objeto el conocimiento cierto y concretarse a lo que es evidente, seguro, definitivo y claramente fijado por la historia y las mismas crónicas primeras, esto es, la fundación efectuada por el Capitán Francisco de Orellana, al pie del cerrito Verde, luego Colina Santa Ana, actual asiento de nuestra ciudad y que, aunque también destruida a poco por los Huancavilcas, fue sobre los escombros tibios aún, restablecida por el Capitán Diego de Urbina y que es la que perdura hasta hoy. En consecuencia la Comisión opina: Que para la situación de la base del monumento en proyecto debe elegirse el sitio que más adecuado juzgue el Municipio en la pequeña zona que circunscribimos entre estos puntos: Oriente: muro del río al pie de la planchada. Occidente; templo de Santo Domingo, calles “Rocafuerte y Matheu”. Norte: Cerro Santa Ana, y Sur: lindero de los almacenes actuales de Aduana, Plaza Colón. De preferencia en nuestro concepto, el pie del Cerro Santa Ana o principios de su falda, lado sur”.

Cabe mencionar que en 1.929 la Municipalidad no había adoptado ninguna fecha para conmemorar la fundación y por ello la citada Comisión de historiadores informó en los términos ya expresados, haciendo mención que cortaba de una vez las ramas que enmarañaban y perturbaban el conocimiento, pero sin profundizar en el problema pues pensaban con algo de razón que cualquier documentación relacionada con la fundación de nuestra urbe debía ser buscada en los archivos españoles, ue por esos días se encontraban fuera del alcance de los historiadores nacionales; por ello la opinión pecó de incompleta. Años después el acceso a los archivos, reproducción de documentos y edición de abundantes monografías, ha revelado una numerosa información antes desconocida y que ahora se encuentra debidamente recopilada y estudiada y ha permitido precisar hechos ignorados en 1.929 sobre la fundación de la ciudad de Santiago y comprender a cabalidad todo su trasunto histórico, por lo que ya no es posible seguir manteniendo el criterio simplista de esa comisión.

Así pues, es preciso reestudiar a la luz de nuevos documentos todo lo relacionado con dicha fundación, indicando que cuando don Francisco Pizarro, en su calidad de Gobernador de Perú, realizó el descubrimiento, conquista y colonización de los territorios de las hoy Repúblicas de Perú, Ecuador y Bolivia, empleó para ello el mismo mecanismo jurídico que se usó en España durante la reconquista y hasta la expulsión de los moros en 1.492, cuando se fueron formando sucesivas provincias, que según tal uso debían tener cuando menos tres pueblos con Cabildo, sean estos pueblos, ciudades o villas.

Para ello en 1.534 al comisionar Pizarro al Mariscal Diego de Almagro para que constituya una provincia hacia el norte, fundando en ella tres pueblos, es cuando nace la ciudad de Santiago y las villas de San Francisco y San Gregorio después llamados por los sitios geográficos en que se erigieron: Santiago de Guayaquil, San Francisco de Quito y San Gregorio de Portoviejo.

La intromisión codiciosa del Gobernador de Guatemala don Pedro de Alvarado al territorio del entonces norte del Perú, fue causa de precipitación para determinar los sitios convenientes para estas tres poblaciones, puesto que se requería hacer actos de dominio antes que llegara Alvarado, en otras palabras, se necesitaba ganarle la delantera.

Por eso días el Emperador Carlos V dictó en Toledo una Real Provisión, muy general pero muy clara, que tiene fecha 4 de mayo de 1534, autorizando al Gobernador Pizarro “Para que si algún pueblo de los que se hubieren de poblar o poblare en los términos de vuestra gobernación, después de poblado conviniese a nuestro servicio mudarse por no tener buen asiento o ser enfermo, lo pudiese desmudar en la parte que os pareciere que conviniese o como mi merced fuese . . . por la presente doy licencia y faculto a vos el dicho Capitán Francisco Pizarro para que cada vez y cuando os pareciere que conviene a nuestro servicio mudarse algún pueblo de los hubiesedes poblado o poblasedes en los límites de vuestra gobernación ….lo podáis mudar y mudéis en la parte y sitio que vos pareciere que convenga”.

Así fue como en el viejo sitio indígena de Ricpamba (hoy de Sicalpa) el día sábado 15 de agosto de 1.534, el Mariscal Diego de Almagro, a nombre del Gobernador Francisco Pizarro, fundó un pueblo que le puso por nombre ciudad de Santiago, con la condición de que si le pareciere al Gobernador que el pueblo se debe mudar a otra parte con su nombre, se puede mudar. Almagro nombró Alcaldes para administrar justicia y Regidores para solucionar los problemas de la ciudad, jurándolos y posesionándolos de inmediato.

La mencionada acta de fundación reposa en el Archivo del Cabildo de San Francisco de Quito porque el escribano Gonzalo Díaz llevó consigo la matriz de Cabildo por ser escribano con protocolos itinerantes, habiendo anotado luego la fundación de la villa de San Francisco de Quito el 28 de agosto de 1534, fundación que originó al Quito actual.