III CONDE DE CASA JIJON.- Nadó en Quito, en la quinta de su abuelo, el 16 de Mayo de 1920 y fue bautizado como José Manuel. Hijo único de Jacinto Jijón y Caamaño cuya biografía puede verse en este Diccionario y de su prima segunda Luisa Flores Caamaño naturales de Quito y Guayaquil respectivamente.
En 1926 fue llevado a París, ingresó al liceo de San Luis y aprendió francés durante un año. Habitaban en el Hotel Majestic de la Avenida Clever.
En 1928 volvieron a la casa de la 10 de Agosto en la quinta llamada la Circasiana y siguió sus estudios con varios profesores privados. En tiempos de su abuelo Manuel Jijón Larrea la Quinta estaba ubicada en los extramuros de Quito. El hizo construir una suntuosa mansión en la parte delantera hacia la actual Avenida Diez de Agosto, que posteriormente su hijo Jacinto embelleció con frescos interiores y una hermosa portada que trabajó en 1935 el escultor Luís Mideros con piedras del Pichincha. Hoy la quinta es sede de las oficinas del Patrimonio Cultural.
El 33 ingresó al San Gabriel y tras aprobar el primer curso salió a New York con sus padres, pues don Jacinto se hallaba agotado y requería de un tratamiento para el surmenage. Vivieron en el Eseex House, hotel ubicado en la calle 59 No. 160 (Central Park South St.) aprendió inglés, y volvieron al Ecuador.
Nuevamente en el San Gabriel, la dictadura del Ing. Federico Páez interrumpió sus estudios el 35 y salieron hacia Popayán, donde ingresó al Seminario Conciliar por tres meses. El 36 aprobó el tercer curso en el San Gabriel y decidió unir sus apellidos Jijón y Caamaño, por ser tres veces descendiente (dos por parte de su padre y uno por su madre) del fundador del linaje en el Ecuador, el Teniente de la Real Armada española Jacinto Caamaño y Moraleja, Caballero de la Orden de Calatrava, explorador de la bahía de San Francisco de California y descubridor del archipiélago de las islas de Gálata, cuya descendencia se extinguía por línea de varón, pero en su documentación siguió constando como Jijón Flores solamente.
El 37 llegó la dictadura de Enríquez Gallo y tuvieron nuevamente que expatriarse. En Los Angeles ingresó al Colegio jesuita de Loyola y se graduó en high school. Su padre era su amigo y compañero inseparable, se llevaban muy bien, congeniaban en todo y se matriculó en Historia y Ciencias Políticas en la Universidad de Loyola.
Cuatro años después obtuvo el Bachelor of Science con la tesis “The Social and Economic System of the Spanish development of the Encomienda” publicada a su regreso a Quito el 42, en 88 pags. El Prof. Joseph Connory tuvo a cargo la dirección. Entonces escribió un ensayo largo sobre la Arqueología de Loja a base de los hallazgos de Max Uhle en el austro ecuatoriano. Trabajo novedoso y útil que aún permanece ^ inédito.
Para la invasión peruana en Julio del 41 acompañó a su padre a New York a fin de adquirir armamento para la Junta de Defensa, labor que se presentaba asaz difícil porque los Estados Unidos estaban en guerra con el Japón; de todas maneras algo se pudo conseguir.
En Junio del 43 contrajo matrimonio con su prima segunda Cecilia Barba Larrea y habitaron en el tercer piso de la casa paterna hasta que el 44 les nació el primogénito y empezó la construcción de una casa en la parte posterior de la Quinta, que daba a la calle Texeira hoy Versalles, pero como no existían facilidades para adquirir materiales, el asunto se prolongó hasta el 47 que pudieron cambiarse.
El 43 visitó con su padre al hermano Jacinto Pankieri, de la orden salesiana enfermo en la misión salesiana de Méndez, quien falleció poco después, el 44.
Ese año viajó con su esposa e hijo a New York para hacerlo tratar de desarreglos gástricos. Estuvieron hospedados tres meses en el Essex House y desde entonces tomaron la costumbre de regresar anualmente para los meses de invierno (diciembre a Marzo) al mismo provincial. El 54 ejerció la presidencia de dicho organismo y consiguió liderar un equipo de trabajo en el que estaban representadas todas las tendencias políticas, que hizo posible la realización de obras de urgentes necesidad, como la conclusión de la vía Quito – Chone.
El 56 ayudó a fundar el movimiento político Alianza Popular que con el partido Conservador apoyó al candidato presidencial Camilo Ponce Enríquez y salió electo Diputado por el Pichincha. Ponce ascendió al poder y Jijón Caamaño a la presidencia de la Cámara de Diputados tras derrotar al candidato de la oposición Dr. Otto Arosemena Gómez, con quien mantenía una cordialísima amistad.
El 57 Arosemena tomó el desquite y logró la presidencia contra Jijón Caamaño, quien a su vez fue electo nuevamente en el 58, presidió el Congreso Extraordinario de ese año y fue reelecto en la presidencia de la Cámara el 59, de suerte que ganó tres elecciones y perdió una.
Esa fue su mejor época, era una figura política de renombre, tenía la simpatía del país por sus acertadas actuaciones, ingénita bondad y proverbial don de gentes que abría todos los corazones sin despertar antipatías. También la fábrica marchaba bien, pero influenciado por el franquismo español que vivía su mejor época, se le ocurrió rehabilitar el título nobiliario de Conde de Casa Jijón vacante desde siglo y medio atrás por fallecimiento del segundo poseedor Francisco Jijón y Chiriboga.
