JIMENEZ VASQUEZ ZOBEIDA

SOPRANO LÍRICA.- Nadó en Biblian, cabecera cantonal de su nombre, Provincia del Cañar, el 30 de Mayo de 1922 y fue bautizada con los nombres de María Zobeida porque su hermana Lola era una fervorosa lectora de “Las mil y una Noches” y cuando iba a nacer pidió que le pusieran ese nombre porque así llamaba una princesa árabe en uno de los cuentos.

Fue su padre el escultor cuencano Francisco Salvador Jiménez Guillen, quien había pasado a trabajar las imágenes de la basílica de Biblián con el padre Muñoz y allí casó con Dolores Vásquez Pérez, de esa localidad, quien sabía cantar, formando una familia de diez hijos, cinco de los cuales murieron de corta edad.

“En 1927 mi padre viajó contratado por los Carmelitas de la Iglesia de la Victoria en Guayaquil y quedamos al cuidado de mi madre. Fui matriculada en la escuelita de monjas y recibí las primeras letras, pero en 1.930 mi madre sufrió una fuerte intoxicación que le comprometió el corazón y murió a los tres días. Mi padre nos trajo a vivir en Guayaquil, a una casa alquilada en Brasil y Santa Elena, muy cerca de su taller de Imágenes en Cacique Alvarez y Huancavilca, barrio de las Cinco Esquinas.”

Entre 1931 y el 37 estudió la primaria en la Providencia. Era una niñita tímida que vestía de luto y cantaba. Para alegrarla su hermana mayor que estudiaba Arte Escénico y Recitación, la empezó a llevar a los programas infantiles y cantó en las Radios Cénit y Ortiz; donde también destacaban como recitadoras las señoritas Blanca Arce (después señora de Salcedo) y Enma Esperanza Ortiz, que ya eran mayorcitas.

La niña Zobeida ponía énfasis en sus sentimientos y cuando interpretaba tangos de Gardel parecía una mujer sufrida que había amado apasionadamente y al entonar boleros lo hacía con gran soltura. Aún recuerda que formaba parte de su repertorio inicial los tangos Volver y Silencio así como ese otro que dice // Belly, Betty, July, Mary / rubias de New York Fue crítico y biógrafo a través del periodismo y el libro, y han quedado varios tomos conteniendo artículos de prensa que seleccionó bajo los siguientes títulos: “Estudios de Crítica Literaria,” “Estudios Históricos” y “Estudios Varios,” así como otros ensayos que merecen ser dados a la luz pública.

/ cabecitas adoradas / que mienten amor…/

En 1937 pasó el examen de ingreso del Normal Rita Lecumberry. La Rectora Enma Esperanza Ortiz la invitó al programa “Tribuna Libre”. Sus compañeritas la empujaron y cayó cerca del profesor de Algebra, Carlos Reinoso Calero que comprendiendo la broma la alentó con palabras apropiadas. Una vez en el proscenio cantó semi clásico y fue el principio de su consagración pues el maestro Juan Riedel – contratado para formar el Coro del Normal – la eligió como solista y empezaron los ensayos en el salón de Actos, luego las presentaciones en el Teatro Olmedo y en el paraninfo de la Universidad y aunque seguía siendo tímida y rehusaba toda publicidad, su nombre corrió de boca en boca.

Vivía en una casa alquilada al padre de las Coello Renella en Santa Elena y Alcedo y las vecinas sugirieron a su hermana Lola que la lleve para educar la voz al Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane pues era una promesa.

Entre el 40 y el 44 fue alumna de Laura Calle de Martínez y el maestro Angelo Negri la integró a su famosa Coral, presentándola varias veces en el Teatro 9 de Octubre, en las radios El Telégrafo y Quinta Piedad y la puso de solista en la obra “Las Educandas de Sorrento.”

Durante unas vacaciones en Ambato conoció al joven José Ricardo Martínez Cobos, pero siendo aún estudiantes no formalizaron una relación.

