MAESTRO Y ESCRITOR.- Nadó en Otavalo. Provincia de Imbabura el 27 de Febrero de 1905. Hijo legítimo de Alejandro Jaramillo Torres y de Virginia Pérez Dávila, de esa jurisdicción.
Miembro de una larga familia de siete hermanos, estudió la primaria en la escuela Diez de Agosto de su lugar natal entre 1913 y el 19 y habiendo ganado un concurso estudiantil obtuvo una beca para cursar el internado del Normal Juan Montalvo de Quito, donde permaneció hasta 1924, bajo la dirección de profesores de la talla de Leonidas García, Manuel Utreras Gómez, Leopoldo N. Chávez y de los miembros de la II Misión Pedagógica alemana, radicales innovadores de las técnicas pedagógicas en el Ecuador.
En 1924 egresó del Normal y regresó a Otavalo de profesor de la escuela Diez de Agosto. El 25 murió su madre. El 26 presidió la Sociedad Artística de Otavalo. El 27 ascendió a Director y ejerció dichas funciones hasta el 35 con notable contracción.
Mientras tanto el 27 había contraído matrimonio con Virginia Rodríguez Dávila, unión estable y feliz, sin hijos, y comenzó a hacer periodismo en los semanarios “Adelante” y “La Pluma”. El 39, al inaugurarse el ferrocarril del Norte Ibarra – San Lorenzo, fuecondecorado con la Medalla de la Junta Patriótica por sus gestiones en pro de la conclusión de la obra y por el folleto titulado “Perspectivas de la educación bajo la influencia del ferrocarril a San Lorenzo” breve ensayo premiado por la Dirección de Estudios de Imbabura.
El 31 escribió sobre la educación en el Ecuador, que apareció parcialmente editado en la revista educativa de Ministerio, ese año.
En 1935 fue ascendido a Director Provincial de Educación de Imbabura y su nombre comenzaba a ser pronunciado con admiración y respeto entre sus numerosos alumnos, muchos de ellos notables personalidades de la vida pública del país. (1)
El 37 pasó a ocupar la Dirección Provincial de Educación del Tungurahua y en Ambato colaboró en la revista educativa “La Casa de Montalvo”.
El 39 volvió a su provincia llamado por la Superioridad de colegio Teodoro Gómez de la Torre y dictó las cátedras de Historia. Arqueología, Etnología, Geografía, pues su especialidad fueron siempre las ciencias sociales, hasta que el 43, por iniciativa suya, empezó a funcionar el Colegio Municipal “Otavalo”, en esa cabecera cantonal del que fue primer Rector hasta Junio del 44 que se fundó el Colegio “Mañanita de Jesús”.
El 45 fue Rector del “Veintiocho de Mayo” hoy llamado “Abelardo Moncayo”, de Atuntaqui. El 46 regresó al rectorado del “Otavalo” y ejerció dichas funciones en forma ininterrumpida hasta 1960 que se acogió a los beneficios de una merecida jubilación.
En 1949 intentó una Monografía de Imbabura con Isaac J. Barrera, Leopoldo N. Chávez y Enrique Garcés, dicha obra no se ha publicado todavía. Para esa fecha ya había iniciado sus investigaciones arqueológicas a nivel provincial llevado por un entrañable amor a lo auténtico y a lo didáctico, recorriendo la zona norte del país, admirando y apreciando la belleza del paisaje y la riqueza del legado ancestral imbaya.
Como auténtico didacta se empeñó en despejar la arqueología del aura de tecnicismo inasequible al hombre común y expuso en forma sistematizada y lenguaje diáfano para los no iniciados, el sentido poético de la vida autóctona y de la cosmovisión del aborigen, así como la vida en detalle del pasado.
igualmente inició sin mayores pretensiones al principio, una colección que pronto se convirtió en el Museo de objetos prehistóricos de piedra mas grande y notable del país, cuidándolo esmeradamente “como parte de nuestra identidad y de nuestra alma milenaria” y por eso vibraba ante la armonía de un ceramio de contornos delicados y equilibrados volúmenes, reluciente de barniz de suaves matices, regado a los ojos y gozo del espíritu, o ante los ritmos elementales de hondura terrígena que brotan de las cañas de un rondador”.
En 1953 publicó una recopilación histórica bajo el título de “Participación de Otavalo en las guerras de la independencia”. El 55 un relato histórico sacado de los archivos coloniales con sabor a leyenda y bajo el título de “El señor de las Angustias”, expresión de su profunda fe religiosa, característica que siempre le distinguió.
Por entonces se había iniciado en Quito un movimiento dirigido por el Prof. Antonio Santiana Barriga, encaminado a estudiar al hombre ecuatoriano en sus rasgos morfológicos diferenciales. Jaramillo Pérez se sumó al grupo como miembro residente en ibarra y así se originó la idea de crear un instituto del Hombre Americano para perennizar su Museo arqueológico.
El 62 dio a la luz el más bello de sus libros “Imbabura, Agua y Paisaje”, en 382 páginas y 46 ilustraciones, poema en prosa sobre las bellezas naturales de su provincia, formada por numerosos ríos, lagos, cascadas, fuentes de aguas termales, dentro de la línea paisajista que inaugurara en la década de los años veinte José de la Riva Agüero en el Perú con “Paisajes peruanos” y continuaran tantos otros literatos sudamericanos.