Cabe indicar que en 1917 su padre Jacinto Jij ón y Caamaño había solicitado la rehabilitación sin éxito pues por entonces no deseaban en Madrid que los títulos nobiliarios salieran de España. El 44 preparó las pruebas nobiliarias con motivo del nacimiento de su nieto primogénito, ahijado y tocayo, Jacinto Jijón – Caamaño y Barba, para quien dio a la imprenta un interesante folleto genealógico conteniendo ese material, de suerte que el camino legal quedaba expedito para que su hijo Manuel pudiera presentarse a la rehabilitación del título en cualquier momento, impidiendo que algún ciudadano español emparentado lejanamente con los Gijón de España pudiera pedirlo y llevárselo, utilizando como soporte a algún ascendiente común con el primer Conde Miguel de Jijón y León En 1955 presentó las pruebas y tras pagar los impuestos le concedieron la tenuta el 58, es decir, cuatro años después: para entonces ya era miembro de la Asociación de Hidalgos con sede en Madrid.
En 1960 donó con su madre el Museo Jijón Caamaño a la Universidad Católica de Quito conteniendo obras de arte y doce mil piezas de arqueología de gran valor. El 62 se conoció en el país el asunto del condado y viajó con su esposa e hijos a Europa. En Londres estuvieron un año mientras en Quito la revista La Calle mantenía una campaña de burlas ridiculizándole ante la opinión pública y cometió el error de mandar a dos padrinos a desafiar a duelo a su lejano pariente por Carrión, el periodista Alejandro Aguirre, pero el asunto no prosperó. Tampoco faltó un avívato que inauguró una boite central que llamó “El Conde” dizque para beber y bailar en su honor. Así fue como concluyó su posible nominación presidencial de la que se venía tratando con insistencia en los medios conservadores del país.
Desligado de la política enteramente, en 1970 aceptó la designación de Embajador de la Soberana Orden de Malta en Quito. Como miembro del Cuerpo diplomático empezó a llevar una vida social aún más intensa, matizada de continuos viajes al exterior.
En 1975 se produjo una huelga general en las instalaciones de la fábrica de casimires Chillo Jijón que fue muy agresiva pero logró superar. Se reabrió la fábrica y tras dos años de fricciones logró venderla en 1977 con los terrenos, edificios y maquinarias a bajo precio por supuesto. El comprador la cerró.
El 84 falleció su madre de casi noventa y cinco años y sin enfermedad aparente. El 85 vendió la Biblioteca y el Archivo de su padre a un precio simbólico al Banco Central del Ecuador. El contrato se firmó en condiciones ventajosísimas para el país porque su dueño deseaba beneficiar a los investigadores y público lector con algo que él siempre había considerado parte del patrimonio cultural de la nación y sabiendo que solamente uno de los varios incunables – la revista internacional Cosmos editada en francés por Humboldt – valía la totalidad del precio que fue fijado simbólicamente en la cantidad de veinte millones de sucres. La biblioteca – archivo estaba perfectamente catalogada y contenía entre otros muchos libros y documentos la tercera parte del archivo Sucre, el archivo Flores, un cuaderno de diario del
Conde Miguel Jijón, los documentos de la expedición de Maximiliano a México, las obras completas de Humboldt con numerosos dibujos, gráficas y apuntes de su autoría, siendo la única colección completa de obras de Humboldt existente en el mundo, etc.
Igualmente se deshizo de la parte delantera de la Quinta incluyendo la casa construida por su abuelo y que había sido de su padre, reservándose la parte posterior con la casa donde había estado el Museo y la construida por él en 1944 al 47 que aún habitaba.
El 16 de Abril de 1988 su esposa concurrió a la celebración de la novena de la Dolorosa y se agripó. Al día siguiente amaneció mal y fue paulatinamente empeorando con diversas complicaciones al punto que falleció de septicemia el 15 de Mayo. El viudo quedó inconsolable y jamás se repuso de tan duro golpe moral.
En 1990 a los setenta años de edad comenzó a escribir unas memorias de su vida. El 92 renunció a la representación diplomática de Malta pues la ausencia de su esposa le mantenía sumamente triste. El 93 sufrió un infarto en el ojo derecho y aunque mejoró notablemente no recuperó la visión de ese lado y tuvo que usar un lente oscuro. Era el único ciudadano ecuatoriano que ostentaba un título de nobleza español. El 98 donó a la Municipalidad el monumental Arco de la Circaciana, que había servido de puerta de entrada al Palacete familiar y ahora está ubicada en el parque de El Ejido como uno de los más importantes símbolos de esa zona turística.
Su estatura más bien baja, trato cortés, amable, fino, rostro y manos blanquísimos, contextura, musculada, ojos celestes tirando a grises y pelo ondeado que fuera rubio y después plateado. Su notoria sencillez pecaba de ingenuidad pues tuvo aquella bonhomía de los antiguos quiteños que todo lo hacían con naturalidad. Para lo que poseyó, estaba casi pobre, devido a su afición al juego, pero conservando las costumbres de siempre, que le permitía darse generosamente sus lujos y “ser servido por once pajes y dos choferes, todos ellos uniformados”.