En 1943 obtuvo el título de Profesora Normalista y con las hermanas Blacio y Gina Lotuffo eran verdaderas promesas del arte lírico. El 44 se presentó en el Coliseo Huancavilca como acompañante del célebre cantante Leo Marini y trescientas voces contratadas para el efecto.

Fueron años muy atareados, cantaba en público, era aplaudida cuando salía a la calle, la miraban y reconocían con cariño, tal su popularidad. Acostumbraba cantar toda clase de música y lo hacía con sentimiento. Su pianista era Carlos Domenech Marcet que la acompañaba siempre. Zobeida solo tenía veintidós años, era joven, de facciones regulares y agradables, cuerpo estilizado juncal, sonrisa cordial. Por eso no le faltaron pretendientes pero a todos decía que no porque su corazón era románticamente de otro, de su novio de Ambato, y amaba tanto el arte que no quería esclavizarse a las labores propias del hogar.

Entre el 45 y el 46 fue profesora en la Escuela No. 11 Club de Leones con S/. 600 mensuales de sueldo. El 47 pasó a la Escuela Municipal de Ensayo dirigida por Sergia Loor Alcívar. Sus hermanas se habían casado. Vivía en Víctor Manuel Rendón y Morro con su hermano Francisco, soltero y Contador en varias firmas importantes del puerto, su padre tenía un compromiso, vivía aparte con sus nuevos hijos y era pobre.

En 1948 fue becada para el Conservatorio Carlos López Buchardo de Buenos Aires El Ministro de Educación, José Miguel García Moreno le hizo dar $ 60 mensuales igualándola a Gina Lotufo que ya estaba en esa capital, pero como Zobeida no disponía del dinero del pasaje perdió cosa de tres meses hasta que su amiga Maria Luisa Zerega le facilitó en préstamo la suma de cinco mil sucres.

En Buenos Aires tuvo por maestra a Hiña Spani, notable cantante operática de la Scala de Milán, del Metropolitan de New York y del Colón de Buenos Aires, que la presentó en varios programas de Radio El Mundo

acompañada de Cátulo Castillo y de Ernesto Fama. También fue integrante del Coro de solistas del Conservatorio Nacional bajo la dirección de Pedro Valenti Costa y cantó en la Asociación Wagneriana, el Circulo Militar, el Consejo de Mujeres, Radio del Estado y en otras Salas. Vivía en una pensión familiar de la calle Corrientes, era libre, se sentía realizada y feliz, alternaba con las primeras figuras del Canto sudamericano.

En 1953 Radio Belgrano le ofreció un contrato pero prefirió trabajar en la Embajada ecuatoriana como secretaria del Agregado Militar con seiscientos pesos y horario libre. El 54 se graduó de Profesora de Música tras seis años de estudios e intentó el Doctorado en el Conservatorio William de Buenos Aires que no se llegó a abrir. Entonces comprendió que ya nada tenía que hacer en la Argentina y aceptó una invitación de su hermana Lola que vivía en el barrio de Sarria en Caracas.

De paso por Sao Paulo fue invitada a un Canal de Televisión. En Río de Janeiro tuvo notable acogida pero al llegar a Caracas sufrió un enfriamiento y se agripó, perdiendo la voz por siete meses hasta que realizó una cura vacacional en las playas de Macuto con baños de mar y sol que la aliviaron totalmente, mientras trabajaba de recepcionista en una importante firma de Abogados de la Avenida Urdaneta por quinientos bolívares mensuales.

En 1955 fue contratada por Radio Nacional para un programa de dos horas semanales de Canto y el Dr. Manuel Rodríguez Cárdenas, Director del conjunto folklórico “El Retablo de Maravillas”, la llevó de solista de varios cuadros de canto y baile.

