JOUANEN JOSÉ

HISTORIADOR.- Nació en Belset, Francia, el 24 de Diciembre de 1860, donde realizó sus estudios primarios y medios y el 10 de Marzo de 1881, a los veinte y un años de edad, ingresó a la Compañía de Jesús y pasó a Dublín para su carrera teológica, al término de la cual sustentó la tesis en un acto público al que asistió el General de los Jesuítas Luis Martín.

En 1894 vino al Ecuador y desempeñó con lucimiento durante diez años las cátedras de Filosofía y Teología Dogmática del Colegio Máximo que mantenía la Compañía de Jesús en Pifo. En 1906 pasó al Seminario Conciliar de Pasto por otros diez años, allí ejerció el cargo de Rector y posiblemente debió escribir “El relicario para los restos de la beata Mariana de Jesús Paredes y Flores. Azucena de Quito”, en 342 páginas, que dio a la imprenta ese año y ha conocido varias ediciones con el título simplificado, siendo la ilustrada de 1932 la más hermosa.

En 1916, ya con el cuarto voto, fue nombrado Superior de la Compañía de Jesús en el Ecuador, fundó el Noviciado de Cotocollao y la nueva Casa de estudios. El 18 dio a la imprenta una versión crítica sobre “El Milagro de la Dolorosa del Colegio” en 70 páginas tomada de los procesos que se siguieron para averiguar si la imagen había parpadeado pues hasta ese momento solo se reconocía la calidad de prodigio, es decir, de algo más bien propio de apreciación personal.

Poco después se ausentó por breve tiempo al Colegio de Portoviejo, regresando a Quito a dictar la cátedra de Teología y a planificar los estudios en Cotocollao, pues era considerado un jesuíta de los más brillantes y le correspondió defender la autonomía del Colegio quiteño que el Visitador español padre del Olmo, S. J. quería hacer depender de Lima.

Entonces se inició tardíamente en la historia y de sesenta años de edad revisó los procesos diocesanos y apostólicos de Mariana de Jesús. Fruto de estos desvelos fue la biografía que editó el 22 titulada “Vida de la beata Mariana de Jesús llamada vulgarmente la Azucena de Quito” en 329 páginas, primero de sus trabajos en utilizar su nombre de autor, que dedicó a la juventud femenina de la república y habiendo perdido parte del sentido del oído se convirtió en un sacerdote poco apto para el ejercicio de la cátedra, y decidió por ello volcar todo su tiempo al estudio de la historia ecuatoriana catalogando el archivo de la Compañía de Jesús en el Ecuador.

El 31 escribió como apéndice a una obra del padre José María Le Gouhir Raud, una monografía sobre el “milagro” de la Dolorosa del Colegio. El 41 editó en la Biblioteca Amazonas unos “Breves rasgos biográficos del padre Juan de Velasco, S. J.” en 47 páginas, defensa y biografía del historiador, que utilizó ese mismo año como prólogo a su Historia de la Compañía de Jesús, y dio a la luz la tercera edición de su Mariana de Jesús, aumentada a 412 páginas, de la que Carlos Manuel Larrea opinó que es una “hagiografía que sigue escrupulosamente el orden de los documentos del proceso y los analiza a conciencia, basándose en la obra del padre Jacinto Moran de Buitrón y en el discurso del padre Alonso de Rojas. El Obispo José Félix Heredia opinó que es la más seria, digna y verídica de cuantas hagiografías se han compuesto sobre Mariana de Jesús. La obra, efectivamente, es ordenada y por ello es fácil de leer y asimilar por el público. Por eso cuando se conmemoró el III centenario de la muerte de Mariana de Jesús en 1945, sacó un Compendio en 56 páginas para consumo popular.