Falleció en la casa de su hacienda Chillo – Jijón de ochenta y tres años de edad la tarde del viernes 14 de Noviembre del 2003 cuidado por su ex nuera Margarita Guarderas. Su hijo Jacinto declaró que no solicitaría el título pero luego cambió de idea con todo derecho, porque no existe nada
vergonzoso en ello y por el contrario es timbre de legítimo orgullo que los ecuatorianos debemos respetar, y desde el año 2005 es el IV Conde de Casa Jijón, faltando únicamente recordar que el primer Conde está considerado uno de los sujetos más ilustrados y valiosos que ha producido nuestra Patria en todos los tiempos y cuya biografía puede leerse en este Diccionario.
edificación vecina, sede del Archivo Metropolitano de Historia. El conjunto arquitectónico tenía su alto muro perimetral presidido por un Arco de ingreso tallado en piedra, hoy en el parque de la Alameda. Los interior son de finos acabados de madera.(1)
Realizó sus primeros estudios desde 1895 bajo la tutela del hermano (Giacinto) Jacinto Pankeri, que a pesar de poseer dos títulos universitarios no era sacerdote y estaba asignado a la Orden salesiana, quien le enseñó el amor a los libros y al prójimo, moldeó su carácter suave y dócil de por sí, conduciéndole por los caminos de las ciencias lingüísticas y antropológicas, así como también hacia los idiomas italiano, francés, inglés y alemán.
Como hijo único, huérfano de padre a los diecisiete años, se convirtió en el apoyo de su madre viuda a la que dedicaba buena parte de su tiempo. Casi sin amigos por su educación aislada, era un joven tímido que sin ser huraño ni meditabundo pasaba años más tarde por persona adusta pues jamás bebía más de una copa de vino y esto es, según la ocasión; que solía imponer el órden y el aseo por encima de todas las cosas, parco en el hablar, en el reír y en lo expresivo, incapaz de una interjección o de un abrazo, nunca una carcajada estrepitosa; hablaba más bien lento y pensando cada palabra y casi en voz baja, la gente le tenía por un ser lejano que ponía distancia en todo cuando en realidad era bonísima persona pero como no tenía el don de la gracia ni del chiste, parecia lejano, casi inaccesible. Alto, medía 1,92 de estatura, delgado (asténico) tez color canelita. El pelo crespo y ligeramente ensortijado. Siempre elegante inclusive en el interior de su domicilio, lo que se dice, vestido como para salir a la calle. Jamás mujeriego ni escandaloso. En él todo era serio – casi solemne – y meticuloso.
Desde 1901 siguió la secundaria en el colegio “San Gabriel” de los jesuitas donde exagerando la nota cursi le solían vestir de monaguillo en las solemnidades religiosas y el Arzobispo González Suárez apreciando su talento decidió formarle como investigador de las ciencias históricas y arqueológicas, hasta entonces poco conocidas.
En 1906 figuró entre los socios fundadores del Centro católico de obreros y escribió una conferencia sobre el Ahorro. En 1908 se graduóde Bachiller en Filosofía y Letras pero como “no estaba seguro de su orientación intelectual, se creyó llamado al estudio del derecho y comenzó los cursos en la U. Central”. Ese año falleció su padre y el hermano Pankeri se había reincorporado a su Congregación pues los salesianos regresaron al país y aunque terminaría de misionero en la región oriental de Méndez nunca cortó sus lazos de amistad con su discípulo, al punto que le siguió sirviendo en sus trabajos arqueológicos, industriales y arquitectonicas.
E1 24 de Julio de 1909 González Suárez lo escogió para conformar la Sociedad de Estudios Históricos Americano después transformada en Academia Nacional de Historia junto a otros jóvenes intelectualizados como Luís Felipe Borja hijo, Alfredo Flores y Caamaño, Cristóbal de Gangotena y Jijón, Calos Manuel Larrea Rivadeneira, Aníbal Viten’ Lafronte, Juan León Mera Iturralde y José Gabriel Navarro.
Ese año inició su carrera de arqueólogo excavando en los terrenos de la hacienda del Hospital en Urcuqui, que acababa de heredar y en el molino del Quinche; el hermano Pankeri vigiló los trabajos de campo y Juan León Mera Iturralde dibujaba y tomaban fotografías. Semanas después extendió los trabajos a la hacienda Ignaro. También asumió la presidenca del Centro Católico de Obreros.
En 1910 su autoritaria mamá no quiso que viajara a la frontera como soldado raso durante la movilización armada con el Perú y le consiguió en la Cancillería el cargo de Adjunto Civil a una Embajada Extraordinaria que presidió Nicolás Clemente Ponce en Bolivia por el centenario de la independencia de ese país. Ya para entonces había comenzado a fumar cigarrillos rubios, inocente costumbre que no abandonaría jamás.
En octubre de 1911 regresó a Quito y de inmediato retomó las obras iniciadas en Urcuquí y en la zona del Quinche, y las amplió hasta el área de Imbabura. En abril de 1912 concluyó la clasificación de los objetos encontrados, ingresó a la Sociedad Jurídico – Literaria y quiso contraer matrimonio con Lola Lasso Chiriboga y hasta cambiaron de aros, pero su madre se opuso en razón de pertenecer la novia a una familia donde sus dos hermanas habían casado con prominentes liberales, aunquetambién se ha comentado a sotto voce que existía entre los novios un parentesco “íntimo” y para alejarlo de Quito le aconsejó que debía perfeccionar su formación en Europa.
La señora vendió dos haciendas: El Hospital y Piñán y con su hijo y su mejor amigo Carlos Manuel Larrea Rivadeneira partieron a París. La ausencia duraría cuatro largos años. Se alojaron en el Ritz, visitaron a la tía Victoria Caamaño viuda del comerciante millonario y pastuso apellidado Felipe Díaz – Erazo quien vivía en un Palacio. Tenía cinco edificios y nada menos que en la avenida Foch. Al poco tiempo los jóvenes viajaron a Londres e intervinieron en el Congreso de Americanistas. Allí publicó “El Tesoro de Itchimbia” en 19 páginas. Estudiaron en el Museo Británico, visitaron la casa de Ana Caamaño de Flores (prima hermana de la madre de Jacinto) quien vivía con sus dos hijas: Rosa Laura y María Luisa y se entusiasmó con ésta última, quien tocaba muy bonito al piano, tenía una linda voz, había culminado el bachillerato en el Colegio francés de Lima, buena lectora, de conversación agradable y segura, inspiraba confianza aunque era dos años mayor a Jacinto. De vuelta a París se matricularon los viajeros en la Sorbona.