El Conjunto era auspiciado por el ministerio venezolano del Trabajo, los modistos eran traídos de París y actuaron dentro y fuera de Venezuela con las mejores críticas. Allí estuvo alternando con presentaciones en el Teatro Municipal, en la Biblioteca Nacional, en el Ateneo de Caracas, Radiodifusora Nacional, Televisora Nacional, Radio Caracas TV y la Sala de Conciertos del Ministerio de Educación bajo la dirección del maestro Piero Carella. Sus programas eran difíciles y variados, cantaba en español, francés, alemán e italiano con perfecta dicción; siempre ha sido una cantante disciplinada, exigente consigo misma y hasta perfeccionista en los detalles.

En 1957 regresó a visitar a los suyos, fue saludada por la prensa y ocupó la cátedra de Canto en el Conservatorio siendo directora Lila Alvarez García. Vivía en casa de su hermana Noemí de Barchi en Ayacucho y la Octava, muy cerca de su padre y hermano.

El 8 de Abril de 1958 ofreció un Recital en el Teatro Sucre de Quito y el 24 en el Coliseo Bolívar de Ambato. El país quería escuchar a la gran cantante que regresaba tras nueve largos años de ausencia en el exterior y no defraudó a la crítica de Portoviejo, Manta, Guayaquil, Cuenca y otras ciudades donde se presentó con enorme expectativa y sonados éxitos por su timbre de voz, expresividad y creatividad, como bien lo había manifestado en Venezuela el crítico Eduardo Feo Calcaño al decir “Zobeida puso de manifiesto excelente versatilidad al pasar de uno a otro estilo (del clásico al popular) tejiendo finalmente los distintos estado de alma de tan diferentes pasajes músico y vocales. Tiene voz de bello timbre y homogénea en los tres registros. Posee buena emisión y la colocación de la voz segura. Tiene buen balance entre su volumen, su intensidad y su alcance. Posee sensibilidad con la que se adentra en lo que canta para expresarlo con sentimiento. Comprende y por lo tanto interpreta
bien y como complemento demuestra su encomiable afinación.”

En 1959 fue becada por la Dirección General de Cultura del Ministerio de Asuntos Exteriores de España para un curso en perfeccionamiento en Canto en el Real Conservatorio de Madrid con la maestra Angeles Ottein. Sus actuaciones en diversas salas de Conciertos, Radio y Televisión española de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Alicante, Valencia, etc. acompañada al piano de Miguel Zanetti – que después trabajó con Monserat Caballé – fueron subrayadas con el aplauso de la crítica. El 60 logró otra beca para los Cursos de Música en Compostela, organizados por la Dirección General de Relaciones Culturales de España.

En 1961 se presentó nuevamente en Guayaquil y fue designada por el Ministro de Educación, Gonzalo Abad Grijalva, Supervisora Provincial de Educación con tres mil doscientos cincuenta sucres mensuales. Con el profesor Enrique Espin Yepes trabajó en Quito para capacitar a los maestros de música y logró el título de Profesora de Instrumentos Musicales.

En 1962 pasó a Guayaquil como Supervisora Provincial de Educación Musical. También fue profesora de Canto del Conservatorio. El 66 adquirió una villa en la Ciudadela 9 de Octubre en ciento un mil sucres al Seguro Social y dedicada por entero a la formación lírica, a los niños, a quienes entretenía con canciones apropiadas a su edad, se integró a su ciudad.

El 73 pasó vacaciones en México, Los Angeles y Chicago. El 76 en Lima y Buenos Aires. El 85 se jubiló y vivíade profesora privada rodeándose de sus queridos animalitos (gatos, perros y canarios) a los que cuidaba con veneración en alegría y paz, porque era fácil para reír por su hermoso carácter expansivo.

De estatura menos que mediana, rostro canela claro, pelo y ojos negros, cuando canta se transforma e irradia su arte a los demás. Una escuela fiscal de Guayaquil lleva su nombre. Falleció en el puerto principal.