Entre 1941 y el 43 aparecieron los dos tomos de su monumental “Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito” (1570 – 1773) en 674 y 775 páginas respectivamente; sin lugar a dudas la mejor de sus obras, no solamente por la acumulación de material histórico hasta entonces inédito referente a la viceprovincia y luego provincia Jesuíta de Quito, sino también por el orden y método con que fue escrita y por su estilo fácil y expositivo, tomado de primera mano de los cronistas misioneros del Marañón, cuyos textos pudo consultar en los archivos de la Compañía, recaudados y reorganizados desde su restablecimiento en nuestra Patria y que providencialmente se habían salvado de la dispersión sufrida en otras partes; de suerte que Jouanén rescató para la historia ecuatoriana un gran capítulo relacionado con la obra de las Misiones en el Marañón, que de otra manera quizá se hubiera perdido.

Por entonces acababa de fallecer su amigo el padre José María Le Gouhir Raud, S. J. dejando manuscrito el Tomo IV de su Historia de la República del Ecuador y Jouanén lo mecanografió. Trabajo difícil porque Le Gouhir, tenía la costumbre de usar signos, que realizó con la ayuda del joven José Gabriel Silva que conocía la grafía de Le Gouhir.

Igualmente arregló y anotó algunos capítulos del Compendio de la Historia de Le Gouhir, dejado a medio talle por su autor que Jouanen entregó al Superior de su Orden para la impresión, que desgraciadamente no se llevó a efecto por causas ajenas a su voluntad y posiblemente por la desidia propia de nuestro medio para esta clase de producciones históricas.

De allí en adelante trabajó menos porque empezó a sentirse enfermo, posiblemente estaba cardíaco y mas por complacer a su médico viajó a Guayaquil de ochenta años de edad, ciudad que escogió por ser tierra baja, caliente y muy conveniente a su venerable ancianidad y falleció el 30 de Mayo de 1952 de noventa y un años; siendo enterrado en la Iglesia jesuita de San José por sus hermanos de Comunidad. Dejó varias obras inéditas.

En 1962 el padre Luis Villagómez, S. J. editó su obra “La Iglesia de la Compañía de Jesús en Quito” en 35 páginas con una breve introducción y en 1977 apareció “Los Jesuitas y el oriente ecuatoriano”, monografía histórica (1868-1898) también de Jouanén, presentada por el padre Jorge Enrique Mesías, S. J. en 231 páginas en la Editorial Arquidiocesana Justicia y Paz, de Guayaquil, como parte de los manuscritos hasta hoy

inéditos titulados “Historia de la Compañía de Jesús en la República del Ecuador” que vendría a ser el Tomo III de la obra mayor de Jouanén.

En este trabajo se refiere a aspectos muy puntuales de la acción del gobierno ecuatoriano en el oriente, criticando la política – a su juicio equivocada – de invertir en un proyecto de colonización iniciado en 1884 y que a la postre fracasó y hasta fue abandonado, en lugar de apoyar económicamente a las misiones so pretexto de no tener fondos.

Fue un escritor objetivo, sereno e imparcial. Colaboró en varias revistas, especialmente en “La República del Sagrado Corazón” órgano del apostolado de la oración. A veces gustaba polemizar como lo hizo contra el autor español padre Antonio Astrain, S. J. quien censuró acremente a los jesuitas quiteños con motivo de un libelo que corrió en la presidencia de Quito contra algunos chapetones. En otra ocasión corrigió a González Suárez quien había criticado a los misioneros por haber unificado las lenguas indias con la imposición del quichua y confundido el número de las haciendas de propiedad de los Jesuitas.

Su estatura baja, algo chato y con bien arreglado y abundante cabello. “De carácter prudente pero enérgico, solía enfrentar los problemas tomando actitudes que quizá a alguno pudieron parecer duras.”

Su sordera casi total le alejó después de los setenta años de las cátedras y confesionarios pero en cambio le abrió las puertas de la investigación, en la que cosechó tantos triunfos. Erudito e inteligente, dominaba la teología y la historia casi naturalmente. Se le considera el historiador de la Compañía de Jesús en el Ecuador.