En 1913 y con una carta de recomendación de González Suárez conocieron a Paul Rivet, con él estudiaron Antropología, Física y Craneología y con René Verneau y Salomón Reinach, Etnología y Lingüística. En 1914 representaron al Ecuador en el Congreso de Historia y Geografía de Sevilla y editó en Madrid “Contribución al conocimiento de los aborígenes de la provincia de Imbabura en la República del Ecuador” en 351 páginas, 80 figuras, 64 láminas y planos, aprovechando su estadía en la capital española para solicitar – aunque sin éxito – la rehabilitación del título de Conde de Casa Gijón y de otro más.
Nuevamente instalados en París, falleció su madre de cincuenta y ocho años de edad a causa de un cáncer al estómago, no sin antes hacerle prometer que casaría con su prima segunda María Luisa Flores Caamaño, lo cual aceptó el bonísimo hijo, que siempre fue una personalidad sin carácter con las mujeres.
Cabe anotar que durante esta primera estadía fuera del país se le hizo costumbre visitar tiendas de libros antiguos y raros y como siempre tuvo buen gusto y conocimientos del mundo cultural y científico europeo, logró hermosas adquisiciones. En un Ensayo biográfico suyo escrito por Francisco Febres Cordero se relata la anécodta siguiente: Ya viejo, estando a finales del siglo XX de viaje por Inglaterra preguntó por una obra de Humboldt, edición de lujo, ochenta centímetros de alto, ilustrada con la flora de América latina en varios volúmenes. Se le informó que se conocía la obra por referencias solamente pues como las acuarelas estaban pintadas a mano solo se hicieron cuatro copias. Una está en la Biblioteca de New York, otra en la de Berlín, la tercera se perdió y la cuarta en la biblioteca privada de un coleccionista ecuatoriano… Era la de Jacinto Jijón Caamaño por supuesto.
En 1916 volvió al Ecuador, con su amigo Larrea y trayendo los restos de su madre, inspeccionó la quebrada de San Sebastián, visitó las provincias del norte de la costa ecuatoriana y realizó excavaciones en los cerros de Jaboncillo y de Hojas, y en Manta, todo en Manabí. Región que anteriormente habían visitado González Suarez y Marshall H. Saville – sobre todo éste último – cuyo libro sobre las Antiguedades de Manabí deslumbró a Jijón y Caamaño, pero correspondió a éste el mérito de haber demostrado la existencia de lo que él llamó “La Liga de mercaderes” conformada por los señoríos de Salango, Salangame, Seracapes y Tusco y sus territorios adyacentes en la costa sur de Manabí, conforme lo relata la Crónica de Sámano – Jeréz.
También fue el primero en relievar la importancia de la navegación precolombina en la cultura Manteño – Huancavilca y el uso de la balsa como medio usual de transportación de personas y mercaderías a través de largas distancias y en mar abierto, usando la vela y varios timones o guaras que les permitieron arribar a las costas centroamericanas y mexicanas por el norte y por el sur al Perú.
Su carácter “sencillo, afable y generoso, hizo que abriera las puertas de su casa del centro para las reuniones semanales de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos, en las que se leían los trabajos y discutían los proyectos” y así nació el Boletín de la Sociedad que aún sigue aunque con distinto nombre y comenzaron a aparecer sus trabajos: “Un
Cementerio incásico en Quito y notas acerca de los Incas en el Ecuador” en 102 págs, 44 laminas y 5 dibujos escrito a medias con Carlos Manuel Larrea y “Artefactos prehistóricos del Guayas”, así como notas bibliográficas sobre los arqueólogos Alfonso Pastor y Marshall H. Saville.
El 1 de diciembre de 1917 falleció su maestro González Suarez y previo pago del debido precio adquirió su biblioteca particular, incrementando los libros que ya poseía sobre historia y arqueología. El 3 de agosto de 1918, a los veinte y ocho años de edad, luego de tres de postergaciones, realizó su matrimonio en Quito con su prima segunda María Luisa Flores Caamaño, pero ella no causó buena impresión por su inocultable arrogancia que terminó aislándola en la Circasiana con su esposo e hijos único y un selecto pero pequeño grupo de parientes y amistades.
Ese año apareció “Examen crítico de la veracidad de la Historia del Reino de Quito del padre Juan de Velasco, de la compañía de Jesús”, en 33 páginas, impugnando el valor de las leyendas como fuentes de la historia de los pueblos, pero le salió al paso Pío Jaramillo Alvarado y sostuvieron una larga polémica cuyo recuerdo aún perdura.
Jaramillo Alvarado manifestó que no debía confundirse la leyenda con la historia, distinción elemental que el padre Velasco estableció en su obra y agregó que de la fábula, la leyenda, la tradición se nutre la prehistoria que arraiga también sus raíces en la arqueología. Estos géneros de información tienen un valor peculiar y porque carecen del documento escrito, frio, severo, etc. no se llama historia sino prehistoria, esto es, narraciones de épocas en que se desconocía la escritura para la confección de documentos. La crítica analiza esas leyendas con procedimientos especiales y con ciencias de valor aproximativo como la toponimia, la antropología, la lingüística, la arqueología, para penetrar en el pasado y examinar la psicología de las civilizaciones muertas, generadoras de herencias latentes en el fondo de las razas.