De libro delicioso fue calificado entonces y a pesar del tiempotranscurrido sus descripciones horo – hidrográficas aún no pierden el brillo ni la belleza que supo imprimir a los sitios donde eglógicos poblados y blancas ciudades “sueñan en el regazo de la tierra, que en la magnificencia panorámica alcanza el más alto grado de exaltación”. i hubiera bastado solo esta obra para darle talla nacional de no haber tenido siempre ese espíritu lugareño, aferrado a su capital federal de imbabura, la ínclita Otavalo que le viera nacer, y esa fe sincera y convencida que le hacía practicar la humildad silenciosa, como virtud fundamental de todo hombre esencialmente cristiano; por eso no figuró en el plano nacional sino como Diputado por dos períodos y como Senador otros dos, siempre por el partido Conservador.
El 68 editó “Repertorio arqueológica imbaya” síntesis sobre la Arqueología en la Cuenca del Río Guayllabamba, en 354 páginas y 26 ilustraciones, con una erudita introducción de Carlos Manuel Larrea.
En 1971 publicó en el Boletín de la Academia Nacional de Historia un homenaje a isaac J. Barrera en sus ochenta años de fecunda vida.
También recopiló varios trabajos con biografías de “Otavaleños notables”. El 72 sacó “Corregidores de Otavalo”, en 220 páginas en la imprenta del instituto Otavaleño de Antropología que había ayudado a fundar y del que era miembro distinguido, la obra refiere a las autoridades de la región desde su fundación en 1557 hasta la separación del Ecuador de la Gran Colombia en 1830.
El 74 apareció “Hombre de Otavalo” en 134 páginas, ilustraciones y croquis, sobre el hallazgo del cráneo y de los restos fósiles en las orillas del río Ambi que primero se pensó que tendrían una gran antigüedad y luego se supo que las calcificaciones que arrojaban tanta edad, habían sido producidas por la proximidad del cráneo a una mina de cal. Entonces ingresó a la Sociedadde Amigos de la Arqueología de Quito con una tesis escrita sobre la Cerámica imbaya”.
El 78 se presentó como candidato a la prefectura de imbabura por el partido Conservador, ganó las elecciones y se dedicó de lleno a dotar a su provincia de sitios arqueológicos, restaurando lo que aún quedaba. I planificó revivir el templo al sol de los incas levantado a orillas del lago San Pablo, la plaza de armas de Atuntaqui considerada la mayor del reino de Quito, el templo de Chimavi en Pimampiro y el Palacio de Atahualpa en Caranqui. Lamentablemente se vivían los últimos tiempos de las dictaduras militares y existía en el país un fermento de resistencia cívica, de suerte que cuando quiso expropiar los terrenos de Pucará Bajo de Velásquez cercanos a la Laguna de San Pablo, ocurrió un sangriento enfrentamiento entre los policías fuertemente armados y los comuneros de ese lugar, con el resultado de cinco indígenas muertos y treinta heridos, pues los pobladores de esos contornos se opusieron al despojo, con toda razón. Este luctuoso suceso terminó con sus ambiciosos planes. Sus biógrafos han dicho en cambio, que le faltó tiempo y ayuda estatal para lograr todo ello; pero, sus ideas, expuestas con insistencia y tesón, han quedado en el ambiente para que las recoja alguna institución en el futuro.
El 82 publicó “Paleolítico y Neolítico en imbabura” en 351 páginas incluyendo 50 ilustraciones en blanco y negro y a color. Libro amorosamente escrito, como todo lo suyo, con el pasado de su terruño y descripción de sus colecciones arqueológicas y el análisis respectivo. (2)
El 83 renunció a la Prefectura por disensiones internas de partido y por cuanto debió sentir el cansancio propio de la enfermedad terminal y desde entonces se recluyó en su casa a escribir y leer cosas del país que tanto gustaba y le distraían y así transcurrieron algúnos meses, con la dignidad propia de los espíritus grandes, hasta que el domingo 29 de Enero de 1984 le sobrevino la muerte a causa de cáncer al páncreas, mientras se desarrollaba el proceso electoral convocado en todo el país para esta fecha.
Su cadáver fue trasladado al Palacio Municipal donde se le tributó una Capilla Ardiente. Al año siguiente su familia editó en 156 páginas una Corona Fúnebre titulada “Inmortalidad y Gloria”, con sus principales rasgos biográficos, un recuento de sus obras y el homenaje que le rindieran las instituciones y personalidades de su provincia.
Su estatura más que mediana, contextura gruesa, rostro canela, ojos y pelo negros. Fue de carácter afable y faz risueña, maestro que sabía enseñar con claridad y al mismo tiempo en profundidad. Investigó los archivos de Otavalo, trabajó en diversos campos arqueológicos y representó a su provincia por varias ocasiones, lo mismo que al Concejo Cantonal de Otavalo que presidió más de una vez; pero, sobretodo, tuvo palabras elocuentes y emotivas y frases temperamentales para su Patria chica y solía expresarse en elegantes discursos.