Con los años se ha visto que Jijón y Caamaño tenía en parte la razón y que el libro del padre Velasco, escrito en el destierro de Faenza (Italia) es altamente meritorio porque contiene elementos rescatables al patriotismo, sirve de base de la nacionalidad anadina y la fundamenta, y así debe ser considerado, más que un libro de historia propiamente dicho. En todo caso, las genealogías de los reyes Shirys responde a la nación Puruhá, que a la llegada de los españoles dominaban las actuales provincias de Cotopaxi y Tungurahua, y debió tomarlas Velasco de la obra del Cacique Jacinto Collahuaso hoy extraviada. I hasta que aparezca, el asunto seguirá pendiente.
En 1919 invitó al sabio arqueólogo alemán Max Uhle a visitar el Ecuador con gastos de viaje y estadía pagados para que trabaje en el sur del país, propiamiente en las regiones de Loja, El Oro, Azuay y Cañar. Uhle tenía sesenta y tres años de edad y en nuestro país permaneció seis, descubriendo entre otras muchas cosas las ruinas de la antigua ciudad Inca de Tomebamba, capital de la zona norte del Tahuantinsuyo, pero al final. Salió de Ecuador disgustando con Dra. María Luisa, quien nunca quiso reconocerle su altísima condición de sabio y científico de forma internacional y pretendía que solo fuera un miembro más del servicio doméstico.
Jijón, mientras tanto, continuó sus notas Bibliográficas sobre G. Perrier y J. M. Le Gouhir Raud y viajó a la provincia del Chimborazo donde trabó amistad con el deán Juan Félix Proaño y con los jesuítas Manuel Reyes y José Félix Heredia, que lo ayudaron a realizar varios trabajos, sobre todo Heredia, que le hizo llegar unas ochocientas palabras puruhaes. Después investigó en la región de Guano, descubriendo la cultura “Tuncahuan”, así denominada por el montículo donde realizó las excavaciones, cuyo cementerio contenía los restos y “objetos con decoración negativa, con sobrepintura que no sigue exactamente el dibujo hecho al color perdido”.
De esos días son algunos de sus mejores obras como la “Contribución al conocimiento de las lenguas indígenas que se hablaron en el Ecuador Interandino y Occidental con anterioridad a la conquista española”, colaboró con Carlos Manuel Larrea en “Notas acerca de la arqueología de Esmeraldas (contribución al conocimiento de los aborígenes de La Tola.” Editó un estracto de la “Descripción del Perú” por el Lic. Pedro de la Gasca y “La historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España” escrita por el pdre Antonio Astraín.
En 1920 nació su único hijo: Manuel Jijón – Caamaño y Flores quien reivindicaría en 1958 el condado de
Casa Gijón, ingresó a la “Asociación Católica de la Juventud Ecuatoriana”, dió a la luz publica “Nueva contribución al conocimiento de los aborígenes de la provincia de Imbabura”, “Los Tinculpas y notas acerca de la metalurgia de los aborígenes del Ecuador” en 40 páginas y notas bibliográficas sobre los antropólogos G. de Crequi – Montfort, Paul Rivet, Otto Proedin, Erland Nordenskicel y Carlos Grijalva.
Por esos años terminó la construcción y se trasladó a vivir a su villa “La Circasiana”, ubicada en la calle Colón, un verdadero palacete que hizo decorar por diferentes artistas, donde gozó de amplios espacios y edificó un anexo para Museo, Archivo y Biblioteca, con óleos de ceremonias y ritos indigenistas ejecutados en estilo art nouveau por Camilo Egas. Mandó a tallar en piedra el gran portón de entrada con el relieve de “La despedida de los Centauros” por Luís Mideros. Construyó un enorme comedor con piso de marmolo rojo y chimenea de piedra, aplicaciones en madera tallada y la yesería con los escudos nibiliarios de la familia, así como una amplia terraza cubierta de vidro bajo la cual estaba la piscina. En otras secciones – conectado al edificio central por un largo túnel subterráneo, depositó la parte del
archivo del General Flores que había heredado su esposa y los miles de libros y revistas científicas que iba atesorando y que cuidaba, limpiaba y ordenaba el bibliotecario Eliseo Murillo, personaje de toda confianza que estuvo ocupando ese cargo por muchos años, siendo la única persona que laboraba en la biblioteca.
Dividía el tiempo entre su hogar, la dirección de sus propiedades urbanas y rurales, la fábrica de hilados y tejidos y las excavaciones arqueológicas. Las mañanas a lo primero y las tardes a escribir. Lamentablemente no pudo viajar a la provincia del Guayas como tenía previsto pues allí hubiera hallado restos más antiguos que en la sierra.
En 1921 continuó las notas bibliográficas y escribió sobre el padre Jesús Arriaga y Rafael Karsten, inició una serie con rarezas inéditas tomadas de su biblioteca con el poema culterano del siglo XVII denominado “Armas Antárticas” de Juan de Miramontes y Suázola en dos tomos y publicó un comentario sobre una carta del General Rafael Urdaneta, en 8 páginas.
En 1922 conmemoró el centenario de la batalla del Pichincha con una hubo consecuencias Entonces decidió acabar con los gobiernos liberales y adquirió armas en los Estados Unidos. Con Manuel Sotomayor Luna y Orejuela se alzó al frente de una guerrilla conservadora contra el Presidente liberal Gonzalo S. Córdova, pero fueron derrotados en la acción armada (que se dio en su hacienda San José de Ambi el 12 de septiembre del 24, en las cercanías de la población de Ibarra.
La acción comenzó a las 3 y V de la tarde y finalizó a las seis con el desbande general de los reclutas revolucionarios que dejaron noventa y seis muertos y sesenta y dos heridos apresados en el campo de batalla pues los restantes combatientes fugaron, mientras que los soldados del ejército muertos fueron dos y quedaron once heridos.
Jijón huyó hacia el norte seguido de algunos partidarios a caballo y por los páramos trataron de cruzar la frontera con Colombia a donde finalmente arribó con la ayuda del presidente conservador Pedro Nel Ospina y por Barbacoas y Buenaventura partió a Lima donde se le unieron su esposa e hijo, mientras que el globiereno del presidente Gonzalo Córdova lo condenó en ausencia al destierro.
Alojados en el hotel Bolívar le llegó la noticia que la Academia Nacional de Historia había expulsado de su seno a su cuñado Alfredo Flores y Caamaño por vender al gobierno de Venezuela diez tomos de correspondencia del Mariscal Sucre, propiedad del archivo Flores – herencia de su padre – y al mismo tiempo – en actitud supina – lo habían reelecto a Jijón Caamaño como presidente de dicha entidad.
En tal disyuntiva quiso comprar los famosos diez tomos para que permanecieran en Quito pero ya la negociación estaba realizada y viendo que sus amigos consocios no le guardaban las espaldas renunció a la Academia muy a pesar suyo. Este episodio aún se recuerda con pena pues Jijón era el mecenas que sostenía los gastos de publicación de la entidad. Después de su renuncia y como nunca falta un cirineo, el incansable y acucioso Isaac J. Barrera asumió enteramente la dura tarea de andar solicitando dinero para cubrir los costos e impedir la desaparición de la entidad ¿I el resto de los académicos? Bien gracias.
Su destierro en varios meses en Lima no fue tiempo improductivo pues trabajó en el sitio “La Legua” continuando las investigaciones de unas huacas ubicadas en las cuevas de “Maranga”, que años antes había descubierto Max Uhle al estudiar la cultura “Proto – Lima”, En esas labores coincidió con el Profesor A. L. Kroeber de la Universidad de California y con Julio Tello de la de Lima. “La sección más selecta y ordenada del Museo Jijón esta constituida por la riqueza arqueológica procedente de estas excavaciones, consistente en envoltorios de cadáveres, cerámica, tejidos, artefactos, ídolos y amuletos”. Después visitó el Cusco, las ruinas de Pachacamac y Tiahuanaco y bajo la influencia del gran escritor e investigador peruano José de la Riva Agüero y Osma dió forma al pensamiento tradicionalista (facista) y escribió “Política conservadora”, alegato que contiene el ideario y la posición histórica y doctrinal de ese partido. Entonces se produjo la revolución del 9 de Julio de 1925, llamada por eso “la Juliana,” que alejó del poder a los liberales.
Con tal buenos auspicios preparó su regreso al país, pero su presencia entre sus connacionales duró poco tiempo pues a causa de unas aclaraciones que disgustaron a los militares jóvenes de ^ la Junta de Gobierno fue apresado
en Ambato y enviado al destierro en un barco de la armada que acoderó en el desierto puerto de Paita, donde casualmente se hallaba el defenestrado presidente Córdova y su familia.
El encuentro fue sorpresivo como no podía ser de otra manera pero fue conducido al mejor hotelito de la población donde se alojaba Córdova, con quien empezó a verse diariamente y terminaron por amistar y tomar café juntos en una fonda cercana. Poco después arribaban a Paita su esposa e hijo y ambas familias llegaron a ser buenas amigas.
En 1926 pudo regresar al Ecuador, comentó la conveniencia de llevarse todo el oro y la plata de los bancos guayaquileños para crear el Banco Central. Estuvo poco tiempo en Quito pues de nuevo le desterró la dictadura de Isidro Ayora, que fue muy dura en esos primeros tiempos, viajó con su esposa e hijos a Panamá y luego a San José de Costa Rica. Finalmente residieron en el hotel Majestic de París.
A fines de 1928 volvió al país ya libremene tras cuatro años de destierros y se instaló en Riobamba;
En 1933 desempeñó la cátedra de Etnografía Ecuatoriana en la U. Central. En 1934 salió “Los orígenes del Cuzco” en tres entregas de 33,59 y 41 páginas y “La fecha de fundación de Quito” en 8 páginas. Entonces fue candidatizado por el conservadorismo a la presidencia del Concejo Cantonal de Quito, triunfó en las elecciones y presidió los festejos del IV Centenario de la fundación, fecha que lo motivó a emprender una de las obras más serias y documentadas de la bibliografía ecuatoriana, la vida del conquistador Sebastián de Benalcázar a través de sus campañas en América y desde sus orígenes en España, para lo cual se preparó debidamente y editó el volumen I en 1936 y el segundo el 38.
Esposo cariñoso, amantísimo padre pues siempre se llevó bien con su hijo único, amiguo afectuoso y generoso protector de investigaciones. Buena parte de su fortuna invertía en publicar trabajos incunables que bien sabía que no eran para consumo del groso público si no de unas cuantas bibliotecas especializadas.
“Le gustaban los trabajos agotadores, casi interminables, el material que poseía para sus investigaciones y conclusiones era su más preciado aliado. Asombra su dedicación al estudio, el acopio de documentos, la recolección de material, su dinamia para la formación de un archivo, su constancia para la realización de un Museo y una Biblioteca que incitan a la admiración plena. Se había impuesto voluntariamente un horario estricto de trabajo que lo guardaba con severa disciplina. A él debían sujetarse incluso, los favorecidos con su amistad o los consultores de su copiosa biblioteca.
Por la mañana concurría a la fábrica, almorzaba en casa y por las tardes se hacía entregar el material solicitado el día anterior y se encerraba a leer y a escribir en su Biblioteca, después lo devolvía al estante de donde los había tomado. “Escribía a mano, en grandes y claros caracteres, con enmiendas que se le ofrecían en el proceso de la redacción”. Dedicaba las veladas nocturnas a su hogar y así, casi sin interrupciones, transcurrió su vida entre 1928 y el 40, año en que su esposa lo obligó a intervenir activamente en la política pues doña María Luisa siempre fue una mujer de estatura más bien pequeña, que tocaba el piano, había pasado su juventud en Lima, era orgullosa, imponente y de carácter, ya que desde niña, cuando era alumna del Colegio de los Sagrados Corazones enGuayaquil siendo hija del intendente y sobrina del Gobernador, se la conocía por consentida y voluntariosa y luego sufrió la persecución de su familia. Amaba el poder y hacía que su esposo perdiera parte de su valioso tiempo en la politiquería lugareña cuando por sus talentos estaba llamado a cultivar la ciencia a tiempo completo.
La biografía de Benalcázar consta de tres tomos que aparecieron en 1936, 38 y el 49 inconcluso. La mayor parte de los ejemplares salieron al exterior y la obra es casi desconocida en el país.
En 1935 fue rodeada su oficina en la calle Sucre mientras se encontraba reunido con varios dirigentes conservadores y tuvo que salir otra vez al destierro, en su auto particular, con su esposa e hijo. Tres meses vivieron en Popayán y regresaron a Quito; sin embargo el 37 otra vez fue desterrado por la dictadura del General Alberto Enríquez Gallo y tuvieron que salir con destino a los Estados Unidos.
Establecidos en Los Angeles, California, adquirió una casa y matriculó a su hijo Manuel en el Colegio Loyola de los jesuitas. Tenía jardinero que era a la vez mayordomo y una empleada doméstica, adquirió un automóvil que manejaba su esposa, pues a ella le encantaba hacerlo, se hizo socio de un club donde su hijo practicaba el tennis.
En 1938 imprimió la separata de un capítulo de Benalcázar que denominó “Las naciones indígenas que poblaban el occidente de Colombia, al tiempo de la conquista según los cronistas castellanos”, que ha conocido varias ediciones colombianas. En 1939 salió “Materiales para el mapa lingüístico del occidente de Colombia” en 8 páginas y fue candidatizado a la presidencia de la República. En las elecciones celebradas entre el 10 y el 11 de enero de 1.940 triunfó el liberal Carlos Alberto Arroyo del Río con 43.642 votos, seguido del populista José María Velasco ibarra con 22.061 y de Jijón con 16.376 pero como hubo fraude ejecutado por el Presidente interino Andrés F. Córdova, los aviadores se levantaron en Quito en son de protesta.
Entre 1940 y el 41 publicó en México la “Memoria para la historia de la provincia que tuvo la Compañía de Jesús en Nueva España” por el padre Javier Alegre, compuesta en 1770 durante el destierro en Bolonia, en dos tomos; el manuscrito se conserva en su biblioteca en la letra de un copista y correcciones de Jijón y Caamaño, había sido hallado en Europa por González Suárez de quien lo había adquirido en 1917. igualmente, de los 40, es su obra “La devoción al sacratísimo Corazón de Jesús de la República del Ecuador” erudita en detalles y por eso de alguna importancia, cuya documentación le fue proporcionada por el joven investigador Rafael Euclides Silva Orquera, por entonces en el convento dominicano de Quito.
El 1940 editó el segundo volumen de “El Ecuador interandino y Occidental” antes de la conquista castellana”, cuya vesión final consta de cuatro tomos, el tercero apareció en 1923 y el cuarto en 1947 (5ó6, 555, 670 y 788 páginas) Este es un libro clásico, su obra maestra, resumen de todos sus conocimientos lingüísticos y antropológicos, donde incluyó como capítulos varias de sus publicaciones. Obra magna de la más elevada ciencia sudamericana, de la que existe una segunda edición en dos tomos en los años ochenta que también se agotó enseguida, la obra amerita varias ediciones más.
El Ecuador interandino y Occidental o sea El Ecuador andino y tropical que es como debe leerse en puridad, pues nuestra nación tiene esa doble calidad (por eso se ha dicho que Guayaquil es el último puerto sudamericano ubicado al sur del Caribe) contiene datos de primera mano, análisis de su prodigiosa erudición y basta labor antropológica, lingüística, arqueológica. Esta considerada la obra mayor de un sabio escrita para el enriquecimiento cultural de la ecuatorianidad y honra a nuestra cultura ante el continente y Europa, pues así fue como la concibió el autor, como la más importante publicación científica del país de todos los tiempos, síntesis y selección final de su pensamiento y obra, es pues, sin duda alguna, el libro mayor del Ecuador.
El 41, al producirse la invasión peruana, fue comisionado por el gobierno ecuatoriano para viajar en secreto a los Estados Unidos a fin de adquirir un avión militar. Lo hizo en compañía de un alto oficial de las fuerzas armadas y de su hijo, vieron los aviones, el militar escogió el que le pareció más útil para los fines bélicos que se perseguían, Jijón y Caamaño pagó el precio solicitado y regresaron con la nave aérea a Quito cuando había cesado el fuego.
En 1943 fue llamado para integrar el “instituto Cultural Ecuatoriano” encargándose de la confección y publicación del volumen dedicado al Arzobispo González Suárez que apareció ese año. El 44 el gobierno transformó al instituto en la actual Casa de la Cultura Ecuatoriana y Jijón pasó a formar parte de la sección de Ciencias Históricas y Geográficas por la rama de la arqueología, interviniendo en la discusión y aprobación de los estatutos. El 45 publicó el primer volumen de las obras de Miguel Cabello Balboa y escribió “Antropología prehispánica del Ecuador” donde trató de reunir todos sus ensayos anteriores libres de los detalles que interesan solamente a los especialistas, innecesarios para el lector común, para quien pensaba dirigir esta obra. Lastimosamente se interpuso su enfermedad final y su muerte y recién en 1952 apareció impresa en Quito cuando ya no estaba.
En 1946 conmemoró el iV Centenario de la erección del Obispado de Quito con un folleto de 6 páginas y el 1 de Diciembre fue electo Alcalde de Quito por votación popular con 10.902 votos contra 4.037 del socialista Juan isaac Lovato y 988 del liberal José Rafael Bustamante.
Durante su mandato se creó el primer barrio obrero que tuvo la capital y consiguió un préstamo del Eximbank de Washington para el agua potable. En 1947 publicó en homenaje al nacimiento de su primer nieto y en cien ejemplares solamente “Ascendientes de Jacinto Jijón – Caamaño y Barba, nacido en Quito el 31 de marzo de 1944, con abundante documentación genealógica. Ese mismo año editó “Phylum macro Chibcha de superphylum hokan – siouan” como apéndice a su obra “El Ecuador interandino y Occidental” y costeó la edición de Toponimia y Antroponimia del Carchi, Obando, Túquerres e imbabura” de su amigo el investigador Carlos Emilio Grijalva. Ese año fue designado Caballero de la Orden de Malta.
En 1948 escribió un estudio sobre “Las culturas andinas en Colombia” que no pudo dar a la imprenta porque en Noviembre del 49 empezó a sentirse mal de salud con un dolor a la cintura. En Marzo del 50 viajó con su familia a atenderse a los Estados Lindos donde lo operaron de piedras a la vesícula encontrándole un tumor canceroso grande en el páncreas. Volvió a Quito sin saberlo, más demacrado. Ya no era el hombretón atlético de antes, que montaba a caballo y cazaba en los páramos y como siguió empeorando ya no se levanto.
A las cinco de la mañana del día de San Jacinto llamó a su hijo y le dijo que iba a morir como efectivamente sucedió una hora más tarde, sin sentir dolores porque los médicos le habían cortado los nervios adyacentes al páncreas. Era el 17 de Agosto de 1950, justamente casi al cumplir sesenta años de edad, diciéndole a su hijo un día antes de su fallecimiento; “Yo me estoy muriendo y el misterio es no saber de que me muero”.
Fue velado con honores en la Municipalidad y enterrado en el mausoleo de su familia en el cementerio de San Diego.Su desaparición consternó al mundo científico americano. Fue todo un carácter: laborioso, metódico y serio y hubiera podido entregar mucho más al país de no haber tenido la esposa que su madre le dio, que lo metía en líos políticos cada vez y cuando.
Ante todo fue “un agente multiplicador de talentos y de inquietudes”. “No fue un intelectual puro porque en el Ecuador esto aun constituye una utopía, ordenado, metódico y disciplinado, fue de todo en la vida, se dio tiempo para todo, para industrial, hacendado y político” y como sabio dejó numerosas obras que hablan muy alto de su inteligencia, versatilidad e imaginación.
Sus deudos donaron el Museo a la Universidad Católica de Quito que lo mantiene abierto al público y vendieron la Biblioteca y Archivo al Banco Central en una suma simbólica – veinte millones de sucres – sabiendo perfectamente que solo la Colección de la revista “Cosmos” editada en francés, durante el siglo XIX, por Humboldt, valía más. Por eso se ha dicho que realmente constituyó una donación, bajo el aspecto de una venta simbólica que realizó su hijo Manuel al Estado Ecuatoriano.
El 2011 dicha Biblioteca fue reinaugurada en el nuevo edificio adquirido por la Academia Nacional de Historia en la Avenida Seis de Diciembre y Roca con quince mil títulos y tres mil periódicos debidamente catalogados.
Asténico, de estatura elevada, delgado, blanco aunque curtido por el sol, paternal y caballeroso, se granjeaba las simpatías de las gentes, el respeto de los intelectuales y el aprecio de sus copartidarios y amigos. El padre José María Vargas 0. P. ha publicado su biografía. Angel Felicísimo Rojas ha dicho que como científico fue más que como político, fiel a si mismo porque luchaba por laclase a la que se pertenecía y defendía la fortuna heredada, que en parte dedicó a la investigación científica, a los estudios y trabajos arqueológicos, en los cuales gastó muchísimo dinero, de manera que es un benemérito de la Patria y del pensamiento científico ecuatoriano.
En 1956 aparecieron “Las culturas andinas de Colombia” y “Antropología prehispánica del Ecuador, las civilizaciones de Centroamérica y el noroeste de Sud América y las Culturas Andinas de Colombia,”con sus conclusiones muy particulares de juicios emitidos por especialistas sobre problemas no bien estudiados, de manera que viene a ser un recuento de los estudios arqueológicos de ese país escrito al más alto nivel.
Fallecida doña María Luisa la Circaciana fue vendida al gobierno por su hijo Manuel en 1985 y hoy es sede del instituto nacional de Patrimonio Cultural.